La séptima edición del Campeonato Sudamericano se desarrolló en Montevideo entre el 28 de octubre y el 2 de diciembre de 1923.
El certamen continental llegaba por segunda vez a nuestro país y la Celeste lo terminó conquistando por cuarta vez en el field del Parque Central.
La victoria del combinado nacional generó una gran algarabía y renovó la confianza de los hinchas en un grupo de jóvenes jugadores que prometían grandes éxitos. Una verdadera generación de cracks que inició en aquel campeonato un período repleto de éxitos deportivos.
La primavera de 1923 reservó para la afición oriental la disputa del séptimo campeonato sudamericano de fútbol organizado por la CONMEBOL.
El prestigioso torneo de selecciones del continente no se disputaba en Montevideo desde 1917 y el fervoroso público local aguardaba con expectativas su retorno a la capital uruguaya.
La competencia estaba fijada para principios de octubre, pero varios factores determinaron que se aplazara hacia el fin de ese mes. La Asociación Argentina solicitó la postergación argumentando su pedido en la necesidad de atender la finalización de sus torneos domésticos. Brasil recién confirmó su asistencia el 18 de octubre por intermedio de un telegrama, Chile desistió de viajar y la Confederación Deportiva de Perú, con nota fechada el día 8 de octubre en Lima, anunciaba que había «resuelto aplazar para otra oportunidad la concurrencia de los footballers peruanos al Campeonato Suramericano, no asistiendo este año a Montevideo, debido a deficiencias en la organización de la representación».
Por lo tanto, la estructura del torneo quedó reducido a un cuadrangular conformado por los combinados de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. El formato de disputa establecido fue el clásico sistema de todos contra todos, a una sola ronda y con la particularidad de disputarse un partido por semana en día domingo. Esto determinó que el campeonato contara con seis encuentros, pero que su duración se prolongara desde el 28 de octubre hasta el 2 de diciembre.
En filas uruguayas, la preparación del campeonato concertó grandes desafíos en todos los aspectos. La comisión encargada de la organización del evento procuró brindar los mayores agasajos a las delegaciones visitantes a través de diferentes honores a jugadores y dirigentes. La grilla de partidos generaba una gran avidez entre los espectadores y se resolvió fijar un amplio margen de precios acordes a todos los bolsillos. El valor de las localidades variaba desde los $ 0,30 por la “entrada a field” sin ningún tipo de comodidad hasta los $5,00 que valía el ingreso a los denominados “palquitos”. Los tickets de menor valor se adquirían por Camino Cibils mientras que los más costosos se expedían por 8 de Octubre. También se ofrecieron abonos para todos los partidos del torneo dado el éxito de esta estrategia comercial en el Sudamericano de 1917 disputado en el Parque Pereira (actual Pista Oficial de Atletismo).
En materia estrictamente deportiva, la incertidumbre reinaba en la opinión pública debido al contexto político que atravesaba nuestro balompié. Varios equipos habían abandonado la esfera asociacionista y afamados jugadores no podían ser elegidos para la contienda internacional. Asimismo, la renovación generacional de la selección era un asunto pendiente que debía afrontar la comisión establecida por la Asociación para conformar el combinado nacional.
La postergación del torneo determinó que los trabajos comenzaran el primer fin de semana de octubre en el Parque Central con la conducción del referee Ricardo Vallarino, que también jugó de forward en los entrenamientos por su destacado shot, y el señor Leonardo De Lucca en la dirección técnica.
La Comisión de Selección libró un importante número de convocatorias que permitieron conformar cuatro equipos que fueron denominados con letras. Los equipos A y B fueron integrados por quienes eran considerados potenciales titulares para el campeonato mientras que los teams C y D fueron conformados por suplentes. La primera práctica fue sumamente exitosa y los jugadores demostraron sus aspiraciones a integrar la lista definitiva a través de la masiva presencia de los mismos en todos los entrenamientos.
