
Esa fue la respuesta del referee irlandés Alan Lewis cuando Diego Ormaechea le preguntó cuánto faltaba para que finalizara el partido en Casablanca. El capitán no lo dudo y pidió lanzamiento a los palos para sellar el pasaporte al Mundial de Gales de 1999. Sciarra ejecutó el penal y sumó los últimos 3 puntos que determinaron el resultado final de la llave. Los Teros se impusieron por un marcador global de 36 a 24 para clasificar por primera vez a la gran cita global de este deporte. Un verdadero “Maracanazo” ovalado que catapultó al rugby uruguayo amateur al máximo nivel de competencia profesional. Un ejemplo contundente de que la rica gloria celeste también se forjó en base a los éxitos obtenidos jugando con otra pelota.
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