Autor: Atilio Garrido
El jueves 19 de setiembre de 1907 en la reunión de la Liga Uruguaya de Football realizada en la sede de la calle Zabala n.º 61, con la presencia de “Clulow, Echeverry, Peyrou, Mibelli, Silva y Antuña, Aphesteguy, Allende, T. Lewis, Penco y los nuevos delegados del Club Nacional de Football don Juan Carlos Cordero y Jorge A. Ballestero […] Se entra á la elección de presidente y se elige al señor Héctor Gómez, habiendo tenido dos votos el señor Clulow”.[1] Los asistentes representaban a los seis clubes que integraban la primera división: CURCC de la Villa Peñarol, Intrépido, Montevideo, Nacional, River Plate y Wanderers. Con cuatro votos a favor el nuevo conductor de la Liga tenía 27 años de edad. Nacido el 13 de julio de 1880 en Dolores, departamento de Soriano, Héctor R. Gómez se convirtió en el presidente más joven de la historia de nuestro fútbol.
Sus padres advirtiendo las dotes intelectuales y la inteligencia de su vástago que ingresaba en la etapa de la adolescencia, lo enviaron a estudiar a Montevideo en la universidad de Derecho y Ciencias Sociales, tal como se la denominaba oficialmente desde 1885. En los primeros años del siglo XX comenzó a escribir en la página política de El Día. Designado en 1903 en el cargo de secretario de la dirección general de Correo y Telégrafos del Uruguay, ingresó a la función pública. Intervino en “las filas del ejército del sur en la guerra civil de 1904, en el carácter de ayudante del Gral. Pablo Galarza […] Cumple misiones delicadas a plena satisfacción de sus jefes y cuando la contienda fratricida finaliza, aquel hombre de 25 años, queda de hecho incorporado a la clase directriz de la República”.[2] En las elecciones de 1905 ingresó a la Cámara de Representantes por el departamento de Canelones. En 1906 viajó Europa para representar a Uruguay en la Convención Postal Universal reunida en Roma. Extrañó a los asistentes la juventud del representante oriental. En 1907 integró el Consejo de Patronato de Menores y Delincuentes y se agregó a su corta trayectoria el desempeño de la dirección del matutino El Día.
Hombre de acción, Héctor R. Gómez tenía una gran afición por el fútbol. No en la función, sino como partidario del Montevideo Wanderers FC, siendo asiduo concurrente como espectador a todos sus partidos. León Peyrou, fundador de River Plate FC, dirigente de la institución y árbitro en los partidos de fútbol, en una exposición realizada a mediados de la década del cuarenta del siglo pasado en el Rotary Club de Montevideo, reproducida íntegramente por La Mañana, contó lo siguiente: “sucede que yo actuaba de juez casi domingo a domingo y entre las dos o tres filas de espectadores veía con mucha frecuencia sobresalir la alta silueta de aquel llorado amigo. Interpretando eso como un signo de verdadera afición y dado que ya era toda una personalidad distinguida, previa consulta con mis compañeros, le hice ofrecer la presidencia que aceptó con gran beneficio para la institución como para el fútbol mismo”.
Las Copas Newton y Lipton
Hasta el momento de ser designado Gómez como presidente de la Liga en siete partidos de la selección ante su similar de Argentina, se registraba un solo triunfo de los orientales. La sorpresiva y hazañosa victoria 3:2 del 13 de setiembre de 1903, en Buenos Aires, cuando el Club Nacional de Football asumió la representación de nuestro país. Se sumaban a los contrastes las abultadas derrotas por 8:1 y 6:1 del “combinado” –como se denominaba entonces-, frente a los británicos del Southampton (1904) y South Africa (1906), respectivamente. El Nottingham Forest también goleó en su presentación en Montevideo, aunque no enfrentó al equipo de la Liga.
