El histórico triunfo celeste que duerme en el olvido

1992 fue un año complejo para el seleccionado nacional. Plagado de luces y sombras, se redujo al enfrentamiento entre los “repatriados” (aquellos futbolistas orientales que actuaban en Italia) y el entrenador Luis Cubilla y a la gran cantidad de encuentros amistosos programados de cara a la Copa América de 1993 y, lo más importante, las Eliminatorias rumbo a la Copa del Mundo de Estados Unidos 1994.

En total, en aquel año se jugaron 10 partidos amistosos, pero no amistosos cualquiera: fueron juegos ante Brasil (dos veces), Argentina (vigente campeón de América y vicecampeón del mundo), Alemania (vigente campeón del mundo), Australia, Polonia, Ecuador, Costa Rica, Benfica de Portugal y Recreativo de Huelva de España (los dos últimos casos, internacionales tipo “B”).

La acción fue variada: se buscó mucha competencia y probar jugadores siempre intentando dejar en alto el prestigio celeste.

El «Negro» Cubilla en su laberinto.

Sin embargo, en ese turbulento calendario, mezclado incluso con una huelga de jugadores en el fútbol local, quedó perdido de forma injusta el triunfo amistoso más importante de la historia del seleccionado uruguayo.

Es que ganarle a un fuerte Brasil en Brasil con un combinado sin sus principales luminarias no es cosa de todos los días. Al contrario, sucede una vez cada mucho tiempo… si sucede.

Aquello aconteció el 25 de noviembre en el estadio Ernâni Sátiro de Campina Grande («Amigao»), Alagoas, Paraíba, en un amistoso (2-1) que fue la revancha del disputado en el Centenario el 30 de abril que también había ganado la Celeste, en ese caso 1-0 con anotación de Adrián Paz. Sí, en un año, Uruguay había despachado a uno de sus máximos rivales históricos en casa y afuera, algo que solo se concretaría en ese 1992.

Paz remata para darle el gol a Uruguay en el Centenario ante Brasil. Triunfazo. El primero de todos. Foto: Juha Tamminen.

Pero hubo un hecho todavía más significativo: se trató del primer triunfo en Brasil desde el Maracanazo en 1950, es decir 42 años después del encuentro más decisivo de la historia de este deporte. Recordemos que los nuestros conquistaron el título de América en 1983 ante los norteños y en su casa, pero habiendo igualado 1-1 en Bahía.

¿Más? Sí, quitando el Mundial, solamente dos veces en casi 80 años de fútbol hasta ahí la Celeste había vencido a Brasil en su casa: 4-3 el 24 de marzo de 1940 en el estadio São Januario, Rio de Janeiro, por la Copa Río Branco y, por el mismo certamen, el 14 de mayo de 1950 en el estadio Pacaembu, São Paulo, con igual marcador.

Es por ello que el 2-1 de 1992 en Campina Grande merece mucho mayor reconocimiento y recuerdo del que tiene y es por ello que, humildemente, le tributaremos este homenaje.

Gol de Ghiggia. Maracanazo. Copa del Mundo. Historia. Pasarían 42 años para volver a ganarle a Brasil en su casa…

HISTÓRICO. El 23 de setiembre, en el Centenario, Uruguay igualó sin goles ante Argentina por la Copa Lipton.

Habiendo utilizado todo el año futbolistas del medio local, algunos otros del fútbol argentino y mexicano y, en contadas ocasiones, algunos de España, los comandados por Cubilla dieron la cara ante una Argentina compuesta íntegramente por hombres del balompié local.

Mientras Enzo Francescoli, Daniel Fonseca, Ruben Sosa, Carlos Aguilera y José Herrera se codeaban con los mejores del mundo en Italia, lo del seleccionado era un poco más modesto aunque suplantaban calidad con esfuerzo y valor.

Ante Brasil tampoco estuvieron los “repatriados”, pero también es cierto que en muchas partes del año hubiese sido difícil contar con ellos por un tema de calendarios ligueros.

