1937 “Esta vez los uruguayos no tienen nada”

La decimacuarta edición del torneo continental se jugó en el caluroso verano de la capital argentina entre fines de diciembre de 1936 y febrero de 1937. El equipo albiceleste era favorito y quería tomar revancha de las derrotas sufridas ante los uruguayos en las diversas  instancias definitorias en las que se enfrentaron.  Aquel torneo sudamericano representaba una gran oportunidad para que el fútbol argentino volviera a ocupar la cima del balompié continental  y para que la selección local pudiera redimirse ante su afición de las sucesivas  frustraciones deportivas.  Argentina tenía un gran cuadro  y consiguió el anhelado objetivo de coronarse campeón tras el último lauro obtenido en 1929. Sin embargo, la alegría no fue completa porque los defensores de la gloriosa casaca del combinado oriental, que en ese torneo fue roja una vez más, volvieron a demostrar la estirpe ganadora de los nacidos en esta orilla del río más ancho del mundo.   Un nuevo eslabón en el proceso de consolidación de la sana costumbre de ganarle a los argentinos en el patio de su casa.

La Copa América de 1937 debía disputarse en Chile pero la Federación de Football del país trasandino cedió su organización. Argentina asumió el compromiso y albergó el certamen continental pese a los reparos esgrimidos por varios clubes locales. El fútbol argentino venía atravesando un largo tiempo de fuertes procesos divisionistas y profundos debates sobre la regularización de la actividad de los futbolistas como profesionales de esta disciplina. La oficialización del régimen rentado de los jugadores consolidó el predominio de los llamados cuadros grandes  (Boca, River Plate, Independiente, Racing y San Lorenzo) sobre el resto de las instituciones. Estos clubes tenían el poder económico suficiente para reclutar a los mejores jugadores de la capital y del interior del país y  para comenzar a contratar a importantes futbolistas  de los países vecinos. Los uruguayos no fueron la excepción a la regla y comenzaron a cruzar el charco de forma más seguida para desarrollar sus carreras deportivas con mejores remuneraciones salariales. A su vez, la organización del torneo y la fuerte posibilidad de obtener nuevamente el  torneo sudamericano por parte del fútbol argentino representaba el mejor homenaje que se le podía rendir  a la memoria de Alexander Watson Hutton. El educador de origen escocés que había fallecido en marzo de 1936 fue  “el padre del fútbol argentino” a través de su destacada acción en la promoción de este deporte y de la actividad física en general entre los jóvenes estudiantes. Watson Hutton también fue el creador del imbatible Alumni cuando rebautizó al equipo de fútbol del Buenos Aires High School y creó el primer ente rector del fútbol de la vecina orilla en 1893.

“El padre” del fútbol argentino falleció en marzo de 1936 y no pudo ver la quinta consagración continental argentina en la ciudad donde desarrolló su virtuosa labor pedagógica.

La totalidad de los partidos de esta nueva edición de la competencia continental decana del orbe futbolístico fueron disputados en Capital Federal y los escenarios elegidos fueron el extinto  Gasómetro de Avenida La Plata del Club San Lorenzo, el anterior estadio del Club Atlético River Plate en Avenida del Libertador y Tadge (donde hoy se ubica la Plaza República Oriental del Uruguay) y  el viejo escenario de madera del Club Boca Juniors en Brandsen y Del Crucero, donde hoy se emplaza la actual Bombonera. Otra de las novedades de este campeonato consistió en que todos  los matches se jugaron bajo los destellos de las luces artificiales  debido a que se desarrollaron  en las noches veraniegas porteñas.  Esta determinación se implementó, por un lado, a partir de la histórica reivindicación de los jugadores argentinos de que no se fijaran partidos oficiales en horas diurnas durante la estación estival como forma de  garantizar el bienestar de los deportistas en los fields.  Ya existía el triste antecedente del fallecimiento del jugador Arispe  por insolación en un partido entre Gimnasia y Sportivo Barracas que se llevó a cabo con 38°C de calor. Por otra parte, desde que se volvieron a jugar los torneos sudamericanos tras el impasse acontecido entre 1929 y 1935, se estableció como criterio organizativo que esta competencia de selecciones pasara  de los meses primaverales a los del verano en el hemisferio sur. Esta decisión política se mantuvo vigente hasta la edición del torneo de 1967 celebrado en Montevideo salvo alguna excepción como el Sudamericano Extra de 1959 en Ecuador.  La fijación de los encuentros en la noche resultó  un factor fundamental en el éxito del desarrollo del certamen debido al enorme beneficio que tuvieron los hinchas de poder asistir a los encuentros sin tener que padecer el fuerte impacto de los rayos solares sobre los tablones de las tribunas de madera de otrora. El número de la taquilla fue un dato contundente. Otro de los puntos destacados de este campeonato consistió en la cantidad récord de participantes al contar con la inscripción de seis selecciones. Algo que nunca había sucedido hasta ese  momento  desde la primera edición de 1916. Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay fueron los representativos nacionales que asistieron a la honorable contienda deportiva. Bolivia también manifestó su interés por participar pero no lo pudo concretar en los hechos. Este número de asociaciones competidoras recién fue superado en la edición de 1942 celebrada en el Estadio Centenario.

El Gasómetro del C.A San Lorenzo albergó los partidos más importantes de aquel certamen con tribunas repletas.

El  torneo correspondiente al año 1937 tuvo  su comienzo en los últimos días de 1936. El partido inaugural se jugó el 27 de diciembre y fue protagonizado por Brasil y Perú en el barrio de Boedo. Los brasileños, con su típica casaca blanca por aquel tiempo, se impusieron de forma ajustada a Perú por  3 a 2. A los tres días, en el mismo recinto deportivo, Argentina hizo su estrenó triunfal  tras superar a su similar chileno por 2 goles a 1 con doblete de Francisco “Pancho” Varallo.  La tradicional fiesta de Fin de Año implicó un breve receso durante las jornadas del 31 de diciembre y el 1 de enero y la acción continuó el segundo día de enero con el debut celeste. Uruguay enfrentó a Paraguay y cayó derrotado por  4 a 2. La prensa fue muy dura con el equipo nacional y así quedó perpetuado en las páginas de los populares medios escritos. Una muestra de ello es la crónica de Ulises Badano publicada en el ejemplar N° 924 de Mundo Uruguayo. El periodista no escatimó en críticas al titular en su crónica que “Los paraguayos tuvieron para triunfar la audacia que le va faltando a los nuestros” y asignó al resultado adverso “carácteres de catástrofe”. La selección charrúa prosiguió su camino frente a Perú el Día de Reyes con un claro triunfo por 4 a 2. Esta victoria fue una inyección de confianza en el plantel uruguayo  tras el duro revés sufrido ante los paraguayos pero el efecto de dicha infusión anímica se diluyó rápidamente. Una dura derrota ante Chile por 3 a 0 el 10 de enero y un nuevo traspié ante Brasil por 3 a 2 una semana después lapidaron las ilusiones orientales de retener el título obtenido dos años antes en Perú. Solo restaba el partido del 23 de enero ante los argentinos y la honorable cuestión de no claudicar ante los eufóricos anfitriones.  Los albicelestes venían invictos y querían la revancha de Lima, de Montevideo y de Ámsterdam en 90 minutos.

Oncena titular uruguaya del 2/1/37 vs Paraguay. Esta foto publicada en Mundo Uruguayo es una de las pocas imágenes registradas de aquel sudamericano debido a que el horario nocturno dificultó notoriamente la labor de los fotógrafos. A su vez, este documento revela que nuestro combinado nacional seguía vistiendo la victoriosa casaca roja de Santa Beatriz en 1935.

Ellos eran mejores pero las estadísticas no lo avalaban.

