Tres Copas América habían pasado desde el último título celeste en 1935, cuando la que aquella vez fue roja se despachó con una categórica goleada a Argentina 3-0 para celebrar en Santa Beatriz (Lima, Perú).
Las siguientes presentaciones orientales no fueron las ideales: finalizaron terceros por diferencia de goles en Argentina 1937 y vicecampeones en Perú 1939 (no actuaron ni Brasil ni Argentina, pero fue el debut absoluto de Ecuador) y Chile 1941.
Por ello, la edición 1942 del Sudamericano debía quedar en manos de Uruguay, máxime si, como en esta ocasión, iba a celebrarse en nuestra tierra, por primera vez desde 1924. Sí, nada menos que 17 años después.
A todo esto había que añadirle que la Celeste no solo obtuvo todos los títulos actuando como local sino que ni siquiera había perdido un encuentro, en un record que se mantiene hasta nuestros días.
Así, se estableció que el torneo comenzaría el 10 de enero y finalizaría el 7 de febrero del mencionado año 1942.
El sistema no variaba desde sus comienzos: única rueda, todos contra todos.
El detalle más importante radicó en que, por primera vez, serían siete los combinados que participarían en el máximo certamen: Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay, habiendo anunciado su retiro previamente el seleccionado de Bolivia.
EL PLANTEL CELESTE
Después de las experiencias de 1937, 1939 y 1941, se podía decir que Uruguay estaba comenzando a afianzar una nueva generación de grandes futbolistas post “olímpicos”.
Ya no estaban en carrera aquellos grandes cracks de otrora, pero otros habían llegado para suplantarlos y, lentamente, ya comenzaban a codearse con los mejores una serie de jugadores que acabarían dándole el cuarto título mundial en Maracaná a nuestro balompié: Aníbal Paz, Schubert Gambetta y Obdulio Varela.
Eso sí: para mantener encendida la llama olímpica, Pedro Cea fue el entrenador charrúa.
Así, el 1º de enero de 1942, se anunció el plantel definitivo en la Asociación Uruguaya de Fútbol: Arqueros: Aníba Paz y Flavio Pereyra Nattero.
Backs: Blas Bas, Joaquín Bermúdez, Agenor Muñiz y Secundino Arrascaeta.
Half backs: Luis A. Pérez Luz, Raúl Rodríguez, Obdulio Varela, Sixto González, Schubert Gambetta y Eugenio Galvalisi.
Atacantes: Luis Ernesto Castro, Enrique Castro, Severino Varela, Oscar Chirimini, Aníbal Ciocca, José María Correa, Roberto Porta, Antonio Álvarez, Bibiano Zapirain y Héctor Magliano.
Si bien la base del plantel era el equipo de Nacional, esto no era óbice para que los aportes de otros clubes como Peñarol, Rampla Juniors, Racing, Sud América, River Plate, Liverpool y Wanderers fueran igualmente decisivos.
Roberto Porta y Muñiz fueron designados capitanes.
Un detalle: si bien Cea fue el entrenador oriental, quien designó el plantel de futbolistas fue un dirigente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, específicamente destinado a tal propósito. Su nombre era Ignacio Bazzano.
La expectativa en Montevideo era grande: el Centenario esperaba por el regreso de un gran torneo y los abonos para presenciar los 14 cotejos del certamen se vendieron a gran ritmo.
Además, la presencia de futbolistas de la talla de Enrique García, Herminio Masantonio, Juan Manuel Moreno o Adolfo Pedernera en Argentina, de Domingos da Guia, Rodolfo Barteczko (“Patesko”), Zizinho y Tim en Brasil, de Sergio Livingstone y Fernando Riera en Chile y de Teodoro “Lolo” Fernández en Perú, entre otros, hablaba a las claras de una edición copera de primerísima calidad.
EL TORNEO
Uruguay fue el encargado de romper filas el 10 de enero ante Chile en el Centenario.
