Son muchos los futbolistas uruguayos que pueden darse el lujo de considerarse “campeones del mundo”.
A través de los cuatro certámenes planetarios que conquistó la Celeste, hubo jugadores que fueron protagonistas, otros actores de reparto y un puñado no logró sumar minutos, pero todos formaron parte de los planteles y, en consecuencia, son campeones.
Sin embargo, hubo muchos grandes cracks de nuestro balompié que estuvieron cerca de colocarse la medalla de mejores, pero que, por distintas razones, se quedaron en la puerta de integrar las escuadras vencedoras.
A continuación, el repaso de los nombres más ilustres del fútbol oriental que no pudieron disfrutar del máximo honor mundial.
Juegos Olímpicos Colombes, París, 1924
Este torneo presenta la mayor cantidad de ausencias de relieve, pero por una sencilla razón: el Cisma del balompié uruguayo, aquel que partió al medio al país futbolero tras las desafiliaciones de Peñarol y Central de la Asociación Uruguaya de Fútbol en 1922.
De cara al certamen olímpico y mundial, entonces, aquellos jugadores que no pertenecían a los cuadros de la A.U.F. no estuvieron en condiciones de ser convocados al plantel, como ya había ocurrido en la Copa América de 1923.
La pérdida más relevante fue la de José Piendibene, de Peñarol (Federación Uruguaya de Fútbol), una de las máximas estrellas del deporte rioplatense, habitual titular del seleccionado, todavía con algunos años más de excelso fútbol en sus zapatos, y poseedor de un prestigio incuestionable.
La ausencia del centreforward que, igualmente, permitió la explosión de Pedro Petrone y el gran cambio técnico-táctico que sobrevendría en el balompié charrúa, fue seguida por otra muy sonada: la de Isabelino Gradín, el genial entreala izquierdo del Olimpia, también de la F.U.F. Si bien su rendimiento ya no era aquel de Peñarol (1916-1921), seguía siendo una referencia y, probablemente, hubiera tenido su lugar en el seleccionado.
Volvemos a hacer una nueva mención especial: José Benincasa, el histórico back del viejo River Plate F.C. y, en aquel momento, en Peñarol. Aún seguía siendo toda una garantía en las canchas orientales y no hubiese faltado en la consideración a pesar de sus 32 años.
Los punteros peñarolenses Juan Pedro Arremón y Antonio Campolo, otros habituales del combinado, también hubiesen sido una posibilidad concreta. Una curiosidad: hasta comienzos de 1924, el wing izquierdo Campolo, el que más chances tenía, valoró seriamente la opción de pasar a un club de la Asociación para ser tenido en cuenta dado sus deseos de ser olímpico. Igualmente, ambos tendrían revancha en 1928.
Sin embargo, hay un caso a la inversa que es muy llamativo: el del puntero derecho Ladislao Pérez. El hombre de Wanderers había sido el indiscutido wing diestro en la Copa América de Uruguay en 1923, aquella que le abrió la puerta a los orientales para llegar a París un año después a maravillar al mundo.
Con su lugar más que asegurado, a comienzos de 1924 tomó la decisión de enrolarse en el Peñarol de la F.U.F, aún a sabiendas de que se perdería el viaje. Su lugar fue ocupado por quien era su suplente, hasta ahí, Santos Urdinarán (Nacional) y la historia ya es conocida. Por su parte, Pérez continuó defendiendo a los aurinegros durante toda la década del veinte del siglo XX con singular suceso y jamás se arrepintió de su decisión.
Otros jugadores que pudieron haber integrado una preselección y no lo hicieron por no estar dentro de los registros A.U.F. fueron Juan Legnazzi, Gildeón Silva, Antonio Aguerre, Antonio Sacco (todos de Peñarol), Domingo Tejera (jugaría en 1928 y 1930), Renée Borjas (presente en 1928), Roberto Figueroa (también con chance en 1928), Norberto Cassanello y Nicolás Conti (todos de Atlético Wanderers). Lorenzo Fernández (otro que sería multicampeón más adelante), y también del Atlético Wanderers, aún no había explotado.
Hubo un par de casos a considerar que fueron los de Héctor Castro y Juan Anselmo. El “Manco” (19 años a la hora de la convocatoria final) pasó a fines de 1923 a Nacional procedente del Lito Cuadrado de la Federación. “Napoleón” (21) jugaba en Fénix. ¿Por qué no fueron tenidos en cuenta? Ambos aún eran jóvenes y no habían desplegado su máximo potencial. Eso sí: en 1928 y 1930 serían muy importantes para sendos logros orientales.
