Rivalidad histórica, sin excesivo brillo ni goles: Pelé y la Selección Uruguaya

Pelé ya desairó a Mazurkiewickz y va camino al gol, pero…

Junto a Héctor Scarone, Alfredo Di Stéfano, Johan Cruyff, Diego Maradona y Lionel Messi, Edson Arantes do Nascimento, Pelé, es uno de los mejores futbolistas de la historia.

Ordénelos como usted quiera, pero este es el consenso general de la mayoría de los futboleros del planeta.

Pelé es un gran conocido del balompié uruguayo dado que en la década del sesenta libró verdaderas batallas con los clubes orientales en partidos oficiales y amistosos, destacando los encarnizados duelos ante Peñarol por Copa Libertadores.

En efecto, su famoso Santos se midió ante los aurinegros en las ediciones de 1962 (finales) y 1965 (semifinales).

Es por ello que resulta por demás curioso saber que, defendiendo la camiseta de Brasil, “O Rei” apenas enfrentó tres veces al combinado oriental y que apenas una de ellas fue en Uruguay. Y, para peor: ¡nunca le convirtió un solo gol!

Sí, aunque parezca increíble.

En la retina de todos quedó el duelo semifinal de la Copa del Mundo de México 1970 donde Brasil se impuso 3-1 y accedió a la final ante Italia.

Sin embargo, ese solo fue el último encuentro entre Pelé y la Celeste.

1970. Mano a mano Mugica y Pelé.

EL PRIMERO

Todo comenzó el 26 de marzo de 1959, en la infame Copa América disputada en Argentina.

Aquella noche, en el Monumental de Núñez de Buenos Aires y bajo el arbitraje del chileno Juan Carlos Robles, de lamentable actuación, Brasil-reciente campeón del mundo- venció 3-1, pero el resultado fue lo de menos, ya que la batalla campal que sobrevino durante el transcurso del match es histórica y recordada hasta el día de hoy.

La cancha fue un polvorín desde el primer minuto, con los norteños queriendo vengar de forma constante y ya imposible, la afrente de Maracaná, y los celestes dispuestos a defender su orgullo. Era “matar” o “morir”. Un clásico “demasiado” clásico. Tan clásico que hasta los fotógrafos brasileños que intervinieron en la refriega eran… ¡boxeadores!

Mario Américo, masajista de Brasil, anula desde atrás a William Martínez. Didí y Pelé van a buscarlo.

De acuerdo a las crónicas de la época, las rispideces iniciales se produjeron entre Djalma Santos y Guillermo Escalada.

“Y llegó el momento que esperaban los dos (equipos): el momento en que Almir va al encuentro de una pelota que también pretende Leiva, este llega primero y chocan Almir, Leiva y Silvera. El choque va acompañado de patadas del brasileño, llega Pelé a intervenir y detrás de éste aparece Goncalves para `intervenirlo´ a Pelé con otras patadas. A las que Davoine agrega las suyas. Parece ser la consigna pública esperada en secreto: espontáneamente combustionan en todo el resto del campo tantos combates como binomios de uruguayos y brasileños haya. Invaden los suplentes para sumarse al redil. Masajistas y asistentes. (…) Todo se confunde. No hay tiempo de seguir una alternativa del pugilato porque más allá hay otra más horrenda. Todos se pegan con cuanto tengan a mano, todos corren, unos despavoridos, otros amenazantes. Con lo que vemos nosotros el vecino reconstruye lo que no pudo ver. Con lo que ve el vecino nosotros completamos lo que nos faltó mirar. Así en todo el estadio. Así se van sabiendo los pormenores sádicos de la cuestión: que el masajista negro Américo descargó toda su `simpatía´ tratando de herir a William Martínez, que Bellini perdió dos dientes, William Martínez uno: al mismo Martínez le rompen la testa con patadas a renglón seguido de la puesta de espaldas que le hizo Mario Américo, que `El Diamante Negro´, Leónidas Da Silva saltó de su cabina radial para sumarse al pugilato… 22 minutos dura el proceso en sus tres fases: ejecutiva, consultiva e higiénica (expulsiones). Se reanuda el partido, todo tiende a superarse y parece superado cuando aquél termina por reloj. ¡Ilusos todos! Con el pitazo final el bochorno que faltaba: `el del estribo´. Bellini va hacia algún lugar donde reunirse con sus alborozados compañeros y cuatro jugadores uruguayos a un solo tiempo caen sobre él con tomas y vuelos de catch. Uno de sus agresores se pone tan perfectamente en horizontal a casi dos metros de altura, que con ambos pies logra darle en pleno rostro al capitán brasileño y derribarlo. Cuando Bellini va a levantarse un trompis le recuerda su destino inicial. Más allá Demarco y Sacia descargan puños sobre Didí y nueva batahola va a generalizarse cuando la calma gana a la inconsciencia. (…)”

Dante Panzeri, El Gráfico.

