El Indio

Su garra, el cabello largo y azabache, sus facciones similares a nuestros Charrúas, le dieron origen al sobrenombre que llevará toda su vida, aunque con el tiempo haya cambiado su “look”.

Luis Enrique Malvárez Portillo, es su nombre completo, pero es más conocido por la hinchada danubiana simplemente como el “Indio” Malvarez.

Fue un jugador diferente con técnica, fuerza y un temperamento que salía de lo común, que lo catapultó a la categoría de ídolo.

Nacido en 1960 en el barrio Jardines del Hipódromo, lo llevaron a vestir, primero, los colores albiverdes del club “Primavera” de Baby Fútbol, para luego dar el salto e ingresar en las divisiones juveniles de Danubio.

Un hombre que sin dudas puso todo de sí, dentro y fuera de la cancha, para llegar… tal vez por eso triunfó. Sus grandes condiciones lo hicieron debutar en Primera división con solo 16 años en 1976, aunque se afirmó como titular, tres años después.

En 1977, como suplente, pero ingresando con asiduidad se consagró campeón del cuadrangular “Hugo Forno” y tres años después fue pilar fundamental en la obtención del vicecampeonato en el Torneo República.

Continuó la escuela de los Urbano Rivera, Tomás Rolan y el “Chico” Moreira, que es lo mismo que decir, de grandes laterales derechos, “jases” para los más veteranos, que dio Danubio al fútbol uruguayo.

Como sus antecesores llegó a la Selección Mayor uruguaya en el año 1980.

La exótica Corea del Sur, también disfrutó de sus virtudes allá por 1981, cuando Danubio participó de la Copa Presidente y obtuvo el 4° puesto.

En 1982, fue transferido a Estudiantes de La Plata, equipo donde jugó 5 años hasta que fue vendido a San Lorenzo de Almagro; posteriormente defendió a Argentinos Juniors y Gimnasia y Esgrima de La Plata.

Nos quedará por siempre el recuerdo de aquel partido en Jardines frente a Peñarol, en que el árbitro debió detenerlo, para que el “Indio” fuera atendido, ya que él no quería salir, pese a sangrar abundantemente de sus fosas nasales, por recibir un codazo de un rival.

Tuvimos la suerte de verlo jugar, pero nos sentimos mucho más afortunados por haberlo conocido personalmente porque es un gran ser humano.

El “Indio” puso siempre todo de sí, dentro y fuera de la cancha, por eso, simplemente por eso…. triunfó en la vida.

El Guaito

Washington Victoriano Manghini fue un notable futbolista, dueño de una excelsa jerarquía. Quienes lo vieron jugar, jamás lo olvidaron. Sin dudas, está entre los mejores jugadores danubianos de la historia.

“Guaito” o “Waito” tal su apodo, seguramente derivado de una deformación de Washington, debutó en el equipo principal de Danubio en 1953, que era dirigido por Alejandro Morales.

Al año, ya se consagraba subcampeón del Campeonato Uruguayo de la “A”, integrando un equipo fenomenal que logró desplazar a uno de los equipos “grandes”, lo cual, por aquellos tiempos era hazañoso. Dirigido por “Nino” Corazo, el “cuadro” habitualmente formaba así: Maceiras en el arco, Correa, Argenti; Urbano Rivera, Lezcano y Manghini; Auscarriga, Romero, Burgueño, Bentancor y la “Gata” Martínez. También ingresaban “Pelo” Rodríguez y Melgarejo.

Este segundo puesto fue el premio al esfuerzo y la calidad del plantel, que aún jugaba como local en el Parque Forno, todavía no se había construido el Estadio Jardines del Hipódromo – María Mincheff de Lazaroff. 

En 1955, integró la delegación de la franja que participó de una inolvidable gira por varios países de Centroamérica y México, que duró más de dos meses y en la cual disputaron 18 encuentros, de los cuales, ganaron siete, empataron seis, perdiendo los 5 restantes.

Manghini, se entendía a la perfección, con Héctor “Tito” Argenti, quien lo cubría cuando subía por el lateral izquierdo. De aquel formidable Danubio, dicen que “salía del fondo en forma por demás prolija”.

También dijo presente, en la primera gran actuación danubiana en el Torneo Competencia de 1958, cuando consiguieron el vice campeonato. (30 años después Danubio se alzó con el título de campeón)

En las postrimerías de su trayectoria con la franja negra al pecho, colaboró para la obtención del título de Campeón Uruguayo de la “B” de 1960, que posibilitó el retorno de Danubio al círculo de privilegio del fútbol uruguayo, que había descendido el año anterior.

Sus destacadas condiciones lo llevaron a vestir la gloriosa camiseta celeste en dos Campeonatos Sudamericanos, los de 1956 y 1959.

