AHIFU y AUF homenajearon a los históricos campeones celestes

Todos los campeones juntos.

El viernes 9 de junio, coincidiendo con la celebración de los 99 años de la conquista oriental de su primer campeonato mundial de fútbol, la Asociación de Historiadores e Investigadores del Fútbol Uruguayo (AHIFU) y la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), homenajearon de forma sentida a los campeones de América y de la Copa de Oro con la casaquilla celeste.

En el acto realizado en el estadio Centenario, los campeones de las ediciones de América de 1956 a 2011 y del Mundialito de 1980-81, más allá del reconocimiento, se hicieron acreedores de un carnet AUF de libre acceso vitalicio para acceder a las canchas del fútbol uruguayo.

Una iniciativa que reconoce y agradece a todos aquellos que contribuyeron a la máxima gloria futbolística de nuestro país. ¡Felicitaciones a todos! ¡Gracias por todas las alegrías!

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Cuando Wanderers (casi) fue Uruguay

Wanderers, dueño del fútbol uruguayo en 1906… y también de la Selección. Parados, de izquierda a derecha: Cayetano Saporiti, Luis Piñeyro Carve, Francisco Branda, Miguel Aphesteguy, Juan Carlos Bertone, José Rius y Enrique Sardeson. Sentados, en el mismo orden: Rafael de Miquelerena, Gilberto Peralta, Luis Carvalho Álvarez, Alberto Zumarán y Cándido Hernández Bentacor. Todos ellos, menos Carvalho Álvarez y Rius, a la Selección.

El 13 de setiembre de 1903, el Club Nacional de Football representó de forma íntegra al seleccionado uruguayo y, en Buenos Aires, logró el hito de doblegar al poderoso combinado argentino (3-2) y conquistar la primera victoria internacional de la Celeste-que aun no lo era de ese color- en su riquísima historia, probablemente la más rica de cuanto representativo nacional exista.

Nunca un suceso de similares características volvió a repetirse en nuestra Selección. Sin embargo, si bien en condiciones distintas, el Montevideo Wanderers estuvo a punto de patear el tablero y sumarse a la historia de clubes-selección.

¿Cuándo fue? ¿Por qué? ¿De qué forma?

Entérate, a continuación.

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Táctica y estrategia: Así planificó Juan López el “Maracanazo”

Posa Uruguay. Listo para pasar a la inmortalidad. Arriba, en la línea de los parados, el segundo de izquierda a derecha, el que ladea a Obdulio y «Cato» Tejera, es Juan López, el estratega.

En las horas previas al duelo final ante Brasil por la Copa del Mundo de 1950 a celebrarse en el imponente Maracaná, el entrenador uruguayo, Juan López, solo mantenía una duda en la oncena que iba a alinear para tentar la hazaña el 16 de julio en Rio de Janeiro.

La misma respondía únicamente a factores físicos, ya que Ernesto Vidal, el wing izquierdo, titular durante todo el certamen, presentaba un fuerte dolor en uno de sus hombros, lo que lo dejaba en inferioridad para disputar un juego de semejante relevancia.

Es que para Uruguay era ganar o ganar, porque se encontraba una unidad por detrás de Brasil en la tabla del cuadrangular final (4-3), por lo que la cuenta era clara: apenas un empate le alcanzaría al dueño de casa para levantar la Copa Jules Rimet, que era lo que casi todo el mundo presagiaba antes del torneo.

De todas formas, la clásica estrategia 2-3-5 no iba a modificarse, lo que no impidió que “Juancito” analizara una y otra vez la formación propia y ajena.

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Marcelo Bielsa, el novel entrenador de Uruguay que está invicto… ¡ante Uruguay!

Bielsa y Tabárez en 2010. Dos maestros. Uno ya dirigió a la Celeste, ahora le toca al otro…

Tras haber sido nominado de forma oficial como nuevo entrenador de la Selección Uruguaya, el argentino Marcelo Bielsa se transformó en el segundo extranjero de la historia en comandar los destinos de la Celeste tras la experiencia de su compatriota Daniel Alberto Passarella (1999-2001).

Más allá de su prolongada y exitosa trayectoria como director técnico a nivel mundial, es hora de analizar cómo le fue a Bielsa como entrenador ante el combinado oriental cada vez que le tocó enfrentarlo dirigiendo a las dos selecciones nacionales anteriores a las que comandó: Argentina (1998-2004) y Chile (2007-2010).

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Cuando el muy uruguayo Ángel Romano enamoró a los argentinos y defendió la celeste y blanca

El «Loco», el segundo de izquierda a derecha de la fila superior de los sentados, luciendo la camiseta albiceleste (Imagen: viejosestadios.blogspot.com).

A mediados de 1913, Boca Juniors fue noticia por incorporar a uno de los mejores futbolistas del Río de la Plata, que contaba con apenas 19 años y que ya era un indiscutido en el Seleccionado Uruguayo. Su nombre: Alfredo Ángel Romano.

