
Debo reconocer que me cuesta escribir estas líneas cuando en ellas me voy a referir a alguien que tuve el placer de conocer, disfrutando de su don de gentes y de su sencillez.
Y me cuesta también resumir en unos pocos párrafos lo que significó este hombre para su querido Nacional, al cual le brindó sus mejores esfuerzos, obsequiándonos a los hinchas con un montón de goles y emociones.
De origen humilde, se fue a probar con los “tarros” envueltos en papel de diario a la vieja cancha de Propios y Marne, donde Ithurbide y el “cabezón” Romero le daban el “si” o le bajaban el pulgar a cada uno de los casi 300 aspirantes que se presentaban al llamado publicado en la prensa.
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