Entre 1928 y 1931, Peñarol disfrutó de un mediocampo de ensueño que lo tenía todo: técnica, garra y calidad.
El mismo estaba conformado por el campeón de América y del mundo Lorenzo Fernández como centre-half, el campeón del mundo Álvaro Gestido como halve izquierdo, y el destacado halve derecho Gildeón Silva.
Por su actuación en Peñarol, que le reportó al club los títulos de campeón uruguayo de 1928 y 1929, el tridente fue denominado “Cortina metálica”, ese dispositivo de seguridad que se mantiene hasta hoy en día y que representa la imposibilidad de penetrar por sus férreos dominios.
Tras el título mundial de 1928, el teniente Gestido (17/05/1907) arribó a los mirasoles desde Solferino y el “Gallego” Fernández (20/05/1900), con un breve pasaje por Nacional en 1927, lo hizo desde Capurro, el club de su vida.
Ambos se sumaron a una institución dentro de la propia institución como “Tatita” Silva, quien llevaba años derrochando sudor por la causa aurinegra después de haber brillado tempranamente en Wanderers.
El juego técnico, atildado e inteligente de Gestido, sumado a la polifuncionalidad y enjundia de Lorenzo y el despliegue incansable de Silva, convirtieron a este mediocampo en uno de los mejores del Río de la Plata, aunque no duró más allá de un par de años en su máximo esplendor.
Actuaban de memoria, como si se conocieran de toda la vida.
Fue tanta la admiración que causaron que hasta fueron merecedores de un tango que compusieron Agustín Pucciano (letra) y Juan Rochetti (música) y que decía así:
Es una muralla china
Cubre el medio de la cancha
Y le llaman “la cortina”
Jorobarse y tomar quina.
Silva, Lorenzo y Gestido
Cuando tienen la pelota
Como flecha van al gol.
Son los reyes de la cancha
Y forman el terceto
Del glorioso Peñarol.
Aun así, el exitoso trío pocas veces pudo ser trasplantado al combinado ya que en el puesto de halve derecho, José Leandro Andrade, de Nacional, era pieza insustituible, lo que postergó los sueños de “Tatita”.
Igualmente, la «Cortina metálica» pudo disfrutar de un total de tres encuentros actuando en conjunto en 1929, aunque solamente en uno de calidad internacional «A».
Aquello sucedió en la Copa América de Argentina 1929, cuando la Celeste, el 17 de noviembre, cayó ante los dueños de casa 2-0 en el Gasómetro bajo el arbitraje del paraguayo Miguel Barba.
Casi 60.000 enfervorizados hinchas, que concurrieron a ver a su seleccionado campeón, fueron testigos de la salida a la cancha de los orientales Andrés Mazali; José Nasazzi, Pedro Arispe; Silva, Fernández, Gestido; Juan Pedro Arremón, Conduelo Píriz, Héctor Castro, Pedro Cea y Antonio Campolo.
Los dueños de casa lo hicieron con Ángel Bossio; Oscar Tarrío, Fernando Paternóster; Juan Evaristo, Adolfo Zumelzú, Alberto Chividini; Carlos Desiderio Peucelle, Juan Rivarola, Manuel Ferreira, Roberto Cherro y Mario Evaristo.
Uruguay jugó mal y perdió de forma justiciera. El mediocampo celeste no pudo hacer nada esta vez ante los atacantes argentinos. Sin embargo, Fernández y Gestido tendrían su revancha en 1930, después de haber sabido vencer en 1928.
Sin embargo, el debut absoluto del medio aurinegro vestido de charrúa se había producido en un internacional “B” ante el Ferencvaros de Hungría el 21 de julio en el Gran Parque Central.
Junto a Enrique Ballestrero (45´ Eduardo García), Rodolfo Deagustini, Domingo Tejera, Luis Deagustini, Héctor Scarone, Oscar Carbone, Antonio Sacco y Zoilo Saldombide, los tres baluartes cayeron 3-2 ante los europeos del Este, llegando al descanso con un duro 0-3 en contra.
A falta de 2´, “Tatita” logró descontar y, ya sobre el cierre, Scarone, de penal, dio cifras finales al tanteador y maquilló el resultado. Una primera y fallida prueba.
Antes de la Copa América de Argentina, en el mes de setiembre (día 22), disputaron su segundo juego en conjunto los tres integrantes de la “Cortina metálica”, en un nuevo internacional “B” llevado a cabo en el Parque de la Independencia de Santa Fe ante la Selección Rosarina, en los ya tradicionales cotejos amistosos entre ambas enseñas.
Tampoco hubo victoria esta vez: fue un trabajado empate en tres tantos, con dos conquistas de Pedro Petrone y una en propia puerta de un zaguero local.
La Celeste volvió a presentar un equipazo con García; Nasazzi, Ernesto Mascheroni; la “Cortina metálica”; Santos Urdinarán, C. Píriz, Petrone, Castro y Julio Lerena.
Algo pasó para que aquel juego sensacional en canchas uruguayas no se pudiera trasladar al combinado, por más que los equipos son un todo y la responsabilidad no recaía de ninguna manera solamente en tres hombres.
La estela de la «Cortina metálica» en Peñarol comenzó a desaparecer lentamente en 1930 hasta su final en 1931, ya con la salida de Silva, el más veterano de todos (36 años).
Lorenzo (30 juegos y cuatro goles con el combinado entre 1925 y 1935) dejó el medio y pasó a actuar de back, Gestido (25 duelos charrúas entre 1927 y 1940) se quedó como centre-half y Silva (cuatro internacionales «A» y cuatro «B» con la Celeste, todos en 1929) comenzó a jugar un poco menos.
El encono eterno y personal entre el “Gallego” y el teniente empeoró las cosas, pero lo cierto es que, a pesar de su éxito en Peñarol y la experiencia fallida en el seleccionado (solo tres encuentros y ninguna victoria), la “Cortina metálica» integra hoy uno de los capítulos más recordados de la historia de nuestro balompié.
AUTOR: PABLO VEROLI