Escribe: Federico Maritán
El gran líder del período más glorioso del balompié oriental jugó su último encuentro con el combinado nacional en las vísperas de la primavera de 1936. El Estadio Centenario estuvo colmado de espectadores para presenciar una nueva versión del clásico rioplatense y para ser testigos inmortales del último encuentro del mariscal con la casaca uruguaya. Nasazzi fue el líder innato del período más glorioso de nuestro fútbol y fue uno de los responsables directos para que la palabra victoria se tiñera de color celeste. La rispidez emanada de las sucesivas contiendas entre hermanos rioplatenses tuvo uno de sus puntos más álgidos luego de la final de Montevideo y ambos seleccionados dejaron de compartir el color celeste por algunos años de la década de 1930. Argentina se inclinó por una blusa blanca y Uruguay optó por la histórica casaca roja con la que se coronó campeón en Santa Beatriz, El combinado nacional continuó utilizando esa peculiar vestimenta por un tiempo más y generó algunos sucesos que pasan absolutamente inadvertidos en nuestros días. Uno de ellos, y capaz que el más significativo, es que el legendario capitán defendió por última vez la honorable causa celeste vestido de rojo.
José Nasazzi vistió por primera vez la maravillosa camiseta color cielo el 4 de noviembre de 1923 y nunca más se la sacó del alma. Aquella renovada selección uruguaya debutaba en el torneo Sudamericano frente a Paraguay y se imponía por 2 a 0 en el viejo Parque Central. Un mes después, el equipo uruguayo terminó conquistando su cuarta estrella continental y Atilio Narancio se puso en campaña para cumplir con su promesa de ir a jugar el campeonato olímpico de París. Nasazzi fue el líder indiscutido del período más glorioso que una selección nacional haya protagonizado en la historia del fútbol mundial y que ningún otro combinado podrá igualar en lo que resta de la eternidad. El joven muchacho oriundo de Villa Peñarol, y que recaló en el barrio Bella Vista luego del fallecimiento de su padre, fue un defensor exquisito cuyo legado superó lo estrictamente técnico. El mariscal fue el gran conductor de aquella distinguida generación de futbolistas y con su firme accionar configuró el perfil de la figura del capitán oriental. Su presencia en la trilogía mundialista entre los años 1924 y 1930 fue fundamental, tan solo estuvo ausente en la semifinal de Ámsterdam frente a Italia, y su destacada prestancia en la defensa uruguaya despertó un profundo sentimiento de respeto por parte de propios y extraños. Así sucedió con sus adversarios argentinos como el afamado Manuel “Nolo” Ferreira. Ambos capitanes fueron acérrimos adversarios en el campo de juego y grandes amigos del otro lado de la línea de cal.
Dos naciones futboleras separadas por mucho más que un río
La final del 30 de julio de 1930 representó un punto de quiebre en la actividad futbolística de Sudamérica. Los resquemores surgidos entre las naciones futboleras rioplatenses superaron el ámbito deportivo y las disputas llegaron a las más altas esferas diplomáticas. La presencia del color celeste en las dos camisetas fue un botín de disputa y ambas asociaciones optaron por no utilizarlo de forma provisoria. Argentina y Uruguay eran las dos grandes potencias del continente y sus diferencias repercutían de forma directa en el ámbito dirigencial de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL) y en el calendario de la competición oficial. La consecución de torneos sudamericanos celebrados en la década de los años 20 se vio interrumpida de forma abrupta y su disputa recién se retomó en 1935. La Asociación Uruguaya fue una de las entidades que decidió concurrir a la cita continental y la delegación emprendió una auténtica travesía para llegar a tierras incaicas. Varios campeones del mundo habían culminado su participación en el combinado mientras que otros estaban cursando el epílogo de sus respectivas carreras deportivas. Nasazzi se desempeñaba como profesional en Nacional pero su vocación por servir la causa del combinado uruguayo seguía alimentada por el más puro sentimiento de aficionado. El Sudamericano de Lima significó el retorno de Uruguay a la competición oficial internacional y Nasazzi volvió a demostrar su condición de líder natural. Disputó los tres encuentros del certamen y acuñó, junto a sus experimentados compañeros, el mítico concepto de la garra charrúa. Así denominó la prensa de nuestro país al resonante triunfo del veterano equipo rojo frente a los habilidosos pibes porteños. Ahora sí, la era de Nasazzi había llegado a su punto cúlmine.