En primera instancia, el volante José Luis Zalazar estaba citado, pero el jugador del Albacete español se lesionó (contractura) y, a una semana del duelo, quedó fuera de la nómina, siendo uno de los hombres más importantes de aquel combinado hasta el momento.

Uno de los tantos Uruguay de Luis Cubilla en 1992 con los jugadores menos promocionados. En este caso el 2 de agosto ante Costa Rica en el Centenario. Ganó la Celeste 2-1. Arriba, de izquierda a derecha: Luis Barbat, Fernando Kanapkis, Eber Moas, Daniel Sánchez y Guillermo Sanguinetti. Hincados, en el mismo orden: Nelson Cabrera, Jorge Barrios, Marcelo Saralegui, Hugo Guerra, Walter Pelletti y Adrián Paz. Muchos de ellos repetirían en Brasil.

En tanto, Brasil poco y nada se guardaba ya que el entrenador Carlos Alberto Parreira basaba su convocatoria en el San Pablo dominador y campeón de la Copa Libertadores-y pronto de la Intercontinental- además de en otros clubes importantes de su país.

Parreira tenía la sangre en el ojo no solo por la derrota en Montevideo sino porque la misma era, hasta ese momento, la única que había sufrido como conductor norteño en su nueva etapa tras la inicial en 1983, donde fue vicecampeón de América de la Celeste. En resumen: Uruguay era una verdadera pesadilla para el mandamás.

“Nosotros jugamos mejor y el resultado no reflejó lo que fue el partido. El problema fue que perdimos muchas oportunidades, porque el resultado normal debió ser por dos goles a nuestro favor. (Ahora) Tendremos a un adversario encerrado en su área y esperando aprovechar el primer error nuestro. Soy optimista aunque no nos entrenamos adecuadamente. (…) El resultado de este partido es importante para mí y Luis Cubilla”, dijo el entrenador.

Parreira, con la sangre en el ojo.

Cubilla, finalmente, designó al siguiente plantel de 18 futbolistas para el magno duelo: Robert Siboldi (Atlas de México), Cesilio de los Santos (América de México; finalmente el club negó su presencia), Héctor Rodríguez (Defensor Sporting), Eber Moas (Independiente de Argentina), Nelson Cabrera (Danubio), Héctor Morán (Mandiyú de Corrientes de Argentina), Santiago Ostolaza (Querétaro de México), Marcelo Saralegui (Torino de Italia), Walter Pelletti (Huracán de Argentina), Hugo Guerra (Gimnasia y Esgrima de La Plata de Argentina), Adrián Paz (Peñarol; quedaría afuera por lesión a último momento siendo relevado por José García, de Nacional), Luis Barbat (Liverpool), Daniel Sánchez (Danubio), Luis da Luz (Danubio), Carlos Sánchez (Peñarol), Diego Dorta (Peñarol), Gerardo Miranda (Nacional) y Ricardo dos Santos (Defensor Sporting).

Gerardo Miranda y el «Loco» do Santos se estrechan la mano en la previa.

El día 19 la delegación viajó rumbo a Rio de Janeiro donde se sumó Saralegui-que poco tiempo atrás había sido transferido a Italia desde Nacional- trasladándose posteriormente a Joao Pessoa y de allí en ómnibus a Campina Grande. A última hora, arribaría Ostolaza desde México.

Brasil, por su parte, nominó a: Zetti, Gilmar, Vitor, Junior, el joven y prometedor Roberto Carlos, Ronaldão, Valber, Raí, Winck, Luizinho, Palinha, Elivelton, el siempre peligroso Edmundo, Celio, Paulo Silas, Paulao, Nilson Esidio, César Sampaio, Lira, Almir, Evair y Zinho.

De estos jugadores, Zetti, Gilmar, Ronaldão, Raí y Zinho se consagrarían campeones del mundo un año y medio más tarde en Estados Unidos. Müller, quien se bajó a último momento por lesión y fue sustituido por Esidio, también sería campeón.