Los trabajos fueron avanzando y el número de futbolistas se redujo hasta conformar la nómina de los 17 seleccionados para defender la casaca celeste. La lista generó sorpresas al principio, pero la prensa jugó un rol preponderante en alentar la confianza de la afición en los jóvenes deportistas. La Comisión del combinado apostó a la experiencia de tres jugadores con vasto recorrido internacional como lo fueron Pascual Somma, Ángel Romano y Héctor Scarone. A ellos se les confió un rol de liderazgo entre aquellos muchachos que comenzaban a gestar su camino en filas de la selección. La postergada renovación comenzaba a suceder en todos los sectores del campo de juego con nombres provenientes de varios clubes de Primera División.
En el arco, Pedro Casella y Andrés Mazali fueron los dos elegidos para defender la valla. Casella tenía cuatro partidos previos con Uruguay y culminó disputando los tres matches de ese sudamericano. Sin embargo, Mazali no tuvo minutos en ese certamen, pero fue el golero titular en las gestas mundiales de Colombes y Ámsterdam. También vistieron por primera la camiseta color cielo los jugadores José Nasazzi, Pedro Cea, Alfredo Ghierra, Ladislao Pérez, Pedro Petrone y José Vidal mientras que José Leandro Andrade, compañero del “Mariscal” en Bella Vista, tan solo había jugado un partido con Uruguay frente a Argentina por la edición de la Copa Lipton de ese año. Fermín Uriarte, que integraba la pareja de backs junto a Nasazzi, también tenía tres antecedentes con la selección y culminó siendo una figura importante en todos los partidos del torneo. El plantel se completó con Santos Urdinarán, Pedro Etchegoyen, Humberto Tomassina y Pedro Zingone, que si bien no sumaron minutos en esta competencia, conformaron en el futuro otros combinados nacionales victoriosos.
La mayoría de estos nombres despertaban una absoluta incógnita en lo referido a sus rendimientos individuales, debido a las enormes expectativas colocadas sobre ellos por todo el público, como en el funcionamiento colectivo del equipo por ser la primera vez que iban a jugar juntos. Un cúmulo de interrogantes que rápidamente se disipó cuando la Celeste salió a la cancha para su debut en el torneo.
Una nueva generación de cracks comenzaba a forjar el período de mayores logros deportivos que haya conquistado cualquier selección del orbe futbolístico hasta nuestros días y que seguramente, será inalcanzable.
ARGENTINOS Y PARAGUAYOS ABREN EL SUDAMERICANO
Las instalaciones de la antigua estructura del Parque Central se vieron desbordadas por el efervescente público. Argentinos y paraguayos estuvieron a la altura de las circunstancias y regalaron un partidazo para completar la gran fiesta. Los albicelestes se impusieron a los guaraníes por un agónico 4 a 3 mientras la emoción se acrecentaba en el marco de la espera del debut de Uruguay ante su similar paraguayo.
Las más diversas conjeturas se desarrollaron en los días previos al match dado el poderío que demostró Paraguay ante Argentina y la falta de conocimiento del potencial desempeño del novato team uruguayo.
La página del calendario correspondiente al 4 de noviembre finalmente llegó y ambas escuadras salieron al campo de juego sobre las 16:32 hs según el cronista de El Día. El pitazo inicial del partido, y el de la mayor etapa exitosa de nuestro fútbol, se dio a las 16:45 por intermedio del referee argentino Servando Pérez. El juez viajó de forma exclusiva para dirigir el match que culminó con la victoria celeste por 2 a 0 con anotaciones de Héctor Scarone y Pedro Petrone. El inédito equipo uruguayo desplegó un notable volumen de juego que deleitó a todos los presentes. El comentario final de la crónica del encuentro en la sección “La tarde deportiva” de El Día fue contundente al opinar que “El team uruguayo, por su actuación excepcional, mereció vencer por un score más amplio. Sus hombres actuaron en forma notable, descollando Vidal. El juego no decayó en ningún momento, dentro de nuestras líneas, que arrollara a las adversarias”.