El joven presidente destinó todos sus esfuerzos en cambiar esta realidad apoyándose en su propia experiencia recogida como fanático del fútbol. Inmediatamente después de asumir encontró la ocasión para iniciar un nuevo camino. El 6 de octubre de 1907 los uruguayos enfrentaban en los argentinos en Buenos Aires por la II Copa Newton. En la reunión de los delegados Gómez planteó la necesidad de integrar el equipo para ese compromiso exponiendo su fundamento. Informó que en los siete partidos anteriores de la historia ante los argentinos, la integración del equipo adversario se realizó con la base del famoso Alumni FC, el más poderoso club de la vecina orilla. En consecuencia propuso que en esta instancia Uruguay se integrara con la base de jugadores de Wanderers, campeón invicto de la Copa Uruguaya de 1906 repitiendo, en parte, la experiencia del año anterior donde diez futbolistas de los albinegros actuaron frente a los argentinos en la primera edición de este mismo trofeo que volvía a disputarse. En aquel tiempo la existencia de un director técnico con las funciones de la actualidad no sólo no se concebía. Nadie lo imaginaba. Tiempos sin cambios de futbolistas durante los partidos, los dirigentes también integraban las oncenas en los clubes.“Anoche se reunió extraordinariamente la Liga para ocuparse de la formación del team combinado que ha de representar á nuestro football. Ni una nota discordante empañó la discusión serena y tranquila, arribándose con esto á una solución que aunque no sea la última palabra de la excelencia de la combinación, a nadie contraría. Reconocemos que se ha adelantado mucho por el ambiente de caballeresca galantería y reciprocidad con que se discutió anoche y estos es mucho dentro del charruismo de nuestros dirigentes”.[3]
Después de una práctica entre el plantel elegido, veintiún días después de asumir el cargo y aunque Uruguay con cinco jugadores de Wanderers sumó una nueva derrota, esta vez exigua por 2:1 en Montevideo, en los estrados de la Liga y en los campos de juego, nacía un nuevo tiempo con el liderazgo de Héctor R. Gómez.
En 1908 hubo tres partidos internacionales ante los argentinos. El primero el tradicional cotejo por la IV Copa Lipton. En la Liga con la conducción de Gómez se armó un equipo nuevo que conservó dos jugadores del año anterior. Ambos de Wanderers FC. El capitán y caudillo de entonces, Juan Carlos Bertone, full back o centre half de enorme talla y presencia y el wing izquierdo Alberto Zumarán. Entre los nuevos futbolistas aparecía el golero de los albinegros, Cayetano Saporiti, y un ala izquierda que hará historia formada en River Plate con Vicen Modena y Pablo Dacal. El empate 2:2 en el Parque Central se convirtió en mojón, piedra fundacional de los éxitos inmediatos. Por la III Copa Newton, segundo cotejo del año, cuyo reglamento permitía la inclusión de jugadores extranjeros, Uruguay cayó en Buenos Aires por un 2:1 apretado.
El Gran Premio de Honor
En este 1908 la amistad que comenzó a cultivar Héctor R. Gómez con el importante hombre público argentino, presidente de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA), Dr. Ricardo Aldao, agregó un nuevo enfrentamiento internacional entre los “combinados” de los dos países. Se denominó Gran Premio de Honor, instituido por el Ministerio de Instrucción Pública del vecino país. Se cometió su organización a GEBA instituyéndose como premio doce medallas de oro. Once para los jugadores y una para el árbitro. El 4 de octubre en la cancha de GEBA en el parque 9 de febrero, Palermo, Uruguay ganó 1:0 con gol del joven wing izquierdo de Dublín, José Brachi.
Preocupado también por la mejora de calidad institucional, Héctor R. Gómez trasladó la sede de Liga a un local mayor y más adecuado, cito en la calle Paysandú. En el plano de la organización del “combinado” en 1909 Gómez introdujo una modificación importante. En lugar de discutir en las reuniones de la Liga la integración del equipo, se creó la comisión de selección o de team cuya integración se definía previamente a cada partido. La integraron Héctor Gómez, Américo Pedragosa y Conrado Pelfort.