El año 1936 no tenía mayores novedades en el calendario futbolístico uruguayo al no asistir a los Juegos Olímpicos de Berlín. Dos enfrentamientos con el clásico rival rioplatense eran los puntos más destacados de la actividad del representativo nacional. El primero de estos encuentros se disputó en el estadio de Independiente y finalizó con la victoria local por 1 a 0. El gol argentino fue convertido por Alberto Zozaya y los porteños se quedaron con la Copa Juan R. Mignaburu el 9 de agosto. La revancha quedó establecida para el día 20 de setiembre en el Estadio Centenario por la Copa Héctor Rivadavia Gómez. La última victoria de los rojos uruguayos había sido en el sudamericano de Perú y los dirigentes asociacionistas, comandados por Raúl Jude, querían retornar a la senda del triunfo clásico. Este propósito los condujo a convocar a José Nasazzi para que defendiera la causa de nuestro balompié una vez más. El mariscal estaba disputando su penúltima temporada en el equipo tricolor y ya se había retirado de la actividad internacional. La citación sorprendió a la opinión pública y despertó varias incógnitas entre cronistas e hinchas. El eterno capitán aceptó el desafío y volvió a descender las escalinatas del Centenario para defender la casaca roja campeona de América.
La taquilla oficial indicó que se vendieron 42127 entradas y que la recaudación sumó la voluminosa cifra de $21480 pesos. El Centenario, con las dos tribunas cabeceras sin sus respectivos terceros anillos, estaba repleto de hinchas fervorosos por la obtención de una nueva victoria ante los argentinos. La inclusión de Nasazzi en el equipo titular representaba un gran atractivo pero su nivel de desempeño motivaba ciertas interrogantes en el análisis previo. Argentina arribó al Monumento Histórico del Fútbol Mundial con un equipo muy fuerte repleto de jóvenes figuras que habían irrumpido con mucha fuerza en el campeonato doméstico de la vecina orilla. Pero en la zaga uruguaya estaba el mariscal. Una verdadera garantía como en aquellos tiempos de esplendor en los que la selección nacional vestía de celeste.
“Nasazzi sigue siendo Nasazzi”
“El veterano campeón olímpico José Nasazzi encontró un nuevo motivo para ratificar sus aptitudes de campeón y la gran calidad de esa pasta amalgamada en tres competencia mundiales. Llamado nuevamente a integrar la zaga del seleccionado rojo, tuvo sus despliegues de antaño y el mismo espíritu de lucha, la misma agilidad mental y los mismos entusiasmos aportados en procura de otras conquistas más resonantes y preciadas en el mismo escenario donde recibiera el espaldarazo de su tercera conquista mundial consecutiva. El veterano zaguero albo puso el pecho a una delantera rejuvenecida aventando la peligrosidad de sus recursos con la férrea resistencia de su experiencia vigorosa. Su oportunismo y decisión inteligentemente aplicados, alcanzaron para solucionar todos aquellos problemas que se crearon a su valla especialmente en el juego por elevación, sus cabezazos formidables anularon todo peligro, defendiéndose bastante bien cuando las incursiones enemigas se sustentaron en el juego a ras de tierra que hicieron de común los García. Jamás descuido su colocación y tuvo quites certeros completando la labor defensiva con el kick fuerte y bien dirigido. Ante estas pruebas de eficacia que nos dispensa el mariscal Nasazzi, no vemos el momento en que conoceremos el extremo de su ´cuerda´. El nos dijo ayer que era su despedida del football internacional al que había vuelto por excepción (….) Los hechos han demostrado fehacientemente que, a pesar de todos los pesares, Nasazzi sigue siendo Nasazzi.”
