Transcurrían setenta y cuatro años de vida. Una vida que se cerró de golpe, abruptamente, con la incontenible fuerza con que sopla el viento de la muerte cuando resuelve clausurar la existencia con el estallido del corazón. Un corazón que resistió cientos de batallas. Porque para José Carlos el tránsito terrenal fue, precisamente, una continua sucesión de batallas en defensa de ideales, sueños e ilusiones quiméricas por las que él peleaba para transformar en realidades.
Al comienzo fue “gomina” cuando la Glostora achataba con brillo su siempre abundante cabellera. Abrazó la causa del Partido Nacional incorporándose a las filas del post Herrerismo cuando Titito Heber formó en1965 el sector Herrera-Heber en la búsqueda de anhelos superiores. En esa etapa Domínguez llegó a presidir la juventud del movimiento. Tres veces por semana su voz comenzó a adoctrinar a los muchachos que comenzaron a seguir su pensamiento. “Informa el Herrerismo” por radio Sarandí al mediodía, se convirtió en un clásico para la legión de seguidores. Fue, también, su primera lucha contra los molinos de viento que adquirieron rostro y figura. Nada menos que la de Wilson. A pesar del contraste su acción decidida tuvo reconocimiento. Resultó electo presidente de “la Juventud Gloriosa del Partido Nacional”, según reza en la marcha de Tres Árboles.Continuó la militancia hasta sus últimas horas. Militancia combativa que trasladó a sus otros amores. En básquetbol Welcome, el club del barrio donde nació. En fútbol Peñarol, entre otras cosas porque -él sostenía-, Herrera era socio de Peñarol.En su juventud lo cautivó la prédica peñarolense que desarrolló desde el micrófono de radio Sport don Carlos Balsán. Era un argentino anarquista deportado a Montevideo en la década del diez del siglo XX, época en que muchos afiliados a este pensamiento político recalaron en nuestra capital. Se hizo hincha de Peñarol en 1918 y, a partir de ese momento, resultó un hombre clave en la vida del club. Publicó innumerables revistas partidarias y fue el primero que puso en marcha “La voz de Peñarol” a través de la radio. Allí Domínguez desde su niñez encontró no sólo a su ídolo, sino también el ejemplo a seguir. Balsán fue dirigente de Peñarol, siempre en calidad de vocal. Presidente de la Comisión de Festejos de los títulos de campeón de América y del Mundo de 1961… murió al año siguiente. Feliz y contento. Poco tiempo después, a fines de los años setenta, José Carlos Domínguez siguió su línea. Alquiló una radio y continuó con “La voz de Peñarol”. Comenzó a editar revistas partidarias. Todo a costa de un gran esfuerzo y sacrifico personal, pero con la impronta de Balsán, dispuesto a dar batalla siempre.
¡Y así lo hizo!Desde el micrófono y las hojas de las publicaciones, fiel al estilo Balsán prosiguió su lucha en Peñarol contra los molinos de viento. Que en ese tiempo se llamaban nada menos que Wáshington Cataldi. Si algo lo caracterizó siempre, fue esa particularidad de no elegir rivales pequeños. Levantó el estandarte de la reivindicación de la injustamente olvidada figura del Cr. Gastón Güelfi, verdadero hacedor del Peñarol de los Milagros como Domínguez bautizó al club en esa etapa exitosa de fines de la década del ochenta. Siempre en la vereda de enfrente de Wáshington Cataldi, su línea de pensamiento lo alineó detrás del Cr. José Pedro Damiani. En determinado momento disfrutó de lo que tanto persiguió. El poder. Durante un lapso, desde la Secretaría General de Peñarol, cargo que le otorgó el Cr. Damiani, se convirtió en el poder, detrás del poder. Así llegó al momento cumbre de su felicidad personal desplegando una intensa acción que, algún día, los dirigentes actuales de Peñarol deberán reconocerle. El segundo Quinquenio de Peñarol a fines del siglo XX lo tiene, indudablemente, a José Carlos Domínguez como protagonistas. Su lucha en los estrados de la AUF, apoyado por el Cr. Damiani, lograron las modificaciones reglamentarias consiguiendo los votos necesarios de diversos clubes, para que los jugadores en la cancha respondieran con los inolvidables triunfos. En esa etapa, cuando el 98% del periodismo deportivo rompió relaciones con Peñarol, Damiani y Domínguez, presidente y secretario del club desde la audición “Peñarol Verdad”, libraban diariamente batallas verbales que quedaron -¡por suerte!- para la historia, documentadas en el libro “Peñarol Verdad”, editado por Domínguez con las versiones taquigráficas de aquellos programas espectaculares. Antes y después de este triunfal episodio, una vez y otra también salió a la lucha electoral por la presidencia de Peñarol. La lucha contra los molinos de viento no tenía fin. Batallar fue su signo a la que entregó su esfuerzo y su constancia. Hasta en la última elección desplegó un enorme esfuerzo de cíclope en pelea tan desigual, como imposible. Fundador de la Asociación de Historiadores e Investigadores del Fútbol Uruguayo, estuvo desde la primera hora convencido que también aquí debía encarar su lucha en defensa de Peñarol. En la primera sesión de AHIFU sus planteos generaron esas batallas que con las que él, íntimamente, disfrutaba. La costó comprender que el carácter apolítico y sin banderías clubistas de nuestra Asociación, era un pelea más contra otro molino de viento. Esa mano invisible en que se transforma el destino decidiendo el camino de los seres humanos llegó hasta a él, cuarenta y ocho horas antes de su adiós definitivo. El hallazgo corresponde a Sergio Gorzy quién esta mañana lo recordó sacándolo a la luz.En el grupo de whatsapp surgió el recuerdo de Santiago Ostolaza como jugador símbolo y glorioso de Nacional, a raíz de un comentario de Javier De León relacionado con la conquista de Uruguay en el Campeonato Sudamericano Juvenil de 1981 en Quito, cuyo capitán fue el Vasco. El propio De León agregó que “pocos se acuerdan que Ostolaza jugó en Peñarol. Un partido. Esas cosas que generaron la Copa de Oro de los Grandes”. Atilio Garrido recordó lo que siempre afirmó Sebastián Bauzá, el Gallego presidente eterno de Bella Vista, sobre una condición indispensable que adornó la trayectoria del Vasco. Su fe ganadora que lo llevó a consagrarse siempre campeón: uruguayo, de América y del mundo. Domínguez colgó inmediatamente un comentario con su voz. Todos esperábamos que una vez más saliera a flor de piel su “manyismo”, su “peñarolitis”. Sin embargo las últimas palabras de José Carlos Domínguez, se transformaron en un reconfortante mensaje de paz. ¡Cómo si estuviera presintiendo el final! Algo fantástico y sobrehumano. El eterno batallador indomable dejó el emocionante adiós conciliador. Puente tendido en medio de polémicas, divisiones y grietas absurdas. Aquí está su adiós, que ojalá se transforme en bandera que guíe y conduzca a las dos grandes colectividades futbolísticas de nuestros país, a la unión en pos del futuro, dejando de lado los absurdos enfrentamientos que nos perjudican.
Así se despidió José Carlos de la vida.