El año se abrió futbolísticamente en el plano internacional con las visitas de los maestros profesionales ingleses del Everton FC y el Totthenham Hotspour. La exigua caída por 2:1 frente a los primeros confirmaba la evolución del juego de los orientales, a pesar de la posterior derrota 8:0 ante el segundo visitante británico. Luego, a pesar de que Uruguay no obtuvo triunfos en los tres partidos oficiales disputados en ese año (V Copa Lipton 1:2 en Buenos Aires, IV Copa Newton 2:2 en Belvedere y II Gran Premio de Honor 1:3 en Palermo), son los propios cronistas argentinos quienes advirtieron la llegada a los primeros planos de un “combinado” uruguayo de gran poderío. En el primer partido debutó Carlos Scarone del CURCC acoplándose en gran forma con la asentada ala derecha de Nacional: Módena y Dacal. En el segundo apareció en Uruguay el escocés Jhon Harley de centre half, incorporado por el CURCC desde Ferrocarril Oeste de Caballito. Y en el tercero estrenó José Piendibene también del CURCC.
“En 1909 ya asoma a las canchas orientales uno de los mejores equipos que jamás pisaron los fields del mundo. Son los hombres que irán armando el cuadro imbatible de los uruguayos: la inigualable promoción de 1912. Generación brava y habilidosa, que sólo quizá tenga parangón con la de 1924”.[4]
River Plate FC vence a Alumni
Con estos antecedentes que marcaban el ascenso del fútbol de los discípulos orientales frente a los maestros argentinos, el presidente de la Liga imaginó que al año siguiente, en 1910, se podía alcanzar el éxito resonante de conquistar más triunfos que los rivales que ya vestían de camiseta blanca con rayas verticales celestes, en los enfrentamientos de la temporada. La actividad futbolística oficial de este año se inició en Montevideo con varios partidos por la Copa Uruguaya el domingo 10 de abril. Se enfrentaron Nacional – Dublín en Punta Carretas, CURCC – Libertad en Peñarol, Central – French en Punta Carretas y Wanderers – Bristol en Belvedere. En el Parque Central se desarrolló el gran encuentro internacional amistoso entre el famoso y poderoso Alumni de Buenos Aires y River Plate FC. Es necesario detenerse en éste último encuentro.
“A las 3 y 30 p.m. y á las órdenes del referee, señor R. Peyrou –que dicho sea de paso tuvo ulteriormente una actuación correctísima-, se alistaron los equipos, constituidos con los siguientes elementos: River Plate: Cavallotti; J. y M. Benincasa; Louried, Sanz y García; Módena, Dacal, D’Agosto, Raymonda y Seoane. Alumni: Hardie; Juan y Jorge Brown; Galup, Lawrie y Jacob; Weiss, Alfredo Brown, Juan D. Brown, Morgan y Chalk.
River Plate justificó ayer la serie de triunfos que han caracterizado los comienzos de su actuación en esta temporada. Porque solo un team fuerte, un team de poderosos alientos é inquebrantables bríos puede realizar la hazaña que por tercera vez y por primera desde hace cinco años, lleva a cabo un equipo uruguayo. La supremacía que frente a nuestros elevens demostró siempre Alumni, el campeón argentino, influía también esta vez, a pesar de la efectiva debilidad que importaba la ausencia de varios titulares de su cuadro, para que los presagios estuvieran de su parte”.
River Plate ganó 2:1 luego de que Juan Brown estrellara dos remates en el horizontal, dando vuelta el tanteador abierto al minuto del segundo tiempo por Weiss para los visitantes, jugando con sol y fuerte viento en contra. A los 55 minutos empató Dacal y faltando muy poco para culminar el encuentro D’Agosto hizo el gol del triunfo. Alumni sólo había perdido en Montevideo dos veces. En ambas ocasiones en 1905. El CURCC lo eliminó en la semifinal de la Copa Competencia ganando 1:0 y Nacional le ganó 3:2 la Copa de Honor Cousenier en un partido memorable.
A raíz de la similitud de colores –ambas camisetas tenían franjas verticales rojas sobre fondo blanco y pantalón negro-, los dirigentes de River Plate resolvieron confeccionar para la ocasión el atuendo con pantalón blanco, medias negras con vivo rojo y el maillot de color celeste. Aunque existen suposiciones no respaldadas por documentación, hasta el presente artículo no se conocen los motivos que originaron la referida elección de esa tonalidad.