Hugo Bagnulo, fue el que lo hizo debutar en el seleccionado uruguayo, fue para el torneo de 1956, disputado en Montevideo y en el que Uruguay se consagró campeón. Danubio fue el equipo que aportó más futbolistas, a saber: Julio Maceiras, Carlos Correa, Washington V. Manghini, Alfonso Auscarriaga, Fernando Rodríguez y Oscar D. Melgarejo.

Fue convocado nuevamente, esta vez por Juan Carlos Corazo, para disputar el “Sudamericano Extra” de 1959, siendo en la oportunidad el único danubiano en el plantel. El torneo se jugó en Ecuador y Uruguay fue nuevamente campeón.

Washington Manghini, un crack, jugador histórico de Danubio y de Uruguay.

Cumplió el sueño que tenemos todos

Armando Olivera: Del capitanato del cuadrito barrial a jugar en la Primera división de la AUF.

El apellido Olivera es casi un sinónimo de Danubio, y es lógico, si está asociado a la historia del club de la Curva de Maroñas desde la fundación. El mayor de los hermanos, Alcides, fue colaborador, dirigente y el primer historiador. Mientras que, Armando junto con el otro hermano… Álvaro, fueron los principales aliados de los Lazaroff en la idea de crear el cuadrito de fútbol, dando así origen a una de las tantas y maravillosas historias danubianas.

Fundado el club, ya bajo el nombre de Danubio, luego del frustrado “Tigre” comienzan las primeras actividades deportivas y llega el primer e importante acontecimiento: se toman revancha del equipo de la Plaza de Deportes N° 5 al que derrotan por 2 a 0. Tras jugar durante todo 1933 en partidos de “campito” con equipos integrados por jóvenes de su misma edad, en 1934, intervienen en un campeonato en la categoría Menores organizado por la Plaza de Deportes N°5 de la Unión.

Danubio ganó el torneo, podría decirse de la mano de Armando, pues comentan que era indudablemente de los que la “movía mejor”, y además era el capitán del equipo.

Sin dudas, aquel logro les dio fuerzas para encarar una nueva etapa la del peregrinaje por los barrios.

Armando volcado sobre el ala izquierda, era de los que siempre decía presente.

Defendió la casaca danubiana en el Torneo de Menores de 1935, y en los campeonatos de las Ligas: Parque Rodó, Cordón, Centenario, Reducto y Bario Olímpico a comienzos del año 1939. En este último campeonato que se jugaba en la cancha ubicada en la terminación de la calle Sarandí, donde nace la escollera, Danubio no sólo alcanzó el título en forma brillante, sino que demostró a propios y extraños, que los torneos de barrio ya le quedaban chicos.

En 1941 quienes dirigían los destinos del club, deciden acertadamente inscribirlo en la AUF, pero esto motivó que varios futbolistas que defendían los colores danubianos en torneos barriales, debieran alejarse ya que sus fichas pertenecían oficialmente a otras instituciones, entre ellos Armando que jugaba en las “inferiores” de Wanderers. Algunos años después el destino trajo la vuelta de los hermanos Olivera. Danubio ya militaba en la “B” y en poco tiempo ayudaron a alcanzar un sueño que traían desde que eran niños: ¡¡Ascender a la Primera Profesional!!

El último partido de aquella formidable campaña, fue el 7 de diciembre de 1947, ante Racing y fue victoria danubiana por 2 a 1 y Armando fue fundamental, le cometieron un penal que Romero transformó en gol y en el segundo tiempo, convirtió el tanto de la victoria, uno de los más importantes de la historia franjeada ya que permitió -por primera vez- el ascenso a la “A”.

Armando defendió a la franja alguna temporada más, participó de la primera victoria internacional el 25 de mayo de 1950 frente a Boca Juniors en Buenos Aires por 3 a 1 y fiel a su costumbre resultó fundamental en el triunfo, le dio el primer gol a Romerito y el tercero a Ortiz.

Muchos años después, supo ser, por única vez, dirigente para cerrar una envidiable trayectoria danubiana. Pero, por si algo le faltaba a su destacadísima vida junto al club que ayudó a crear, en 1999 fue distinguido como Socio Honorario.

Hasta su muerte ocurrida en noviembre de 2002, se lo podía encontrar en cualquier cancha de cualquier punto del país, acompañando a “su” Danubio.

Anécdota:

“En 1950, estuve por pasar a Boca Juniors fue cuando jugamos ante ellos, porque Lazzatti se iba a dirigir al equipo principal boquense. Jugamos en Ferro, hicimos un gran partido, ganamos 3 a 1, y yo anduve bárbaro, di dos goles. Los dirigentes estaban muy interesados, querían que me quedara, pero cuando les dije que tenía 28 años, no me llamaron más”.

