¡AL BASA SALÚ´! UN SIGLO DE AMOR POR “LOS COLORES DE CORAJE Y REBELDÍA”

El legendario club de los campos de Tomás Basáñez cumplió su primer centenario de vida el pasado miércoles 1 de abril. En sus 100 años de historia jugó en todas las categorías existentes y desaparecidas, superó las más duras sanciones y saboreó las mieles de la victoria cuando conquistó su lugar en el círculo de privilegio de nuestro fútbol. Una institución erigida sobre los valores de la humildad, la solidaridad y el esfuerzo de su gran masa social proletaria a lo largo de todo un siglo. Hoy se encuentra militando en la otrora Divisional C pero la pasión de toda la barriada sigue siendo de primera.

El fenómeno social de agruparse en torno a lo que se conocía como un club en Inglaterra estaba plenamente consolidado en los albores de los alocados años 20. La génesis de clubes con diferentes finalidades se suscitaba de forma instantánea en cada esquina de la capital y en cada pago del interior. Un fiel reflejo del imaginario colectivo que aspiraba a reproducir el estilo de vida de las sociedades europeas más destacadas. La vieja Villa de la Restauración, sitio en el cual se puso punto final a la fratricida Guerra Grande a través del Pacto de la Unión, no era ajena a la versión criolla de este fenómeno global. El Artigas y el Volcán eran los equipos que despertaban las más animadas pasiones de todos vecinos sin distinción de edad, género ni credo. Todo el barrio se paralizaba cuando ambos clubes se enfrentaban para disputar su hegemonía en una zona plagada de prestigiosos teams y habilidosos footballers. Pero el 1 de abril de 1920, los integrantes de aquellos dos acérrimos adversarios decidieron abandonar sus diferencias para fusionar a toda la barriada en un solo equipo. La parsimonia de la rutina cotidiana de aquel feriado de jueves santo contribuyó significativamente para que la controvertida decisión pudiera ser asimilada por ambas aficiones. Los concurrentes a la reunión, que sería a la postre la primera asamblea del futuro club, vieron como imprescindible elegir un nombre que identificara a todo el vecindario en su conjunto. Fue así que la muchachada decidió bautizar al nuevo equipo con el nombre de Basáñez en honor al antiguo propietario de las tierras de la zona. Tomás Basáñez fue un destacado vecino de mediados del SXIX que donó los solares sobre los cuales se erigieron la Universidad (el actual Hospital Pastuer), la Parroquia de San Agustín, la Plaza de la Restauración y la plaza de toros. Su domicilio se encontraba donde hoy funciona el Hospital Piñeyro del Campo y poseía diferentes emprendimientos productivos, como cantera de piedra y hornos de ladrillo, hacia las nacientes del Arroyo Malvín. En esos campos, que resistieron por varias décadas el avance de la urbanización, proliferaron los potreros en los que se acuñó la estirpe del balompié oriental. “Vamos a lo de Basáñez” era el santo y seña sagrado de todos los gurises para salir a jugar a la pelota en aquellas canchas del alma y de la memoria. Así fue que nació el rojinegro de la Unión.

LOS COLORES QUE TIÑERON LA PASIÓN

Una vez conciliado el nombre del nuevo equipo, era necesario definir los colores insignia del barrio. El Artigas vestía camiseta celeste y el volcán estaba identificado con el rojo. La combinación de ambos colores no fue del agrado de los fundadores y se optó por la combinación rojinegra. La hipótesis más fuerte sobre esta elección establece atribución a la fuerte influencia de los allegados obreros anarcos que desarrollaban sus labores en las fábricas de la zona. Las primeras camisetas lucieron franjas verticales al mejor estilo inglés y similares a las de los otros cuadros de influencia anarquista como Misiones y Canillitas. Ese modelo inicial fue utilizado hasta principios de los años 40 cuando se determinó la sustitución por el diseño actual Este cambio se produjo a partir de una foto que vio Pedro Cetinic en El Gráfico de Juan Carlos Sobrero, capitán de Newell´s Old Boys. El “Pelado” Sobrero y Cetinic fueron dos personas que defendieron a sus clubes en el campo de juego y que trabajaron incesantemente por ellos fuera de la línea. Pedro convenció a sus compañeros y mandaron a confeccionar la primera camiseta que dividió el alma en rojo y negro.