El estreno celeste generó una gran ilusión y aquellos hinchas de antaño tuvieron que aguardar 21 días para ver nuevamente a la selección. Una demora extremadamente larga que atentaba contra la ansiedad de quienes habían sido testigos del exquisito juego oriental.
El fixture continuó el 11 de noviembre con la victoria paraguaya sobre los brasileños por 1 a 0 y prosiguió el 18 del mismo mes con el encuentro entre Argentina y Brasil. Los albicelestes se impusieron por 2 a 1 y aseguraban su posibilidad de alzar el trofeo en la última jornada. Por otra parte, los brasileños habían acumulado dos derrotas y culminaban su actuación con el partido frente a Uruguay del domingo 25 de noviembre.
Los uruguayos salieron a la cancha por segunda vez en ese día y consiguieron un nuevo triunfo por 2 a 1. El primer tiempo culminó con empate sin goles y el periodista de El Día reconoció que “fue suerte la que tuvieron los brasileños en que su arco no cayera en esa etapa”. Los celestes continuaron ejerciendo presión sobre la valla norteña y Pedro Petrone abrió el marcador a los 11´ de la segunda parte. Sin embargo, cuando el público no se había vuelto a acomodar en las gradas, Nilo igualó las acciones. Los embates uruguayos siguieron adelante y sobre la media hora de juego llegó el segundo gol uruguayo por intermedio del “Vasco” Cea. El resultado final fue de 2 a 1 y todo se definía en la última fecha con el clásico rival rioplatense.
El 2 de diciembre se jugó una nueva edición del partido con mayor tradición en el mundo tras el clásico británico entre Inglaterra y Escocia.
Pedro Casella, José Nasazzi, Fermín Uriarte, José Leandro Andrade, José Vidal, Alfredo Ghierra, Ladislao Pérez, Héctor Scarone, Pedro Cea, Pedro Petrone y Pascual Somma integraron la oncena titular.
A su frente, Américo Tesoriere, Ludovico Bidoglio, Juan Iribarren, Ángel Medici, Luis Vaccaro, Emilio Solari, Adán Loizo, Antonio De Miguel, Blas Saruppo, Vicente Aguirre y Césareo Onzari fueron los elegidos para llevarse la anhelada copa a Buenos Aires.
El equipo oriental no defraudó y desplegó una tercera gran actuación.
“El team uruguayo ha conquistado bravamente el triunfo que fue, por otra parte, merecido. El cuadro argentino actuó en gran forma, pero nuestra defensa, actuando notablemente, anuló los ataques contrarios. Sería injusto hacer distingos en el team uruguayo, pues todos rayaron a gran altura”. Este juicio final del completo análisis de la página deportiva de El Día resumió en forma notable la gran actuación celeste de aquella tarde. El primer gol fue convertido por Pedro Petrone a los 28´ mientras que la segunda anotación fue ejecutada por Pascual Somma a tan solo dos minutos de culminar el cotejo. La Selección nacional consolidaba su primer lugar en la tabla de posiciones ganando sus tres partidos, con seis goles a favor y tan solo uno en contra.
El joven equipo oriental había demostrado un gran potencial futbolístico y fue muy superior a sus rivales de turno. Uruguay conseguía su cuarto torneo sudamericano en un total de siete ediciones y consolidaba su hegemonía en el continente.
El entusiasmo generado por el nuevo combinado motivaba el sueño de viajar a Europa. Restaban apenas seis meses para el Campeonato de Fútbol de los Juegos Olímpicos de París y Atilio Narancio, presidente de la Asociación, había comprometido su palabra para ir a Francia. Se comenzaba a gestar la primera estrella mundialista.
AUTOR: FEDERICO MARITÁN