Campeonato Sudamericano de 1910
Alentados por esa victoria al comenzar el mes de mayo, con suficiente antelación comenzaron las prácticas del “combinado” que participaría en el torneo de fútbol de los Juegos Olímpicos del Centenario de la Revolución de Mayo, a disputarse en Buenos Aires entre el 27 de mayo y el 12 de junio de 1910, conmemoración organizada con toda pompa en el último tramo del presidente de la república José Figueroa Alcorta.
En dos domingos el “combinado” uruguayo realizó dos partidos de práctica venciendo 5:1 a Nacional y 4:2 a River Plate FC, viajando a Buenos Aires a participar del certamen organizado con un curioso reglamento. El campeón sería aquel país con mejor puntaje luego de computar –exclusivamente- los resultados de los encuentros que Argentina, Chile y Uruguay disputarían entre sí. O sea que, exclusivamente tenían valor para adjudicarse el título de campeón, sólo tres partidos.
En los días previos al inicio del torneo la asociación argentina planificó que el club Alumni se enfrentara a un combinado integrado por jugadores uruguayos y chilenos. La idea difundida en los diarios luego no prosperó. En cambio Alumni enfrentó a cada una de las selecciones de Uruguay y Chile.
El viernes 27 de mayo de 1910 se iniciaron los partidos. Ese día Argentina venció 3:1 a Chile en la cancha de Belgrano. En la jornada siguiente –sábado 28-, en el mismo escenario los argentinos ganaron 5:1 a los británicos. El domingo 29 de mayo de 1910, en la cancha de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA), Uruguay derrotó 3:0 a Chile, en un partido donde el juez Susán anuló tres goles por offside a los orientales. Este primer partido de la historia entre ambos países, oficialmente también marcó el comienzo del triangular por el título de campeón, ya que el primer enfrentamiento entre Argentina y Chile, no se contabilizó para el certamen, volviéndose a enfrentar el domingo 5 de junio.
Luego del triunfo oriental ante los trasandinos, la actividad continuó con un partido donde los “chilenos vencieron a holandeses por 8 a 0 en el campo de la Sociedad Sportiva en Palermo”,[5] (3) y el jueves 2 de junio, Uruguay obtuvo un resonante triunfo 3:1 ante el fuerte equipo de Alumni en el estadio de GEBA. El domingo 5 de junio volvieron a enfrentarse argentinos y chilenos en la misma cancha de Palermo, con nuevo triunfo por 5:0 del combinado anfitrión.
En esa jornada dominguera los uruguayos viajaron a Rosario donde igualaron 2:2 con el combinado de la Liga local. Gómez y Peyrou que permanecieron en Buenos Aires se sorprendieron con la igualdad. Uruguay tenía un poderío muy superior a los rosarinos, aunque debió jugar con diez hombres por una infección que experimentó Jhon Harley en una pierna, que requirió la intervención quirúrgica de urgencia practicada por el Dr. José María Delgado, quién al año siguiente asumirá la presidencia de Nacional.
Al margen de éste atenuante, descubrir otras causas de la sorpresiva igualdad con los rosarinos no demoró mucho. Gómez decidió el retorno a Montevideo de Carlos Scarone. Los jugadores reclamaron por la decisión. Se generó un conflicto entre las partes solucionado con el retiro de la decisión, aunque se le excluyó del equipo sustituido por Santiago Raymonda. A pesar que Gómez mantuvo la base del conjunto de los últimos compromisos –Cayetano Saporiti, Juan Carlos Bertone, José Benincasa, Martín Aphesteguy, Pablo Dacal y José Piendibene-, a quienes se sumó reintegró Juan Pena perteneciente a Nacional luego de su exitoso pasaje por Belgrano AC de Buenos Aires, los ánimos en la delegación no eran los mejores para encarar el enfrentamiento ante los argentinos que definía el título de campeón. A propósito de Pena, uno de los primeros ídolos del fútbol uruguayo surgido en el CURCC, en 1905 debutó en el “combinado” existiendo varias historias sobre la potencia de su remate al arco y de sus goles convertidos.
