Su garra, el cabello largo y azabache, sus facciones similares a nuestros Charrúas, le dieron origen al sobrenombre que llevará toda su vida, aunque con el tiempo haya cambiado su “look”.
Luis Enrique Malvárez Portillo, es su nombre completo, pero es más conocido por la hinchada danubiana simplemente como el “Indio” Malvarez.
Fue un jugador diferente con técnica, fuerza y un temperamento que salía de lo común, que lo catapultó a la categoría de ídolo.
Nacido en 1960 en el barrio Jardines del Hipódromo, lo llevaron a vestir, primero, los colores albiverdes del club “Primavera” de Baby Fútbol, para luego dar el salto e ingresar en las divisiones juveniles de Danubio.
Un hombre que sin dudas puso todo de sí, dentro y fuera de la cancha, para llegar… tal vez por eso triunfó. Sus grandes condiciones lo hicieron debutar en Primera división con solo 16 años en 1976, aunque se afirmó como titular, tres años después.
En 1977, como suplente, pero ingresando con asiduidad se consagró campeón del cuadrangular “Hugo Forno” y tres años después fue pilar fundamental en la obtención del vicecampeonato en el Torneo República.
Continuó la escuela de los Urbano Rivera, Tomás Rolan y el “Chico” Moreira, que es lo mismo que decir, de grandes laterales derechos, “jases” para los más veteranos, que dio Danubio al fútbol uruguayo.
Como sus antecesores llegó a la Selección Mayor uruguaya en el año 1980.
La exótica Corea del Sur, también disfrutó de sus virtudes allá por 1981, cuando Danubio participó de la Copa Presidente y obtuvo el 4° puesto.
En 1982, fue transferido a Estudiantes de La Plata, equipo donde jugó 5 años hasta que fue vendido a San Lorenzo de Almagro; posteriormente defendió a Argentinos Juniors y Gimnasia y Esgrima de La Plata.
Nos quedará por siempre el recuerdo de aquel partido en Jardines frente a Peñarol, en que el árbitro debió detenerlo, para que el “Indio” fuera atendido, ya que él no quería salir, pese a sangrar abundantemente de sus fosas nasales, por recibir un codazo de un rival.
Tuvimos la suerte de verlo jugar, pero nos sentimos mucho más afortunados por haberlo conocido personalmente porque es un gran ser humano.
El “Indio” puso siempre todo de sí, dentro y fuera de la cancha, por eso, simplemente por eso…. triunfó en la vida.