Fecha de nacimiento: 23 marzo de 1922

Lugar: Montevideo

Trayectoria: Wanderers (1941- 1943) Danubio (1944-1951)

Comenzó fundando un club muy modesto de barrio, al que defendió en las Ligas barriales, y ya en los torneos de la AUF, en la “B” y la “A”… ¡Cumplió el sueño que tenemos todos!

Símbolo de calidad

El “Rafa” se vinculó a Danubio cuando lo llevaron a la inauguración del Estadio Jardines del Hipódromo, desde ese día su corazón comenzó a latir en blanco y negro.

Asombraba con su calidad en el club de Baby Fútbol Campo Survo, hoy renombrado Estudiantes de la Unión y no sólo llamaba la atención, sino que más bien… deleitaba. Quienes lo vieron jugar, dicen que fue uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol infantil.

Lo fueron a buscar de otros clubes, pero él ya lo tenía decidido, quería jugar en Danubio, a los 12 años fue a probarse y con 13 comenzó a jugar en Quinta división. Pero fue fugaz su estancia en las categorías juveniles, tan solo dos años después, su innegable talento lo catapultó al equipo de Primera.

El “Magnate” Rodríguez -siempre muy vinculado a la faz deportiva danubiana-, fue el que insistió para que lo ascendieran y lo hizo ver por dos técnicos experimentados: José “Pepe” Etchegoyen y el “Pulpa” Etchamendi.

Los veteranos entrenadores aprobaron la iniciativa y el “Rafa” debutó con 15 años, en el Parque Rivero ante La Luz por el Campeonato Uruguayo de la “B” de 1970.

En aquel plantel estuvo -protegido- porque había jugadores mayores como Hamilton Rivero, el “Pelado” Repetto, Ruben Ángel Cabrera, Horacio Franco, Alberto Cardaccio y Juan Asceri. Aquel grupo, también contaba con juveniles de gran calidad como Lorenzo Carrabs, Gerardo Rodríguez y, entre todos, lograron el ansiado ascenso a la “A”.

Con su debut en el equipo principal, el mundo del fútbol conoció a un volante ofensivo de mucha calidad y los hinchas danubianos a uno de los mejores futbolistas de la historia del club. En Danubio permaneció hasta 1975.

Lamentablemente su carrera como jugador fue corta, por propia decisión y tras jugar en Olympiacos de Grecia (desde donde se volvió sin cumplir el contrato costándole una suspensión), San Luis de Potosí (México) y Nacional, se retiró con solo 26 años.

Muchos años después, retornó al club de la franja como entrenador de Divisiones Juveniles, desempeñándose durante más de 15 años y luego ocupó el cargo de Coordinador de todo el fútbol juvenil.

En el año 1994, dirigió el equipo principal danubiano, integrando así, el selecto grupo de aquellos que alcanzaron a defender al club de la Curva de Maroñas, como futbolista y entrenador.

Finalmente, creó la denominada “Escuelita” donde captaba y formaba jugadores, transformándose decididamente en un descubridor de talentos.

El “Rafa” siempre destacó la importancia que tenía para su vida el club, “Danubio es todo”, decía. El trabajo era también parte de su vida y le alegraba cuando veía triunfar a alguno de sus discípulos.

Rafael Perrone, fue jugador, entrenador y descubridor de talentos, tras su partida en setiembre de 2022, ahora, también es una leyenda danubiana.

Urbano Rivera

Riverita, forma parte importante del fútbol uruguayo. Gran futbolista que en su carrera solo vistió dos camisetas la de Danubio y la “celeste”.

Este hombre de físico pequeño, pero de corazón grande, forma parte importante de la historia danubiana. De grandes condiciones, tanto humanas como deportivas.

Nacido en plena Curva de Maroñas, allá por 1926, se entreveró desde muy pequeño, en los ya existentes baldíos de las calles Pavón y Smidel, cuando se jugaba con la “de goma”. 

En el año 1944, llega a Danubio, que había ascendido a la Primera “B” y buscaba jugadores jóvenes para reforzar los planteles. Los dirigentes franjeados le “habían echado el ojo”, le hablaron y ese mismo día lo ficharon.

A poco de llegar, se consagra campeón del primer torneo de Tercera Especial, obtención más que valiosa, ya que nuestro club militaba en la divisional “B” y se jugó frente a los equipos de la “A”.

Comenzó jugando de “centro-half” con un cinco grandote en la espalda, pero después pasó de half derecho puesto que no abandonaría en toda su carrera. Sin embargo, con solo 19 años, hizo su debut en primera frente a Cerro todavía como número “5”, Su ingreso definitivo en el primer equipo fue en el año 1947, consagrándose doble Campeón en la divisional “B”, del torneo Preparación y del Campeonato Uruguayo.

