Informe Mendívil: El preparador físico celeste analiza lo que fue la Copa América de Argentina 1959 y enciende la mecha que pronto iría a explotar

Los últimos años de la década del cincuenta del siglo XX fueron sintomáticos para el fútbol uruguayo y marcaron el primer gran bajón de la historia del seleccionado nacional.

La partida de los mejores jugadores al mercado internacional (Italia, Argentina, España, Colombia; ver galería más abajo), que hacía que fuera imposible de forma reglamentaria convocarlos al combinado ya que no existían todavía los “repatriados”; el retiro de excepcionales figuras a las que se hacía difícil suplir en su totalidad como Obdulio Varela o Roque Máspoli; ciertas disidencias internas a todo nivel y el crecimiento del deporte a nivel continental que sumaba mayor competencia, derivaron en años de alegrías y tristezas, culminando con la poco creíble eliminación de la Celeste de la Copa del Mundo de Suecia 1958.

En un grupo con Paraguay y Colombia, Uruguay quedó afuera antes de disputar su último cotejo tras caer vapuleado ante los guaraníes en Puerto Sajonia 5-0.

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Grandes cracks que merecieron mejor suerte con la Celeste

El fútbol uruguayo está plagado de figuras de primer nivel que lograron lucir sus mejores cualidades tanto a nivel de clubes como en la Selección.

Sin embargo, también están aquellos que, siendo brillantes jugadores, no pudieron mostrar como hubiesen deseado la mejor de sus facetas en el combinado nacional.

Las razones son de distinto tipo: falta de oportunidades, poca confianza de los entrenadores o seleccionadores, bajo rendimiento, futbolistas consagrados a los que se les hacía difícil desbancar de sus puestos, lesiones, circunstancias externas, etc.

El repaso, a continuación.

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Victorino + Morena: Una sociedad que comenzó bien, pero que terminó en frustración

Morena, a la izquierda, y Victorino, a su lado, rematan al arco. El gol, una obsesión.

Fernando Morena y Waldemar Victorino son dos grandes referentes de la historia del fútbol uruguayo.

Uno con Peñarol, el otro con Nacional.

Goleadores empedernidos, aunque con distinta forma de jugar, conquistaron los máximos trofeos con sus clubes: además de diversos títulos locales, la Copa Libertadores y la Intercontinental.

En el caso de “Nando”, también es el máximo goleador de la historia aurinegra, institución a la que defendió entre 1973 y 1979, 19181 y 1984 y 1986. Para más datos: su gol al Cobreloa de Chile le dio a los mirasoles la final continental en 1982.

Victorino jugó menos años en Nacional (1979-1982), pero fue igualmente decisivo ya que también logró ser campeón uruguayo (1980), goleador del certamen local (1979) y campeón de América y del mundo con los tantos de la victoria ante Inter de Porto Alegre de Brasil (1980) y Nottingham Forrest de Inglaterra (jugada en 1981), respectivamente.

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Cuando fue Celeste, la “Cortina metálica” tuvo fisuras

Gildeón Silva, Lorenzo Fernández y Álvaro Gestido.

Entre 1928 y 1931, Peñarol disfrutó de un mediocampo de ensueño que lo tenía todo: técnica, garra y calidad.

El mismo estaba conformado por el campeón de América y del mundo Lorenzo Fernández como centre-half, el campeón del mundo Álvaro Gestido como halve izquierdo, y el destacado halve derecho Gildeón Silva.

Por su actuación en Peñarol, que le reportó al club los títulos de campeón uruguayo de 1928 y 1929, el tridente fue denominado “Cortina metálica”, ese dispositivo de seguridad que se mantiene hasta hoy en día y que representa la imposibilidad de penetrar por sus férreos dominios.

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Las torres celestes

Hasta fines del siglo XX, Uruguay nunca se caracterizó por ser un seleccionado con hombres que superaran el 1.85 metro de estatura.

El paso de las décadas, las mejoras en la calidad de vida, el acceso a la salud, la alimentación y la ausencia de guerras, permitieron que los orientales no solo aumentaran su expectativa de vida sino que, además, ganaran en estatura, como sucedió en muchos otros países con similares condiciones.

Domingo Tejera, el histórico back de Wanderers que defendió al combinado entre 1922 y 1932 y que conquistó dos títulos mundiales (1928 y 1930) y dos sudamericanos (1920 y 1926), era considerado un gigante por aquellos años al medir 1.89 metro.

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Cuando Tognola predijo el primer título de América

¡Campeones de América por primera vez! Posa Uruguay. Arriba, de izqda. a dcha.: Pascual Somma, Miguel Benincasa, José Piendibene, Cayetano Saporiti, Alfredo Foglino y Manuel Varela. Sentados, en el mismo orden: Juan Delgado, Alfredo Zibechi, Rodolfo Marán, Isabelino Gradín y José Tognola, que se encuentra hincado y… ¿Qué gesto hace con sus dedos?

El 17 de julio de 1916, en el estadio de Racing de Avellaneda de Buenos Aires, Uruguay se encontraba a apenas 90´ de su primer título sudamericano en el estreno absoluto del máximo certamen continental a nivel de selecciones.

La Celeste había vencido a Chile (4-0) y Brasil (2-1), mientras que el empate argentino ante Brasil (1-1), después de la goleada a los trasandinos (6-1), dejaba a los hermanos platenses contra las cuerdas: solamente el triunfo les serviría para gritar “campeón” en su propia casa.

Existían razones para creer por parte de los albicelestes: el último antecedente en la misma cancha, disputado el 15 de agosto de 1915 por la Copa Lipton, había visto a los dueños de casa imponerse de forma justiciera por 2-1.

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¡Retirado el «Mariscal»! ¡Viva el «Mariscal»! El último partido de Nasazzi con la Celeste

El brazo derecho extendido, como tantas veces para gritar campeón. En esta ocasión, para decir adiós.

Tenía 35 años, tres títulos de campeón del mundo y cuatro de América.

Capitán indiscutido desde que debutó en el combinado en 1923, el “Terrible”, el mejor back central de la historia de nuestro fútbol, había decidido que aquellos dos serían los últimos encuentros en los que se pondría la camiseta celeste, la que él mismo se había encargado de engrandecer a niveles nunca vistos por ningún otro seleccionado.

De forma oficial, el Uruguay liderado por José Nasazzi derrotó 2-1 a Argentina en el Centenario el 20 de setiembre de 1936 por la Copa Héctor Rivadavia Gómez. No pudo ser una mejor despedida: ganando el último clásico ante el rival de todas las horas. Era lo justo.

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