¡Ha fallecido quien fuera el máximo comentarista deportivo de nuestro país! Afirmación ésta que no está teñida por nuestra mutua y profunda amistad de más de medio siglo. Por mi edad, llegué a conocer a muchos colegas relevantes del pasado, en esta noble actividad periodística diversa pero complementaria del clásico relato de fútbol. Acuden a mi memoria figuras como Carlos Reyes Lerena, Luis Víctor Semino, Adolfo Oldoine (OLD), Osvaldo Heber Lorenzo (H.L) y, entre ellos, quien fue el precursor del abogado-periodista deportivo, el siempre admirado Dr. César L. Gallardo. Pero en una objetiva comparación, el “Toto” da Silveira ocupa aquel sitial por su sapiencia insuperable, por la valentía y objetividad de sus juicios, por su memoria prodigiosa; y principalmente, por su inalterada vigencia, extendida sin pausas durante seis largas décadas.
A “Toto” lo conocí en el viejo Liceo “Zorrilla”, allá en la década del 50’, aunque no compartimos clase, pues yo era un año mayor que él. Concurrimos a “Preparatorios” distintos (él al IAVA y yo al recién creado IUDEP), pero nos reencontramos luego en la Facultad de Derecho, cuando él ya era el jovencísimo “comentarista del famoso Carlos Solé”, objeto por ello de la admiración por todos sus compañeros.
Quiso el destino que, coincidiendo un día ante la Cartelera de Exámenes, eligiéramos rendir una misma materia, y prepararla juntos. Fue así que alternábamos el estudio mañanero, entre su casa y la mía. Más en ésta que en la suya. ¿La razón? “Toto” había perdido a su madre cuando tenía 15 años, y de hecho encontraba en mi familia ese calor de hogar que le faltaba (tanto que ha declarado muchas veces, que la mía fue una suerte de “madre adoptiva” para él). A mediodía tenía que concurrir a la Radio Sarandí, en la que conducía “Sarandí Fútbol”, una audición muy escuchada. Yo solía acompañarlo, y entretanto me “daba el lujo” de charlar mano a mano con el legendario Carlos Solé (aquél al que había escuchado relatar la inolvidable final de Maracaná de 1950, con apenas 7 años). Tiempo después -al producirse una vacante- “Toto” me propuso ingresar a su audición, y poco después (como vestuarista) a las trasmisiones de fútbol. Corría el año 1965 y él ya se aprestaba a concurrir al Mundial de Inglaterra del año siguiente, el primero de los 15 a los que asistiría y comentaría en su muy larga trayectoria (récord por el que fue premiado por la FIFA en Qatar, al ser el segundo en el mundo, con más Mundiales cubiertos como periodista).
Aunque la preparación conjunta de los exámenes se fue haciendo algo aleatoria, el contacto con “Toto” en el ámbito periodístico, siguió siendo muy estrecho. Tres años después de mi ingreso, se distanció de Solé, yéndose abruptamente de Sarandí. Y yo me fui con él y su equipo a Radio Sur, primero; y luego –aunque ya como socios- formamos el “Clan 10” de Radio Ariel; en una aventura que tuvo algunas facetas que vale recordar. Al equipo que ya venía de las radios anteriores, vino a sumarse Víctor Hugo Morales, un joven e ignoto relator suplente de Radio Colonia, al que “Toto” descubrió en una de sus habituales salidas al exterior. Y, por otra parte, se habían ido incorporando algunos jóvenes que hacían sus primeras armas, tanto en el relato (Alberto Kesman y Carlos Muñoz) como en el comentario (Juan Carlos Paullier); los que, con el paso del tiempo, desarrollarían sus propias y muy exitosas carreras.
Tiempo después nuestros caminos se separaron. Absorbido por el creciente desarrollo de mis otras actividades -como abogado penalista y docente de Derecho Penal- decidí alejarme del periodismo deportivo (no imaginaba entonces que, cierto tiempo después, aquellos dos incipientes relatores, ya plenamente consolidados -primero Kesman en Universal, y más tarde Muñoz en Carve- iban a convocarme sucesivamente, para ser su comentarista). Fue ésta una etapa de dos décadas, en la que me tocó competir con mi gran amigo, lo que en nada afectó nuestra añeja amistad. Entre tanto, “Toto” había proseguido con su ininterrumpida actividad periodística, alternando en varias de las principales radios del país (e incluso en una de Rosario en la Argentina) y también con algunas esporádicas incursiones en los principales diarios capitalinos; y en programas televisivos de prácticamente todos los canales montevideanos.