Al año siguiente DANUBIO, debuta en el círculo de privilegio venciendo a Peñarol 2 a 1, por el Competencia y es dada su importancia histórica, uno de los encuentros más recordado por todos los danubianos, y hasta por el mismo Urbano, según lo ha manifestado, lo cierto es que, jugó y muy bien marcando punta derecha.

Sus excelentes actuaciones le posibilitaron llegar en ese 1947 por primera vez a la selección, con sólo 21 años, en una época que para vestir la “celeste” había que ser buena de verdad, pero la famosa huelga de futbolistas dejó trunca la actividad. Retornó al seleccionado para disputar el campeonato sudamericano de 1953, en el que Uruguay fue 3° y quedó, con otro danubiano Julio Maceiras, en el plantel definitivo que viajó al mundial de Suiza en 1954.

Urbano tal vez por ser del barrio, primero simpatizó y luego se identificó para siempre con Danubio y decía: “La satisfacción más grande que tuve fue en 1947 cuando logramos clasificarnos campeones de la “B”. La otra fue cuando alcanzamos el primer triunfo ante Peñarol en 1948. Hay cosa que uno no puede olvidarlas de ninguna manera. Hugo Forno vino a hablarnos al vestuario poco antes de empezar el partido. Nosotros habíamos ascendido recién a Primera. Teníamos que darlo todo. Jerarquizar el nombre casi desconocido para los habitantes del Estadio. Y lo dimos todo. Dejamos el alma en la cancha. Le ganamos a Peñarol dos a uno. Y el golazo del “Poroto” Britos, que nos dio la victoria lo grité con toda el alma”.

Pocos años después, integró el excelente plantel que consiguiera en 1954 la primera gran alegría danubiana en Primera división, la obtención del subcampeonato en el “Uruguayo”, un puesto de gran valor para la época. Aquel equipo formado, entre otros, por Maceiras, Melgarejo, Burgueño, Romero, Fernando Rodríguez, “Carcajada” Correa (con quien se entendía de memoria en la cancha y fuera de ella) y la “Gata” Martínez.

Urbano es parte destacada en la historia del club por varias razones, defendió al club por 10 temporadas, se consagró campeón en el primer torneo de Tercera división, además jugó en el bautismo danubiano en la “A”, fue subcampeón del Campeonato Uruguayo, participó de la recordada gira danubiana de 1955 y por sobre todas las cosas… porque sólo vistió las gloriosas camisetas de Danubio y la selección uruguaya.

(Fuente. Estrellas Deportivas – El Diario)

Fecha de Nacimiento

2 de abril de 1926

Lugar: Montevideo

Fecha de Fallecimiento:

21 de julio 2003

Trayectoria

Juveniles de Danubio 1944 y 1945, Danubio primera división de 1946 a 1956

Selección uruguaya en el sudamericano de Lima de 1953 y Mundial de Suiza en 1954.

Títulos

 Campeón Torneo Preparación “B” 1947. Campeón Campeonato Uruguayo “B” 1947. Vicecampeón Uruguayo 1954 de Primera división.

El golero niño

Un día cualquiera de 1970, dos dirigentes danubianos, prácticamente lo secuestraron del aula del Liceo N°20 de Malvín para decirle que estaba citado por el entrenador de Primera división.  A partir de ese momento, pasó a ser el “golero niño”, tal como lo identificó el ambiente del fútbol, pues con sólo 15 años debutó en el equipo principal de Danubio.

Así comenzó su carrera con el buzo N° 1 del equipo de la franja, el cual llevó -en dos etapas-  durante 9 temporadas, como titular indiscutido, solo superado por el legendario Julio Maceiras que defendió el arco danubiano durante 13 años consecutivos.

Danubio estaba en la “B” y el objetivo era el ascenso. Iban cinco o seis fechas y los dos arqueros estaban lesionados, entonces el popular “Magnate” Rodríguez, que por aquellos tiempos “manejaba” todo el fútbol de la franja, le sugirió al entrenador Rodolfo Zamora que probara al “pibe” Lorenzo Carrabs.  

“Calabaza”, como también le decían, que se destacaba por sus reflejos y arrojo, ya sabía de jugar en alguna categoría mayor, pues con edad de Quinta división supo jugar en Cuarta y hasta en Tercera.  La idea que parecía una locura se transformó en un gran acierto y con aquel quinceañero bajo los tres palos, Danubio se consagró Campeón y volvió al círculo de privilegio que había dejado el año anterior.

Desde aquel sorprendente debut por el campeonato de Segunda división ante Progreso en el Abraham Paladino, prácticamente nunca abandonó el arco danubiano. Durante esas ocho temporadas, jugó alrededor de 200 partidos oficiales, transformándose en un verdadero símbolo del club, por profesionalismo y adhesión a la causa.

