«¡Dejala, Juan!»: Con el «Equipo del 12» nació también la «viveza criolla»

El legendario «Equipo del 12». Uruguay comenzaba a ser Uruguay. Fútbol, chispa e ingenio. Parados, de izquierda a derecha: Martín Aphesteguy, José Piendibene, Carlos Scarone, Alfredo Foglino, José María Durán y Jorge Pacheco. Hincados, en el mismo orden: Vicente Módena, Pablo Dacal, Cayetano Saporiti, Ángel Romano y José Benincasa.

Entre el 15 de agosto y el 6 de octubre de 1912, la Celeste enarboló la que fue, hasta ese momento, le mejor racha histórica ante el seleccionado argentino, su máximo rival: tres triunfos y un empate en dos ciudades y tres estadios diferentes..

Por la Copa Lipton, Uruguay se impuso 3-1 en el Gran Parque Central el 15 de agosto; venció 3-0 el 25 de agosto por la Copa Premio de Honor Uruguayo en el mismo recinto; 1-0 por la Copa Premio de Honor Argentino el 22 de setiembre en el campo de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires y empató 3-3 por la Copa Newton el 6 de octubre en el estadio de Racing de Avellaneda.

No fue una racha más: el combinado ya había adquirido los conocimientos más profundos del football de la mano de sus maestros, los británicos y los argentinos, desde comienzos del siglo XX. Con saltos de calidad como el del 13 de setiembre de 1903 y el del 15 de agosto de 1910 y tropezones varios, a esos aprendizajes le agregó su propio sello, su propio estilo, ese que lo haría el mejor seleccionado del mundo desde 1912 a 1935, más allá de algunos hiatos durante esa etapa.

Uruguay encontró “su” fútbol, “su” estilo y logró juntar a los mejores intérpretes para ello, aquellos elementos que habían también adquirido conocimientos y otros que, directamente, llegaron para enseñar cómo es el caso de José Piendibene o Ángel Romano.

En 1912 -aunque su embrión es de 1910- nació la Celeste ganadora, consciente de sus propias capacidades futbolísticas, sabedora de “su” estilo, confiada en sus fuerzas y con capacidad para enseñar en vez de aprender. Lo tenía todo: podía dar clase y, a la vez, ser letal y ganar en un par de zarpazos. A ese team se lo conoció como “El Equipo del 12”, el inicio del combinado más potente del mundo durante décadas.

Imbatibles. Arriba, de izquierda a derecha: Aphesteguy, Piendibene, Saporiti, Durán, Pacheco y Foglino. Abajo, mismo orden: Módena, Dacal, Romano, Scarone y Benincasa.

Durante esos cuatro partidos, el equipo, que había decantado después de muchos intentos de alcanzar su máximo potencial, fue el mismo: Cayetano Saporiti, el mejor arquero uruguayo de las primeras dos décadas del siglo XX; José Benincasa y Martín “La Chicha” Aphesteguy en zona de backs combinando técnica, salida y agresividad; Jorge Pacheco, José María Durán y Alfredo Foglino, sorprendentemente actuando como halve izquierdo siendo que pasaría a la historia como back central en Nacional; y la línea de forwards conformada por  Vicente Módena, Pablo Dacal, José Piendibene, Carlos Scarone y Ángel Romano.

Ese equipo combinaba una zaga versátil y complementaria, un mediocampo de gran despliegue físico, pero con buen manejo de balón encabezado por Durán, con capacidad para poner en acción a los atacantes, y en ofensiva la calidad de “Piendi” como generador de juego, de enorme visión, de brillante hacer para tomar la batuta, decidir y pasar como ninguno y, ni que hablar, de llegar al gol; la “locura” de Romano, a puro dribbling y chispa en el wing izquierdo para dejar parados como conos a sus marcadores; el estilo de buen toque, pero fundamentalmente directo, potente y agresivo de Carlos Scarone y el juego de ala de Módena y Dacal en la derecha.

25/8/1912. Gran Parque Central. Uruguay 3-0 Argentina. Saporiti manda al córner.

Precisamente, Módena y Dacal habían sido pilares en los títulos uruguayos del viejo River Plate F.C. en 1908 y 1910. Se conocían como hermanos y llevaron a la máxima expresión el “juego de ala”: es decir, la combinación, el avance en conjunto, el pase justo, la llegada al gol, el control de las velocidades, el entendimiento con la mirada entre el wing derecho y el entreala por el mismo sector.

Fue la primera gran dupla oriental en lanzar a la fama este tipo de juego que luego sería replicado por José Pérez y Héctor Scarone y Santos Urdinarán y el mismo “Rasquetita” años después.

Pero ambos también eran “pillos”, fundamentalmente Dacal, apodado “Gallego”, pero a quien esto escribe le gusta más su otro apodo, “Charranco”.

Caricatura de «Mondeja» Módena.

Justamente, de la mano de Dacal puede decirse que nació la “viveza criolla” a la par del nacimiento de la Celeste todopoderosa.

