Entre 1923 y 1930, Uruguay fue, de forma indudable, el mejor seleccionado de fútbol del mundo. No solo por los títulos-tres campeonatos del mundo, tres Copas América, incontables copas menores como la Lipton y la Newton- sino por su innovador estilo de juego, su infalibilidad en los torneos oficiales, su invencibilidad en las finales y su condición de casi imbatible jugando en casa. A eso sumarle que en sus filas alistaron los mejores futbolistas del planeta de la época.
Porque que quede claro: no hubo en ese tiempo un arquero en el mundo como Andrés Mazali-más allá del promocionado Ricardo “Divino” Zamora, que también era un crack-, ni un back central y capitán parecido a José Nasazzi; un artista incomparable del balón como Ángel Romano; un peón de brega tan ganador como Pedro Cea; un goleador tan impactante y revolucionario como Pedro Petrone; un half back izquierdo como Álvaro Gestido y, sobre todo, ni un jugador que pudiera acercársele globalmente al mejor exponente futbolístico de entonces: Héctor Scarone. Pero no fueron los únicos; hubo más que brillaron y ayudaron a alcanzar la gloria máxima.
En ese lapso de tiempo, los éxitos de la Celeste fueron cosa común, pero, claro, también tocó perder, aunque haya sido muy poco.
Es por eso que nos propusimos revisar cuales fueron los equipos o clubes que pudieron doblegar, aunque sea en amistosos, a seleccionados orientales que contaran con una mayoría de los excepcionales jugadores de aquella generación, la más impactante y ganadora de nuestra historia.
ARGENTINA (6):
Si bien la Celeste conquistó las Copas América de 1923, 1924 y 1926 ganando dos veces y empatando una ante Argentina, y nada menos que la final mundial de los Juegos Olímpicos de 1928 en Ámsterdam y la final de la Copa del Mundo de 1930, es cierto que se trataba de dos rivales parejos que jugaron otras veces más, sea en amistosos o copas menores.
La primera vez que los albicelestes se impusieron en esa era a los orientales fue en el famoso partido del 2 de octubre de 1924 en Buenos Aires, en el estadio de Barracas (2-1). Aquel fue el partido revancha de uno disputado en Montevideo el 21 de setiembre en el Gran Parque Central y que finalizó 1-1. La historia dice que los hermanos platenses, tocados en su orgullo por el título celeste en París, plantearon la disputa de dos encuentros amistosos para demostrarle a los nuestros que ellos eran mejores, con la secreta y no tan secreta intención de autoproclamarse como los verdaderos mejores del mundo si le ganaban a los campeones vigentes. Casto Martínez Laguarda, un hombre clave en el éxito de Francia y que fuera el jefe de la delegación, puso el grito en el cielo ante la Asociación Uruguaya de Fútbol manifestándole que aquello era un error, que los nuestros no debían caer en el barullo de los vecinos, que los orientales tenían el toro por las astas y que solo ellos podían imponer las condiciones para jugar cuando así lo creyeran oportuno. Y ese no era el momento: los uruguayos no se encontraban en su mejor momento físico ni futbolístico. Pero no hubo caso: en casa fue empate 1-1 y en Buenos Aires, tras un primer intento que terminó con el match suspendido por la invasión de los hinchas a una cancha sobrevendida, se jugó otro que contó por primera vez con el “alambrado olímpico” para que nadie pudiera ingresar al terreno de juego y que se disputó bajo un clima casi bélico. Para Argentina era la vida o la muerte deportiva. Era su orgullo, su propia razón como seleccionado. Y ganaron 2-1 con el recordado “gol olímpico” de Cesáreo Onzari, así bautizado por ser los celestes los rivales aunque, justo es decirlo, no fue el primer gol de córner de la historia ni nada que se le parezca.
Uruguay: Andrés Mazali; José Nasazzi, Fermín Uriarte; José Leandro Andrade, Alfredo Zibechi, Pedro Zingone; Santos Urdinarán, Héctor Scarone, Pedro Petrone, Pedro Cea y Ángel Romano.
