La Copa América de 1926 se disputó en Chile entre el 12 de octubre y el 3 de noviembre.
El escenario en el que se celebraron los partidos fue el Campos de Sports de Ñuñoa, de Santiago.
Tras su ausencia en el certamen de 1925, la Celeste regresaba al Sudamericano con la intención de recuperar el cetro de mejor de América, ahora en poder de Argentina.
El combinado oriental mantuvo su base olímpica, liderado por Andrés Mazali, José Nasazzi, José Leandro Andrade, Alfredo Ghierra, Santos Urdinarán, Ángel Romano y Zoilo Saldombide, entre los más relevantes.
Sin embargo, la presencia más aclamada fue la de Héctor Scarone quien, apenas un mes atrás, había retornado de Europa, donde había defendido al F. C. Barcelona, con la intención de volver a ponerse la camiseta color cielo y seguir haciendo historia en América y el mundo.
En el plano de las ausencias, el seleccionado lamentó las de Pedro Petrone-recuperándose de la lesión de meniscos sufrida jugando para Nacional en la Gira de 1925- y Pedro Cea.
Así, el 1º de octubre, a bordo del vapor Washington, zarpó la delegación de 18 futbolistas, arribando a Santiago de Chile el día 6.
De acuerdo a lo que venía siendo el formato tradicional, una vez más se trató de un sistema de ronda única, todos contra todos y obteniendo el título aquel seleccionado que mayor puntaje sumara.
Esta vez, fueron cinco los combinados participantes: además de Uruguay, tomaron parte Argentina, Chile, Paraguay y Bolivia.
El torneo comenzó con una confirmación: albicelestes y trasandinos no serían huesos sencillos de roer. En primera instancia, Chile goleó 7-1 a Bolivia el 12 de octubre y Argentina hizo lo propio el 16, venciendo 5-0 al mismo adversario.
El 17 llegó el turno de los orientales: ante 14.000 aficionados, la Celeste derrotó 3-1 al dueño de casa con anotaciones de Borjas, Castro y Scarone. El triunfo fue justo, desplegando los charrúas por momentos un juego de mucha calidad.
El once uruguayo fue Fausto Batignani; Nasazzi y Emilio Recoba; Andrade, Lorenzo Fernández y José Vanzzino; Urdinarán, Scarone, René Borjas, Héctor Castro y Saldombide.
Habiendo logrado dejar atrás a un importante contendiente, el partido más relevante del certamen se disputó el 24 de octubre, nada menos que ante el clásico rival, Argentina, que también venía invicta ya que, además de a Bolivia, había goleado 8-0 a Paraguay.
Los 15.000 espectadores que colmaron el Campos de Sports de Ñuñoa presenciaron un verdadero duelo sudamericano, duelo que volvió a quedar de forma merecida en manos de los celestes.
Los goles de Borjas, en el primer tiempo, y Castro, en la etapa final (2-0), fueron suficientes para comenzar a encarrilar el título.
Los charrúas repitieron el mismo equipo que había batido a Chile, mientras que los albicelestes también presentaron un potente cuadro, que la propia prensa de su país consideraba se encontraba en mejor forma que el nuestro y que, por lo tanto, habría de vencerlo: Octavio Díaz; Ludovico Bidoglio y Roberto Cochrane; Ángel Médici, Luis Vaccaro y Silvestre Conti; Domingo Tarasconi, Roberto Cherro, Gabino Sosa, Benjamín Delgado y Antonio De Miguel.
Sin embargo, Uruguay volvió a reclamar para sí la supremacía de América y el mundo.
“De frente a la majestuosa cordillera andina, los rioplatenses han escrito esta tarde una nueva página de oro para los anales del football de América. La técnica y el estilo a veces olvidados, ante el empuje avasallador de los rivales, que sin darse tregua ni cartel, buscaron furiosamente las ciudadelas. Al passing corto y continuo de los forwards uruguayos contestó el quinteto argentino con su juego característico de pases largos a los wingers”, señaló el diario El Plata.
