Cuando Domingo Faustino Sarmiento[1] cumplió setenta y dos años, sus amigos y admiradores realizaron una manifestación pública. En un pasaje de su discurso sorprendió a los presentes con una afirmación contundente:
“Constituíos, constituyámonos si queréis que aún os acompañe, en asociación, para promover la educación común en la ciudad de Buenos Aires. Hay en el Uruguay una Sociedad de Amigos de la Educación que ha hecho con sus trabajos constantes, ya fundando escuelas, ya inspeccionando las existentes, progresar la educación común, llevándola a mayor altura y difundiéndola más que nosotros… Imitemos tan cercano ejemplo. Constituyámonos en Sociedad de Amigos de la Educación en esta ciudad de Buenos Aires, pongámonos en contacto con la de Montevideo que vendrá a visitar la Exposición Continental, de manera que cuando sus miembros lleguen, encuentren una sociedad análoga que los reciba. Si esta cordial visita de cumpleaños tuviera por resultado la creación de esta Sociedad para llevar adelante con nuevos bríos, con objeto más definido y mayor concurso de voluntad la obra que fue el empeño constante de mi vida”.
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