Esos locos bajitos… celestes

No. No es la reconocida canción de Joan Manuel Serrat. Tampoco nos referimos a las categorías juveniles o al baby fútbol. No.

Como alguna vez hicimos con los futbolistas uruguayos más altos en lucir la celeste, en esta ocasión haremos a la inversa y nos centraremos en aquellos que, sin sobrepasar el 1.66 metro, triunfaron con la gloriosa malla tetracampeona en el pecho.

Sin embargo, para este trabajo hay que tener en cuenta que el promedio de estatura creció en la población del mundo occidental durante el transcurso del siglo XX por lo que, si bien bajos, era más probable encontrar jugadores de corta estatura en las primeras décadas de la centuria pasada y aquello no era tan llamativo como después.

De todas formas, nada tiene que ver con esto la calidad de los futbolistas. Es más: la evidencia histórica indica que fueron players de corta o mediana estatura los más grandes de todos los tiempos (Diego Maradona, Pelé, Héctor Scarone, Lionel Messi, Ferenc Puskas, Romario, Garrincha, etc.).

Comenzamos el recorrido pues, de los más “altos” a los más “bajos”…

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1924: Los campeones del mundo volvían a gritar fuerte en América

Los campeones del mundo revalidan su título de mejores de América. El 11 posa ante Chile. Un equipo súper olímpico. Parados, de izquierda a derecha: José Nasazzi, Pedro Arispe, Andrés Mazalin, Ramón Bucetta, Pedro Zingone y Alfredo Ghierra. Hincados, en el mismo orden: Ermesto Fígoli (masajista), Santos Urdinarán, Héctor Scarone, Pedro Petrone, Pedro Cea y Ángel Romano.

Cuatro meses después de la obtención del título mundial en París, el que dio a conocer el fútbol uruguayo al máximo nivel y el que lo cubrió de prestigios, el combinado oriental debió asumir otro desafío: nada menos que revalidar su condición de mejor de América en el Sudamericano que, por segunda ocasión consecutiva, iba a disputarse en Montevideo.

En rigor de la verdad, dicho certamen le correspondía celebrarlo a Paraguay. Sin embargo, por temas de infraestructura, los guaraníes se vieron obligados a organizar el torneo en otro suelo. Para ello, se presentaron las ofertas de Uruguay y Argentina, resultando más conveniente la oriental, por lo que la Copa América volvió a nuestro país. Así, la Liga Paraguaya de Football, presidida por el Dr. Esteban Semidei, puso manos a la obra y se encargó íntegramente de todo lo concerniente a la máxima competición continental.

El escenario de juego volvió a ser el Gran Parque Central.

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1926: Y más allá de los Andes, sonaron nomás…

¡Los campeones! Parados, de izquierda a derecha: Héctor Scarone, Ernesto Fígoli (masajista), Lorenzo Fernández, José Leandro Andrade, Santos Urdinarán, Fausto Batignani y José Vanzzino. Hincados, en el mismo orden: José Nasazzi, Emilio Recoba, René Borjas, Héctor Castro y Zoilo Saldombide.

La Copa América de 1926 se disputó en Chile entre el 12 de octubre y el 3 de noviembre.

El escenario en el que se celebraron los partidos fue el Campos de Sports de Ñuñoa, de Santiago.

Tras su ausencia en el certamen de 1925, la Celeste regresaba al Sudamericano con la intención de recuperar el cetro de mejor de América, ahora en poder de Argentina.

El combinado oriental mantuvo su base olímpica, liderado por Andrés Mazali, José Nasazzi, José Leandro Andrade, Alfredo Ghierra, Santos Urdinarán, Ángel Romano y Zoilo Saldombide, entre los más relevantes.

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Bach (presidente del COI): teléfono del “Mariscal”

1924. Uruguay comienza a recorrer el camino de la gloria. ¿Dos medallas doradas olímpicas y una Copa del Mundo? El primero de los jugadores parados desde la izquierda es Héctor Scarone, el tercero es Pedro Cea, el quinto es José Leandro Andrade, el sexto es Pedro Petrone y el octavo, José Nasazzi. Hincado, en el extremo izquierdo, Santos Urdinarán. Ahí están, esos son…

«Sería fantástico que Lionel Messi pudiera estar (en París 2024). Los Juegos (Olímpicos) son una ambición de muchas estrellas del fútbol, como Kylian Mbappé. Para Lionel Messi significaría una oportunidad de escribir la historia otra vez. Podría ser el único jugador de la historia en tener dos medallas de oro olímpicas y la Copa del Mundo”.

Si esta frase la  hubiese dicho algún hincha despistado o sin conocimientos de la historia del fútbol, no hubiese sucedido nada. Puede pasar. Tampoco somos quiénes para pedir carnets de suficiencia a los apasionados del deporte.

Sin embargo, esta frase le pertenece al alemán Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, lo que demuestra un preocupante desconocimiento de una historia que, en materia futbolística, Uruguay escribió con letras doradas en 1924, 1928 y 1930.

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Copa América 1917: Doblete y la primera (de tantas) en casa

Los campeones. Parados, de izquierda a derecha: Jorge Pacheco, José «Cochemba» Vanzzino, Cayetano Saporiti, Grgeorio «Ensalada» Rodríguez, Manuel «Japonés» Varela y Alfredo «Mariscal» Foglino. Hincados, en el mismo orden: José «Botija» Pérez, Héctor «Rasquetita» Scarone, Ángel «Loco» Romano, Carlos «Rasqueta» Scarone y Pascual «Rata» Somma.