Bajo el arbitraje del argentino José Bartolomé Macías y ante más de 45.000 aficionados, el elenco oriental goleó 6-1 para ratificar su condición de gran candidato.
Paz; Bermúdez, Muñiz; R. Rodríguez, O. Varela (S. González), Gambetta; L. E. Castro, S. Varela (Chirimini), Ciocca, Porta y Zapirain, actuaron por los charrúas.
Como puede apreciarse, la famosa delantera de Nacional de aquellos años actuó en su totalidad a excepción del argentino Atilio García, ingresando el extraordinario forward de Peñarol Severino Varela al puesto de entreala derecho y moviéndose al centro del ataque Aníbal Ciocca.
Lo más curioso de aquel duelo fue que Chile, tras el gol inicial de Luis Ernesto Castro a los 7´ en jugada personal, igualó sesenta segundos después por intermedio de Armando Contreras.
Sin embargo, una rápida reacción celeste llevó al dueño de casa a irse al descanso venciendo 4-1 (O. Varela-de tiro libre-, Ciocca-a pase de S. Varela- y Zapirain, los otros tantos). En el complemento, Porta-en posición sesgada- y, nuevamente, L. E. Castro sentenciaron la contienda.
El puntero derecho Castro fue el mejor exponente del campo de juego.
El entrenador chileno, el húngaro Franz Platcko, exarquero del Fútbol Club Barcelona y viejo conocido de los clubes grandes de nuestro país, no dudó en asegurar: “Con la pelota en los pies, los uruguayos son unos maestros”.
Un día después y siempre en el Centenario, Argentina (que iba ganando 3-0) sufrió demasiado para imponerse a Paraguay 4-3, con un tanto de Ángel Perucca sobre la hora, mientras que el día 14, Chile volvió a ser goleado 6-1, en este caso por Brasil.
El 17 de enero se produjo una petit final entre dos colosos: Brasil-Argentina. El que ganara de ambos, probablemente sería el que definiría ante Uruguay el título de campeón. Más de 30.000 espectadores concurrieron al estadio y fueron los hermanos platenses los que se impusieron por 2-1, con goles de García y Masantonio, descontando Servilio, todo en la primera mitad.
Los muchachos del “Vasco” Cea volvieron a jugar el 18 de enero, ante Ecuador y con arbitraje del paraguayo Marcos Gerinaldo Rojas.
Nuevamente, casi 50.000 bulliciosos aficionados presenciaron otra goleada: 7-0.
Paz; Bermúdez, Muñiz; R. Rodríguez, O. Varela (S. González), Gambetta; L. E. Castro (E. Castro), S. Varela (Chirimini), Ciocca, Porta y Zapirain, el once ganador.
El resultado exime de mayores comentarios. Quizá lo más destacable fue que Uruguay finalizó los primeros 45´ en ventaja de… ¡6-0!
Tres tantos de Severino, dos de Porta y uno cada uno de Gametta y Zapirain, bastaron para sumar dos nuevas unidades y cimentar el favoritismo. Y, aunque suene curioso, la prensa local no estaba satisfecha con el rendimiento del combinado. Cosas de los que no se cansaban de ganar…
A todo esto, el “enemigo” declarado era, para variar, Argentina, que el 22 de enero casi duplica la apuesta oriental ante Ecuador: goleó 12-0.
Por ello, era vital para los intereses del seleccionado doblegar a Brasil, que se jugaba su última carta para pelear el título.
Aquello sucedió el 24 de enero, ante un Centenario que explotaba de gente como nunca antes en ese certamen (60.000 aficionados) y, nuevamente, bajo el arbitraje del guaraní Rojas.
Aquel cotejo, el primero de riesgo para los charrúas, fue muy cerrado, cargado de tensión y con ambos elencos jugándose el todo por el todo.