“Hace mucho tiempo que juzgamos que nuestros teams son más poderosos que los uruguayos, pero las estadísticas de las contiendas con nuestros vecinos, no lo demuestran , ya que el balance arroja un número parecido de triunfos para unos y otros y con el agregado de que las victorias de mayor significación internacional  favorecen a los de Montevideo, puesto que ellos se clasificaron tres veces campeones del mundo y nosotros ninguna (…) Recuérdese si no que en el sudamericano extra a principios de 1935 en Lima nos derrotaron por 3 a 0 y en el último realizado en el field de San Lorenzo nos ganaron por 3 a 2 cuando en ambas ocasiones  creíamos  ciegamente que los venceríamos sin mayores esfuerzos”.  Estas palabras de Chantencier en su crónica “1937. Copa Lipton: Argentina 5-Uruguay 1” en la revista El Gráfico, tras dos goleadas argentinas por las olvidadas Copas Newton y Lipton, denotan la hegemonía uruguaya sobre los argentinos en los partidos decisivos y la excesiva confianza que siempre tuvieron nuestros vecinos en su seleccionado nacional. Los argentinos fueron los dueños del continente en la temporada de 1937 pero conseguir un triunfo ante los uruguayos en un partido “por las que duelen” seguía siendo uno de los mayores obstáculos deportivos. Así sucedió en aquella Copa América que culminó en las vitrinas de la AFA aunque la alegría no haya alcanzado una dimensión total.

Uruguay llegó a disputar el torneo en pleno proceso de recambio. Los gloriosos atletas de las epopeyas continentales y mundiales  ya habían culminado de ofrecer sus servicios a la patria futbolística. El retiro de la selección, y de la actividad futbolística en general, de la  mayoría de los gloriosos campeones  obligaba a planificar  una nueva etapa en el combinado. Tan solo Enrique Ballesteros en el arco oriental, que no sumó la totalidad de los minutos en Buenos Aires, y Alberto Supicci en el rol de la dirección técnica permanecían como representantes del último equipo campeón del mundo en Montevideo.  Uruguay armó su lista de buena fe y viajó a Buenos Aires en los albores de 1937 para defender el título obtenido dos años antes en tierras peruanas.

Juna Bautista Besuzzo recorre en bicicleta las calles de Quilmes ante la mirada de algunos compañeros y vecinos de la concentración uruguaya. El arquero sustituyó al “Pulpo” Ballesteros en el inicio del segundo tiempo del partido frente a los argentinos y fue titular en los encuentros disputados ante Paraguay y Chile.

Los hermanos rioplatenses arribaron al trascendental partido del 23 de enero con dos realidades absolutamente opuestas. Los locales habían cosechado 3 triunfos rutilantes mientras que Uruguay tan solo había superado a Perú. Las derrotas ante Chile y Paraguay esfumaron por completo  el sueño celeste de conseguir la octava presea continental.  60 mil espectadores colmaron las instalaciones del desaparecido coliseo de Boedo para ser testigos de la anhelada victoria de sus jugadores ante los bravos uruguayos. Que no parecían tan bravos en esa instancia dados los resultados desfavorables que aniquilaron rápidamente la aspiración por el título.

“El once argentino salió a la cancha para vengar todas las derrotas en un solo partido ante ese Uruguay que en tres matches tenía ya doce goles en la canasta. ¡y nosotros nada menos con personalidades como Antonio Sastre, Peucelle, Lazzatti, Juan Estradaal arco, Pepe Minella , Varallo, Zozaya, Scopelli, el chueco García! Pero a los cinco minutos los orientales ya ganaban uno a cero.  A los 6 del segundo tiempo, 2 a 0, para los uruguayos. Como para ponerte nervioso. Había un petiso orejudo con boina blanca que con su presencia insolente y movediza tenía a mal traer a todo el equipo argentino. Los periodistas debieron recurrir a la lista para identificarlo: Severino Varela. Los jugadores nuestros lo miraban casi con asco, como a un advenedizo que nada tenía que hacer en la cancha. Tenía pinta de dependiente de almacén (…) De pronto, el tipo ese desapareció y, cuando nadie lo esperaba, apareció, puso la cabeza y…tercer gol uruguayo. Al dar el cabezazo se le cayó la boina, la levantó del suelo, la sacudió cuidadosamente, se la puso y le sonrió cachador a los jugadores argentinos. Estaba todo dicho. Pese a dos goles agónicos de Varallo y Zozaya, la Argentina había perdido nuevamente con Uruguay”. La eximia pluma del historiador Osvaldo Bayer ilustra de forma magnífica lo sucedido aquella noche en el Gasómetro. Los argentinos volvían a sucumbir ante su clásico adversario. Uruguay se despedía de Buenos Aires con una orgullosa victoria y culminando en el  tercer puesto de la tabla de posiciones. Había empatado en puntos con Paraguay pero le ganó a los guaraníes el lugar en el podio por goal average.

Severino Varela fue uno de los mejores jugadores uruguayos en aquel Sudamericano. Años más tarde, dejaría Peñarol para jugar en Boca.

Argentina jugó la última fecha frente a Brasil el 30 de enero y ganó por 1 a 0. Ambos equipos igualaron en unidades y tuvieron que jugar un partido de desempate a las 48 hs. Los albicelestes confirmaron su favoritismo y se impusieron por 2 a 0 en un partido accidentado que culminó en plena madrugada por los reiterados altercados entre los futbolistas. Los argentinos obtenían su quinto título sudamericano, seguían sobrellevando el dolor de no poder vencer a los uruguayos en instancias definitorias y  una nueva rivalidad continental comenzaba a gestarse entre nuestros dos vecinos. A su vez, Severino Varela quedaría en las retinas de los porteños y los iba a deslumbrar cuando pasara a Boca y fuera campeón con los xeneizes en 1943 y 1944. Sin lugar a dudas, aquella Copa América de 1937 hizo un valioso aporte al fútbol sudamericano aunque no se la recuerde mucho por estos pagos.

23 DE ENERO DE 1937

ESTADIO: Gasómetro, Buenos Aires.

URUGUAY: Enrique Ballesteros (45´Juan Bautista Besuzzo), Avelino Cadilla, Agenor Múñiz, Rodolfo Carreras, Eugenio Galvalisi, Carlos Martínez, Adelaido Camaití (19´ Juan Emilio Píriz), Severino Varela, Juan Pedro Rosselli, Segundo Villadóniga (75´ Ulises Borges) y Eduardo Ithurbide. DT. Alberto Suppicci.

ARGENTINA: Juan Estrada, Óscar Tarrío, Juan Carlos Iribarren, Antonio Sastre, Ernesto Lazzatti, Celestino Martínez (76´Bartolome Colombo), Carlos Peucelle, Vicente de la Mata (45´ Alberto Zozaya), Francisco Varallo, Alejandro Scopelli y Enrique García. DT. Manuel Seoane.

JUEZ:Alfredo Vargas (CHI).

GOLES: 5´ Eduardo Ithurbide (URU), 51´ J.E.Píriz (URU), 58´ Severino Varela (URU), 63´ Francisco Varallo (ARG), 68´ Alberto Zozaya.

Bibliografía y fuentes de consulta

AFA. Memoria y balance 1936. Año 1937, Buenos Aires.

AUF. Uruguay 3 Argentina 2 Copa América 1937. https://auf.org.uy/copa-america-argentina-1937uruguay-vs-argentina1937-01-23/

BADANO, Ulises. Los paraguayos tuvieron para triunfar la audacia que le va faltando a los nuestros. Mundo Uruguayo N° 924, enero de 1937, Montevideo.

BAYER, Osvaldo. Historia del fútbol argentino. Colección Bayer, Editorial Planeta, Buenos Aires.

EL GRAFICO. 1937. Copa Lipton: Argentina 5-Uruguay 1. En: https://www.elgrafico.com.ar/articulo/las-cronicas-de-el-grafico/33954/1937-copa-lipton-argentina-5-%E2%80%93-1-uruguay

Un caso único

Roberto Roo ha estado en prácticamente todos los “puestos futbolísticos” de Danubio.

Fue jugador de formativas y de Primera División, director técnico de Cuarta y Quinta División, gerente deportivo y entrenador del plantel principal y finalmente, asesor deportivo de la Comisión Directiva tanto en Primera División como en Divisiones Juveniles.