800 AÑOS DE SUSPENSIÓN. NADA MÁS NI NADA MENOS.

El club solicitó su inscripción en la Asociación Uruguaya de Fútbol luego de la gesta olímpica de 1924. Comenzó a forjar su prestigio en el ámbito de la competencia oficial y consiguió un rápido ascenso a la División Intermedia en 1927 tras vencer al Belvedere por un categórico 3 a 0. El pecho de la hinchada se inflaba de orgulloso por su escuadra y la ilusión de seguir subiendo de categoría estaba latente en el murmullo de la calle. Pero ese sueño se vio interrumpido en una desafortunada tarde de 1928. Ese día, Basáñez recibía en su cancha de José Cabrera y 20 de Febrero al extinto Washington F.C por la competencia oficial. La jornada futbolística presentaba el gran atractivo de contar con el múltiple campeón José Leandro Andrade en filas rojinegras. La “Maravilla Negra” era jugador de Nacional pero la costumbre de la época indicaba que los futbolistas defendieran simultáneamente a equipos registrados en las diversas ligas barriales o en la propia AUF. La tensión de aquel emotivo encuentro fue en aumento y todo culminó en una gresca generalizada. Andrade participó de la reyerta golpeando al veedor del partido de apellido Maccio. La trifulca se extendió fuera de la cancha y algunos testigos afirmaron que finalizó en el Camino 8 de Octubre. Estos acontecimientos solían sucederse en las diferentes canchas dispersas por toda la ciudad cuando las pasiones de los jugadores e hinchas desbordaban los cauces lógicos del raciocinio. Sin embargo, la sanción que recibió Basáñez fue inédita en la historia del fútbol mundial. El órgano competente de juzgar los acontecimientos dictaminó una pena de 20 años por cada uno de los participantes vinculados a Basáñez. En función de los informes del propio veedor y de los trascendidos públicos sobre lo acontecido, se estableció que 40 personas allegadas al club habían intervenido. Por lo tanto, la pena acumuló la escalofriante suma de 800 años de desafiliación. La medida disciplinaria sacudió a toda la Unión. Dirigentes, jugadores e hinchas de la institución atribuyeron intencionalidades profesas de las autoridades deportivas hacia su equipo. Muchas circunstancias alrededor de este fallo continúan despertando suspicacias 92 años después de su promulgación. Por ejemplo, el veedor Maccio era dirigente de Peñarol. La rivalidad clásica entre bolsos y carboneros era popular tanto dentro como fuera de la cancha. Que un directivo de Peñarol fuera agredido públicamente por una estrella de Nacional era un suceso que ofendía el orgullo personal e institucional. A su vez, el cisma del fútbol uruguayo había culminado en 1927 con el simbólico retornó de los aurinegros a la AUF. Era un momento preciso para resarcir las diferencias del pasado a través de potentes gestos de alto impacto en la opinión pública. La ausencia de documentos y testimonios fidedignos impiden corroborar las causas exactas que entrañaron esta sanción estrafalaria. Basáñez pasó a competir en las ligas barriales y sostuvo el crecimiento de su prestigio protagonizando enfrentamientos épicos con afamados cuadros vecinos. En 1948, cuando restaban 780 años por cumplir de sanción, Pedro Cetinic tomó la iniciativa de ir a negociar una amnistía. Las enflaquecidas arcas de la AUF alimentaron la opción de cobrar una multa económica como mecanismo expiatorio del castigo. El entrañable Pedro era guarda de CUTCSA y utilizó un dinero adeudado por la empresa para efectivizar el pago. Basáñez volvió a la competición oficial y consiguió el ascenso a la Extra A tras vencer al Fantasma por 3 a 1.