De los clubes de la A.U.F., la ausencia más sonada, de todas formas, fue la de José Vanzzino (Nacional).
El caso del legendario Manuel Varela, histórico back central del balompié local desde 1911, se debió a un tema de edad, ya que se encontraba en los momentos finales de su carrera, la que acaecería en 1925, si bien a sus 32 años aún disputaba encuentros con Nacional. Situación similar a la de Carlos Scarone (33 años), que también continuaba defendiendo a los tricolores, pero que ya se había despedido de la Celeste en 1922. El otro bastión del fútbol romántico, el arquero Cayetano Saporiti, se había retirado en su Wanderers en 1921.
Juegos Olímpicos Ámsterdam 1928
Tras el “Laudo Serrato”, que puso fin al Cisma en 1925, para este certamen no hubo mayores ausencias entre los 22 convocados.
Volvió a sonar el nombre de Piendibene, pero fue el mismo “Maestro” quien pidió no ser incluido en ninguna conversación ya que se encontraba en el año final de su carrera y era consciente de que había que abrirle paso a las nuevas generaciones. Caso similar al de “Josefera” Benincasa (Peñarol) y Alfredo Ghierra (Nacional)-campeón en 1924-.
Nombres como los de Sacco (Peñarol), Emilio Recoba (Nacional)-integraría el plantel en 1930-, Pascual Cabrera (Rampla Juniors), Abraham Lobos (Lito) y Conti (Wanderers) no alcanzaban para abrir polémicas.
A decir verdad, el único nombre que pasó a la historia por tratarse de la ausencia más presente de un seleccionado uruguayo fue el de Eduardo Martínez, de Misiones.
En principio, el “Lin” fue llamado para cubrir la baja de José Leandro Andrade (Nacional), quien adujo problemas físicos para no incluirse dentro de la convocatoria final. Sin embargo, a último momento, decidió embarcar por su cuenta y se unió a la delegación en la escala de Rio de Janeiro, modificándose la lista. Así, Martínez quedó afuera del plantel, pero dentro de la delegación y, por ello, fue conocido postreramente como el “Olímpico 23”.
Copa del Mundo 1930
De cara al certamen disputado en nuestro país, hubo cuatro futbolistas que, llamativamente, quedaron descartados del plantel de 22: Roberto Figueroa, Pedro Arispe, Renée Borjas y Andrés Mazali.
El “Chueco”, que venía de ser pieza importante en el título mundial de 1928-le marcó el primer gol de la finalísima a Argentina-, aún conservaba destellos de calidad en Wanderers, pero terminó relegado en detrimento de Santos Iriarte (Racing) y Zoilo Saldombide (Nacional), ambos de un mejor presente. En ese sector, también quedó fuera de competencia Campolo (Peñarol).
Lo del “Indio” Arispe (Rampla) fue aún más doloroso desde lo emocional, ya que había sido titular indiscutido en la zaga central en 1924 y 1928 al lado de José Nasazzi. Un presente deportivo bajo y la explosión de Ernesto Mascheroni (Olimpia) y “Mingo” Tejera (Wanderers) propiciaron su no convocatoria que, de todas formas, él mismo aceptó con serenidad. Eso sí: en aquel certamen fue parte del Cuerpo Técnico celeste, como para seguir al lado de sus viejos amigos que querían tenerlo cerca.
La ausencia del aclamado «Tito» Borjas puede sonar injusta hoy en día, pero su nivel en Wanderers había decaído producto de problemas físicos y la presencia de «Perucho» Petrone y Anselmo le hacían difícil la parada. En su momento, la no mención de su nombre, lamentablemente, no generó polémicas. El imborrable autor del «Tuya, Héctor» fallecería apenas un año después para el máximo dolor del pueblo oriental.
El caso de Mazali (Nacional), el más famoso de todos los que no pudieron colocarse la medalla, fue especial: citado como arquero titular, una salida sin permiso de la concentración lo dejó afuera del plantel a poco de comenzar el torneo, ocupando su lugar Miguel Capuccini (Peñarol).
En la misma condición de ausente se encontró Arremón (Peñarol), wing derecho, quien no pudo ganarle el puesto a Santos Urdinarán (Nacional) y Pablo Dorado (Bella Vista).
Por lo demás, también perdieron su chance mundialista por decisión de la Comisión de Selección Raúl Romero (Bella Vista), Bartibás (Central), Gildeón Silva, Alberto Nogués, Carlos Gringa y Sacco (Peñarol). Igualmente, ningún caso como para generar debates nacionales.