Pero es importante señalar que mi fraterno contacto con “Toto” no se redujo solo al ámbito periodístico. Si bien se recibió de Abogado (sin perder ningún examen) cuando obtuvo el título fue corriendo a entregárselo a su padre, diciéndole: “Aquí tenés el título. Se lo había prometido a Mamá antes de su muerte. Pero yo no pienso ejercer esta profesión.” Lo que cumplió al pie de la letra, pues jamás pisó un Juzgado. Su formación jurídica igual le sirvió cuando fue llamado a ocupar un par de cargos públicos, los que desempeñó con total solvencia, siempre en paralelo con la actividad periodística. Fue primero Director de “Subsistencias” (un organismo ya desaparecido) y luego Director Nacional de Vivienda, cargo al que renunció apenas dos días después del Golpe de Estado de junio de 1973. En ambas ocasiones “Toto” me llevó a su lado, como su “hombre de confianza”, abriéndome así un camino en la Administración Pública, que luego yo habría de continuar en otros organismos del Estado.
El tiempo fue pasando. Yo ya me había jubilado como abogado y también como docente de Derecho Penal. Y desde varios años antes, estaba voluntariamente alejado del periodismo deportivo. Al fútbol solo lo seguía por la televisión, y obviamente por los comentarios radiales de mi amigo, en cada punto del dial en que iba recalando (que fueron muchos sin duda). Así las cosas, a inicios del año 2019, cuando la querida e inolvidable Elenita, su amada esposa, contrajo una seria enfermedad, “Toto” optó por llevarla a atender a un famoso Hospital del Sur de Brasil. Y me pidió que me hiciera cargo de su Programa matutino “A Fondo” en Radio Carve. Tras casi dos décadas, volví pues a la radio, supuse que por unos pocos días. Sin embargo, “Toto” debió volverse con Elena, sin la solución que tanto esperaban y poco tiempo después, lamentablemente ella falleció. A retornar a su audición me pidió que lo acompañara, y así lo hice, solo para hacerle más llevadero el duelo. Primero desde el propio Estudio de Radio Carve y, luego de la pandemia, en forma telefónica.
Cuando llegó la inesperada noticia de su cruel enfermedad, le prometí continuar hasta cubrirle su estadía en Qatar, donde tendría por fin la oportunidad de recibir esa medalla, que la FIFA le debía desde los dos mundiales anteriores. Regresó feliz con ella, pero su estado de salud empezó a deteriorarse. Aunque retomó su programa en Carve, sus intervenciones fueron espaciándose, hasta su breve y muy conmovedora despedida al aire desde el propio Sanatorio, agradeciéndole a los juveniles Sub 20 haberle permitido ver otra vez a una Selección celeste Campeona del Mundo. Lo hizo con la misma lucidez y galanura de siempre, pero apenas con un hilito de voz… entrecortado por el llanto.
Finalmente su largo e indeclinable batallar claudicó ante su cruel enfermedad. Pudo sí conocer a su último nieto Matías, que le regaló su hija Manuela. Estuve junto a él un rato antes de que falleciera, y pude despedirme, tomándole su mano inerte y hablándole al oído, sin que llegara a darse cuenta. ¡O quizás sí! Me quedé, pues, sin mi amigo del alma; el que fue parte de mi familia; mi antiguo compañero de estudios y de tantas andanzas juveniles; el que me abrió las puertas del periodismo deportivo, y también las de la Administración Pública.
¡Se ha ido el máximo exponente de su profesión! ¡El que hizo un verdadero culto de ella! ¡A la que siempre se entregó por entero, en cuerpo y alma! Seguramente mucha gente habrá de echar de menos sus comentarios insuperables: siempre ecuánimes, sinceros y bien inspirados. Se marchó por la puerta grande, reconocido por todos; incluso hasta por quienes, alguna vez, no concordaron con sus juicios tajantes, que siempre reflejaban su lúcida, valiente y objetiva versión de los hechos.
¡Chau “Toto” querido. Ya nos veremos!
Amadeo Ottati Folle