Las instalaciones de la cancha Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA) en Palermo, se mostraban repletas con 11.000 personas aquel domingo 12 de junio de 1910. Desde Montevideo viajaron 1.500 aficionados en el Vapor de la Carrera “Río de la Plata”.
Argentina ganó 4:1 con total comodidad. Aunque no fue un torneo en el sentido ortodoxo, el certamen abrió las puertas al futuro. Nació en argentina y se popularizó, el concepto de “campeonato sudamericano” que se utilizó en el telex y que a modo de prefacio se había puesto en marcha.
El color celeste en Uruguay
Al retornar a Montevideo, mientras en los diarios abundaron las críticas al equipo oriental, el presidente Gómez redobló los esfuerzos para que su objetivo de conseguir una nueva victoria de importancia ante los argentinos, no se frustrara. En sesenta y cuatro días se presentaba otra oportunidad de alcanzar ese triunfo anhelado y soñado. En una década de partidos internacionales, desde que se fundó la Liga en 1900 el “combinado” uruguayo no había triunfado en Montevideo. Los aficionados uruguayos no habían visto un triunfo ante su similar de Argentina y tampoco frente a los dos clubes integrados por británicos –Southampton y ShoutÁfrica- que nos visitaron.
Previamente en la Liga los delegados debieron decidir el color de la camiseta que luciría el equipo oriental en el partido previsto para el lunes 15 de agosto de 1910 en Montevideo, feriado en Uruguay y Argentina por las celebraciones católicas relacionadas con la Virgen María. Se disputaba el clásico rioplatense por la VI Copa Lipton, “el trofeo de mayor valor artístico de todos los que discuten anualmente los footballers de ambas orillas del Plata”.[6] Desde el primer partido de un equipo “combinado” uruguayo llevado a cabo en 1901 ante Argentina, el color de la indumentaria experimento cambios, casi constantemente. Existe constancia de la camiseta azul con una franja blanca en diagonal sobre el pecho de derecha a izquierda, y una pequeña bandera del país sobre el lado del corazón, utilizada en 1903. Al año siguiente para enfrentar los ingleses del Southampton se utilizó el blanco y en el partido contra los sudafricanos los orientales lucieron la camiseta del Albion FC la que, presumiblemente, se utilizó en el primer encuentro de la historia.
En 1907 antes de asumir Héctor R. Gómez, en la Copa Newton los orientales lucieron colores azul y blanco a rayas, como la bandera del país, cruzada por una franja en diagonal roja, que se eliminaría al año siguiente. A esta altura de la historia la asociación argentina también utilizaba ese mismo diseño con celeste en lugar de azul, indumentaria con la cual obtuvieron la consagración en el campeonato sudamericano organizado en el centenario de la revolución de mayo en 1910. Avalados por ese éxito adoptaron la decisión de continuar con esos colores lo que originó un amistoso planteo a los colegas uruguayos con respecto a la policromía que utilizaría Uruguay en el encuentro por la VI Copa Lipton.
Analizado el tema en la reunión de la Liga y luego de varias exposiciones con diferentes propuestas, el delegado de Montevideo Wanderers FC, Ricardo Le Bas presentó una moción concreta proponiendo el color celeste para la camiseta de Uruguay, tributando de esta forma homenaje al gran triunfo de River Plate FC de abril pasado ante Alumni luciendo ese color en el maillot. El negro resultó propuesto para el pantalón y las medias. En aquel tiempo el reglamento de las sesiones de Liga se regía por el sistema parlamentario británico, según el cual para que una moción pudiera ser considerada de inmediato requería el apoyo de uno de los integrantes del cuerpo. El presidente Héctor R. Gómez pronunció la tradicional palabra –“¡apoyado”!-, procediéndose a su análisis y aprobación posterior.
