Un episodio registrado en 1884 deja en evidencia la importancia que tenía la colectividad británica en el Uruguay, derivada de la expansión de la revolución industrial por todo el orbe, desarrollando los grandes adelantos que influyeron en la vida de las sociedades. El cementerio británico se construyó a fines del siglo XVIII en dos manzanas en la calle 18 de julio donde se encontraba el ejido, que determinaba el final de Montevideo antiguo. Con el paso de las décadas y la evolución expansiva de Montevideo fuera de la puerta de la ciudadela, llevó a que el camposanto quedara integrada a ella.
Una ley de 1884 impulsada por el presidente de la República, Gral. Máximo Santos, autorizó la expropiación de esas dos manzanas destinandas al palacio municipal. Simultáneamente, otra ley autorizó la expropiación de cuatro cuadras de terreno en el Buceo con destino al nuevo cementerio Británico. La traslación de los restos se hizo efectivo tres años después.[1]
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