Claro, esas “vivezas” no eran particularmente nuevas en nuestros campos, pero a nivel de selecciones sí porque, por ejemplo, Argentina aun contaba con la base de los caballerescos “británicos” Brown, Wilson, Hayes, Susan, Watson Hutton, Russ…

Nos situamos en el 6 de octubre de 1912, en el último duelo de esta racha fundacional. En el estadio de Racing de Avellaneda y ante más de 10 mil espectadores, Uruguay enfrentaba en su cuarto partido con idéntica alineación a los hermanos platenses que formaron con Carlos Wilson; Jorge y Juan Brown; Arturo Chiappe, Cirilo Russ, Pablo Molina; Arnold Watson Hutton, Maximiliano Susan, Harry Hayes, Manuel González y José Viale.

Dacal, crack con la pelota, vivo como pocos e imitador vocal.

A los 17´, el «Loco» Romano adelantó a los orientales. El dominio charrúa seguía siendo neto, en este caso en la 6ª edición de la Copa Newton y bajo el arbitraje del juez local Héctor Alfano.

La Celeste no sabía de tirarse atrás ni siquiera ganando de manera temprana en calidad de visitante.

Así, sobre los 40´, «Mondeja» Módena tomó el balón por la derecha y avanzó por el wing. Como siempre, levantó la vista y buscó a su compadre. Dacal realizó un movimiento evasivo e ingresó al área. Módena vio el claro y apunto hacia él. El centro iba a terminar en el «Charranco».

Sin embargo, Juan Brown, el corpulento y sólido central que había hecho historia inmensa con el Alumni hasta 1911, intuyó la acción de forma inteligente. Así, cuando partió el envío, Brown salió a anticiparlo de cabeza. Era una tromba física. Dacal, más menudo, no tendría opción de tomar esa pelota con el hombre que ya le había cortado el paso.

Juan Brown. Un back excepcional y un sportsman en toda la regla.

Pero Dacal sacó un as de la manga. El as del jugador de campito, del que tenía que ganarse la vida dentro y fuera de la cancha con lo que tenía, pero también con lo que podía generar desde la rapidez y lucidez mental.

«Charranco» conocía muy bien a Juan, pero también a Jorge (otra estrella inmortal del Alumni), el primo que era el compañero de zaga. Sabía que Jorge tenía una voz finita, aflautada, y cuando la pelota se dirigía al despeje del otro back, imitó la voz de Jorge y, desde atrás, le gritó: «¡Dejala, Juan!»

Confiando en que su su primo controlaría mejor la acción y podría salir jugando de forma más clara desde el fondo, agachó su cabeza y su cuerpo, dejando pasar el balón.

Craso error.

Jorge Brown no dijo ni «mu», pero eso al «Charranco» no le importó e impostó su voz.

La pelota cayó mansita en el pecho de Dacal, que controló y definió de primera con su calidad acostumbrada ya que era un gran scorer. Gol. 2-0 Uruguay.

Jorge, que llegaba detrás del «Gallego», nunca pudo neutralizarlo. Al ver la avivada del uruguayo, Juan Brown fue tras él al grito de «¡Chancho! ¡Chancho!» Pero la pelota ya descansaba en la red.

Imágenes del partido: viejosestadios.blogspot.com
Salta «Piendi» (a la izquierda). La voluminosa figura de Juan Brown lo observa al extremo derecho.

Cabe recordar que aquello había sido tomado como una ofensa por Juan Brown que no es un nombre más en la historia de nuestro fútbol ya que, a este caso singular y hasta divertido si se quiere, se le suma el hecho de haber sido quien apodó «Maestro» a Piendibene. Aquello ocurrió el 29 de octubre de 1911 en el Gran Parque Central por la Copa Premio de Honor Uruguayo. Los orientales ganaron 3-0, «Piendi» la rompió e hizo dos goles. Uno de ellos, espectacular ya que, marcado contra la línea final por los primos Brown, logró rematar por sobre ellos y el arquero Wilson para mandarla al fondo del arco. Allí, Juan, extasiado, se le acercó, le dio la mano y un abrazo a Piendibene y le dijo: «Muchacho, sos un maestro». Un sportsman de aquellos.

Juan Brown: encandilado por Piendibene (a quien saluda en la ilustración), engañado por Dacal.

Volviendo a nuestro «Dejala, Juan», finalmente ese encuentro terminó empatado en tres tantos, logrando los albicelestes tres goles seguidos (Watson Hutton a los 44´ y Viale a los 62´ y 69´), igualando el enorme «Rasqueta» Scarone a los 79´ para salvar el invicto.

Con el «Equipo del 12» «nació» el fútbol uruguayo, pero también, gracias a Dacal, la «viveza criolla» para acompañarlo cuando las cosas amenazaban con no salir de acuerdo a lo deseado.

Dacal, ya veterano. La sonrisa de un grande. Foto: El Gráfico.

AUTOR: PABLO VEROLI

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