Luego de finalizar por edad su carrera en el club Zapicán de Baby Fútbol, asistió a un llamado de aspirantes que realizó el club de la Curva de Maroñas en el Parque Hugo Forno, a pocos pasos de casa paterna. En esa instancia, conoció a dos futuros compañeros que también dejarían su huella en el club franjeado: Luis Malvárez y Nelson Alaguich.

Poco después con sólo 15 años, bajo la conducción del “chino” Salvá y el profesor Esteban Gesto, pasó a integrar el plantel de Quinta división que permitía futbolistas hasta con 18 años cumplidos. Al año siguiente, estuvo unos meses en Cuarta y fue ascendido al plantel principal por don Raúl Bentancor por entonces entrenador y que luego se transformaría en su “mentor”.

En Primera división debutó en 1976 con 17 años. Con la franja negra al pecho obtuvo la histórica clasificación a la Copa Libertadores de 1978 y tras disputarla, fue a probar suerte a la Madre Patria. Roo, de ascendencia española, al no ocupar cupo de extranjero, se probó en tres equipos: Hércules, Barcelona y Castellón. Pero por desavenencias económicas entre los clubes españoles y Danubio, no se concretó ninguna transferencia y debió regresar.

Apenas tocó tierra uruguaya, aparece nuevamente en su vida, Raúl Bentancor quien lo citó para la selección juvenil que se preparaba para disputar el Campeonato Sudamericano a disputarse aquí en Uruguay, torneo que finalmente obtuvo la “celeste” y en el que Roo tuvo una actuación muy destacada. Lamentablemente una lesión (rotura de ligamentos y menisco) en la pierna izquierda, le impidió participar del Mundial de la categoría que se realizó en Japón y nuestro seleccionado obtuvo el 3er. puesto.

Se desempeñaba como un volante “todo terreno”, muy bueno en la marca y cobertura de espacios, pero de la mano de Bentancor, sumó técnica y mejoró el remate.

Estuvo en Danubio hasta 1981 y luego defendió los colores de Wanderers, Progreso, Rampla, Huracán Buceo y Sportivo Italiano. Dejó de jugar muy temprano, a los 27 años por culpa de aquella rodilla dañada.

Tras finalizar su carrera como futbolista, comenzó la de entrenador, desempeñándose en varias instituciones, tanto en Primera división como en categorías formativas, así como coordinador de divisiones juveniles.

En el club de los Lazaroff dirigió los equipos de 4ª y 5ª en 1995. Dos años después en 1997, asumió en el cargo de gerente deportivo permaneciendo hasta 2003, cuando fue designado para hacerse responsable técnico del equipo de Primera división.

Finalmente, tras varios años vuelve a Danubio en 2017 como asesor deportivo de la Comisión Directiva tanto en Primera División como en Divisiones Juveniles, permaneciendo dos años.

Haciendo un repaso de su historia en el fútbol, el “gallego” tiene un especial reconocimiento y ponderación para Raúl Bentancor y Luis Cubilla a los que considera… “verdaderos maestros”.

Roberto Roo, defendió durante muchos años los colores danubianos como futbolista, entrenador (Divisiones Juveniles y Primera), gerente y asesor deportivo … es un caso único.

Cambio de paradigma

En la siguiente columna de análisis daremos nuestra opinión respecto a lo que ha significado el comienzo del camino charrúa en las Eliminatorias con destino al Mundial 2026 que, desde nuestra humilde visión, representa un total cambio de paradigma para nuestra selección a raíz de la llegada de Marcelo Bielsa.

Pequeña y necesaria reseña

Desde los albores del fútbol mismo, el ADN del futbolista uruguayo estuvo impregnado de virtudes que lo distinguieron por encima de otros. La entrega total por la causa (particularmente al vestir la casaca color cielo), la capacidad de resiliencia, la rebeldía y el hecho de jamás amilanarse ni darse por vencido ante la adversidad fueron bases constitutivas de lo que hemos bautizado como “garra charrúa”. A todas esas cualidades se le sumó la capacidad de adoptar como propio el deporte de origen británico, dominando el concierto internacional con nuestra impronta criolla, allá por la década del ’20 y ’30, logrando tres conquistas de carácter mundial y unas cuantas consagraciones en Sudamérica. Tras la convulsión de la Segunda Guerra Mundial, la hazaña de Maracaná nos devolvió a los primeros planos en todo el orbe y conquistamos la Copa Jules Rimet por segunda ocasión, empardando el historial con la selección italiana. Recién en la Copa del Mundo celebrada en SUIZA (1954), en la épica Semifinal con HUNGRÍA, perdimos nuestro primer encuentro en un Mundial.

Podríamos decir que URUGUAY, como selección, se mantuvo en la élite hasta 1970, tras lograr el cuarto puesto en la Copa del Mundo de MÉXICO (algo que en su momento no tuvo mérito, pues “la vara estaba muy alta”). Luego, diversos factores conspiraron para que La Celeste perdiera brillo: la ausencia de un rumbo definido, el desinterés y la nula capacidad organizativa en torno al seleccionado, las consecuencias de ser un país exportador que llevó a tener a los mejores elementos “repatriados” y la globalización del deporte, detalle para nada menor ya que emparejó el nivel y acortó las brechas existentes respecto al desarrollo de la disciplina en las diferentes naciones. Dejamos de pelear por títulos del mundo para conformarnos simplemente con participar de los Mundiales. En el período comprendido entre 1994 y 2006 se celebraron cuatro Copas del Mundo y URUGUAY no logró clasificar a tres de ellas, lo que habla a las claras del descenso que experimentó la escuadra oriental.

Recién en marzo de 2006, con el proyecto que trajo consigo Oscar Washington Tabárez, denominado “Institucionalización de los procesos de selecciones y de formación de los futbolistas”, el barco de la selección mayor (y el de sus categorías juveniles) comenzó a enderezarse hacia un destino claro. Obviamente, el cuarto puesto logrado en SUDÁFRICA 2010 y el éxito alcanzado un año después en ARGENTINA al obtener la decimoquinta Copa América apuntalaron el “proceso Tabárez”, que duró 15 años y logró tres clasificaciones consecutivas al Campeonato del Mundo; algo que no se conseguía desde el período 1962-1974.

El trayecto rumbo a QATAR 2022 tuvo enormes vaivenes y puso en riesgo las posibilidades celestes, por lo tanto, la dirigencia removió a Tabárez y nominó a Diego Alonso como reemplazante del “Maestro”. Con cuatro victorias al hilo, el estratega y los jugadores pudieron sellar el billete para la máxima cita que se daría en el pequeño y rico Estado asiático. Sin embargo, URUGUAY quedó eliminado en la fase de grupos, decepcionando a propios y extraños. Alonso pagó muy cara la timorata actitud adoptada en el estreno ante COREA DEL SUR, que se saldó con un empate sin goles. En el segundo encuentro PORTUGAL se impuso por 2 a 0 y nos dejó contra las cuerdas. Si bien se corrigió en juego y actitud ante GHANA, el triunfo por 2-0 no fue suficiente y armamos las valijas antes de tiempo. Pasaron los días y a pesar de algunos rumores sobre la continuidad del “Tornado”, finalmente se empezó a especular con que el puesto de entrenador charrúa estaba vacante. Y allí emergió la figura de Marcelo Bielsa, técnico que estaba libre y que había tenido su última experiencia en la Premier League, al frente del Leeds United. El 15 de mayo de 2023 la Asociación Uruguaya de Fútbol presentó al profesional oriundo de Rosario como el nuevo director técnico celeste y un mes después se estrenó con dos victorias en Montevideo, ante NICARAGUA (4-1) y CUBA (2-0), donde probó a varios jugadores jóvenes y nuevos; al tiempo que muchos de los mundialistas en QATAR estuvieron ausentes por tratarse del cierre de la temporada europea.