Argentina: Américo Tesoriere; Adolfo Celli (Ludovico Bidoglio), Florindo Bearzotti; Ángel Médici, José Fortunato, Emilio Solari; Ernesto Celli, Gabino Sosa, Domingo Tarasconi, Manuel Seoane y Cesáreo Onzari.
Juez: Ricardo Vallarino. Goles: Onzari 12´ y Tarasconi 53´ (A); Cea 30´.
Tres años pasaron para que Argentina volviera a imponerse a la Celeste. Fue el 14 de julio de 1927 en el Gran Parque Central por la Copa Newton. Domingo Lombardi fue el árbitro. Aquella vez, un solitario tanto de Caricaberry le dio la victoria y la copa a los albicelestes. Es cierto que no estuvieron los Mazali, Scarone, Petrone, Cea y compañía, pero ya se afianzaban los Gestido y “Tito” Borjas y retornaban dos gloriosos veteranos como Gradín y “Cochemba” Vanzino. Argentina, en cambio, vestida de gala.
Uruguay: Miguel Capuccini; José Nasazzi, Pedro Arispe; Pascual Ruotta, Álvaro Gestido, José Vanzino; Luis Deagustini, Ángel Romano, René Borjas, Isabelino Gradín y Juan Pedro Arremón.
Argentina: Ángel Bossio; Pedro Omar, Humberto Recanatini; Juan Evaristo, Adolfo Zumelzú, Rodolfo Orlandini; Alfredo Caricaberry, Donato Penella, Manuel Ferreira, Roberto Bacchi y Raimundo Orsi.
Poco tiempo después, el 20 de noviembre en el estadio Nacional de Lima, la racha siguió para los albicelestes, en este caso en la Copa América, ganando un partido por 3-2 que los encaminaba rumbo al título sudamericano. Fue un clásico de los de antes, de hacha y tiza. Con fútbol, goles, pierna fuerte, corridas, discusiones y revolcones varios. El gran Héctor Scarone cargó sobre sus espaldas a la Celeste y marcó los dos tantos de los nuestros. Sin embargo, un inesperado gol en contra de “Quico” Canavessi a dos minutos del final liquidó la suerte charrúa. Fue esta la primera caída dolorosa ante los hermanos desde que la “Generación Dorada” había salido a luz. Las ausencias de Mazali (suplente), Nasazzi, Arispe y Gestido no son excusa porque ya estaba Lorenzo Fernández en condición de titular y, por supuesto, bajo el liderazgo de Scarone-capitán-, Petrone y el “Manco” Castro. El juez fue el inglés David Thurner.
Uruguay: Miguel Capuccini; Adhemar Canavessi, Domingo Tejera; José Leandro Andrade, Lorenzo Fernández, José Vanzzino; Juan Pedro Arremón, Héctor Scarone, Pedro Petrone, Héctor Castro y Roberto Figueroa.
Argentina: Octavio Díaz; Ludovico Bidoglio, Humberto Recanatini; Juan Evaristo, Luis Monti, Adolfo Zumelzú; Alfredo Carricaberry, Juan José Maglio, Manuel Ferreira, Manuel Seoane y Segundo Luna.
El 30 de agosto de 1928, en el estadio de Independiente y con arbitraje del local Gerónimo Repossi, Argentina venció 1-0 con gol de Seoane (20´) por la Copa Newton, pero aquí no hay mucho que decir ya que dos meses y medio atrás, en Ámsterdam, la Celeste le había ganado a los hermanos platenses la final por la medalla dorada de los Juegos Olímpicos con el recordado latigazo de Scarone tras pase de Borjas, el imperecedero “Tuya, Héctor”. Una derrota es una derrota, pero, en aquel contexto, no movió el amperímetro. Además, se trataba de un Uruguay un poco remendado por la falta de varias de sus figuras.
Uruguay: Fausto Batignani, Ramón Bucetta, Domingo Tejera; Carlos Riolfo, Raúl Romero, Francisco Occhiuzzi; Juan Emilio Píriz, Francisco Fedullo, Pedro Petrone, Antonio Sacco y Zoilo Saldombide.
