Invierno del 95. Temporada alta de triunfos celestes

El invierno de 1995 fue uno de los momentos de mayor éxito en la historia del deporte uruguayo. Por primera vez, las selecciones de fútbol y de básquetbol se consagran como las mejores de América del Sur en el mismo año y jugando como locales. Otro fenómeno criollo que dificulta el entendimiento foráneo sobre cómo esta nación pequeña puede acumular tantos triunfos deportivos.

El calendario deportivo nacional estuvo conmovido por aquel entonces.  El año 1995 tenía dispuesto dos grandes citas sumamente esperadas por toda la afición deportiva. Luego de muchos años, la Copa América de fútbol y el Campeonato Sudamericano de básquetbol volvían a oficiarse en nuestro país y con muy pocos días de diferencia entre sí. El Estadio Centenario y el extinto Cilindro Municipal se vistieron de gala para albergar los principales partidos de las tradicionales gestas continentales. Los integrantes de ambos combinados nacionales salieron a escena con la responsabilidad que conlleva lucir las gloriosas casacas celestes en ambos deportes y bajo la premisa histórica de que “las copas se quedan en casa”. Una obligación que aquellos protagonistas contrajeron con gran compromiso para que el grito de “¡Uruguay campeón!” resonara bien fuerte en tan pocos días.

CON LA ANARANJADA TAMBIÉN: CAMPEONES EN CASA COMO LA PRIMERA VEZ.

No solo en fútbol fuimos pioneros en la concreción de grandes eventos internacionales y de retener los títulos disputados en casa. El primer sudamericano de básquetbol, el torneo continental más viejo del mundo, se realizó por primera vez en nuestro país en 1930 en el marco de los festejos por el centenario de la Jura de la Constitución. La musculosa celeste obtuvo el primer certamen y repitió el logro a los dos años en Santiago de Chile. La edición N° XXXVI del decano certamen volvía en 1995 a suelo oriental tras 14 años del último campeonato organizado y ganado aquí. La actualidad deportiva de la selección nacional no era la mejor debido a que el sexto puesto obtenido en los Juegos Olímpicos de 1984 parecía quedar cada vez más lejos en el calendario como en el nivel de juego competitivo. El sudamericano representaba una buena oportunidad para tener una revancha en el rectángulo de parqué y agregar un nuevo eslabón en la gloriosa cadena de éxitos celestes en este deporte. Todos los torneos continentales organizados en nuestro país, salvo el de 1971, fueron conquistados por el representativo de la FUBB. Varios jugadores estaban en el epílogo de su carrera y otros emergían como grandes promesas del baloncesto. Fue así que Víctor Hugo Berardi amalgamó un competente equipo cuyo único propósito era salir campeón en el mítico Cilindro.

UNA SEMANA EMOTIVA

El campeonato se desarrolló entre el 27 de mayo y el 3 de junio de 1995 y contó con la participación de las selecciones de Chile, Paraguay, Venezuela, Brasil, Argentina y Uruguay. La primera fase se disputó en el formato de todos contra todos y los primeros cuatro pasaron a semifinales. El combinado local empezó con mucha fuerza al obtener 3 triunfos categóricos con más de 100 puntos convertidos en cada encuentro. El cuarto partido fue ante Argentina y se obtuvo un ajustado resultado favorable por tan solo 4 puntos. Una victoria de alto valor simbólico porque significó cortar una racha de 10 años sin poder vencer al clásico rival de la vecina orilla. El último partido de la fase regular fue contra Brasil y la Celeste cayó de forma implacable ante el vertiginoso juego de la Verdeamarelha.  Uruguay culminó segundo y debió enfrentar a Venezuela en la instancia semifinal. El desarrollo del torneo ya había acaparado la atención de toda la opinión pública y el país enteró se detuvo para ver las instancias definitorias. El partido fue muy diferente al de la primera fase- Uruguay se había impuesto por 37 puntos- y los charrúas obtuvieron un agónico triunfo sobre los caribeños por 86 a 82.  En la otra llave, Argentina contradijo a la lógica al vencer a Brasil por un marcador reducido de 65 a 61. Una vez más, como en tantas otras veces y en diferentes deportes, las aguas del Río de la Plata se paralizaban en torno a un duelo definitorio por una medalla dorada.