Ponerse el traje de protagonista

Lo verdaderamente revolucionario empezó a verse en la competencia oficial de las clasificatorias mundialistas. Ya con los mejores futbolistas a disposición (pero con poco tiempo de trabajo), se dio el estreno ante CHILE, una de las escuadras que Bielsa supo dirigir con gran suceso. URUGUAY se impuso de forma contundente, con una oncena de bajo promedio etario y sin la presencia de los emblemas ofensivos de la última década (Luis Suárez y Edinson Cavani). El elenco local dio la primera muestra de captación de la idea impulsada por el nuevo director técnico. Ese viernes 8 de setiembre La Celeste formó con Sergio Rochet, Nahitan Nández, Sebastián Cáceres, Matías Viña y Joaquín Piqueréz; Manuel Ugarte, Federico Valverde y Nicolás De La Cruz; Facundo Pellistri, Maximiliano Araújo y Darwin Núñez. Ganó por 3 tantos contra 1, aunque pudo hacerlo por más. Unos días después y con una sola variante (Agustín Canobbio por Facundo Pellistri), los orientales no lograron repetir el funcionamiento y cayeron a manos de ECUADOR. Un rival más duro, el detalle de jugar a 2.850 metros de altura y algunos yerros defensivos propiciaron la derrota.

El siguiente encuentro fue en Barranquilla, el cual terminó siendo un cotejo abierto, con grandes idas y vueltas en el trámite. Ambos erraron goles, nosotros pudimos ganar, así como también pudimos recibir varios tantos y perder por una buena diferencia; sin embargo, se terminó consiguiendo un empate agónico con un gol de penal convertido por Darwin Núñez. Ese tanto fue clave para que el artiguense ganara en confianza y se afianzara en los duelos siguientes. URUGUAY comenzaba a repetir una postura donde la presión en todo el campo y la ambición ofensiva se transformaron en una constante, sin importar la condición de local o visitante, ni el rival. El primer gran “espaldarazo” para la gestión de Bielsa fue la victoria conseguida sobre BRASIL por la cuarta fecha. La Canarinha llegaba con dudas tras empatar en casa frente a VENEZUELA, pero también sabía que llevaba más de dos décadas sin perder en Montevideo. El elenco de Bielsa tuvo paciencia y más allá de ceder la posesión del balón durante varios tramos del juego, jamás renunció a su “plan mayor”. No tuvo brillo pero fue eficaz, logrando pegar dos golpes en momentos precisos por parte de Darwin Núñez y Nicolás De La Cruz. Nuestra escuadra salvaba con nota una doble fecha a priori bastante compleja y le quitaba un largo invicto a los brasileños en este certamen.

No conforme con eso, un mes más tarde el conjunto compatriota dio cátedra en La Bombonera. Este juego, indudablemente, será recordado como un punto de inflexión para consolidar el nuevo ciclo de la selección. URUGUAY acabó a domicilio con una gran seguidilla de partidos sin perder que ostentaba el actual Campeón del Mundo, con Lionel Messi en cancha y sin poder hacer nada para evitarlo. Los Charrúas dominaron en todos los aspectos a la selección argentina, desarrollando un fútbol moderno y práctico, redondeando el mejor partido que pueda recordarse en mucho tiempo, sobre todo por el contexto en el cual se dio este enorme triunfo. El cierre del año 2023 tuvo otra cosecha de tres puntos (mucho más predecible) al recibir a BOLIVIA en el Estadio Centenario.

Con las victorias clásicas, totalmente justificadas por juego y actitud, esta renovada Selección Uruguaya “golpeó la mesa” del concierto sudamericano, dejando entrever que está naciendo un equipo que será de cuidado para cualquier oponente.

¿La conjunción perfecta?

La “garra charrúa” del futbolista uruguayo, potenciada con una mentalidad ganadora que es impulsada por un entrenador totalmente convencido de su sistema de juego, más un desenvolvimiento físico prácticamente llevado al extremo, puede generar un equipo realmente duro de vencer. A nuestro entender, todo indicaría que el entrenador argentino y este plantel de futbolistas uruguayos han conectado de muy buena forma, logrando en poco tiempo una simbiosis que ilusiona. Jugadores jóvenes, bien dotados técnicamente (algunos indiscutidos en sus clubes) y con una importante capacidad física, parecen haber entendido la propuesta del “Loco”, que se basa en una presión asfixiante en todas las líneas, sumado a transiciones rápidas y a un apetito voraz por llegar al arco rival y convertir. Otro elemento fundamental de la metodología de Marcelo Bielsa es el factor mental. URUGUAY estuvo por muchos años acostumbrado a una doctrina donde primero se pensaba en neutralizar al rival para después tratar de hacer daño. Es cierto, se contaba con otro tipo de jugadores, porque si bien tuvimos algunos “Clase A”, el resto no brillaba en las grandes ligas europeas y difícilmente hubieran podido adaptarse al estilo que se intenta implantar en estos momentos. En cambio el plantel actual, tanto en lo que refiere a sus características unidas en un colectivo como al destaque individual que profesan a nivel de clubes, es mucho más rico y homogéneo; por lo tanto, le brinda al entrenador más herramientas en términos de capital humano a fin de poner en práctica su idea y que los seleccionados absorban con rapidez la prédica del rosarino, lo que podríamos llamar el “gen del Bielsismo”.

Allí radica el cambio de paradigma más grande. Ahora los demás tendrán que preocuparse por URUGUAY. La Celeste saldrá a imponer condiciones y llevar a cabo su plan de juego, que está totalmente definido, en cualquier cancha. Por supuesto, los rivales juegan y propondrán una estrategia para contrarrestar los atributos orientales. Sin embargo, como se vio en el cotejo ante BRASIL, en el transcurso de la brega se puede ejecutar un “Plan B” de carácter transitorio, esperando el momento justo para dar el zarpazo sin renunciar al ideal fundamental que pregona el técnico.

También es importante señalar que el cambio que todos percibimos en cancha se logró en muy poco tiempo. El entrenador ha tenido contados entrenamientos con el núcleo seleccionado, no obstante, se debe destacar el trabajo silencioso que se realiza a pesar de la distancia geográfica. La tecnología ha cobrado cada vez más preponderancia en nuestras vidas y el fútbol no es ajeno a ello. Es por eso que el grupo de trabajo liderado por Bielsa ha sido fundamental a la hora de generar y compartir material audiovisual con los futbolistas, tener charlas y dar acceso a insumos que ayuden a mejorar el desempeño personal y grupal, además de contribuir a una mejor captación de la filosofía a la cual adhiere el entrenador, que es considerado un “fundamentalista” en ese sentido.

Hablando de la elección de los jugadores, tenemos que mencionar la inesperada aparición de Maximiliano Araújo, quien ha sido el gran descubrimiento del técnico, transformándose en una pieza clave para el funcionamiento del equipo. Sebastián Cáceres tampoco contaba con muchos adeptos, pero lo cierto es que el zaguero del Club América ha rendido de muy buena forma. La confianza depositada en Manuel Ugarte y Darwin Núñez, quienes ocupan puestos neurálgicos, ha sido recompensada con grandes rendimientos por parte de los dos. He aquí otro elemento muy importante a la hora de decidirse por la contratación de Bielsa: es un profesional probado que potencia a los futbolistas (sobre todo a los más jóvenes) y deja su huella indeleble, según el testimonio de varios de sus pupilos.

El año 2024 presentará el desafío de una nueva Copa América y luego se retomarán las Eliminatorias Sudamericanas. Para el certamen continental que se disputará en los ESTADOS UNIDOS, habrá mucho más tiempo de trabajo como para seguir corrigiendo, profundizando en la idea y creciendo como equipo. Sin dudas hay que tener calma y seguir confiando en el trabajo que se viene desarrollando, pero sinceramente es difícil no pensar en grandes alegrías tras lo visto en estos últimos meses. Por lo tanto, avizoramos un futuro venturoso y de color celeste.