Según él ha comentado, el mejor equipo que integró fue con Juan Ascery, Gerardo Rodríguez, Carlos Cabrera, Alberto Cardaccio, Otto Sessana, Pedro Kraus, Ricardo Palma, Roberto Repetto, Hamilton Rivero y Horacio Franco. (equipo de comienzos de la década del 70)

Sus buenas performances bajo los tres palos danubianos le permitieron alcanzar la “celeste”. Con la Selección Juvenil concurrió al Campeonato Sudamericano de 1974 jugado en Chile y que Uruguay fue vicecampeón. Mientras que con la Mayor a la que fue convocado varias veces, disputó la Copa del Atlántico de 1975.

Para coronar su actuación en el club de la Curva de Maroñas, integró el histórico equipo que, en enero de 1978, logró la primera clasificación a la Copa Libertadores de América, eliminando a Nacional en inolvidable final. Inmediatamente de finalizada la Liguilla, fue transferido al Junior de Barranquilla. El destino quiso que a pocos meses de abandonar el club de los hermanos Lazaroff, increíblemente debió enfrentar a sus excompañeros, ya que su nueva institución fue rival de los danubianos en la Libertadores.

A partir de ahí, comienza una larga y exitosa carrera en el fútbol colombiano donde alcanzaría a disputar más de 600 partidos oficiales. Luego de dos temporadas en el conjunto “Tiburón”, pasó al Atlético Nacional de Medellín al cual defendió hasta 1986 inclusive. Retornó a Junior para defenderlo hasta 1989.

En 1990, Danubio designa como entrenador de su equipo principal al ex futbolista danubiano Julio A. Comesaña y éste, posibilita -tras doce años- el regreso de Carrabs al arco de la franja. Ambos habían sido compañeros como futbolistas tanto en Danubio como en Junior.

Tras un año de custodiar, por última vez el pórtico danubiano, tuvo un pasaje de una temporada por Nacional y luego defendió a Deportivo Maldonado desde 1992 a 1996, cuando se retiró como futbolista.

Al colgar los guantes, comenzó a desempeñarse como ayudante técnico y entrenador de arqueros destacándose su pasaje por la Selección Juvenil de Uruguay 1997-2000, Selección Mayor de Uruguay en Copa América de Paraguay y Preolímpico de Brasil, Selección juvenil y mayor de Ecuador 2005-2006. Integró el Staff técnico del “Tri” en el Mundial de Alemania 2006.

A lo largo de estos años y como era de esperarse, volvió al club de sus inicios. En primera instancia, en el año 2003 integrando el Cuerpo Técnico de Roberto Roo, antiguo compañero de planteles danubianos de mediados de los años setenta. Y desde hace un par de temporadas, inicialmente, trabajando con los arqueros de las categorías formativas y en la actualidad, también, con los de Primera división.

El decorador del gol: Ruben Da Silva

“Polillita” Da Silva se destacó siempre por ser un futbolista inteligente, fino, de excelsa calidad. Capaz de hacer el toque inesperado, el pase jamás inventado y además convertir muchos goles. Era un jugador que el fútbol le ingresaba por el cerebro y le salía por los pies…

De los más grandes jugadores y goleadores danubianos de la historia (segundo goleador histórico con 71 dianas) y además integrante del selecto grupo de los diez futbolistas bicampeones uruguayos con la “franja” en el pecho.

Desde las categorías formativas se podía apreciar que se trataba de un jugador fino, desequilibrante por habilidad y precisión de tres cuartos de cancha en adelante. Gran definidor de jugadas por su frialdad dentro del área, pero además era notable para meter un pase gol al compañero mejor ubicado. Tras varios campeonatos ganados en divisiones juveniles, debutó en Primera con 18 años en 1986.

En el año 1985 vino a jugar al Uruguay una escuela de fútbol de Estados Unidos, la que era dirigida por el profesor brasileño Julio Mazzei y tras enfrentar a la 5ª división de Danubio y ver jugar a Da Silva y Edgar “pompa” Borges, comentó: “desde la época de Pelé y Coutinho que no veía hacer tabelas (paredes) como las que hacen estos chicos”… todo dicho.

Artífice fundamental en las conquistas del Campeonato Uruguayo y Torneo Competencia en 1988, no sólo por jugar en un nivel superlativo, sino, por consagrarse como máximo goleador en ambos, hecho que no se daba desde 1966 con el brasileño Araquem De Mello. Ese año entre los dos torneos, “Polillita”, anotó nada menos que 35 goles, casi el 50% de los goles convertidos por Danubio en ese año.

Si bien su jerarquía no permite encasillarlo simplemente como un goleador, lo cierto es que también lo fue. En sus distintas etapas con la casaca de Danubio anotó, como dijimos, 71 goles en Primera división, a cuál más bello y espectacular, no hacía goles feos, pues su característica distintiva era “decorarlos”.

Sus cualidades lo llevaron a ser -en su momento- “el precio” del fútbol uruguayo, cotizado en U$S 1.200.000 en 1989.