Paz; Romero, Muñiz; R. Rodríguez, O. Varela, Gambetta; L. E. Castro, S. Varela, Ciocca, Porta y Zapirain fueron los compatriotas en cancha.
¿Brasil? Una poderosa escuadra compuesta por Cajú; Domingos da Guía, Osvaldo; Afonsinho, Brandão, Dino (Argemiro); Amorim, Servílio, Pirilo, Tim y Patesko.
El solitario gol de Severino Varela a los 33´ liquidó el pleito, ¡pero vaya si costó!
“Cuando transcurrían 33 minutos de iniciado el partido, Porta, luego de recibir la ball de Obdulio Varela, se corrió hacia la izquierda eludiendo a Alfonsinho con corto dribbling. Se adelantaron los zagueros rivales para cerrarle el paso al insider izquierdo, descuidando el costado contrario de su campo. Este error fue hábilmente explotado por Porta, quien rápidamente cortó la pelota a Severino Varela que entraba a la carrera por la derecha. Al notar el peligro, el guardavalla Cajú abandonó su arco, pero el hábil insider aurinegro se adelantó a sus intenciones y luego de dominar el esférico, a tiempo que el arquero contrario se arrojaba a sus pies, despidió corto shot hacia el centro del arco, poniendo en ganancia a los celestes”, narró “El Bien Público”.
La victoria fue ajustada, pero justa, valga el juego de palabras.
Con Brasil fuera de carrera, la atención se centró decididamente en la actuación argentina, cuyo combinado no volvió a fallar: 3-1 a Perú.
Dos escalones más le quedaban por subir a la Celeste para el trascendental encuentro ante los albicelestes: Paraguay y Perú.
El 28 de enero, los guaraníes sucumbieron 3-1 ante poco más de 40.000 almas en el Centenario y con el referato del peruano Enrique Cuenca.
Paz; Bermúdez, Muñiz; R. Rodríguez, O. Varela, Gambetta; L. E. Castro, S. Varela, Ciocca, Porta y Zapirain, por el local.
Uruguay venció jugando de forma convincente.
Severino adelantó rápido a los-hasta ese momento- tricampeones del mundo aprovechando a los 9´ un rebote, a los 27´ duplicó el “Tano” Porta a pase de Luis Ernesto Castro y Ciocca cerró la cuenta a los 65´ con un impactante remate tras desairar a los marcadores centrales y culminar una obra pergeñada por S. Varela y Porta, que se lo prepararon al “Príncipe”. Antes del tercer tanto, los paraguayos habían descontado por intermedio de Marcial Barrios (47´).
Tres días después de aquel match, se produjo un acontecimiento sorpresivo e inesperado: Argentina y Chile igualaban 0-0 en el Centenario antes menos de 20.000 personas cuando, a poco de finalizar la primera mitad, los trasandinos se retiraron del campo de juego, molestos con las decisiones del juez peruano Cuenca.
De todas ellas, dos en particular: a los 40´, una clara falta de un back argentino dentro del área no fue sancionada con el consabido penal, sino que apenas ameritó un “técnico” para Chile dentro del área, ante la queja de los trasandinos y la silbatina generalizada del público. Pero no fue lo único: a los 44´, una clara mano de otro albiceleste dentro del área, llevó al árbitro a pitar penal, pero tras las vehementes protestas de los platenses, optó por señalar tiro libre al borde del área cuando la incidencia se había producido en las profundidades de la zona quemante.
Nada hizo volver al campo a los chilenos y así quedó suspendido el match.
Esta decisión llevó a que se le dieran los dos puntos por ganados a los albicelestes, quienes seguían en carrera.
Con 10 puntos sobre 10 posibles, aguardaban que Perú pudiera robarle al menos una unidad a los dueños de casa para enfrentarlos en la última jornada con ventaja mínima.
Sin embargo, aquello no iba a poder ser: los orientales vencieron 3-0 a los incaicos el 1º de febrero ante 40.000 espectadores. Macías fue el árbitro.