A esas alturas, el popular “Loco” sumaba 12 encuentros internacionales oficiales y cuatro anotaciones con la Celeste.

Había nacido en Montevideo el 2 de agosto de 1893 y era una de las figuras de este deporte en Sudamérica: hábil, gambeteador, encarador, astuto, goleador, asistidor, con endiablado cambio de ritmo cuando aquello no era común y guapo, podía jugar de forma indistinta en cualquier puesto de la delantera; ya sea de wing, entreala o centre-forward, a Romano le daba igual, siempre iba a descollar.

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Miguel Ángel Melogno: un bicampeón del mundo muy particular

Posa Bella Vista. El «Mariscal» Nasazzi, en el extremo derecho, impone respeto. Muy cerca suyo, pero con los brazos cruzados, la mirada desafiante y una posición ladeada que emana confianza, nuestro protagonista: el bicampeón del mundo sin minutos, Miguel Ángel Melogno.

No es extraño que existan campeones mundiales que no hayan disputado ningún minuto en alguno de los torneos en los que intervinieron.

La Selección, a lo largo de sus cuatro títulos del mundo, ha contado con futbolistas que, en épocas en las que no existían los cambios, no pudieron calzarse la celeste para entrar al campo.

Sin embargo, esto no le quita a ninguno el máximo orgullo.

De todas formas, existe un caso muy particular en nuestro balompié y es que hay un par de campeones mundiales que no lo fueron una vez, sino dos y sin jugar ni siquiera un minuto.

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Dime cómo te apodaban y te diré cómo jugabas

Petrone a punto de hacer explotar con su pierna «bomba» las frutas y verduras con las que trabajó siendo joven como verdulero; el «Manco» con su clásica pose, ambos ilustrados en brillantes caricaturas de William Ferreira. Además, un indio, un pulpo y hasta Napoleón «lucieron» la Celeste…

A lo mejor no debería, pero muchas veces las personas pasan al recuerdo más por sus apodos que por sus nombres.

Esto puede tener muchas connotaciones, así como las razones por las que cada uno se “gana” su mote.

Algunos derivan de los nombres propios, otros son apócopes, otros tienen orígenes familiares, otros hacen referencia a las condiciones físicas, otros se centran en animales, otros en nacionalidades, otros en lugares de nacimiento, otros en figuras históricas, otros refieren a labores o profesiones, otros-de forma cariñosa- al color de piel, otros al tipo de personalidad, otros a la forma de jugar al fútbol, etc.

En este caso, vamos a repasar los apodos por los que pasaron a la fama los campeones mundiales de Uruguay, cuya mayoría de futbolistas contaba con su propio mote.

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Julio Pérez, el número maldito y «¡Qué llamen a Hohberg!»

El abrazo de un campeón del mundo. El precario y «odiado» número 8 en la espalda de Julio Gervasio Pérez.

Uruguay acaba de derrotar 2-1 a Brasil en Maracaná. En pleno llanto y emoción celeste, Obdulio Varela levanta al autor del gol del siglo, Alcides Edgardo Ghiggia. Luego aparece Julio Pérez, para muchos la figura del encuentro que se transformó en hazaña.

En su espalda se puede ver el número 8 de su camiseta celeste, pero está estampado en un parche blanco, ya que no estaba disponible su casaca original (había desaparecido días antes), por lo que hubo que modificar otra para que pudiese ingresar al campo de juego (Ernesto «Matucho» Fígoli recortó el «8» de la casaquilla 18 y lo estampó en una nueva sin número).

La Copa del Mundo de Brasil fue la primera que incorporó la numeración de camisetas, pero en este caso sin una lista previa, por lo que, dentro del rango 1-22, los futbolistas podían salir a la cancha con cualquier dígito. Menos Estados Unidos, cuyos jugadores actuaron con diversos números, el resto de los seleccionados se rigió dentro de la escala 1 al 11 y por orden de posiciones.

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Cuando a Uruguay le hicieron 8 goles… ¡dos veces!

El Tottenham Hotspur: uno de los perpetradores.

Tranquilos. No fueron encuentros oficiales. No fueron internacionales “A”. Apenas partidos del tipo “B” en los albores del siglo XX, pero fueron…

Y para atenuar más la situación: ante dos clubes del profesionalísimo fútbol inglés. Ante los poderosos británicos, los “inventores del fútbol”, los invencibles.

Cuando era común que los muchachos de las islas desembarcaran y desplegaran el deporte en nuestras costas (así llegó el balompié al Río de la Plata), el 14 de julio de 1904 el Southampton arribó al Gran Parque Central para enfrentar a nuestro combinado en el marco de la primera gira de un club profesional a Sudamérica. No solo eso: también fue el primer club extranjero propiamente dicho en llegar al continente.

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