Tuvo una extensa carrera en el exterior (14 años), defendiendo a Cremonese, Logroñes, UAG Tecos, River Plate (Arg), Boca Juniors y Rosario Central.

Su etapa más sobresaliente fue en el fútbol argentino donde convirtió más de 80 goles. Fue dos veces goleador de la Primera división en 1993 con River Plate y 1997 con Rosario Central. Además con los “canallas” ganó la Copa Conmebol de 1995 y fue también el máximo artillero del torneo.

De regreso al Uruguay, jugó una temporada en Nacional y en el año 2001, ya al cierre de su carrera, retornó a Danubio y con él regresaron los títulos al club de la Curva de Maroñas. Como no podía ser de otra manera, Da Silva continuó deleitando a los hinchas, haciendo goles y obteniendo títulos, esa temporada fue campeón del Apertura. En 2004, fue campeón del Torneo Clasificatorio, Clausura y por segunda vez del Campeonato Uruguayo.

La camiseta “celeste” no le fue esquiva y desde juvenil ya supo vestirla, disputó el Sudamericano Sub 20 de Colombia en 1987.

A su vez, con la selección mayor integró los planteles (aunque con poca participación) en varias ediciones de la Copa América: Brasil 1989, Uruguay 1995 (Uruguay fue Campeón) y Bolivia 1997, así como, por las Eliminatorias para los Mundiales de 1998 y 2002. En total anotó 3 goles.

Fecha de nacimiento:

11 de abril de 1968 en Montevideo

Trayectoria

Danubio 1986-1989, Lazio (1989) River Plate (1989-1991), Logroñes (1991-1992), River Plate (1992-1993), Boca Jrs. (1994-1995), Rosario Central (1995-1997), UAG Tecos (1998-1999), Nacional (2000) y Danubio (2001-2004)

Títulos

Con Danubio fue Campeón Torneo Competencia 1988, Campeón Uruguayo 1988, Campeón Apertura 2001, Vicecampeón Uruguayo 2001, Campeón Clausura 2002, Vicecampeón Uruguayo 2002, Campeón Clasificatorio 2004, Campeón Clausura 2004 y Campeón Uruguayo 2004.

Campeón Uruguayo con Nacional en el 2000.

Campeón argentino 89/90, Apertura 1991 y 1993 con River Plate

Campeón Copa Conmebol con Rosario Central en 1995.

Campeón de la Copa América en 1995 con la selección mayor.

Distinciones

Con Danubio fue goleador del Torneo Competencia de 1988 (12 goles) y Campeonato Uruguayo 1988 (23 goles).

En River Plate fue goleador de Clausura 1993 (14 goles) y con Rosario Central fue goleador compartido de la Copa Conmebol ´95 (4 goles) y del Apertura 1997 (15 goles).

“ChevanGOL”

Javier Ernesto Chevantón nació el 12 de agosto de 1980 en Juan Lacaze, pero sus ansias de triunfar en el fútbol le hicieron recorrer los casi 150 km de distancia y tentar suerte en Montevideo. Venía a probarse a un club determinado, pero como no lo fueron a esperar, se desilusionó y… la cercanía de su residencia momentánea con el Complejo Juvenil de Danubio lo depositó en el club de la Curva de Maroñas.

Hizo tres entrenamientos y lo ficharon enseguida, habían descubierto a un goleador nato, empedernido, de los que no abundan. Con una doble virtud que pocos tienen: ubicarse en el lugar exacto en el momento justo.

Desde las categorías juveniles mostraba sus dotes goleadoras (hizo más de 80 tantos) y en Primera división confirmó plenamente. Con las categorías juveniles franjeadas obtuvo dos campeonatos en Séptima y Quinta división.

Chevantón recuerda como eligió la camiseta con el número 19, que lo identificó durante toda su carrera, “mi camiseta “19” tiene su historia. Siempre usé el “9”, pero en Primera división cuando fui ascendido había otros con ese número. Al principio jugué con la 20, luego, cuando aún no era titular, con la “13”. En el primer partido que iba a ser titular, había dos en banda, la “13” y la “19”, Ignacio Bordad (compañero del plantel) me dijo que le gustaba más la “19”. Anoté dos goles y no me la saqué nunca más.

Debutó en el equipo principal danubiano en 1997 con sólo 16 años, pero recién a los dos años comenzó a jugar regularmente. En poco menos de tres temporadas convirtió 53 goles. Su mejor año fue el 2000, cuando en el Campeonato Uruguayo hizo nada menos que 33 tantos, con un formidable promedio de un gol cada 73 minutos. Logró así el tercer mejor registro de la historia del fútbol uruguayo, igualando el récord de Pedro Young del año 1933, ambos superados por los registros de Fernando Morena que hizo 34 en 1975 y 36 en 1978.

