Dime cómo te apodaban y te diré cómo jugabas

Petrone a punto de hacer explotar con su pierna «bomba» las frutas y verduras con las que trabajó siendo joven como verdulero; el «Manco» con su clásica pose, ambos ilustrados en brillantes caricaturas de William Ferreira. Además, un indio, un pulpo y hasta Napoleón «lucieron» la Celeste…

A lo mejor no debería, pero muchas veces las personas pasan al recuerdo más por sus apodos que por sus nombres.

Esto puede tener muchas connotaciones, así como las razones por las que cada uno se “gana” su mote.

Algunos derivan de los nombres propios, otros son apócopes, otros tienen orígenes familiares, otros hacen referencia a las condiciones físicas, otros se centran en animales, otros en nacionalidades, otros en lugares de nacimiento, otros en figuras históricas, otros refieren a labores o profesiones, otros-de forma cariñosa- al color de piel, otros al tipo de personalidad, otros a la forma de jugar al fútbol, etc.

En este caso, vamos a repasar los apodos por los que pasaron a la fama los campeones mundiales de Uruguay, cuya mayoría de futbolistas contaba con su propio mote.

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Julio Pérez, el número maldito y «¡Qué llamen a Hohberg!»

El abrazo de un campeón del mundo. El precario y «odiado» número 8 en la espalda de Julio Gervasio Pérez.

Uruguay acaba de derrotar 2-1 a Brasil en Maracaná. En pleno llanto y emoción celeste, Obdulio Varela levanta al autor del gol del siglo, Alcides Edgardo Ghiggia. Luego aparece Julio Pérez, para muchos la figura del encuentro que se transformó en hazaña.

En su espalda se puede ver el número 8 de su camiseta celeste, pero está estampado en un parche blanco, ya que no estaba disponible su casaca original (había desaparecido días antes), por lo que hubo que modificar otra para que pudiese ingresar al campo de juego (Ernesto «Matucho» Fígoli recortó el «8» de la casaquilla 18 y lo estampó en una nueva sin número).

La Copa del Mundo de Brasil fue la primera que incorporó la numeración de camisetas, pero en este caso sin una lista previa, por lo que, dentro del rango 1-22, los futbolistas podían salir a la cancha con cualquier dígito. Menos Estados Unidos, cuyos jugadores actuaron con diversos números, el resto de los seleccionados se rigió dentro de la escala 1 al 11 y por orden de posiciones.

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Cuando a Uruguay le hicieron 8 goles… ¡dos veces!

El Tottenham Hotspur: uno de los perpetradores.

Tranquilos. No fueron encuentros oficiales. No fueron internacionales “A”. Apenas partidos del tipo “B” en los albores del siglo XX, pero fueron…

Y para atenuar más la situación: ante dos clubes del profesionalísimo fútbol inglés. Ante los poderosos británicos, los “inventores del fútbol”, los invencibles.

Cuando era común que los muchachos de las islas desembarcaran y desplegaran el deporte en nuestras costas (así llegó el balompié al Río de la Plata), el 14 de julio de 1904 el Southampton arribó al Gran Parque Central para enfrentar a nuestro combinado en el marco de la primera gira de un club profesional a Sudamérica. No solo eso: también fue el primer club extranjero propiamente dicho en llegar al continente.

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Así jugaba Luis Cubilla

Luis Alberto Cubilla, el «Negro», es uno de los mejores futbolistas uruguayos de todos los tiempos. Sin duda alguna. Para muchos, el mejor puntero derecho que surcó nuestros campos de juego. Habilidad, picardía, técnica, viveza, guapeza… Llevaba el campito en el alma. Un talento por donde se lo mire.

Figura y referente desde fines de la década del cincuenta del siglo XX hasta mediados de los setenta, a nivel de clubes jugó en los equipos más poderosos, donde ganó todos los títulos posibles, siendo al día de hoy uno de los más vencedores. También disfrutó de una dilatada y brillante trayectoria como entrenador.

Pieza clave de la Selección Uruguaya durante más de una década (38 partidos y 10 goles), fue figura celeste en la Copa del Mundo de Chile 1962 y uno de los mejores exponentes, a nivel general, de la Copa de México 1970. Por si faltara algo, disputó el Mundial de Alemania 1974.

Para aquellos que lo vieron y desean recordarlo o para aquellos más jóvenes que no tuvieron la dicha de disfrutarlo en una cancha, AHIFU comparte el compilado de imágenes que elaboró para que no queden dudas de la grandeza de este señor jugador.

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1981: Uruguay 1-2 Perú, el «palo» más grande de los ochenta

Perú vs Uruguay: la noche mágica de la bicolor en el Centenario |  DEPORTE-TOTAL | EL COMERCIO PERÚ
Guillermo La Rosa ya sacó el potente remate que se convertirá en el primer gol de Perú. Hugo de León no llega a bloquearlo. Rodolfo Rodríguez ensaya una respuesta que no fructificará (foto: elcomercio.pe).