En Italia 1990 defendió al scratch el talentosísimo Paulo Silvas-ex Central Español- y el sensacional Junior fue un inamovible durante 13 años, con dos mundiales sobre sus espaldas (1982 y 1986).

Para hacer más épica la aventura, el juez seleccionado fue… ¡brasileño! Un tal José Clisaldo da Silva Franca que no era árbitro internacional (en Montevideo el juez fue Juan Bava, discreto referee, pero argentino), en un estadio que estaría abarrotado porque jamás, hasta ese momento, Brasil había jugado allí.

Zinho, el genial volante zurdo de Brasil. Sería pieza vital en el campeón del mundo de 1994.

PARTIDO. Finalmente, llegó el día: miércoles 25 de noviembre de 1992 a las 21:30 horas de nuestro país. Estadio de Campina Grande, 30.000 espectadores.

Cubilla implementó un esquema de 4-3-3 y alineó a: 1 Robert Siboldi; 4 Luis Da Luz, 2 Daniel Sánchez (capitán), 3 Eber Moas, 6 Nelson Cabrera; 8 Marcelo Saralegui, 5 Santiago Ostolaza, 10 Héctor Morán; 7 Walter Pelletti, 9 Hugo Guerra y 11 José García (87´ 14- Carlos Sánchez). Suplentes: 12- Luis Barbat, 13- Héctor Rodríguez, 15- Diego Dorta, 16-Ricardo do Santos y 17-Gerardo Miranda.

Parreira, con la misma táctica, mandó al campo a: 1 Gilmar; 2 Luis Carlos Winck (61´ Vitor), 3 Válber, 4 Ronaldão, 6 Roberto Carlos; 8 Júnior-capitán- (45´ Paulo Silas), 5 César Sampaio (74´ Palinha), 10 Raí; 7 Edmundo, 9 Evair (13´ Esidio) y 11 Zinho (61´ Elivelton).

Hay que decir, igualmente, que quienes comenzaban como punteros izquierdos, “Pepe” García y Zinho, en realidad partían desde un poco más atrás actuando casi como cuartos volantes.

El partido recién comenzaba y, a los 4´, “O Animal” Edmundo enloqueció a los hinchas locales y sacudió a los celestes.

«O Animal» Edmundo no perdonaba…

Con el 1-0, Brasil retrocedió un poco y Uruguay comenzó a controlar el balón, pero sin lastimar en ofensiva a pesar de los intentos de “Pepe” García y Pelletti. El juego se endureció y los orientales se hicieron sentir en la marca. Sin embargo, el dueño de casa siempre que se despegaba en ataque creaba peligro y allí emergió la figura de Siboldi, quizá el máximo descubrimiento de Cubilla en toda esa etapa ya que el delgado golero sería uno de los mejores exponentes charrúas en una década con poco para rescatar.

El juego se iba sin mucho más, pero Cabrera sorprendió con un disparo oportuno y marcó el empate que premiaba a los nuestros y que atontaba a los brasileños, quienes no habían podido asestar el golpe definitivo un poco antes.

Salvando las distancias, el gol del danubiano tuvo un impacto similar al de Juan Alberto Schiaffino en Maracaná. Tocado, en el complemento el team de Parreira-que comenzó a meter muchos cambios- se adelantó y los de Cubilla se sintieron cómodos esperando y contragolpeando, básicamente con envíos largos a los atacantes.

Así, como quien no quiere la cosa, a los 66´ llegó un envío cruzado desde la derecha que García bajó de cabeza hasta casi el área chica donde Guerra, con una pirueta, logró adelantarse a su marcador y enmudeció a todo Brasil. Un golazo. No el de Ghgiggia, pero el combinado volvía a dar vuelta un clásico en casa ajena 42 años después…

Y al final fue puro coraje para sostener la ventaja. Siboldi, siempre brillante, la zaga y el travesaño sostuvieron la tan épica como merecida victoria de un elenco muy sólido táctica, física y anímicamente.