Cinco cambios en el equipo uruguayo
Apenas siete días antes, el 8 de agosto de 1910, en la reunión de la LUF se designó la comisión de selección presidida por Héctor Gómez e integrada con Carlos Sturzenegger, Américo Pedragosa, el infaltable León Peyrou y Conrado Pelfort. “El hecho de esperarse que se haría la designación del team combinado llevó a la Liga una concurrencia numerosa y bullanguera de jugadores y amateurs que impedía escuchar la mayor parte de lo que la Comisión trataba. Volvemos hoy a insistir en que convendría que se tomaran medidas a fin de evitar estas aglomeraciones que hacen casi imposible el trabajo a los cronistas. La Sub Comisión nombrada se reunió en seguida haciendo la designación siguiente: Cayetano Saporiti (Wanderers), José Benincasa (River Plate) y Juan Carlos Bertone (Wanderers); Jorge Pacheco (Nacional), Oscar Sanz (River Plate) y Juan Pena (Nacional); Vicente Módena (River Plate), Pablo Dacal (River Plate), José Piendibene (CURCC), Carlos Scarone (CURCC) y Pedro Zibecchi (CURCC).”[7] El equipo titular elegido presentaba cinco cambios con relación al anterior que cayó vencido en Buenos Aires. Salieron Aphesteguy, Zuazú, Bucks –quien no podía actuar por ser británico-, Raymonda y Brachi, ingresando el joven Pacheco, Sanz, Módena, Scarone y Zibecchi.
Dos casos posteriormente curiosos relacionados con jugadores de la integración de Uruguay valen mencionarse. El capitán y caudillo del equipo, Juan Carlos Bertone, actuará por última vez en el país. Al año siguiente prefirió integrar un “combinado” que se formó para realizar una gira por San Pablo y Río de Janeiro, en lugar de jugar en la VII Copa Lipton. Además, tentado por una importante oferta económica para quedarse a jugar en la capital paulista, aceptó radicarse en esa ciudad donde realizó una gran trayectoria y posteriormente –cuando comenzó a aparecer la figura del entrenador-, adquirió gran destaque en esa función. El otro caso, diferente y enigmático se producirá con el centre half titular, Oscar Sanz. No aparecerá nunca más en el equipo uruguayo y tampoco en el de River Plate FC. Uno de sus nietos investiga actualmente la trayectoria del abuelo en el fútbol, que pudo ser truncada por una tragedia.
La comisión de team de la AFA trajo a Montevideo al equipo consagrado campeón sudamericano en Buenos Aires, con sólo dos variantes en la alineación que venció 4:1 a Uruguay. No actuaban el half y el wing derecho Arturo Jacobs y Manuel González, respectivamente, ambos jugadores de Alumni. En consecuencia Argentina formó con el golero Carlos Tomás Wilson (San Isidro); Jorge G. Brown (Alumni) y Juan D. Brown (Alumni); Hebert Grant (Belgrano AC), Armando G. Ginocchio (Newells Olds Boys) y Ernesto A. Brown (Alumni); Elías Fernández (River Plate), Maximiliano Susan (Estudiantes de BA), Harry Hayes (Rosario AC), Alejandro Watson Hutton (Alumni) y José Viale (Newells Olds Boys).
La expectativa existente por el partido, el dolor causado por la anterior derrota 4:1 frente Argentina perdiendo el título sudamericano, así como también la confianza que hubo en esa ocasión en el éxito, y que se renovaba en esta ocasión, quedó de manifiesto en los comentarios previos de los diarios montevideanos. Cabe señalar que en aquel tiempo sin radio, ni televisión, los diarios representaban los únicos medios de comunicación y contacto con la gente.
“Inmensa es la expectativa que reina en los círculos sportivos con motivo del gran match á jugarse esta tarde. Aparte de lo importante del trofeo, el solo hecho de tratarse de un partido internacional es motivo suficiente como para que los ánimos estén escollados y los corazones rebosantes de esperanzas halagüeñas. Hay una causa poderosa para ello: el amor, más ó menos grande, al terruño y el cariño profundo al deporte predilecto, que anhelamos no sean heridos ni afectados.