“Capitán de mi sentimiento”

 

Un futbolista transformado en símbolo del club gracias a su adhesión, calidad y profesionalismo. Genuino producto del “semillero” danubiano, Eber Moas se destacó siempre por su madurez, que le permitió debutar en Primera división, con sólo 18 años y no abandonar jamás el “11” titular.

Su personalidad lo llevó también -desde muy joven- a ser recurrentemente designado como capitán.

No sólo es uno de los futbolistas danubianos con más cotejos oficiales jugados, alrededor de 260, la mayoría con el brazalete de capitán, sino también de los más exitosos. Se consagró Campeón del Competencia y del Campeonato Uruguayo en 1988, así como del Torneo Apertura de 2001. Sin olvidar que también integró el formidable equipo danubiano que llegó a semifinales de la Copa Libertadores de 1989. Sin destacarse como goleador fue el autor del gol número 1.000 de Danubio en el historial del Campeonato Uruguayo de Primera división, en la edición de 1988.

Se desempeñó en dos puestos de la zona media “franjeada” y cuando tuvo que hacerlo como zaguero, tampoco desentonó, lo que da la pauta de la calidad de este jugador. Moas fue de esos jugadores que todos quieren tener en su equipo por la entrega, mística y estirpe de verdadero campeón que los adornan.

Además, integró los planteles celestes que participaron en las ediciones de 1991, 1993, 1995 y 1997 de la Copa América, siendo el futbolista surgido de Danubio con más presencias.

En una encuesta periodística realizada en 1991 fue elegido como el mejor jugador del Campeonato Uruguayo. Esta distinción seguramente le ayudó para ser transferido a fines de año en una importante cifra a Independiente de Avellaneda, donde comenzó una destacada carrera internacional, que luego continuó en Colombia y México.

Retornó a Danubio en 1998, pero volvió a emigrar al siguiente año. Regresó una vez más, en el año 2000 jugando hasta 2001 inclusive.

La hinchada danubiana no lo olvida y por ello tiene dedicada una bandera que reza: “Moas capitán de mi sentimiento”.

 Fecha de Nacimiento

21 de marzo de 1969

Lugar: Montevideo

Trayectoria – clubes

Danubio 1987-1991, Independiente (Argentina) 1992-1994 América de Cali (Colombia) 1995, Monterrey (México) 1996-1998 (hasta julio) Danubio 1998-1999, Vitoria Bahía (1999), Danubio 2000-2002 y Racing 2005-2006

Trayectoria – Selección uruguaya

Jugó el campeonato sudamericano Sub-16 de Argentina en 1985

Con la “mayor”, participó de la Copa América de 1991,1993 1995 y 1997, también disputó las Eliminatorias para los mundiales de 1994 y 1998.

Títulos

Con Danubio:

Campeón Uruguayo 6ª. división 1984

Campeón Uruguayo 5ª. división 1985

Campeón Competencia 1988

Campeón Uruguayo 1988

Campeón Trofeo Ciudad de Granada (España) 1989

Campeón El Olivo (España) 1989

Campeón Torneo Apertura 2001

Subcampeón Uruguayo 2001.

Con Independiente (Argentina):

Campeón del Clausura 1994

Con Selección mayor Uruguay:

Campeón Copa América 1995

Jugador de selección, brilló en Danubio y Peñarol. Grande entre los grandes.

Desde pibe le corrió fútbol por sus venas, tal vez por ello, a pesar de tener otras posibilidades fue futbolista. Nació y vivió sus primeros años en el Cordón, pero cuando tenía 12 años se mudó justo atrás de la actual sede social danubiana.

“Lito” fue un jugador moderno e inteligente, que podía jugar como volante ofensivo o delantero. Con la virtud del oportunismo, del desmarque permanente, capaz de realizar una oportuna pared para crear el espacio para el compañero y dueño de un sorpresivo pique cortito.

Futbolísticamente dio a luz en Canillitas en 1954, pero dos años más tarde fue adquirido por Danubio en la friolera de 500 pesos. Una cifra increíble para un jugador de divisiones inferiores, no sin antes tener que soportar alguna dificultad, según recuerda Lito: “Danubio me había puesto el ojo, pero Canillitas no me dejaba ir, por ese motivo largué el fútbol, ya había comenzado a estudiar electrotecnia y me puse a jugar al basketball en Larre Borges. La gente de Canillitas no lo podía creer, aunque al final aflojaron, es que había que pagar 500 pesos por un purrete como yo.”

Con la franja en el pecho comenzó una exitosa carrera deportiva que lo llevó a jugar en la selección y en el exterior. Tras jugar un año en la 5ta división, en 1957 lo empiezan a utilizar también en 4ª, 3ª y Reserva llegando a jugar hasta tres partidos por fin de semana. 

El entrenador “Nino” Corazzo, se lo quiso llevar al plantel principal, pero “Lito”, de fuerte personalidad, dijo que sin contrato no jugaba, entonces retornó a las inferiores, pero al poco tiempo, a fuerza de goles se ganó el contrato y debutó en Primera con sólo 17 años. Aunque se afirmó en el primer equipo, tras regresar del campeonato sudamericano juvenil que se disputó en Chile en 1958 y que Uruguay se clasificó Campeón invicto.

En 1959, tras el recordado lío con Liverpool, el club danubiano fue sancionado y descendió a la divisional “B”. En el Campeonato Uruguayo de Segunda división de 1960, pese a que fue condenado a jugar siempre en carácter de visitante, Danubio que tenía un gran equipo y “Lito” era puntal y además el goleador, logró el campeonato y el rápido retorno al círculo de privilegio.

Su personalidad, condiciones y goles, comenzaron a despertar el interés de clubes del exterior como San Lorenzo de Almagro y la Roma de Italia, pero finalmente en el año 1964, fue transferido a Peñarol, donde también dejó importante huella. Con los aurinegros fue Campeón Uruguayo en los años 1964, 1965 y 1967, además, de consagrarse Campeón de la Copa Libertadores e Intercontinental de 1966.

Luego de jugar con gran éxito en el fútbol brasileño, a diez años de su partida, pero con la misma calidad de aquel pibe adolescente, regresó al equipo de la Curva de Maroñas para jugar por casi dos temporadas. “En Primera división, nací y morí con la camiseta de Danubio. Debuté a los 17 años y terminé con la albinegra en el pecho con 35 carnavales”, rememoraba Silva.

Entre 1961 y 1969 defendió a la selección mayor de Uruguay, totalizando 29 partidos y convirtiendo 7 goles. No jugó la Eliminatoria, pero sí el mundial de Chile ‘62, aunque no sería el único, pues también, participó del Mundial de Inglaterra ‘66. Además disputó las Clasificatorias para el Mundial de 1970 en México, pero lamentablemente una fractura defendiendo a Uruguay ante Paraguay, lo dejó fuera del plantel mundialista.

Años más tarde, retornó al club de la franja negra, para dirigir al equipo principal con el que consiguió el subcampeonato en el Torneo República en el año 1979. En 2005, asumió como supervisor de las divisiones juveniles danubianas, cargo que ocupó hasta 2011.

Fecha y lugar de nacimiento: 1 de febrero de 1940 en Montevideo

Fecha de fallecimiento: 29 de agosto de 2015

Trayectoria como jugador: Canillitas 1954, Danubio 1956-1963 y 1974-1975. Peñarol 1964-1970, Palmeiras 1970-1972, Portuguesa 1972-1973.

Con la Selección Uruguaya jugó los mundiales de 1962 y 1966.

Títulos como jugador:

Danubio: Campeón Uruguayo de la divisional “B” en 1960.

Peñarol: Campeón Uruguayo 1964,1965, 1967 y Campeón de América e Intercontinental de 1966.

Palmeiras: Campeón Nacional 1970

Selección Juvenil: Campeón Sudamericano 1958.

Trayectoria como entrenador

Danubio 1979, Selección de la “B” 1982-1983, Rentistas 1984-1985 y 1998-2002.

Supervisor divisiones juveniles de Danubio 2005-2011.

Títulos como entrenador:

Danubio: Vice campeón Torneo República 1979.