Con el camino más allanado, la Selección no tuvo problemas para golear 6-0 a Bolivia ante 10.000 espectadores y quedar a un paso del cetro.
Aquel no fue un día más ya que Héctor Scarone, a la sazón el mejor futbolista del mundo, marcó cinco de los seis goles del encuentro y estableció un record que aún se mantiene de máxima cantidad de tantos anotados por un solo jugador en un partido del combinado oriental. No solo eso: también es un record en Copas América, que luego fue igualado, pero no superado, por los argentinos Juan Marvezzi (1941) y José Manuel Moreno (1942), y el brasileño Evaristo (1957).
La conquista restante fue de Romano.
Las alineaciones:
Uruguay: Batignani; Nasazzi y Recoba; Ghierra, Fernández y Vanzzino; Urdinarán, Scarone, Romano, Castro y Saldombide.
Bolivia: Hernán Araníbar; José Chavarría y Diógenes Lara; Jorge Soto, Renato Sáinz y Jorge Valderrama; Carlos Soto, Rafael Méndez, Teófilo Aguilar, José Bustamante y Mario Alborta.
Fue así que el 1º de noviembre, un triunfo ante Paraguay le daría a la Celeste su 6º título sobre nueve presentaciones.
El 6-1 final no dejó dudas: Uruguay, ante 12.000 aficionados y bajo el arbitraje del chileno Francisco Jiménez, gritó, una vez más, campeón.
Batignani; Nasazzi y Recoba; Andrade, Fernández y Vanzzino; Urdinarán, Scarone, Romano, Castro y Saldombide, fueron los elegidos por los orientales.
Modesto Denis; Juan Rolón y Axel Sirvent; Francisco Duarte, Bartolomé Brizuela y Manuel Fleitas Solich; Lino Nessi, Luis Vargas Peña, Ceferino Ramírez, Diógenes Domínguez y Luis Fretes, actuaron por Paraguay.
Esta vez, quien se despachó con cuatro goles fue el “Manco” Castro, sumando Saldombide los dos restantes.
“Arte en la ciencia; ciencia en el juego; cerebro inteligente que concibe; músculo fuerte que realiza; ansia indómita de vencer, hija legítima de la conciencia de un deber a sí mismo impuesto. Estas fueron siempre las características de los bravos, que vistiendo la casaquilla celeste, no una, sino muchas veces, dentro y fuera de fronteras, conquistaron con las palmas de la victoria, los lauros inmaculados con que había de tejerse esa corona de gloria inmarcesible con que el Uruguay orla, justamente enaltecido, su título consagratorio de Campeón de los Campeones”, celebró el periódico La Razón.
El balance fue nada más que positivo: cuatro juegos, cuatro triunfos, 17 goles a favor, dos en contra y pleno de puntos (8).
Finalmente, y debido a su sensacional actuación, José Leandro Andrade fue distinguido como el mejor futbolista del certamen.
Por si fuera poco, este triunfo dio origen al tema conocido como “Dianas de Ñuñoa”, escrito por Omar Odriozola y que popularizaron para siempre José Ministeri “Pepino” y sus Patos Cabreros. La música fue tomada del tango La Brisa de Francisco Canaro y su letra hasta hoy es patrimonio cultural de los orientales…
Invictos en Europa, invictos en América,
Del mundo son campeones, de América lo son.
Lo mismo que en Colombes, en campos de Nuñoa
Pasearon victoriosos el patrio pabellón.
El argentino, el team chileno,
El boliviano y el paraguayo
Fueron vencidos por el invicto team uruguayo.
Uruguayos campeones de América y del mundo,
Esforzados atletas que acaban de triunfar,
Los clarines que dieron las dianas en Colombes,
Más allá de los Andes volvieron a sonar.
El pueblo de Francia en las Olimpíadas
Aplaudió entusiasta su triunfo mundial,
Y hoy es Sudamérica la que alborozada
Admira la gloria del team oriental.
AUTOR: PABLO VEROLI