Justamente en ese año 2000, Danubio que fue vicecampeón en el Torneo Apertura y alcanzó la mejor cosecha goleadora en Primera división desde el lejano debut en 1948, con 81 tantos. Chevantón convirtió casi el 41% de los goles.

“Siempre le estaré agradecido a Danubio. Fue el primer equipo que me dio la posibilidad de crecer, de madurar y jugar en Primera. Me ayudaron mucho en inferiores, tal vez si hubiera ido a otro cuadro no hubiese tenido las posibilidades que me dieron de subir tan joven, de tener buenos técnicos que me enseñaron futbolística y personalmente, por eso me siento identificado con Danubio”, expresó el delantero en más de una oportunidad.

El lacazino conquistó, además de muchos goles, el cariño de los hinchas danubianos, porque era de esos jugadores que se brindaba al máximo sin guardarse nada y que no daba pelota por perdida.

Fue un delantero que siempre estaba concentrado, que definía con frialdad, era rápido, ágil, dueño de potentísimos remates y qué sin ser muy alto, cabeceaba muy bien. Estas características también lo hicieron destacarse, nada menos que en el fútbol italiano, cuando desembarcó allí en el año 2001, para jugar en el Lecce, donde se convirtió en el goleador histórico con 59 dianas.

En su extensa trayectoria anotó goles para el Mónaco (26), Sevilla (15), Atalanta (2), Colón de Santa Fe (6) y Liverpool de Uruguay (3). Totalizando 164 conquistas con clubes. Tuvo un breve pasaje por el fútbol británico, jugando dos partidos para el Queens Park Rangers, único club con el que no convirtió.

Con el Sevilla obtuvo varios títulos: Supercopa de Europa (2006), Supercopa de España (2007), Copa del Rey (2007) y Copa de la UEFA (2007).

La casaca color cielo no le fue esquiva y también dejó su marca goleadora, debutó en el sudamericano Sub 17 de Paraguay en 1997. Luego jugó el Sudamericano Sub-20 de Argentina ’99, donde hizo 4 goles y en ese mismo año, resultó el goleador de Uruguay en el Mundial Sub-20 de Nigeria en el que se lograse el 4° puesto.

También defendió a la selección Mayor haciéndolo en la Copa América Colombia 2001, Eliminatorias para Corea y Japón 2002, Eliminatorias para la cita mundialista de Alemania 2006 (fue segundo goleador) y Eliminatorias para Sudáfrica 2010. En total jugó 22 partidos y anotó 7 goles.

Se retiró como futbolista en el año 2015, hizo el curso de entrenador y trabaja en las categorías formativas del club Lecce.

Un adelantado… Tomás Rolan

El “negro” fue pionero en transformar el puesto de marcador de punta a «lateral volante”, rompió todos los esquemas tácticos, sin dudas, un adelantado para su época.  Los hinchas danubianos y los rojos de Avellaneda lo llevan en el corazón por su incuestionable calidad y entrega.

Nació en Rocha, el 13 de enero de 1936, pero siendo niño junto a su familia se mudó para Montevideo donde comenzaría su carrera deportiva.

Proveniente de Campbell, un club de barrio, llegó a las formativas de la franja en 1951 y tan solo un año después conseguía sus primeros dos títulos de campeón. Integró el histórico equipo de 4ª división de 1952, que lograse para Danubio el primer Bi-Campeonato (Torneo Preparación y Campeonato Uruguayo) por parte de una categoría juvenil.

Aquel notable conjunto estaba integrado también, por jugadores de la talla de Enrique Carlos Cruz, Eustaquio Claro y Ramón Cruz, quienes poco después, lograrían con la selección uruguaya consagrarse campeones sudamericanos juveniles en 1954.

De físico robusto, el «negro» que comenzó jugando de entreala o centro-delantero, fue acertadamente ubicado como marcador de punta, puesto que le cayó como anillo al dedo. Subía y bajaba por el andarivel derecho con llamativa dinámica, a la que le adosaba un fortísimo remate que lo llevó a ser infalible en los tiros penales.

Su modestia jamás le permitió elogiarse y siempre manifestó que llegó a triunfar por su dedicación y amor propio. No olvidaba que el dirigente Arnoldo Camarano, fue quien le enseñó a cabecear con ambos parietales y también a pegarle de zurda, ya que era derecho cerrado. También, siempre expresaba que Urbano Rivera le había inculcado “el comportamiento en la vida”.

Juan Carlos «Nino» Corazzo lo hizo debutar en 1955, pero se afirmó un tiempo después. Estuvo en el equipo danubiano que el 25 de agosto de 1957 inauguró el Estadio Jardines del Hipódromo. Integró excepcionales equipos de Danubio, con jugadores fenomenales como «Cumba» Burgueño, Julio Maceiras, el incomparable “Romerito”, «Tito» Argenti y el polifuncional «Vasco» Auscarriaga.