LA PRIMERA FINAL DEL 95

Aquel 3 de junio, hasta San Cono estuvo presente en el Cilindro Municipal a través de las súplicas de más de un hincha.  Alrededor de 14 mil personas colmaron las instalaciones del entrañable escenario deportivo cubierto y miles salieron a manifestar su aliento al plantel en el recorrido hacia el coliseo ubicado en el Parque Héctor Grauert. El antecedente reciente entre ambos equipos había sido 4 días antes y existía incertidumbre al respecto. Uruguay había vencido por escasa diferencia a los albicelestes cuando ellos habían rotado a la mayoría de sus titulares. Argentina colocaba todo su potencial para la final bajo la dirección en el juego de su base estrella Marcelo Milanesio. Por contraparte, la Celeste equilibraba la balanza de la calidad con el máximo pico de rendimiento de Marcelo Capalbo en su carrera. La pelota fue enviada al aire para el salto inicial en el centro de la cancha y comenzó el partido más esperado en la última década. La obtención del décimo torneo estaba en juego junto a la obligación histórica de no discontinuar la rica tradición de los campeones de otrora ni de decepcionar a todo el pueblo uruguayo.  La selección entró al Cilindro con la típica actitud de cualquier equipo uruguayo frente a un desafío de tal envergadura. Capalbo lideró el armado del juego con la colaboración de Losada como ayuda base. El capitán Pierri aportó una gran cantidad de puntos y condujo anímicamente al equipo tanto dentro como fuera de la cancha. Los gigantes Moglia y Szczyglieski fueron insoslayables en la zona pintada y Silveira se consolidó como un “Bicho” por combinar su capacidad técnica con su aguerrido accionar en cada pelota.  Berardi y Perreta trazaron y borraron mil indicaciones en la pizarra con el objetivo supremo de ser campeones. El encuentro fue parejo en su transcurso, aunque Uruguay siempre se mantuvo arriba en el score. Los últimos minutos fueron electrizantes pero el equipo oriental supo administrar la diferencia y consolidar una ventaja de 15 puntos en el final. El básquetbol había cumplido con su parte y le pasaba la pelota al fútbol para cumplir con el inédito doblete celeste.

PLANTEL (no en el orden de la foto): Gustavo Szczyglieski, Marcelo Capalbo, Gonzalo Caneiro, Enrique Cattivelli, Diego Losada,  Luis Pierri, Óscar Moglia, Jeffrey Granger, Luis Silveira, Alain Mayor, Juliano Rivera, Marcel Bouzout. Director Técnico: Víctor Hugo Berardi. Ayudante técnico: Esteban Perretta

Resultados: URU 112 -Chi  69, URU 112 -Ven 75, URU 117–Par 83, URU 81–Arg 77, URU 63–Bra 89URU 86–Ven 82, URU 89-Arg 74.

EL TIEMPO DEL FÚTBOL

La Copa América volvía a ser organizada por la AUF luego de 28 años. Los cambios en el formato de disputa del torneo determinaron un prolongado impasse con respecto a la edición jugada en el Centenario en el verano de 1967. La edición N° XXXVII del clásico campeonato tenía como principal novedad para nuestro peculiar fútbol el desarrollo de la mayoría de los partidos en el interior del país. Esta condición determinó una millonaria inversión en infraestructura deportiva para reciclar por completo los estadios Campus de Maldonado, Parque Artigas de Paysandú y Atilio Paiva Olivera de Rivera. Héctor “Pichón” Núñez asumió como director técnico con el propósito de zurcir las profundas diferencias existentes y elevar la mirada con un objetivo común. La selección venía transitando un pésimo presente deportivo tras la rápida eliminación en Italia 1990, las paupérrimas participaciones en las Copas Américas de 1991 y 1993 y la no clasificación a la Copa del Mundo de Estados Unidos de 1994. Al igual que en el básquetbol, la copa representaba para varios jugadores de reconocida trayectoria su última oportunidad para conquistar un título, o repetir una nueva hazaña, con la celeste mientras que frente a los más jóvenes pasaba el tren de consagrarse como campeones con la casaca color cielo. El experimentado entrenador apostó a referentes históricos de la selección, a jóvenes jugadores del medio local y a otros que empezaban a incursionar con la Celeste más allá de estar consolidados en el ámbito internacional. Así se conformó aquel grupo que armó su búnker en la concentración del viejo camino Los Aromos.

Torito fue la mascota oficial del torneo.

GRUPO ASEGURADO Y SE PERMANECE EN EL CENTENARIO.