Uruguay alistó a Paz; Romero, Muñiz; Rodríguez, O. Varela (Galvalisi), Gambetta; L. E. Castro, S. Varela (Chirimini), Ciocca, Porta y Zapirain.
Chirimini a los 39´, “Mandrake” Castro a los 41´ y Porta a los 65´ anotaron para un combinado que, ahora sí, definiría mano a mano el día 7 de febrero ante los argentinos el título de mejor del continente, un título que se le resistía desde hacía siete años.
La única nota amarga de aquella noche fue la salida de S. Varela a los 22´ por lesión.
DUELO FINAL: MANO A MANO HEMOS QUEDADO
Con la única duda del estado sanitario de Severino, Uruguay se preparó para el duelo clave ante Argentina. El ganador sería el campeón.
Como ya fuera mencionado, la Celeste necesitaba el título para no extender más una espera que ya acumulaba siete años. Para los argentinos equivaldría a su tercer éxito en cuatro certámenes, marcando una supremacía por demás notoria.
Como durante la mayoría de su rica historia, Uruguay no falló. Menos aun jugando en casa.
Así, 70.000 espectadores ubicados en cualquier sector-escaleras incluidas- revivieron en el Centenario y en Montevideo un duelo decisivo ante Argentina, como en la Copa del Mundo 1930, el último en este suelo hasta ese entonces.
Finalmente, se lo esperó hasta poco antes del inicio del cotejo y el delantero Varela llegó en condiciones, pero la lesión muscular no cicatrizada llevó a que tuviera que ser nuevamente sustituido por Chirimini a los 21´.
El juez paraguayo Rojas ordenó a los equipos que se acomodaran en el campo mientras los espectadores rugían en la tribuna.
Así, para un lado fueron Paz; Romero, Muñiz; R. Rodríguez, O. Varela, Gambetta; L. E. Castro, S.Varela (Chirimini, luego Correa), Ciocca, Porta y Zapirain.
Por el otro, Sebastián Gualco; José Salomón, Víctor Valussi (Oscar Montañés); Gregorio Esperón, Ángel Perucca, José Ramos; Juan Carlos Heredia (Pedernera), Raimundo Sandoval, Masantonio, Moreno y García (Juan Ferreyra).
El entrenador adversario era otro viejo conocido de la Celeste en duelos decisivos en el Centenario: Guillermo Stábile, scorer de la Copa del Mundo de 1930 y autor de un tanto en la final que quedó en manos orientales.
El “cañonazo” de Zapirain a los 48´ posibilitó el octavo título de mejor del continente para los charrúas. Aquel tanto comenzó con la visión de Ciocca, quien colocó un pase perfecto al “Bayano”, quien de izquierda a derecha y en diagonal, comenzó a cerrarse a pura potencia y velocidad rumbo al área y, ya dentro de ella y hostigado por un back, sacó un potentísimo latigazo que Gualco no pudo detener.
“A base de empuje y decisión, los uruguayos se clasificaron campeones. El team celeste puso broche de oro a su brillante campaña”, tituló “El Bien Público”, que agregó: “El brillante triunfo logrado anoche por el seleccionado uruguayo premia justicieramente al team que en todo transcurso del Certamen hizo mayores méritos para lograr adjudicarse el título de campeón de América”.
En un juego duro y cerrado, de escasa calidad futbolística, la Celeste salió triunfante de forma merecida, con notables actuaciones en el partido decisivo de Paz, Romero, Gambetta, Chirimini, Ciocca y Zapirain.
La felicidad era total para el pueblo futbolero, que volvió a celebrar un título de enorme magnitud. Y lo hizo con una nueva generación de jugadores que pronto seguiría dándole alegrías y, en este caso, liderada ni más ni menos que por un prócer de nuestro balompié: el “Vasco” Cea.
AUTOR: PABLO VEROLI