En 1917, Uruguay obtuvo por segunda ocasión consecutiva el título de campeón sudamericano tras el conquistado en 1916 en Buenos Aires. De esta forma, consolidaba su condición de potencia continental y lo hacía luego de vencer en su propia tierra, en la que, a partir de ese momento, jamás sería derrotado por Copas América. Precisamente, la edición de 1917, llevada a cabo en un nuevo e imponente estadio (Parque Pereira), puso en juego por primera vez el ya clásico trofeo.

LA GÉNESIS. EN MONTEVIDEO SE PONE EN MARCHA LA CSF

El sábado 16 y el domingo 17 de diciembre de 1916, se llevaron a cabo en la sede de la Asociación Uruguaya de Football las reuniones del Consejo de la Confederación Sudamericana de Fútbol. Se decidió que, a partir de 1917, se disputaría anualmente el Campeonato Sudamericano, fijándose la ciudad de Montevideo como próxima sede. Se encomendó a Héctor Rivadavia Gómez-presidente de la CSF- la adquisición de la Copa América que sería puesta en juego en la competencia, trofeo que quedaría en custodia del ganador hasta su nueva disputa.

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Scarone, la histórica pesadilla argentina que le calcó el gol 20 años después

José Piendibene es el máximo goleador uruguayo ante el seleccionado argentino con 18 tantos en 36 encuentros. Sin embargo, el máximo azote albiceleste en su historia (sí, leíste bien: historia) se llama Héctor Scarone.

“Rasquetita” le marcó 13 goles en 28 encuentros, pero lo suyo no se limitó solo a las conquistas en la red: su influencia fue total dentro del campo de juego… pero también afuera.

Basta con repasar la palabra de un símbolo argentino como el poderoso centre-half Luis Monti, “Doble Ancho”, rival en mil y una batallas del crack charrúa.

«De todos los adversarios que enfrenté, el único que no me dejaba dormir por las noches era Héctor Scarone».

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Copa América 1920: El continente volvía a ser celeste

Tras el pitazo final del duelo ante Chile, la foto de los campeones. Los jugadores en la parte superior son Romano (sentado), Ravera, Campolo y Piendibene. Hincados, de izquierda a derecha, Urdinarán, Somma (detrás de «Matucho» Fígoli con saco a rayas), Pérez, Legnazzi, Ruotta, Zibechi y Foglino.

El 26 de setiembre de 1920, Uruguay conquistó una nueva edición de la Copa América y, con tres títulos en apenas cuatro presentaciones, mantenía su condición de seleccionado más poderoso y laureado del continente.
Por primera vez, el torneo se llevó a cabo en Chile, en Viña del Mar, con los mismos combinados que competían desde 1916: la Celeste, Argentina, Brasil y los trasandinos.

PLANTEL. Uruguay volvió a confeccionar un gran plantel, con varios de los mejores futbolistas de Sudamérica, pero con un par de resonantes ausencias: Héctor Scarone e Isabelino Gradín, ambos por distintas causales. En el caso del primero, se debió a asuntos de índole personal.

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El “Dream Team” de los celestes… que nacieron en otro país

Desde comienzos del siglo XX, han sido varios los futbolistas de otros países que lucieron la camiseta del seleccionado uruguayo.

Cada época y circunstancia fueron distintas para ello: desde reglamentaciones que directamente no lo impedían como en los inicios del balompié pasando por nacionalizaciones, por ser hijos de uruguayos y hasta de participaciones especiales en amistosos de mayor o menor oficialidad.

Es por ello que, en este artículo y a modo de juego, vamos a crear el once ideal de los futbolistas que vistieron alguna vez la casaca oriental, pero que no nacieron en nuestro territorio.

Basándonos en el sistema clásico de 2-3-5, aportaremos también una lista de cinco “suplentes”.

Comencemos.

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Preolímpico 1976: Cuando las «reglas» y los «criterios» nos dejaron afuera de Montreal

Uruguay en el Preolímpico 1976. Parados, de izquierda a derecha: Julio César Antúnez, Wilson Kénez, Rodolfo Rodríguez, Carlos Luthar (capitán), Carlos Boccone y Washington Olivera. Hincados, de izquierda a derecha: Rudy Rodríguez, Alfredo Cáceres, Horacio Italiano, Eduardo Pierri y Héctor Roux.

Entre el 21 de enero y el 1º de febrero de 1976, se disputó en Recife, Brasil, el Torneo Preolímpico que buscaba clasificar a dos selecciones al certamen de fútbol de los Juegos Olímpicos de Montreal, a jugarse en la segunda quincena del mes de julio.

Se trataba de la quinta edición del torneo, que se llevaba a cabo desde 1960, de cara a los JJOO de Roma. Sin embargo, hasta allí, la Celeste nunca había logrado avanzar a un campeonato que ya había obtenido en 1924 y 1928 y que, además, fueron los primeros campeonatos del mundo de todos los tiempos.

Claro, desde 1960 las condiciones de participación eran diferentes, con límites de edad o de monto cobrado de salario en sus clubes.

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Sudamericano juvenil 1975: ¡Llegó el tetracampeonato!

El 26 de agosto de 1975, Uruguay obtenía su cuarto título de campeón sudamericano juvenil (categoría Sub 19 en aquel entonces, pero que cambiaría a Sub 20 en 1977, ya de forma definitiva) de un total de siete disputados, en este caso en el certamen desarrollado en Lima, Perú, desde el día 9.

Fueron seis los seleccionados que tomaron parte del torneo: además de la Celeste, comparecieron Argentina, Brasil, Bolivia, Chile y el dueño de casa.

El formato no variaba de lo que ya era una costumbre: todos contra todos a una rueda resultando vencedor aquel que más puntos sumara.

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