Las modas son modas. En la actualidad, son los tatuajes. En los años noventa del siglo XX fueron los aritos y la tintura. En los ochenta, el pelo batido. En los setenta, las patillas y el pelo largo. A fines los años sesenta, el pelo comenzaba a crecer debido a la influencia del rock. Entre los años treinta y principios de los cincuenta, fue el bigote.
Sin embargo, en los albores del siglo XX, más allá de los bigotes de tipo imperial, se popularizaron en los campos de fútbol uruguayo y en la Selección los gorritos primero, y las boinas después.
De hecho, la de las boinas fue la moda de mayor permanencia pues disfrutó de medio siglo de auge.
En algunos casos, las boinas eran utilizadas por cuestiones prácticas como protegerse del sol (específicamente, los arqueros como Cayetano Saporiti) o del frío (más que nada los que peinaban pocos pelos como Alfredo Zibechi). En otras ocasiones, eran utilizadas por coquetería y, finalmente, muchos la llevaban por costumbre (ejemplo: Severino Varela). Algunos las portaron en ciertos momentos de su carrera y otros, en la mayoría de la misma (el citado Varela).
Fue el “Tano” Roberto Porta el último futbolista en utilizarla con frecuencia en el combinado (llegó hasta 1945).
Ya en 1902, en el primer partido del combinado de su historia (0-6 frente a Argentina como local), Miguel Nebel, Luis Carbone, Ernesto Boutón Reyes y Carlos Carve Urioste lucieron sombrero.
En 1903, en el primer triunfo de la historia, Uruguay-compuesto de forma íntegra por jugadores de Nacional- se impuso en condición de visitante a Argentina 3-2, llevando gorra Nebel (un sombrero más amplio, a decir verdad), Carbone y Gaudencio Pigni.
Carbone, Boutón Reyes y Nebel utilizaron generalmente una gorra como futbolistas de club y selección, algo que también hicieron Carlos Cuadra y Cándido Hernández Bentancur. Más adelante, Santiago Raymonda y Juan Pena se plegaron a la moda.
La boina la inauguró en 1905 el enorme arquero Cayetano Saporiti y fue su marca registrada durante casi toda su campaña. Su caso, como el de Roberto Chery, otro golero, respondía a cuestiones de protección solar.
El back Federico Crocker la usó en reiteradas ocasiones defendiendo al combinado.
El auge de la boina fue en la década del diez del siglo XX, con ramificaciones en los años veinte y un repunte importante en los años treinta, la otra década dorada de la prenda.
Curiosamente, en plena era de las boinas, Ángel Romano utilizó un gorro, en su caso por un tema de coquetería dada su tendencia a perder cabello.
Algo similar hizo el “Japonés” Manuel Varela, histórico back oriental, quien en algún momento llegó a lucir un sombrerito tipo pescador de color blanco.
Sin embargo, además de Romano, hubo otro gran emblema del gorro en el fútbol de aquellos años que fue Alfredo Zibechi. Calvo desde muy joven, decidió cortar por lo sano y colocarse esa prenda, la que llevó hasta el fin de su carrera (en ocasiones la cambió por una boina).
En su juventud, quien también portó boina fue Andrés Mazali.
Pocos conocen que José Nasazzi también solía usar un gorro, aunque en ocasiones puntuales. El detalle más relevante es que lo hizo en varios partidos y en la final del Torneo de Fútbol de los Juegos Olímpicos de 1924 ante Suiza, utilizando uno de color blanco. También lo exhibió el día del nacimiento del “Gol Olímpico” ante los argentinos en 1924 (1-2 en Buenos Aires, amistoso).
En la gira previa a los Juegos de París, quien también portó una prenda en su cabeza fue José Leandro Andrade, en este caso una boina negra.
En la década del treinta, emergió la figura goleadora de Severino Varela, apodado “La boina fantasma” en Argentina, donde defendió a Boca Juniors. Pero aquello no era nuevo: la llevó siempre en River Plate y Peñarol y ni que hablar en la Selección, con la que conquistó la Copa América de 1942 luciendo la misma. La clave de su éxito y de su apodo radicaba en que era un eximio cabeceador… ¡con la boina puesta!
Es a finales de aquella década que otro crack como Roberto Porta, a la vuelta de Italia y notando su prematura alopecia, se decidió por la boina, la que lo acompañó en todo momento hasta su retiro en 1947, siendo el capitán del equipo uruguayo que obtuvo la Copa América de 1942.
Es decir: en la línea de forwards del team campeón sudamericano lucieron dos futbolistas con una gorra blanca idéntica. Y ambos fueron figuras. Además, en algunos juegos también la vistió Héctor Romero (aunque de color negro).
En la Copa América de 1935 en Perú, el arquero suplente Héctor Macchiavello tenía boina, la que también se pusieron en el combinado Avelino Cadilla, Manuel Sanguinetti, Secundino Arrascaeta, Agenor Muniz, Juan Ramón Cabrera y Roberto Fager por la misma época.
Después de mediados de los años cuarenta, la boina y los gorritos pasaron al ostracismo en el seleccionado salvo en algunas ocasiones puntuales, como la de Héctor Vilches en el Campeonato Panamericano de 1952. Las otras oportunidades se debieron a la necesidad de los arqueros de utilizar sombreros ante la presencia del fuerte sol.
El ejemplo más claro de quien hizo de esto más que una moda fue Sebastián Viera, arquero que durante gran parte de su etapa clubista y mientras defendió el arco uruguayo lució un sombrero de visera.
Ya pasaron modas de todo tipo y color y hasta las más osadas. ¿Volverán las cabezas de los campeones celestes a lucir algún sombrero, gorro o boina?
No olvidemos que todo es cíclico y que lo que hoy es demodé mañana puede ser tendencia mundial.
Seres humanos al fin.
AUTOR: PABLO VEROLI
Para acotar, Sebastián Viera jugó y salió campeón Uruguayo con NACIONAL y jugó siempre con su gorrito.
Según recuerdo mi padre me contó que una de las razones de que los porteros dejaron de usar gorro se debió a que un jugador (no recuerdo su nombre) les bajaba el gorro y les impedía ver. Además de hacerles otras bromas como enganchar las camisetas al arco.