Pelletti, Ostolaza, Cabrera, García y Saralegui fueron amonestados en el seleccionado. Del “Vasco” hay que decir que llegó a la concentración… ¡el mismo día del partido tras haber jugado en México 48 horas antes! Y, para variar, fue figura. El juez, pese a lo que se podía pensar por su nacionalidad y carácter de referee apenas regional, arbitró correctamente.

Siboldi fue el mejor porque apareció en momentos clave cuando Brasil arreciaba. La pareja de backs, Sánchez y Moas, muy sólida, incluso “Pecho” salvó un tanto en la línea sobre el final; bien los laterales “Gallina” da Luz y Cabrera-un gran gol como si fuera poco-; el medio muy rocoso y táctico-tanto Ostolaza como Morán y Saralegui terminaron exhaustos-; y el ataque con las corridas, la valentía y el desparpajo de Pelletti y García, quien dio una asistencia, y el coraje de Guerra, que dio el campanazo con su memorable tanto.

El recordado Hugo Guerra fue el salvador con un gol de goleador.

Entrevistado por “El Diario”, el “Negro” Cubilla dijo: “Me voy muy satisfecho no solo por el triunfo que naturalmente es lo que vale y sirve, sino por el rendimiento del equipo. Los muchachos dejaron todo en el terreno, no dieron pelota por perdida y captaron lo que estuvimos conversando horas antes del partido. (…) Uruguay creo que realizó un buen planteamiento y logró su objetivo. (…) Sabía que los muchachos iban a dejar todo en la cancha, porque había gran confianza y optimismo en las horas previas del partido. Considero que sí, que pensaba que se podía llegar al triunfo si seguíamos al pie de la letra lo planificado”.

El zurdo Cabrera, autor del gol del empate de derecha, comentó al mismo medio: “Es que me cayó justita para la derecha, no podía acomodar el cuerpo para pegarle con la zurda porque un rival me venía pisando los talones. Le pegué como venía, traté de apretarla para que no se me fuera por arriba, y por suerte pasó entre todas esas piernas que había en el área para entrar al arco. Una alegría enorme, sobre todo por lo poco que faltaba y todos estábamos seguros que si empatábamos antes del final del primer tiempo, la cosa iba a ser diferente”.

Uruguay llega al paías: «Pecho» Sánchez, Moas, Guerra y Da Luz.

El goleador Guerra apuntó: “Vino un centro desde la derecha, José García ganó en el área y traté de tirarme con todo para anticipar al zaguero. La llegué a tocar y la pelota se metió contra el palo derecho del arquero. (…) Dentro del campo no (se nos pasó por la cabeza la hazaña de Maracaná), porque solamente pensábamos en no cometer errores, en tratar de hacer las cosas lo mejor posible y que Uruguay lograra el triunfo. Ahora con otra tranquilidad te diré que sí, por el entorno, por el resultado y porque desde aquella histórica tarde de Maracaná que no ganábamos en tierras brasileñas”.

Uruguay lograba dar el golpe y volver a ganarle a Brasil en Brasil después de 42 años más allá del carácter amistoso del mismo (curiosamente, antes del match fueron homenajeados en la cancha varios de los vicecampeones norteños de 1950 como Adhemir, Barbosa, Bauer, Nillton Santos y Friaca). Además, cerraba un año notable frente al gigante del norte con dos éxitos en dos juegos y sin sus máximas luminarias en cancha.

Las victorias ante Brasil y el empate ante Argentina, entre otros buenos resultados en 1992, daban ánimo ante una realidad compleja. Sin embargo, las siguientes duras caídas en casa ante Polonia (0-1) y Alemania (1-4) abrirían una serie de interrogantes y 1993 sería el encargado de sepultar las ilusiones mundialistas uruguayas.

AUTOR: PABLO VEROLI

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