LOS AÑOS DORADOS DE LOS 90

Sin lugar a dudas es el período de tiempo más glorioso del equipo centenario. El éxito pasaba por Camino Carrasco y golpeó la puerta de la sede de Camino Carrasco. La temporada futbolística de 1989 encontró a Basáñez compitiendo en la C. El rojinegro desarrolló una gran campaña y obtuvo el ascenso a la B al imponerse sobre Uruguay Montevideo en el Estadio Luis Franzini. El “Basa” ingresaba nuevamente a la órbita del fútbol profesional y mantenía el sueño intacto de alcanzar el círculo de privilegio. Las divisionales de ascenso aún tenían una gran difusión periodística y Basáñez se posicionó como uno de los clubes favoritos para llegar a primera. En 1992 fue el equipo que más puntos sumó en la cancha, pero el preciado objetivo fue truncado en los escritorios de la liga. Una vez más, fue víctima de una nueva sanción controvertida a causa de los fatídicos hechos ocurridos el 19 de setiembre de 1992. Luego de un intenso partido contra Villa Teresa en La Bombonera se produjeron incidentes entre ambas parcialidades. La guardia de coraceros intervino de forma abrupta atropellando con sus caballos a los hinchas y provocando una verdadera estampida humana. La feroz represión culminó con el fallecimiento de Wellington “El chumbo” Castro tras caer al suelo y ser pisado por un equino de la policía. Las noticias de enfrentamientos entre barrabravas argentinos eran cada vez más frecuentes y este pareció ser el mejor ejemplo para demostrar que el fenómeno había llegado a nuestro fútbol. Los medios de comunicación amarillistas generaron las condiciones óptimas para que la AUF aplicara una sanción ejemplarizante. Basáñez, que había lamentado el fallecimiento de uno de sus hinchas a causa del despiadado accionar policial, sufrió la quita de 8 puntos y el pago de los premios económicos a los jugadores correspondientes a ser campeones. La situación deportiva se revirtió al año siguiente con la obtención del campeonato de la B. La deuda económica generó grandes perjuicios hasta hace muy poco tiempo. Pero el fútbol, al igual que la vida, tiene revanchas y el club conquistó el ascenso en 1993.

BASÁÑEZ DE PRIMERA.

El ascenso a primera división produjo una revolución absoluta en el club. Basáñez tenía un verdadero cuadrazo y La Bombonera lucía abarrotada en cada encuentro. Llevarse un empate de Malvín Alto era un verdadero mérito para los visitantes. El Campeonato Uruguayo de 1994 fue muy especial porque presentó un cambio trascendental en su formato de disputa. El antiguo torneo a dos ruedas fue sustituido por el Torneo Apertura, el Torneo Clausura y la sumatoria total de la tabla anual. Otra mala copia al fútbol argentino adaptada “a la uruguaya”. Además, por primera vez se comercializaron los derechos de televisación de los partidos a través del contrato con la empresa Torneos y Competencias. El humilde y sacrificado cuadro de la Unión, que hacía su debut absoluto en la A, iba a cobrar dinero por la transmisión de sus partidos y la difusión de sus goles. Una realidad inédita que recompensaba el arduo y sostenido trabajo de la gran familia rojinegra desde sus orígenes. Basáñez irrumpió con gran fuerza en primera división. Desde el buen juego plasmado en el field, el número de entradas vendidas y hasta la coqueta vestimenta que estrenó para la histórica ocasión. La campaña realizada en el naciente Torneo Apertura fue espectacular al culminar como vicecampeón a tan solo 1 punto de Defensor. Basáñez sumó 16 unidades tras cosechar 6 victorias y 4 empates en un total de 12 partidos (todavía se otorgaba 2 puntos por triunfo). Una actuación deslumbrante que tuvo su cumbre máxima en el triunfo ante Nacional por 2 a 0. El tricolor campeón de América y del mundo cayó a los pies rojinegros en el Monumento Histórico del Fútbol Mundial. Una tarde inolvidable para toda la afición deportiva marcada por los dos goles convertidos por el olimareño Arsenio Luzardo. Si los hinchas de Basáñez no habían tocado el cielo con las manos, se pudo afirmar que lo habían acariciado.
La segunda mitad del año tuvo un descenso en el rendimiento y el equipo no logró desempeñar la misma performance. Los buenos resultados obtenidos en el Apertura posibilitaron que culminara en el quinto puesto de la tabla anual y que adquiriera el derecho a disputar el extinto Torneo Integración. La temporada de 1995 comenzó de forma similar a como había culminado la del año anterior. Cuando se procuró reaccionar en el Clausura, ya era demasiado tarde. La inaudita tabla del descenso (otro mal invento rioplatense) dictaminó el retorno a la vieja B. Desde ese entonces, el Club Atlético Basáñez ha transitado las mismas vicisitudes que muchas otras instituciones deportivas y hace una década compite en la Primera División Amateur. Algo que no altera en lo más mínimo lo que sienten por el club aquellas personas cuyos corazones laten al flujo de la sangre roja entremezclada con torrentes negros.

Texto:  Federico Maritán

Imágenes: cabasanez.weebly.com by Gonzalo Rodríguez

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