Los últimos años de la década del cincuenta del siglo XX fueron sintomáticos para el fútbol uruguayo y marcaron el primer gran bajón de la historia del seleccionado nacional.
La partida de los mejores jugadores al mercado internacional (Italia, Argentina, España, Colombia; ver galería más abajo), que hacía que fuera imposible de forma reglamentaria convocarlos al combinado ya que no existían todavía los “repatriados”; el retiro de excepcionales figuras a las que se hacía difícil suplir en su totalidad como Obdulio Varela o Roque Máspoli; ciertas disidencias internas a todo nivel y el crecimiento del deporte a nivel continental que sumaba mayor competencia, derivaron en años de alegrías y tristezas, culminando con la poco creíble eliminación de la Celeste de la Copa del Mundo de Suecia 1958.
En un grupo con Paraguay y Colombia, Uruguay quedó afuera antes de disputar su último cotejo tras caer vapuleado ante los guaraníes en Puerto Sajonia 5-0.
Como al país, que comenzaba su lento, pero inexorable deterioro a nivel económico y social, algo le estaba pasando a la selección tetracampeona del mundo.
Pero el golpe de gracia acaeció en 1959, en lo que pareció el compendio de los últimos años.
Entre el 7 de marzo y el 2 de abril, la Celeste tomó parte de la Copa América de Argentina.
En un certamen de todos contra todos y a una rueda, siete combinados pelearon por el máximo trofeo tras la edición de 1957 desarrollada en Perú y en la que los orientales acabaron terceros por diferencia de goles.
Uruguay, que a decir verdad y más allá de una extensa preparación había llegado a los tumbos porque la Mutual y la Junta Dirigente tuvieron diversas discrepancias que fueron subiendo y bajando decibeles, comenzó goleando 7-0 a Bolivia, pero rápidamente fue goleado por Perú 5-3. Se recuperó con un 3-1 sobre Paraguay, pero el 26 de marzo, en el Monumental, registró otro 3-1, pero en este caso en contra ante Brasil.
Sin embargo, aquello fue lo de menos: la batalla campal suscitada ese día entre norteños y charrúas, en un todos contra todos nunca antes visto (podés informarte más ACÁ), fue la confirmación de la rivalidad extrema que se había generado entre ambos países tras Maracaná.
Aquella batahola que fue noticia en todo el mundo, dejó mucho más herida a la Celeste, que cerró con dos derrotas consecutivas el certamen (Argentina 1-4 y Chile 0-1).
Pero no fue aquello lo peor, más allá de la constatación del declive futbolístico. No. Lo peor sobrevino tras aquel torneo.
La ya de por sí pésima performance oriental en la Copa América, la peor recordada hasta entonces (penúltimo entre siete combinados), generó el lógico descontento en todo el ambiente y las críticas fueron severas.
Sin embargo, la Asociación Uruguaya de Fútbol solicitó tanto al entrenador del team, el legendario, pero ya cansado y añoso Héctor Castro, como al preparador físico y jefe de la concentración, capitán Humberto Mendívil, sus respectivos informes acerca del certamen.
Lo que debió tener carácter de reservado terminó en todos los diarios capitalinos.
Y fue allí donde la figura de Mendívil pasó a ser la del villano de la película ya que a su análisis de la experiencia celeste le añadió sus comentarios acerca de los futbolistas, pero no solo en lo que significaba la condición de deportistas, sino también a cuestiones más de índole personal o privado.
Aquello molestó sobremanera a los protagonistas, muchos de los cuales recibieron críticas muy duras. Se buscó calmar las aguas, el informe fue archivado y lejos de descartarlo, la Asociación volvió a solicitar los servicios de Mendívil para la disputa de la segunda Copa América de aquel año: Ecuador 1959.
Peñarol decidió no ceder a sus futbolistas (Nestor Gonçalves, Luis Maidana, Walter Aguerre) por esa razón para los entrenamientos ya que, a su criterio, el informe de Mendívil “rozaba la moral y aspectos extradeportivos” de sus integrantes. Como las prácticas siguieron y los aurinegros continuaban sin concurrir, la Asociación tomó la decisión de eliminar de la convocatoria a los mirasoles. Ante el nuevo drama que lo tenía como protagonista, lo que había nacido como un nuevo proceso a mediados de octubre, finalizó con la renuncia del capitán el 20 de noviembre, expresando, entre otras cosas: “en la esperanza de que con ello haya contribuido, desde mi modesta posición, a que reine siempre el tradicional y necesario espíritu asociacionista”. Si bien correspondió a él tomar esa decisión, fue el paso necesario para que se normalizara la situación, aunque los profesionales de Peñarol no volvieron al combinado.
A continuación, entonces, compartimos primero la conclusión del informe que elevara el «Manco» Castro a la AUF y, luego, el Informe Mendívil en lo que tiene que ver con los entrenamientos, la convivencia, el relacionamiento, los entrenamientos y la actuación oriental en la Copa América de Argentina 1959.
HÉCTOR CASTRO
CAP. HUMBERTO MENDÍVIL (publicado en El Bien Público)
AUTOR: PABLO VEROLI