Copa del Mundo 1950
De cara a su actuación en el Mundial de Brasil, Uruguay perdería valiosas piezas en la antesala, producto de la partida de numerosos futbolistas a otros mercados económicamente más poderosos. En aquella época, por cuestiones reglamentarias, los deportistas que no jugaran en el país, no podían ser convocados a la selección.
De entrada, Raúl Pini, quien en condiciones normales iba a ser el back derecho titular, fue transferido a comienzos de 1950 al Millonarios de Bogotá, en plena era de la “plata dulce” de “El Dorado”, en momentos que divergencias internas provocaran la expulsión de la Federación de Colombia de la F.I.F.A., lo que abrió la puerta al torneo local a moverse sin restricciones económicas de ningún tipo. Así, entre 1948 y 1953, varias estrellas sudamericanas se trasladaron al país cafetero, el mejor pagador del continente.
Con 26 años, el “Cachorro” se encontraba en el mejor momento de su carrera y, con seguridad, hubiese conformado la zaga central de Uruguay en Brasil junto a su compañero de Nacional, Eusebio Ramón Tejera.
Caso similar al de Luis Ernesto Castro, quien pasó de Nacional a River Plate de Argentina a inicios de 1950 y que tenía los boletos para ir al Mundial, en primera instancia, como suplente de Alcides Ghiggia (Peñarol) en la punta derecha. Se trataba de un futbolista todavía en un buen momento de forma, con mucho para aportar.
Sin embargo, la pérdida más grande de todas fue la de quien iba a ser titular indiscutido en el puesto de entreala derecho: Walter Gómez. Acarreando una larga suspensión en el medio local, Nacional no tuvo más remedio que negociarlo al mismo River argentino en 1950, donde haría historia. Su lugar, finalmente, sería ocupado con mucho suceso tanto en los tricolores como en el combinado por Julio Pérez.
Otro jugador albo que estuvo muy cerca de viajar como suplente de Obdulio Varela fue un joven José Emilio Santamaría. La de “5” era la posición original de “Pepe”, pero a comienzos de aquel 1950, el entrenador de Nacional, Enrique Fernández, lo ubicó como back derecho y aquello fue letal para sus aspiraciones celestes ya que, al no jugar en el puesto que la Comisión de Selección le tenía encomendado, directamente se dejó de contemplar la posibilidad de sumarlo a la lista definitiva. Finalmente, sería un veterano Rodolfo Pini, también de los tricolores, quien marcharía como centre-half suplente a Brasil.
En la línea delantera, los que tampoco integraron la delegación final fueron el nacionalizado Atilio García (Nacional), que si bien seguía haciendo muchos goles, ya estaba muy veterano (35 años) y no jugaba hacía cinco años en el combinado; el puntero izquierdo Juan Ramón Orlandi (Nacional), quien en principio era una fija, por lesión-se lo pudo haber esperado, pero se prefirió no arriesgar-; el otro wing zurdo albo, Bibiano Zapirain, quien era suplente del anterior y que oficialmente venía actuando poco en su club; y José “Loncha” García, transferido un año atrás de Defensor al Bologna de Italia. De Rampla Juniors se quedó sin su posibilidad Ramón Cantou, la «Bordadora».
Lo que la historia siempre recuerda es que en aquel Mundial, la línea delantera celeste no pudo reeditar la vieja “Escuadrilla de la Muerte” del Peñarol 1949, ya que faltaba el argentino Juan Eduardo Hohberg en el puesto de entreala derecho. La razón era sencilla: todavía el “Verdugo” no estaba nacionalizado, por lo que la línea Ghiggia, Hohberg, Oscar Míguez, Juan Alberto Schiaffino y Ernesto Vidal no pudo brillar íntegra en tierras norteñas.
Otro peñarolense que no tuvo opción fue su arquero titular: Flavio Pereyra Natero, sustituido por Roque Máspoli, del mismo club, del que se fiaba más por su larga y exitosa trayectoria. Para finalizar con los aurinegros, decir que la aceptación de la suplencia en el puesto de centre-forward por parte de Nicolás Falero a partir de 1948 en detrimento de Oscar Míguez, le quitó toda chance a «Nicola» de viajar a Brasil.
Igualmente, que todos los antes mencionados-algunos de los cuáles tuvieron revancha- no hayan podido disfrutar del máximo lauro con la casaquilla color cielo no empaña en nada su condición de leyendas de nuestro fútbol.
AUTOR: PABLO VEROLI