El goleador olvidado

Héctor Sena Puricelli (AC Milan) sale al cruce del defensor.

Con el advenimiento del profesionalismo en Italia en 1929, fueron numerosos los jugadores uruguayos que se vieron tentados por las liras del país de la bota y por la aventura de medirse en el -a esas alturas- fútbol más poderoso del continente europeo.

Los que viajaron a Italia de forma casi permanente en los años treinta no fueron solamente orientales a los ojos de la Liga local, sino que, a sus efectos, fueron connacionales, ya que su condición de oriundi-es decir, descendientes directos de ancestros italianos- así lo marcaba.

Francisco Fedullo (Montevideo, 27 de mayo de 1905), “Piteta”, fue uno de los líderes de la avanzada, ya que abandonó Sud América en 1930 para permanecer nueve temporadas en el Bologna, potencia de la época, y conquistar nada menos que tres torneos locales y dos Coppa Mitropa, entre otros éxitos, amén de defender en un par de ocasiones al combinado europeo.

A él le siguieron nada menos que Pedro Petrone, Héctor Scarone, Miguel Andreolo, Ricardo Faccio, Francisco “Tito” Frioni, Ernesto Mascheroni y Roberto Porta, entre los más sobresalientes de una larga lista. Cada uno, a su manera, dejó una huella en aquel país. Por ejemplo, Andreolo fue campeón del mundo con Italia en 1938.

Sin embargo, quien más alta dejaría la vara fue uno que llegó en silencio: Héctor Sena Puricelli.

Nacido en Montevideo el 15 de setiembre de 1916 y, curiosamente, dándose a conocer en primera instancia con el apellido de su madre (Sena), defendió a River Plate con cierto suceso en el centro de su ataque entre 1935 y 1938, año en el que el afamado Bologna reclamó sus servicios.

Si en Uruguay fue un buen delantero con un más que aceptable promedio de medio gol por partido (21 tantos en 41 cotejos), pero rodeado de otros tantos forwards a los que se le hacía difícil desbancar de las redes y del corazón de los hinchas, Italia marcó su ascenso al estrellato y a una vida llena de éxitos.

De entrada, destacó por su cabezazo-un arma que en nuestro país no solía utilizar en demasía-, y por tantos y tantos goles a través de esa vía, rápidamente se ganó de parte del periodismo local el apodo de “Testina d´oro”, un mote cariñoso que se traduce como “Cabecita de oro”.

De cabeza, no perdonaba.

Su estatura (1,81 metros) en un cuerpo de extremidades largas y delgadas, más la fuerza en los músculos de su cuello y su técnica en el golpeo, hicieron que los tantos se repitieran de esa forma, pero aquello no le impidió ser también letal con sus pies.

En la temporada de su arribo, el Bologna fue campeón y Sena Puricelli fue goleador de la Serie A con 19 goles en 28 partidos, a la par de Aldo Boffi (Milan).

Un par de temporadas después, repitió el plato: campeón y capocannoniere (22 tantos en 27 encuentros).

Un clásico: campeón y goleador.

Era tanto el suceso del goleador, que hasta defendió en una ocasión al seleccionado italiano campeón del mundo en un amistoso ante Suiza el 11 de noviembre de 1939. La victoria fue helvética por 3-1, pero Sena Puricelli anotó el único gol de la «azzurra».

Sena Puricelli posando con la camiseta italiana.

El comienzo de la Segunda Guerra Mundial puso en vilo al país comandado por el fascista Benito Mussolini, aunque la pelota siguió rodando hasta 1943 en formato de Liga. Y Ettore siguió perforando redes en su querido club, totalizando la impresionante cifra de 87 gritos en 139 cotejos.

Cuando por fin volvió la paz, el centroatacante se enroló en el Milan y, durante cuatro temporadas, defendió a los rossoneri con singular suceso, a pesar de superar ya la barrera de los treinta años. Acumuló 57 goles en 116 partidos y se destacó en los clásicos ante el Inter: lo enfrentó cuatro veces y le marcó tres tantos. Para recalcar, además, los cuatro goles que le hizo al Bari por la 16ª fecha de la temporada 1947/1948 en un 8-1 devastador.

Imparable.

Ya con 33 y 34 años defendió durante un par de temporadas al Legnano en la Serie B, la última de las cuáles dividió su tarea como jugador y entrenador, una pasión que comenzaba a asomar.

Afincado en Italia (apenas volvería de forma esporádica a nuestro país), prosiguió su raid como entrenador en el Milan. En primera instancia, como técnico de juveniles (1952/1953) y luego como mano derecha del conductor húngaro Bela Guttman, otro futuro conocido de los uruguayos, en la temporada 1953/1954.

Igualmente, su punto culmine estaría a punto de llegar…

A mediados de febrero de 1955, Bela se marchó y Sena Puricelli tomó las riendas de un equipo liderado nada menos que por Juan Alberto Schiaffino, estrella a la que el mismo técnico insistió en contratar. Pocos meses después, y con un final de torneo a toda orquesta, el Milan abrochó el título de campeón.

Como DT, fue campeón con Schiaffino.

Sus actuaciones como futbolista y entrenador milanista fanatizaron a un jovencito local que, muchos años después, llegaría no solo a presidir al poderoso club en su época más gloriosa (1986-2017) sino que acabaría siendo jefe de Gobierno italiano. ¿Su nombre? Silvio Berlusconi.

“Cuando era niño me gustaban (Pietro) Degano y Puricelli, a quien llamaban `Cabecita de Oro´. Eran mis ídolos y yo soñaba ser como ese delantero que hacía magia en la cancha”, le dijo en 2007 a “La Gazzetta dello Sport” en una entrevista.

Tras su triunfal campaña, el uruguayo prosiguió una temporada más en el equipo rossonero (campeón de la prestigiosa Copa Latina en 1956) para luego dar inicio a un derrotero que lo llevaría por once clubes de Italia más el Porto, de Portugal, entre 1956 y 1984 y que le permitió sumar un título de la Serie C (Varese, 1962/1963) y otro de la Serie B (Varese, 1963/1964), en una notable racha de dos temporadas rumbo a la máxima categoría, habiendo cerrado su ciclo como conductor con un título en cada una de las tres divisionales más importantes del calcio.

Además, sumó ascensos a la Serie A con el Legnano (1950/1951) y a la Serie B con el Foggia (1979/1980).

Si bien fue exitoso tanto dentro como fuera de la cancha, el recuerdo de los tiempos pasados, cuando todavía pisaba una cancha, siempre afloraban: “Antes, el fútbol era un divertimento. Hoy es una profesión. Y los futbolistas piensan en las ganancias, en su propio interés”, declaró en una entrevista a fines de 1978.

Ya veterano, se afincó en Roma y fundó su escuelita de fútbol.

Lejos de Uruguay, pero siempre manteniéndolo en el recuerdo, falleció a los 84 años el 14 de mayo de 2001 en la capital italiana.

En nuestro país, su muerte pasó casi desapercibida, pero su legado permanece inalterado. Es que, sin la pompa y la brillantez de otros, al día de hoy el fenomenal Héctor Sena Puricelli permanece como el máximo goleador uruguayo de la Serie A con 120 goles en 212 partidos*.

A tu salud, Ettore.

*Edinson Cavani, su inmediato perseguidor, suma 112 en 213 partidos.

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