“El Expreso Minuano”

Referente ineludible del Danubio de los años setenta. Factotum del equipo que logró la histórica primera clasificación danubiana a la Copa Libertadores. Con la “celeste” fue campeón en juveniles y mayores.

Por la potencia y velocidad con que subía por el andarivel derecho lo llegaron a bautizar… “Expreso Minuano”, en creativa comparación con el bus que aún hoy recorre el trayecto Montevideo – Minas.

Sus primeros contactos con la pelota los dio en la calle Cochabamba, donde jugaba con muchachos mayores que él, situación que engendró su apodo de “Chico”. Luego jugó en un equipo denominado Arbolito F.C. situado en Camino Maldonado y Osvaldo Cruz.

Su inolvidable pasaje por el club de la Curva de Maroñas, inició en el Parque Hugo Forno al que llegaba luego de una larga caminata desde su casa, que según sus palabras “acortaba camino pasando por los campos”.

Entre 1972 y 1973 se desempeñó como puntero derecho en Quinta División y cuando en el año 1974 integraba el plantel de Cuarta, llegó con sólo 16 años, al plantel principal de la mano del entrenador Carlos Silva Cabrera. Lógicamente, por su temple, no le costó demasiado adaptarse a jugar en Primera división.

Con la franja negra sobre el pecho, fue subcampeón por dos veces de la Liguilla en 1975 y 1977, logrando en la última, la ya mencionada clasificación a la Copa Libertadores de América de la edición de 1978.

En aquella Copa, jugó a gran nivel, en el difícil grupo que Danubio enfrentó a Peñarol y a los equipos colombianos de Deportivo Cali y Junior de Barranquilla. Fue el autor del primer gol danubiano en la historia de la Copa Libertadores.

Tras finalizar la temporada de 1978 y luego de defender a los de la franja durante seis años, fue transferido a Nacional, donde también brilló. Fue Campeón de América y de la Intercontinental.

Del conjunto franjeado, Moreira recuerda y destaca a varios de sus compañeros “jugué con Lorenzo Carrabs, Nil Chagas, Carlos Cabrera, Julio Noble, Popelka, el Chifle Falero, Eliseo Rivero, Héctor Roux, Manuel Keosseián, Comesaña… muchos de ellos se dedicaron a la dirección técnica”.

La casaca “celeste” no le fue esquiva. En 1977, Raúl Bentancor quien lo había dirigido en Danubio, fue designado como entrenador de la Selección Juvenil que se preparaba para el Sudamericano de la categoría. Bentancor quería convocarlo, pero como puntero derecho tenía a Alberto Bica y… Moreira recuerda así la situación: “Me preguntó si me animaba a jugar de lateral y yo le dije que con tal de ir a la selección jugaba de cualquier cosa. Nunca más volví a la punta”.

Con aquel plantel juvenil obtuvo, junto a los también danubianos: Víctor Duque y Eliseo Rivero, el Campeonato Sudamericano que se disputó en Venezuela en 1977. Aquel título, los depositó en el Mundial de la categoría jugado en Túnez, donde consiguieron el 4to. lugar.

Con la “mayor” disputó la Copa América de 1979, se coronó Campeón de Campeones en la Copa de Oro 1980, que se realizó en nuestro país y que albergó a las selecciones campeonas del mundo y participó de las Eliminatorias para el Mundial de España ‘82.

En 1984, se fue a Estados Unidos, donde se radicó definitivamente, para jugar al Indoor Soccer (una especie de fútbol de salón) desempeñándose durante varios años, con sólo un breve paréntesis en 1991, cuando integró el elenco de Tampa Bay Rowdies.

Por su coraje, adhesión y clase, José Hermes Moreira o simplemente el “Chico” es un ídolo eterno de todos los danubianos.

A 40 años de la primera gran lección del Maestro

El pasado 23 de agosto se cumplieron cuatro décadas de la obtención de la primera medalla de oro en fútbol en los Juegos Panamericanos. El evento olímpico se desarrolló en Venezuela y los celestes se impusieron en la final a Brasil por 1 a 0. El fútbol oriental tachaba un nuevo torneo en su lista de trofeos pendientes y el Maestro comenzaba a dar sus primeras clases.

El fútbol uruguayo superaba el dolor de ver el mundial de España por televisión con la preparación de la Copa América de 1983. La Celeste había conseguido por última vez el mayor torneo continental en 1967 y tenía la obligación de volver a obtenerlo tras la dura eliminación de 1982. El objetivo era claro y preciso pero existía otro mojón previo en el camino de la gloria. La novena edición de los Juegos Panamericanos se celebraba en Venezuela y la selección uruguaya había clasificado a la gran fiesta olímpica del continente americano.  Este notable evento comenzó a disputarse en 1951 y el fútbol fue una de las disciplinas que estuvo presente desde los inicios. Sin embargo, el balompié uruguayo solo había participado  en 1963 y 1971  con actuaciones discretas en ambas ocasiones. Argentinos y brasileños ya habían ganado la medalla de oro y parecía el momento preciso para comenzar a disminuir las distancias en el palmarés con los tradicionales adversarios.

Un maestro a cargo de los gurises que viajan a Venezuela

El Profesor Borrás dirigía el seleccionado mayor y consideró oportuno que su ayudante Óscar Washington Tabárez fuera el técnico del equipo en el certamen continental.  “El Maestro” ejercía su profesión docente como Director de la Escuela N° 30 de la Villa del Cerro. Una institución señera en ese popular barrio de la ciudad que ha formado a miles de gurises en más de cien años de servicio a la comunidad. La foja de servicio de Tabárez ya contaba con varios renglones porque ejercía el magisterio desde hacía un buen tiempo. Sin embargo, en su otra gran pasión, estaba dictando sus primeras clases como conductor de un equipo de fútbol. Su único antecedente como director técnico radicaba en las divisiones formativas de Bella Vista tras presentarle al club papal un ambicioso proyecto de formación integral de todos los jugadores que alistados en las diferentes categorías de la institución. Esa iniciativa de carácter revolucionario para ese momento- y en la actualidad también- fue el germen del  exitoso proceso de selecciones nacionales que lideró entre 2007 y 2021. 

Entrevista publicada en El Diario a principios de agosto de 1983. Eran otros tiempos en el vínculo del Maestro con la prensa.

Tabárez aceptó el desafío propuesto por Borrás  y comenzó a planificar la competición. Los típicos conflictos del fútbol local determinaron que el nobel DT pudiera tener a los futbolistas a disposición tan solo 20 días antes de que empezara el campeonato. Pero como todo buen maestro, supo convertir esta dificultad en una gran oportunidad. La lista de buena fe tenía tan solo 18 lugares asignados y la misma fue conformada por una amalgama de jóvenes deportistas combinados con otros de mayor experiencia. Todos sabían que no era un torneo de primer orden y que las principales estrellas no iban a asistir. Pero también, eran conscientes de que se les estaba presentando la gran oportunidad de quedar en la rica historia del fútbol uruguayo con la conquista de un título inédito. Así fue que la Celeste se embarcó en Carrasco rumbo al sueño dorado en suelo venezolano.