En el año 1958 fue subcampeón del Torneo Competencia, obteniendo en aquel momento, el segundo logro danubiano de importancia en la Primera división de nuestro fútbol.

Rolan se autodefinía como un amante del fútbol bien jugado y al que no le importaba el estado de la cancha estando bien físicamente.

Participó en el seleccionado “celeste” que disputó las Eliminatorias para el Mundial de Suecia 1958.

Sus destacadas actuaciones con la blusa danubiana, despertaron el interés en la vecina orilla y en 1960 fue adquirido por Independiente de Avellaneda, equipo al que defendió por varios años y conquistó, entre otros logros, la Copa Libertadores de América en dos oportunidades (1964 y 1965).

Falleció el 9 de enero de 2014 y se transformó en leyenda.

Tomás Rolan, notable e inolvidable futbolista y además… precursor de los laterales volantes de hoy.

A las risas… llegó a ser el mejor zaguero de América

Carlos “Carcajada” Correa

Con la franja negra, se consagró sub campeón uruguayo y con la celeste, fue dos veces campeón sudamericano. En su apogeo fue considerado el mejor zaguero de América.

Hijo de un músico que era gran animador del carnaval arachán, sin embargo, él agarró para el fútbol. Debutó siendo un adolescente en el Armiño melense, demostrando desde el comienzo, sus notables aptitudes, que despertaron el interés de varios clubes capitalinos.

Finalmente, llegó a Danubio recomendado por un amigo de Antonio Souto, por entonces vicepresidente del club. El ferrocarril le trajo de su Melo natal, allá por el año 1953, con las ansias de triunfar y con su clásica risa, que le bautizó para siempre.

“Carcajada” recordaba con emoción su llegada al conjunto de la Curva de Maroñas… “en la Estación Central me fue a esperar “Cholo” Sagastume, fuimos a buscar a otro tipazo como Juan Carlos Sueiro (histórico dirigente de la franja), me instalaron en una pensión de Av. 8 de Octubre y Villademoros, una sopita y al Parque Forno a practicar. El técnico era Alejandro Morales y jugaban grandes jugadores como Maceiras, Burgueño, Romero, Bentancor, mamma miaaaa….”

“Creo que anduve bien, porque enseguida me llevaron a la sede a arreglar todo. Así comenzó mi idilio con Danubio que aún dura y durará siempre. Entre las cosas que le agradezco, la primera sin dudar, es el amigo que me proporcionó Julio Bardanca, el mejor amigo que se puede encontrar en la vida”, afirmaba el zaguero.

De buen porte, no fallaba ningún cierre, era impasable en el mano a mano y por alto las despejaba todas, además de su enorme temperamento que agrandaba compañeros y achicaba rivales. Cuentan que apenas llegó, debido a su fortísimo remate, le creó un curioso problema al club… rompía las redes a pelotazos.

Su historia con la “franja negra” comienza a poco de su arribo, ya que una lesión del zaguero titular, lo catapultó al primer equipo para jugar junto con el “Tito” Argenti, el “coreano” Enríquez, “Coco” Delgado y “Pica” Lezcano. Y en la temporada siguiente, se consagra Sub Campeón Uruguayo de 1954 y un año después, pasea su permanente sonrisa por México, Honduras, Costa Rica, Colombia, Ecuador y Perú, en una extraordinaria gira danubiana de 18 partidos.

También, casi de inmediato a su desembarco en el fútbol montevideano, es convocado por Lorenzo Fernández, para vestir la “celeste”. Debuta frente al seleccionado argentino en Buenos Aires (empate en 3 goles) y además es pre-seleccionado para el Mundial de Suiza de 1954, pero quedó fuera del plantel definitivo. Obtuvo dos campeonatos sudamericanos, el “Extra” de 1956 disputado en Montevideo y el del año siguiente en Lima, donde fue considerado en forma unánime por la prensa especializada como el “mejor zaguero de América”. Además, en más de una oportunidad, fue distinguido para representar al combinado de América contra el de Resto del Mundo.

Sin embargo, nada lo cambió, continuó con la nobleza impregnada en su fútbol, siendo una bellísima persona y con la sonrisa pintada en el rostro.

“El sólo hecho de ponerse aquella camisa del Danubio, que era gruesa, le sacaba la sangre y me la llevaba para lavarla yo, era un orgullo. ¡Qué tiempos!

Perdía el cuadro y salía llorando de la cancha”, subrayaba Correa.

Luego de sufrir una grave lesión (doble fractura de tibia y peroné) jugando para la selección, continuó su carrera deportiva en el exterior. Defendió a Lanús, Tenerife, Murcia y Castellón, equipos que también supieron disfrutar de su fútbol, garra y lógicamente… de sus carcajadas.