Argentina: Ángel Bossio; Felipe Cherro, Humberto Recanatini; Pablo Bartolucci, Adolfo Zumelzú, Juan Evaristo; Leonardo Sandoval, Juan Arrillaga, Manuel Ferreira, Manuel Seoane y Raimundo Orsi.
1929 fue un año muy difícil para el seleccionado ya que el recambio generacional se estaba haciendo un poco costoso y porque había algunos problemas organizativos y dirigenciales. Aquello se vio traducido en dos derrotas ante los argentinos. La primera, un amistoso el 16 de junio en el Gasómetro de Buenos Aires. Fue un 2-0 inapelable (Carlos Peucelle y Alejandro Scopelli). El juez fue el uruguayo Aníbal “Pollo” Tejada.
Uruguay: Andrés Mazali; José Nasazzi, Emilio Recoba; Gildeón Silva, Julio Martínez, Ángel Melogno; Juan Pedro Arremón, Conduelo Píriz, Pedro Petrone, Luis Gaitán y Roberto Figueroa.
Argentina: Ángel Bossio; Pedro Omar, Fernando Paternoster; Juan Evaristo, Adolfo Zumelzú, Gerardo Moreyras; Carlos Peucelle, Domingo Tarasconi, Manuel Ferreira, Alejandro Scopelli y Mario Evaristo.
La otra caída fue más dolorosa y en el marco de una pésima Copa América disputada por la Celeste en Buenos Aires. Uruguay llegaba a los tumbos ya que había caído en el estreno 3-0 ante Paraguay y le había ganado 4-1 a Perú. Debía imponerse sin importar como al dueño de casa y por una buena diferencia de goles el 17 de noviembre en el Gasómetro, pero fue imposible. Jugando mal, se cayó sin miramientos por 2-0 (“Nolo” Ferreira y M. Evaristo). El juez fue el paraguayo Miguel Barba y el local se consagró campeón. Aquella derrota puso un manto muy grande de dudas de cara a la Copa del Mundo que se venía y colocó en la picota pública los problemas dirigenciales y el rendimiento de algunos de los viejos cracks.
Uruguay: Andrés Mazali; José Nasazzi, Pedro Arispe; Gildeón Silva, Lorenzo Fernández, Álvaro Gestido; Conduelo Píriz, Héctor Scarone, Héctor Castro, Pedro Cea y Antonio Campolo.
Argentina: Ángel Bossio; Oscar Tarrío, Fernando Paternoster; Juan Evaristo, Adolfo Zumelzú, Alberto Chividini; Carlos Peucelle, Juan Rivarola, Manuel Ferreira, Roberto Cherro y Mario Evaristo.
PARAGUAY (1):
Si bien Paraguay le había ganado más de una vez a la Celeste en la década del veinte, aquellas victorias no habían sido ante los integrantes de la “Generación Olímpica”. Sin embargo, finalmente se dieron el gusto de derrotar a los multicampeones también en la difícil Copa América de 1929.
Fue en el debut en el certamen el 1º de noviembre en el estadio de River Plate. Fue un golpazo: goleada en contra 3-0 y el título ya comenzaba a parecer una quimera. Arbitró el argentino José Galli.
La victoria guaraní no tuvo ninguna discusión: fueron más y mejores y, justo es decirlo, si bien no de la calidad de los nuestros, poseían buenos valores como Aurelio González o Delfín Benítez Cáceres. La caída de los campeones, que venían a los tumbos, sonó fuerte aquella vez.
Uruguay: Andrés Mazali; Ramón Bucetta, Pedro Arispe; José Leandro Andrade, Gildeón Silva, José Magallanes; Conduelo Píriz, Héctor Castro, Pedro Petrone, Pedro Cea y Antonio Campolo.
Paraguay: Antonio Brunetti; Quiterio Olmedo, Salvador Flores; Ramón Viccini, Eusebio Díaz, Romildo Etcheverry; Lino Nessi, Diógenes Domínguez (un gol), Aurelio González (dos goles), Delfín Benítez Cáceres y Porfirio Sosa Lagos.