El peculiar torneo del año 1983

En aquella edición participaron 10 selecciones que fueron divididas en 3 grupos. Los ganadores de cada serie pasaban a la semifinal con una extraña salvedad. Brasil llegaba al evento como campeón defensor  del título y clasificaba directo a la final por esta condición si ganaba su serie. Algo que culminó sucediendo tras conquistar su llave al superar a Argentina (2 a 0) y a México (1 a 0). Uruguay integró el grupo A junto al anfitrión y a Bermuda. El objetivo de conseguir el primer puesto no parecía tan complejo si se ponderaban los antecedentes futbolísticos de los participantes. El partido debut fue el 15 de agosto ante el combinado local y la Celeste se impuso por 1 a 0 con gol de José Batista a los 82´ de juego. Este cotejo resultó ser más complejo de lo previsto pero se logró sumar los dos primeros puntos en la tabla de posiciones. El segundo match se disputó a las 48 hs. y fue  frente al desconocido equipo de Bermuda.  Ricardo “Murmullo” Perdomo estuvo en cancha aquel día y en declaraciones a la colección Campañas de El Observador, recordó especialmente el encuentro. “El partido contra Bermuda fue el más difícil ya que nos pintaron la cara durante el primer tiempo”. El equipo caribeño sorprendió al team oriental pero los uruguayos sacaron a relucir su tradición futbolística. Aldo Azzinari marcó a los 56´ el único gol con el que se resolvió la contienda y la clasificación a la fase semifinal. En tan solo dos días, el equipo uruguayo ya había logrado su objetivo de pasar de fase mientras que la selección local estaba eliminada

La particularidad del reglamento del torneo establecía que los ganadores de los tres grupos tuvieran su medalla asegurada. Brasil había conseguido el pase directo a la final y el gran objetivo consistía en estar en lo más alto del podio. Guatemala había conquistado la serie C que fue la única que estuvo compuesta por cuatro selecciones. Esto determinó que el combinado de franja celeste tuviera que protagonizar tres partidos en tan solo seis días. Los guatemaltecos habían  dado un auténtico batacazo al vencer a Estados Unidos (3 a 0) mientras que  empataron con Chile (1 a 1) y con Cuba (1 a 1). Así sumaron los 4 puntos que les fueron suficientes para quedarse con el grupo.        

 

La final atrajo la expectativa de toda la población en horario central.

El partido semifinal se jugó el 21 de agosto y el equipo de Tabárez logró superar al fuerte combinado centroamericano por 2 a 1. Miguel Peirano fue la figura del encuentro al ser el autor de las 2 anotaciones orientales a los 48´ y a los 75´. Guatemala descontó a los 78´ y fue este, el primer y único gol que recibió la meta uruguaya en toda la competición. Un nuevo obstáculo se había superado y la final tendría clásico  sudamericano.

“Vayan pelando las chauchas”. Uruguay volvía a vencer a Brasil en una final.

El encuentro definitorio se celebró el 23 de agosto en el Estadio Brígido Iriarte de Caracas. Uruguay ya había superado su propia performance en este torneo pero los alumnos querían otorgarle al maestro su mejor calificación. Un partido frente a Brasil nunca fue fácil para los charrúas y este caso no fue la excepción. El match fue muy parejo  y su resolución llegó sobre las postrimerías del mismo. La jugada comenzó en campo uruguayo y el balón llegó a Peirano tras dos pases efectuados con absoluta precisión. El delantero oriental se sacó de encima al marcador norteño y se fue expresó al área para superar al golero Hugo  con un furibundo disparo a los 83´. El gol representó un verdadero shock que dejó KO a al combinado brasileño y sin poder dar respuesta. Uruguay conseguía un lauro que hasta el pitazo final le faltaba. Este triunfo conforma la nómina de las únicas 12 medallas de oro que obtuvo en toda su historia el deporte uruguayo en los Juegos Panamericanos. La segunda presea en fútbol se obtuvo en 2015 tras vencer a México por 1 a 0 con gol de Brian Lozano. El  director técnico fue Fabián Coito y el Maestro Tabárez era el conductor de la selección mayor y de todo el proceso de juveniles. La Celeste irá nuevamente por la gloria olímpica continental en el próximo mes de octubre. El torneo de categoría sub 23 se celebrará en Viña del Mar y Uruguay integrará el grupo A junto a México, República Dominicana y Chile. ¿Una vez más el anfitrión verá su fiesta arruinada?

Partido final

Martes 23  de agosto de 1983.

Uruguay: José Luis Sosa, Alvaro Pérez, Santiago Javier Ostolaza, José Alberto Batista, Abraham Yeladián, Juan Pedro Rabino, Vicente Rudy Rodríguez, Ricardo Perdomo, Miguel Angel Peirano, Víctor Púa, Luis Heimen (Edgardo Martirena 76′).

Brasil: Hugo; Heitor, Everaldo, Guto, Jorginho; Édson Souza, Dunga, Neto (Adalberto); Helinho (Waldir), Marcus Vinícius, Paulinho.

Gol: 83´ Miguel Peirano.

Nota: Miguel Peirano fue goleador del torneo con 3 anotaciones. 

Plantel campeón

José Luis Sosa (Nacional), Mario Picún (Huracán Buceo), Gualberto De los Santos (Wanderers), Álvaro Pérez (Rampla Juniors), José Alberto Batista (Cerro), Juan Pedro Rabino (Progreso), Abraham Yeladián (Danubio), Santiago Javier Ostolaza (Bella Vista), Vicente Rudy Rodríguez (Libre), Ricardo Javier Perdomo (Nacional), Daniel Carreño (Wanderers), Luis Heimen (Sud América), Carlos Larrañaga (Bella Vista), Víctor Púa (Defensor), Edgardo Martirena (Atlético Fernandino de Maldonado), Aldo Azzinari (Defensor), Julio Rivadavia (Sud América), Miguel Ángel Peirano (Peñarol)

DT. Óscar Washington Tabárez

Una Tortuga con reflejos…

En tres etapas, Javier Zeoli defendió el arco danubiano. Durante sus ciclos, puede afirmarse que tuvo una brillante carrera, pletórica de triunfos, colocándolo entre los jugadores más laureados de la historia del conjunto de la franja negra.    

Tal vez su domicilio paterno, cercano al Estadio Jardines, lo arrimó y para siempre, al club de los hermanos Lazaroff. Las primeras atajadas fueron en el “Parque Hugo Forno”, allá por 1978, en 5ª división, por aquel entonces, la categoría menor.

Sus virtudes le permitieron en 1981, casi al mismo tiempo, ser ascendido al plantel de Primera división y recibir la convocatoria para integrar la selección juvenil, con la que se consagró Campeón Sudamericano en Ecuador, también concurrió al Mundial en Australia, pero no jugó.

En su primera etapa en el club maroñense, desarrollada íntegramente en la década del ochenta, “casualmente” fue un período en el cual Danubio logró sus primeros y resonantes éxitos. Con su sola presencia en el arco parecía asegurar buenas campañas, cuando faltó -ya sea, por lesiones o decisiones técnicas-  los resultados no fueron buenos.

En 1982, comienzan sus triunfos deportivos con Danubio. Tras una gran campaña en el torneo “Copa de Oro”, una especie de “Competencia”, alcanza el vicecampeonato, allí, comenzó a gestarse el gran equipo de 1983 que lograría destacadas conquistas.

Luego de 29 años, los hinchas danubianos volvieron a festejar un subcampeonato en el Campeonato Uruguayo de la divisional “A”. Así como en 1954, lo fue con Julio Maceiras; en la campaña de 1983 con Zeoli… los tres palos danubianos, estuvieron estupendamente custodiados.

La Liguilla Pre-Libertadores sabía de buenas actuaciones franjeadas, pero aquella de 1983, fue la mejor, Danubio logró en forma invicta el título de campeón y su pasaje, por segunda vez en la historia, a la Copa Libertadores.

Tiempo después, llegaría el memorable año de 1988. En aquel brillante grupo de muchachos, puede afirmarse que Javier Zeoli fue una de las piezas fundamentales. Volcó -al servicio del equipo- toda su experiencia y mostró un nivel estupendo, verdaderamente sus actuaciones fueron superlativas.

La Copa Libertadores de 1989, la segunda de “Tortuga” custodiando el arco danubiano, en la que Danubio se ubicó entre los 4 mejores equipos del continente, lo mostró en todo su esplendor. Ese año, y como forma de premiar su destacadísima trayectoria, la dirigencia del club de la Curva de Maroñas, le facilitó el traspaso al Tenerife de España, al cotizársele muy por debajo de su real valor.    

Participó de la selección mayor en la Copa América de 1989 jugada en Brasil, donde Uruguay logró el segundo lugar y luego integró el plantel “celeste” en el Mundial de Italia 90.