No, no fueron los seis goles de Dinamarca en 1986. Tampoco la derrota ante Francia en 1985 por la final de la Copa Artemio Franchi. Mucho menos la caída ante Brasil en el Maracaná en la definición de la Copa América 1989.

No. El golpe más doloroso que recibió la Celeste en toda la década del ochenta fue la derrota 2-1 ante Perú en el Centenario el 23 de agosto de 1981 por la segunda fecha de las Eliminatorias rumbo a la Copa del Mundo de España 1982.

¿Esa caída dejó afuera al seleccionado nacional? No, pero lo dejó groggy y el beso a la lona estaría a punto de llegar.

Pero antes de aquel fatídico encuentro, tenemos que ponernos en contexto.

El título de la Libertadores conquistado por Nacional apenas un año atrás había devuelto la Copa a Uruguay después de nueve años y había reverdecido el prestigio oriental en el continente, hasta ese momento apenas sostenido por las grandes actuaciones de la Sub 20 campeona sudamericana en 1975, 1977 y 1979.

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“Chivo” Pavoni: el “repatriado” caso 0

Cinco futbolistas de Independiente de Avellaneda en la «Minicopa» de Brasil en 1972. Cuatro argentinos y un uruguayo. Miguel Santoro y José Omar Pastoriza ladean a Ricardo Pavoni en la fila de los parados. Hincados, Alejandro Semenewicz y Miguel Raimondo. Mejor imagen para representar el primer ejemplo de «repatriados» en nuestro combinado, no existe.

Si la modalidad de convocar futbolistas que actúan en el exterior del país hubiese estado permitida y expandida desde los inicios del fútbol, seguramente Uruguay, con Alcides Ghiggia (AS Roma), Walter Gómez (River Plate, AFA) y José “Loncha” García (Bologna), hubiese alcanzado la final de la Copa del Mundo de Suiza 1954 y hubiese clasificado sin ningún inconveniente a Suecia 1958 con los mismos Ghiggia y Walter Gómez (Palermo) más Juan Alberto Schiaffino (AC Milán), Julio César Abbadie (Genoa) y José Emilio Santamaría (Real Madrid), prometiendo, además, una buena participación.

En Chile 1962, más allá del «Pardo» Abbadie, faltó Julio César Benítez, defensor central, aunque un polifuncional en toda la regla, del FC Barcelona, club en el que brillaba.

En Inglaterra 1966, en tanto, además de con el mismo Benítez, se hubiese contado con un Luis Cubilla (River Plate, AFA) en estado de gracia, brindándole el arma letal faltante en el ataque al combinado de Ondino Viera y, en 1970, se hubiesen importado los goles que tanto hacían falta con la presencia de Héctor “Lito” Silva (Palmeiras).

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La Unión Soviética se cansó de pasar la hoz, pero Uruguay tuvo el martillo

Víctor Espárrago cabecea y la empuja con la mirada. Anzor Kavasashvili (2) está vencido. Los zagueros soviéticos ya nada pueden hacer. Uruguay a semifinales en México 1970…

Entre 1924 y 1991, y casi durante todo el periodo de su existencia, la Unión Soviética, el primer estado de corte netamente socialista de la historia, tuvo su seleccionado de fútbol.

Dicho combinado se estrenó luciendo la malla roja el 16 de noviembre de 1924 ante Turquía en Moscú, venciendo 3-0.

Sin embargo, los difíciles años treinta y los tormentosos cuarenta hicieron lógicamente imposible una actividad oficial regular del combinado, que apenas si disputó de forma puntual algunos amistosos de carácter no oficial.

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Informe Mendívil parte 2: ¡Preparen, apunten, fuego! El capitán atiza a los jugadores, William responde y Leiva dispara munición gruesa

Juan Carlos Leiva ayuda a Chinezinho, caído. Pelé pide tranquilidad. Walter Davoine levanta los brazos. Luego llegaría el escándalo ante Brasil (1-3) en la Copa América de Argentina 1959. Y poco después, el otro escándalo, del que el arquero de Rampla sería protagonista.

Días atrás nos referíamos al informe que, en carácter de reservado, el preparador físico y jefe de la concentración del seleccionado uruguayo en la Copa América de Argentina 1959, capitán Humberto Mendívil, había elevado a la Asociación Uruguaya de Fútbol previo requerimiento.

El texto, que detallaba lo que había sido el entrenamiento, convivencia y la actuación del equipo en uno de los peores certámenes disputados en la historia hasta ese momento por los nuestros, generó mucho recelo una vez que fue filtrado a la prensa.

En la primera parte, se pudo observar cual fue el análisis del profesional en el primer gran momento de oscuridad que le tocó vivir a la Celeste en su ya de por sí riquísima trayectoria.

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