La novedad de la rotación de sedes por todo el país determinó que Uruguay debía ganar el grupo para seguir jugando en el Centenario. El 5 de julio comenzó el torneo y su estreno estuvo envuelto en varias polémicas propias y externas al campo de juego. Las principales críticas a la organización radicaban en el mal estado del campo de juego del Estadio y la falta de previsión en el cuidado del mismo de cara al gran torneo. Fuera de la cancha, la discusión estaba centrada en la noticia de que disposiciones comerciales impedían que los partidos fueran transmitido por televisión abierta en el departamento donde se desarrollaban. Los precios de las entradas y el frío intenso de los primeras semanas de aquel invierno fueron factores determinantes para que el Estadio no se llenara en la noche del debut. Todo esto no afectó al equipo y la selección se impuso por 4 a 1 a su similar de Venezuela. El triunfo por 1 a 0 frente a Paraguay y el empate a 1 gol por bando con México aseguraron el pasaje de fase y la permanencia en la capital del país. El fixture indicó en cuartos de final el cruce con el mejor equipo de Bolivia liderado por Marcos Antonio Etcheverry. La selección del antiplano, que jugó el primer tiempo de blanco y el segundo de verde, había representado una verdadera pesadilla para nuestro combinado nacional de las últimas eliminatorias mundialistas. El partido arrancó con absoluta superioridad charrúa y a los 30´ ya se ganaba por 2 a 0 con anotaciones de Otero y Fonseca. Las acciones del juego se fueron emparejando y Bolivia logró el descuento en el segundo tiempo. El resultado final fue de 2 a 1 y la Celeste seguía expresa al título con algunas dudas sobre el volumen de juego. A primera hora, ese mismo 16 de julio en el Centenario, Colombia había vencido a los guaraníes en definición por penales  y ambos vencedores debían enfrentarse a los 3 días por la primera semifinal. Colombia tenía un equipo muy competitivo conformado por jugadores consolidados como Higuita, Valderrama, Asprilla y Rincón. El partido con los cafeteros fue discreto en la primera etapa y Uruguay inclinó la balanza a su favor en el segundo tiempo. Adinolfi y Otero marcaron los goles que sellaron el pase a la gran final. Al otro día, Brasil se imponía frente a Estados Unidos por 1 a 0 en Maldonado y un nuevo clásico sudamericano quedaba definido para la jornada definitoria del 23 de julio.

LA SEGUNDA FINAL DEL 95

Los dos rivales que pugnaban por el trofeo sudamericano llegaban con antecedentes diametralmente opuestos. Brasil era el actual campeón del mundo y Uruguay ni siquiera había clasificado a Estados Unidos. Varios protagonistas del tetra campeonato norteño estaban aquella tarde en el Estadio dispuestos a incorporar una nueva copa a las vitrinas de la CBF. La selección uruguaya entró a la cancha con un plan de juego definido, con su identitaria garra frente a la adversidad y con toda su historia encima. Muchos campeones de Maracaná estaban inmersos en la afición y no se los podía defraudar. El primer tiempo fue complejo y Brasil se puso arriba en el marcador con gol de Tulio. El panorama adverso se completaba con la fractura de Tabaré Silva para evitar la conversión rival. Núñez no titubeó y hecho mano al banco en el entretiempo.  Sustituyó a Dorta por Bengoechea y le otorgó al volante la responsabilidad de las pelotas paradas. El riverense había marcado el único gol de la final de 1987 y la historia tenía reservado un nuevo capítulo de gloria para él. A los 6´ de la segunda etapa el referee sancionó un tiro libre en las inmediaciones del área de la Colombes. Bengoechea asumió la función encomendada y colocó la pelota con su gesto técnico habitual. Cada vez que Pablo remataba una falta de estas características se palpitaba el grito de gol en las gargantas por su gran efectividad. El balón pasó por encima de la barrera y Taffarel solo atinó a contemplar su trayectoria hacia el fondo de la red. El partido permaneció empatado  hasta el final  y se debió acudir a tiros desde el punto penal para dirimir quién sería el nuevo rey del continente. Uruguay convirtió los cinco remates ejecutados por Francescolli, Bengoechea, Herrera, Gutiérrez, y Martínez. Brasil, que se había consagrado por el mismo método frente a Italia un año antes, tuvo un yerro en la ejecución propulsada por Tulio. El centrodelantero de Botafogo había estado en el centro de la polémica tras bajar deliberadamente la pelota con la mano para anotar un gol frente a Argentina en cuartos de final. La justicia futbolera intervino de oficio y actuó de modo propio a través de los guantes de Fernando Álvez. El Centenario explotó de algarabía y el pueblo invadió las calles para festejar la nueva conquista. La Celeste sostenía su paternidad local frente a Brasil y alcanzaba a Argentina en lo más alto del palmarés del torneo continental. La selección de fútbol complementaba la gesta basquetbolera para conquistar el primer doblete en las dos disciplinas deportivas más populares de nuestro país en un mismo año. El frío invierno del 95 fue atenuado por el calor de la victoria en la sangre.

Plantel (no en el orden de la foto): Fernando Álvez, óscar Ferro, Claudio Arbiza, José Herrera, Eber Moas, Óscar Aguirregaray, Diego López, Gustavo Méndez, Tabaré Silva, Edgardo Adinolfi, Marcelo Saralegui, Gustavo Poyet, ,Nelson Abeijón, Diego Dorta, Álvaro Gutiérrez, Enzo Francescolli, Pablo Bengoechea, Sergio Martínez, Ruben Da Silva, Ruben Sosa, Daniel Fonseca y Marcelo Otero. Director Técnico: Héctor Núñez.

Resultados: URU 4-Ven1, URU 1-Par 0, URU 1- Mex 0, URU 2- Bol 1, URU 2– Col 0, URU 1 (5)– Bra 1 (3).

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