Finalizada la citada Copa América, un cable de la agencia de noticias ANSA fechado en Roma, decía: “Siete brasileños y dos uruguayos forman parte del “superequipo” o sea de la selección del mundo ideal del presente mes, según el diario deportivo italiano “La Gazzetta Dello Sport”: “En la clasificación de los cinco mejores del mundo en agosto en cada puesto figura entre los arqueros, después de Zeoli, (“una verdadera cortina metálica en el último campeonato sudamericano”), el brasileño Taffarel”).

En su pasaje por clubes del exterior, en general, también tuvo buenos desempeños. Además del medio español, jugó en equipos importantes de Bolivia, Chile y Argentina.

En 1994 regresa por primera vez al club que futbolísticamente lo vio nacer, para intentar revertir las bajas actuaciones que situaban a Danubio en zona de descenso. Tras esa temporada en la cual también se destacó, se alejó, para retornar nuevamente en 1997 y finalmente “colgar los guantes.”

Con el “1” de Danubio, Javier “Tortuga” Zeoli, jugó más de 250 partidos, entre juveniles y Primera división. Tiene además, un récord difícil de superar, es el futbolista con más partidos oficiales de carácter internacional (20), jugó -nada menos- que – dos ediciones de la Copa Libertadores y dos de la extinta Copa CONMEBOL.

Trayectoria

Juveniles (1977 a 1980) y Primera división de Danubio (1981 a 1989,1994 y 1997), Tenerife (1989-1990), Mandiyú de Corrientes (1991), Bolívar (1991) Talleres de Córdoba (1992), River Plate (Argentina) (1993), Nacional (1995) Palestino (Chile) (1996).

Títulos

Con Danubio: Vicecampeón Copa de Oro 1982, Vicecampeón Campeonato Uruguayo 1983, Campeón de la Liguilla 1983, Campeón Uruguayo 1988, Campeón Torneo Competencia 1988.

Con la selección uruguaya: Campeón Sudamericano Juvenil en 1981

Vicecampeón de América con Selección Mayor en 1989.

Con Bolívar: Campeón Boliviano.

El indiscutido Rey de Copas danubiano

De ser rechazado por el entrenador de 4ª división a convertirse en el futbolista más ganador en la historia de Danubio.

Proveniente del fútbol riverense vino a probarse a la 4ª división de Danubio, pero no convenció y cuando tenía decidido probar suerte en otra institución, el destino le tenía marcado a fuego un futuro con la franja negra al pecho.

Al no ser aceptado en la primera prueba, pidió permiso para entrenar con el equipo de 3ª. división y la ausencia de un zaguero, le dio lugar para jugar un amistoso pactado y… así comenzó su historia danubiana. Finalmente, Viera resultó ser un fuera de serie”, un futbolista de categoría, que por sus actuaciones y logros, quedó en el pedestal de los grandes zagueros danubianos de todas las épocas.

Jadson nació Santana do Livramento (Brasil) el 4 de agosto de 1981 , pero es nacionalizado uruguayo. En el club Artigas de Rivera, dio sus primeros pasos, inicialmente como arquero, pero el consejo de su padre (también futbolista) lo trasladó –para siempre- a la zaga, para desempeñarse como defensa central o lateral.

Debutó en el equipo principal de Danubio, el 9 de junio de 2001 ante Tacuarembó (3-3) en el Estadio Goyenola, correspondiente al Torneo Clasificatorio (2001), cuando sustituyó a Eber Moas. Su primera titularidad fue frente a Fénix en una Liguilla. Podría decirse que, desde ese momento, comenzó a sumar títulos de campeón, hasta consagrarse como el futbolista franjeado que más vueltas olímpicas dio.

Su buen físico y virtudes futbolísticas, le permitieron ser uno de los que no faltaba nunca en el “once” titular. Gigante en la marca, pero sin golpear, prolijo en la salida y gran cabeceador en las dos áreas. A estas condiciones, le adosó su ascendencia sobre sus compañeros, transformándolo en un verdadero caudillo de todos los equipos que integró.

En una primera etapa, Jadson defiende al conjunto de la Curva de Maroñas hasta 2005, cuando es cedido a préstamo al Atlante de México. Regresa a un año después y tras ganar el Campeonato Uruguayo de 2006/2007, parte para el fútbol argentino, contratado por el club Lanús.

En enero de 2013, firma nuevamente con el club de los Lazaroff, y tal su característica… continuó ganando elogios y trofeos. Sin dudas, fue siempre una carta de triunfo. A mediados de 2016, firmó con Rentistas, donde se cerró su carrera como jugador.

Quedó en la historia de Danubio por cantidad de partidos jugados (212) y nada menos que 10 títulos obtenidos en Primera división.

Se consagró: Campeón Apertura 2001, Clausura 2002, Clasificatorio 2004, Clausura 2004, Uruguayo 2004, (*) Apertura 2006, (*) Clausura 2007, (*) Uruguayo 2006/07, (*) Apertura 2013 y Uruguayo 2013/14.

En los títulos marcados con (*) era el capitán.

Viera recuerda: “Aprendí mucho de Eber (Moas) y Polillita (Da Silva). A Ruben lo vi infiltrarse en una final con Nacional, fue impresionante. Después de eso cuando me lesioné en mi carrera, me marcó tanto que, cuando me pasó a mí, me acordaba constantemente de esa situación. No quería salir por nada”.

Consultado sobre cual título disfrutó más, expresó: “Es difícil porque todos los disfrutamos muchísimo, pero en el 2004 nos sacamos una gran mochila. Esos golpes que tuvimos en 2001 y 2002, fueron muy duros (finales perdidas con Nacional) y son partidos que también tenés que aprender a jugarlos. Por eso, si bien todos son muy lindos, ese año demostramos lo que habíamos aprendido, nos fortalecimos como grupo y fue una gran revancha: mismo rival, en nuestra casa y con aquel recordado gol en la hora.

Destaca que era terrible con las cábalas y citó: “Había una canción que tenía que escuchar sí o sí. Es más, en el Clasificatorio 2004 contra Plaza Colonia (Danubio sale campeón en el Suppici) nosotros ya estábamos haciendo el calentamiento. Me arrimo al profe y le digo: me voy al vestuario porque no escuché la canción y no estoy bien. Era un CD, no podía adelantarlo y era la tercera o cuarta, imaginate lo que demoré”. Me acuerdo que ese partido había una cantidad de gente impresionante, pero no podía no regresar al vestuario. Aquella canción era “La sandunguita” del cantante e hincha de Danubio, Alex Stella.

Jadson subraya que “Danubio fue, es y será todo en mi vida. Desde el inicio en la pensión, la casita en Veracierto, las idas al Geant en bicicleta para ir a entrenar. Luego ni hablar que el sueño de concentrar, jugar en Primera y salir campeón. Aún sigo pendiente de todos los partidos, que jugadores llegan y cuales se van. Soy hincha de Danubio y lo voy a ser hasta el último día”.

Trayectoria: Danubio, Atlante, Lanús, Vasco Da Gama, Nacional y Rentistas.

También alzó copas con Lanús (campeón del Apertura 2007, primer título local de la historia del club granate) y Nacional.

MI AMIGO EL “TOTO”

¡Ha fallecido quien fuera el máximo comentarista deportivo de nuestro país! Afirmación ésta que no está teñida por nuestra mutua y profunda amistad de más de medio siglo. Por mi edad, llegué a conocer a muchos colegas relevantes del pasado, en esta noble actividad periodística diversa pero complementaria del clásico relato de fútbol. Acuden a mi memoria figuras como Carlos Reyes Lerena, Luis Víctor Semino, Adolfo Oldoine (OLD), Osvaldo Heber Lorenzo (H.L) y, entre ellos, quien fue el precursor del abogado-periodista deportivo, el siempre admirado Dr. César L. Gallardo. Pero en una objetiva comparación, el “Toto” da Silveira ocupa aquel sitial por su sapiencia insuperable, por la valentía y objetividad de sus juicios, por su memoria prodigiosa; y principalmente, por su inalterada vigencia, extendida sin pausas durante seis largas décadas.

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