FERENCVAROS (1):
En 1929, el Ferencvaros húngaro, un potente equipo de Europa del Este, realizó una gira por Sudamérica. Se trataba del multicampeón de su país y de un team con grandes figuras en su continente. A lo largo de su excursión entre el 30 de junio y el 8 de agosto, disputó 14 partidos en Uruguay, Brasil y Argentina entre los que logró grandes resultados como victorias ante un seleccionado de San Pablo, River Plate y Racing de Argentina (en dos ocasiones).
Sin embargo, el inesperado golpe lo dio ante la Celeste el 21 de julio en el Gran Parque Central cuando se impuso 3-2. Bajo el arbitraje de nuestro José Rami, sorprendió aún más que los húngaros fueran en ganancia 3-0 ya a los 29´ del primer tiempo. El bombardeo oriental de allí hasta el final del encuentro fue bien controlado por los europeos hasta que Silva y Scarone maquillaron el resultado en los últimos dos minutos del cotejo. Curiosamente, volverían a ganar ante un seleccionado montevideano el 25 de julio (4-1) hasta que los seleccionados uruguayos despertaron y concretaron un lapidario 3-0 el 28 de julio para consumar una pequeña venganza dando a entender que la derrota inicial había sido producto de un mal día. Pero la estadística, no olvida.
Uruguay: Enrique Ballestrero (45´ Eduardo García); Rodolfo Deagustini, Domingo Tejera; Gildeón Silva, Álvaro Gestido, Lorenzo Fernández; Luis Deagustini, Héctor Scarone, Oscar Carbone, Antonio Sacco y Zoilo Saldombide.
Ferncvaros: Ignác Amsel; János Hungler, Lajos László; Papp Károly Furmann Márton Bukovi, Gábor Obitz; Izidor Rázsó, József Takács, József Turay, Géza Toldi y Vilmos Kohut.
BOLOGNA (1):
Otra vez en el olvidable año 1929 y ante un club europeo en gira, en este caso el Bologna, el mejor exponente del fútbol del país de la bota y campeón vigente italiano.
Sin embargo, su gira no fue buena y el mejor resultado que obtuvo fue una victoria ante… el seleccionado uruguayo.
Aquello ocurrió en el estadio de Pocitos el 10 de agosto y con arbitraje de Domingo Lombardi.
La eficacia y la cerrada defensa italiana (gol de Magnozzi a los 47´) pudieron más que el empuje y la desesperación local.
Fue una caída inesperada, pero dentro del difícil contexto de nuestro combinado en el año 1929. Afortunadamente, todos esos problemas fueron subsanados y, en 1930, los celestes volvieron a ratificar su condición de mejores del planeta con su tercer título del mundo.
Uruguay: Andrés Mazali; Domingo Tejera, Rodolfo Deagustini; Gildeón Silva, Francisco Occhiussi, José Magallanes; Luis Deagustini, Antonio Sacco, René Borjas, Juan Anselmo y Juan Pedro Arremón.
Bologna: Mario Gianni; Eraldo Monzeglio, Felice Gasperi; Pietro Genovesi, Alfredo Pitto, Bruno Dugoni; Raffaele Constantino, Ettore Banchero, Angelo Schiavio, Mario Magnozzi y Giuseppe Muzzioli.
AUTOR: PABLO VEROLI
El 1 de julio de 1923 por la copa asociacion el combinado de la liga rosarina le gano a la seleccion uruguaya en el parque central por 3 a 1 , con 3 goles de Vicente Aguirre y el 25 de mayo de 1924 en Sp. Barracas la seleccion Argentina le gano por la copa Newton 4 a 0 a Uruguay goles de V. Aguirre y Goycoechea (3) .
Como gallego, soy un gran admirador del fútbol uruguayo. Pedro Cea y Lorenzo Fernández eran nativos de Galícia; y Álvaro Gestido y el «Manco» Castro, que yo sepa, eran hijos de gallegos. Un país tan pequeño…y tan «grande», futbolisticamente…