Tras la batahola, el encuentro se reanudó con dos expulsados por bando: Almir y Orlando por Brasil, y William Martínez y Walter Davoine por Uruguay.

La Verdeamarelha, finalmente, terminó triunfando, pero aquel partido y hasta el certamen que ganaría Argentina, quedó para siempre opacado por lo que sucedió aquella noche oscura.

¿Y Pelé? Bueno, Pelé jugó de forma aceptable, pero no destacó particularmente. Los goles fueron de Escalada y Paulo Valentim (3), para los norteños.

En la batalla, Pelé dio y recibió. No se achicaba cuando había que sacar las manos, los codos o las piernas.

Así formaron:

Uruguay: Juan Carlos Leiva; Walter Davoine, William Martínez; Alcides Silveira, Néstor Gonçalves, Juan Carlos Mesías; Héctor Demarco, Carlos Borges, Vladas Douksas, José Sasía y Guillermo Escalada. DT: Juan Carlos Corazzo.
Ingresaron: Julio Castillo, Roque Fernández y Zelmar Aguillera.

Brasil: Castilho; Djalma Santos, Bellini; Orlando Peçanha , Formiga, Coronel; Garrincha, Didí, Almir, Pelé y Chinesinho. DT: Vicente Feola. Ingresaron: Gylmar, Paulo Valentim y Dorval.

EL SEGUNDO

El 9 de julio de 1960, bajo un clima de mayor tranquilidad, Uruguay y Brasil disputaron un partido por la Copa del Atlántico en el estadio Centenario con el arbitraje del argentino Juan Brozzi.

Como en 1959, ambos combinados con elencos de gala, con lo mejor disponible.

Los celestes de Juan Carlos Corazzo salieron al campo con Luis Maidana; Horacio Troche, Santiago Pino; Jorge Gómez, Rubén González (Néstor Gonçalves), Juan Carlos Mesías; Domingo Pérez, Mario Bergara, Víctor Guaglianone (Siegfred Khun), Héctor Rodríguez y Guillermo Escalada.

Feola mandó a Gylmar; Djalma Santos, Bellini; Nílton Santos, Zequinha, Aldemar; Julinho (Sabará), Chinesinho, Coutinho, Pelé (Delém) y Pepe.

Brasil en la única vez de Pelé en el Centenario con la Verdeamarelha. Parados, de izqda. a dcha.: Djalma Santos, Bellini, Nilton Santos, Zequinha, Gylmar y Aldemar. Hincados, de izqda. a dcha.: Julinho, Pelé, Coutinho, Chinesinho y Pepe.

Los charrúas se impusieron de forma merecida con gol de Domingo Pérez en los primeros minutos del segundo tiempo, tras tomar un rebote del arquero Gylmar producto de un cabezazo del mismo puntero derecho.

“Un triunfo celeste muy ajustado, trabajado con tesón y con esa garra charrúa que nunca estuvo ausente, como muchos lo decían. Una victoria uruguayaque tiene muchos más méritos si tenemos en cuenta que ese mismo equipo que ayer paseó la casaquilla amarilla por la cancha del Estadio fue el mismo equipo, algunos estaban de suplentes, que un día de 1958 dijo que Brasil era Campeón del Mundo. El encuentro de ayer agradó a los espectadores por su movilidad, por su emoción, y… principalmente porque se comprobó de una vez por todas que en nuestros tan discutidos jugadores hay fibra de campeones”.

El Bien Público, 10 de julio 1960.

Luego, la Celeste controló los embates adversarios y terminó triunfando con justicia.

El team oriental vencedor.

¿Y Pelé? No desequilibró ni nada que se le parezca. Es más, el número 10 fue sustituido a los 68´ por Delem. Curiosamente, la prensa charrúa fue más allá y llegó a poner algún manto de duda a su calidad.

“Que los brasileños son elementos de taquilla no tenemos ninguna duda y que Pelé, fue uno de los jugadores que arrastró unos cuantos miles más de uruguayos al Estadio, también. En realidad este jugador no nos defraudó porque dentro de lo que hizo hubo mucho en que dejó ver su gran calidad, su inteligencia y sentido de ubicuidad con respecto a sus compañeros y rivales. Si su labor no fue vista por gran parte del público a la altura que nosotros la apreciamos, fue sencillamente porque la propaganda periodística abusó de los adjetivos laudatorios, superando en el papel lo que el jugador puede hacer en la cancha”.