Las palabras del cronista del diario El Plata del 21 de setiembre de 1936 ilustran a la perfección la última actuación del gran capitán aquella tarde en el Centenario. El mariscal sabía que la vida y el fútbol le regalaban un clásico más y no lo desaprovechó. Su desempeño en la defensa uruguaya fue sumamente eficaz para disminuir los furibundos ataques de los forwards porteños. El partido empezó cuesta arriba para los uruguayos y los argentinos se adelantaron en el marcador a los 15 minutos de juego a través de la conversión de Diego García. Los visitantes dominaron las acciones y subieron a los viejos vestuarios de la Tribuna Olímpica con ventaja en el score. El segundo tiempo fue muy parejo pero el combinado nacional logró imponer su plan. Nasazzi cerró la defensa roja y el equipo se lanzó al ataque sabiendo que el fondo estaba resguardado. Pedro Lago a los 67´ y Segundo Villadóniga a los 86´ fueron los autores de los goles que dieron vuelta el marcador y sentenciaron el resultado definitivo. Los uruguayos volvían a imponerse en el segundo clásico más longevo del planeta con el eterno capitán en el campo,
Terminado el encuentro, el cronista de El Plata se dirigió a los camarines para obtener la palabra de los protagonistas. “En los vestuarios del team local todo era alegría y entusiasmo por el triunfo obtenido, y en ese ambiente, el veterano capitán Nasazzi se prestó gustoso a ofrecernos sus impresiones sobre el encuentro (….) El zaguero del Club Nacional, con esa experiencia adquirida en el curso de su larga campaña cumplida, comenzó por expresar que sus dirigidos habían respondido ampliamente a la confianza que en ellos se había depositado realizando la actuación que les cupo en el segundo período del match, lo que los llevó a paladear la victoria, que él considera merecida, ya que el cuadro porteño, ante la levantada de los rojos, estuvo muy lejos de repetir su labor del primer tiempo”. Por su parte, el capitán visitante también expresó su opinión al desaparecido diario El Plata y perpetuó su valoración sobre el cotejo. “Con respecto al desarrollo del encuentro, agregó Minella que en el primer período fue evidente el desempeño más convincente del conjunto argentino. Los forwards tuvieron en Nasazzi y Besuzzo a los más empeñosos y hábiles adversarios, pero que en la segunda etapa bajó su nivel de juego, como consecuencia de la reacción experimentada por sus contrarios”. Asimismo, Nasazzi y Minella fueron recíprocos en la corrección de sus adversarios, en la buena actuación del referee y en la destacada conducta de los espectadores durante el partido para que se viviera una auténtica fiesta deportiva.
El partido terminó, el bullicio de las tribunas se disipó y Nasazzi dejó sobre la banca su uniforme de casaca roja y short blanco. Tomó sus pertenencias y emprendió el retiro para cumplir con los compromisos restantes de la jornada. Seguramente, en lo más intimo de su fuero, emanaron los más diversos recuerdos de aquel muchacho de la industria del mármol que arribó a la primera práctica en el Parque Central para conformar la nueva selección que iba a disputar el Sudamericano de 1923. ¡Cuanto tiempo, cuántos partidos y cuánta gloria! Cuántos hechos destacados que trascendieron el ámbito deportivo y que se convirtieron en elementos relevantes de la identidad uruguaya. Un proceso repleto de hazañas que fue liderado por el mariscal, el gran capitán de nuestro fútbol. Una historia exitosa e inigualable que comenzó siendo celeste y terminó de color rojo.
*A los 7 días, Joosé Nasazzi jugó un partido internacional B con un combinado uruguayo en Rosario, Argentina.
Copa Héctor Rivadavia Gómez (2° edición)
Estadio Centenario.
20 de setiembre de 1936.
URUGUAY: Juan Besuzzo, José Nasazzi (C), Agenor Múñiz, Erebo Zunino, Álvaro Gestido, Galileo Chanes (45´´ Eugenio Galvalisi), Francisco Arispe (45´ Alberto Taboada) , Anibal Ciocca (55´ Severino Varela), Pedro Lago, Segundo Villadóniga, Eduardo Ithurbide. DT: Alberto Supicci.
ARGENTINA: Juan Estrada, Óscar Tarrío, Alberto Cuello (45´ Sabino Coletta), Alfredo Díaz, José María Minella, Aarón Wergifker,Ruben Cavadini (72´ Ricardo Alarcón), Francisco Varallo, Agustín Cosso, Diego García, Enrique García. DT Manuel Seoane.
Goles: 15´ Diego García (A), 67´ Pedro Lago (U), 86´ Segundo Villadóniga (U).
JUEZ: Carlos Cerón (U).