El Bien Público, 10 de julio 1960.

Tenía apenas 20 años, pero aquella fue la primera y única vez que Pelé jugó vestido de amarillo contra Uruguay y en nuestra tierra.

A fines de aquella década, entrevistado por medios capitalinos, sería directo: “Nunca jugué bien en Montevideo”. Y lo dijo en general, tomando clubes y selección.

EL TERCERO

Diez años pasaron para que Uruguay y Pelé se volvieran a ver las caras. Y en la instancia más importante de todas las que habían disputado hasta ese momento: la semifinal de una Copa del Mundo, a 20 años de Maracaná.

México 1970. Un nuevo clásico mundial a punto de jugarse.

Pero aquello fue raro. Muy. En principio, el duelo estaba pactado de antemano para disputarse en el DF mexicano, pero, de un momento a otro, se trasladó a Guadalajara. ¿Qué tiene que ver esto? Que Uruguay se encontraba alojado en Puebla (donde jugó toda la primera fase), por lo que apenas lo separaban 132 kilómetros del DF, donde había actuado ante la Unión Soviética (1-0) por los cuartos de final.

En tanto, Brasil, que efectivamente se encontraba en Guadalajara, desde donde nunca se había movido ni un metro para disputar sus duelos, debería viajar más de 600 kilómetros para llegar a la nueva sede, sede que, como fuera mencionado, los orientales ya conocían por haber jugado allí ante los soviéticos.

Un manejo dirigencial brasileño y la anuencia de la FIFA, permitieron el cambio; a todas luces, un arreglo turbio.

El cuadrazo que no debió haber recibido ayuda extra.

Tomando en cuenta este detalle no menor, hubo un partido y lo ganó Brasil 3-1, un equipo considerado por varios como el mejor de todos los tiempos que no necesitaba de ayudas externas para triunfar. Cubilla adelantó a la Celeste a los 19´, pero logró igualar Clodoaldo a los 44´. Recién en los últimos 15´ del encuentro, los muchachos de Mario Zagallo lograron la ventaja con tantos de Jairzinho (76´) y Rivelino (89´).

Jairzinho fue, por amplio margen, la mejor figura brasileña y de la cancha. Tostao realizó una gran tarea y estuvo en el podio. El otro que destacó fue el “Negro” Cubilla, que le dio miles de dolores de cabeza a sus marcadores.

1970. Fontes-Pelé. Duelo que tuvo de todo.

¿Pelé? Jugó solo para 5 puntos y recién comenzó a tener algo de influencia con el juego ganado.

Es cierto que en la memoria de todos los futboleros queda la jugada en la que engañó a Ladislao Mazurkiewicz con un amague genial y sin tocar el balón, para luego rematar con el arco libre ante el desesperado cierre de Atilio Ancheta, pero sin la fortuna de convertir: su tiro se perdió desviado.

Pelé deja sin asunto a Mazurkiewicz. Ancheta (2) acompaña la jugada. Uno de los grandes «no gol» de todos los tiempos.

Pero antes apenas había disparado en algunas ocasiones al arco y su juego no fue decisivo. Es más: remató un tiro libre completamente desviado y le aplicó un codazo violento a Dagoberto Fontes en una jugada sobre la línea lateral que hoy hubiese ameritado tarjeta roja y algún partido más de sanción. Sin embargo, el juez español José María Ortiz de Mendibil no la apreció. También es cierto que aquella tarde, los charrúas le habían hecho sentir el rigor de la marca.

Los equipos:

Uruguay: Ladislao Mazurkiewicz; Luis Ubiña, Atilio Ancheta, Roberto Matosas, Juan Martín Mujica; Julio César Cortés, Julio Montero Castillo, Dagoberto Fontes, Ildo Maneiro (Víctor Espárrago); Luis Cubilla y Julio César Morales. DT: Juan Eduardo Hohberg.

Brasil: Félix; Carlos Alberto, Piazza, Brito, Everaldo; Clodoaldo, Gérson; Jairzinho, Tostão, Pelé y Rivelino. DT: Mario “Lobo” Zagallo.

Y aquí se cierra la historia de “O Rei” ante el seleccionado uruguayo. Ganó dos veces-incluida la más importante- y perdió una. Nunca sobrepasó los 6 puntos y tampoco marcó goles. En definitiva, un mérito para los orientales el no haber sido vulnerados ni sometidos futbolísticamente por el, para muchos, mejor jugador de la historia.

AUTOR: PABLO VEROLI

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