Para que esto suceda así, es necesario que nuestros jugadores estén exentos, en el momento de la porfiada lucha, de timideces y cobardías y penetren al campo de acción con mucho entrenamiento moral, lo que les dará bríos y pujanza como para que su rol no sea deslucido ni su actuación deficiente, como lo fueron en el Campeonato del Centenario. Esperamos de ellos que su comportamiento no sea tan pobre como el de aquel entonces, y que hagan todo lo humanamente posible para que nuestras esperanzas no sean defraudadas ni nuestros anhelos marchitos.
Muchos de los que actuaron en aquella desdichada brega, vuelven hoy á participar en este encuentro, y creemos que su conducta no será la misma; creemos que más valientes y más atletas serán dignos rivales de sus poderosos enemigos, que no saben de debilidades ni de desfallecimientos inoportunos. Y si conseguir esto no se puede, por ser inferior al equipo argentino, quedaremos conformes con su derrota; pero si es raquítico y nulo, como lo fue cuando discutió la supremacía del football sudamericano, y mata cobardemente nuestras esperanzas, todos los reproches y recriminaciones serán para él.
Después de su inesperada actuación en aquel torneo, en el que muchos atravesamos el Plata en busca de un creído triunfo y de una merecida victoria, todos los amateurs esperamos que se rehabilite, dándonos así una satisfacción amplia y justiciera, que por cierto somos dignos de ella”.[8]
Las tribunas de Belvedere se mostraron colmadas. Los diarios uruguayos oscilan en calcular entre 10.000 y 11.000 asistentes. La Nación de Buenos Aires informó que “a estar por los datos de boletería, más de siete mil personas se trasladaron esta tarde a la cancha que en Belvedere posee el Wanderers, que sin embargo resultó pequeño para contener tanto público como lo invadió ávido de emociones y pletórico de esperanzas. El tiempo se asoció á la fiesta, aportando el concurso de un ambiente sereno, que estimuló la presencia de numerosas damas”.[9]
Uruguay se colocó en ganancia a las 22 minutos del primer tiempo al rematar Pablo Dacal a la carrera un centro enviado por Zibecchi desde la izquierda. A cuatro minutos de iniciada la etapa complementaria un gran pase del citado insider de River Plate a Carlos Scarone permitió la entrega de la pelota a Zibecchi convirtiendo el segundo gol. Catorce minutos después el wing Módena avanzó por la derecha dejó solo a Carlos Scarone que convirtió el tercero. El único tanto marcado por Argentina se logró en situación de juego que vale la pena narrarla, transcribiendo la crónica del enviado especial de La Nación de Buenos Aires. A los veintinueve minutos del segundo tiempo “Viale se corrió por el wing y desde cerca dirigió un tiro cruzado que atajó Saporiti, alejando la pelota sólo á escasa distancia. Repitió Susan la tentativa y cuando Saporiti se hallaba en posesión de la pelota fue embestido por el mismo jugador y por Hayes, franqueando el arquero la vaya, junto con la pelota, adicionándose los argentinos el primer goal”.[10]
El ejemplo de León Peyrou
La información apoyada en los documentos lleva a reflexiones sobre aquella época y la manera como actuaban los seres humanos, priorizando elevados valores por encima de las minucias mundanas. León Peyrou, secretario de la LUF desde 1907, cargo que asumió junto con la asunción de Gómez en la presidencia, también miembro de las comisiones que formaban los equipos orientales… ¡fue el árbitro que dirigió el partido que concluyó con el histórico 3:1 a favor de Uruguay! La Nación de Buenos Aires, al día siguiente en el comentario del periodista enviado especialmente a cubrir las informaciones del trascendente cotejo, culminó la nota de esta forma: “El público no guardó la misma compostura que en los últimos encuentros. La primera víctima de sus exigencias, tanto más injustificadas en esta ocasión, fue el referee señor León Peyrou que actuó sin embargo con corrección”.[11]
Los diarios uruguayos explotaron de alegría y euforia. ¡Por primera vez Uruguay vencía en Montevideo al gran rival del Río de la Plata! ¡Por primera vez Uruguay desde la fundación de la Liga en 1900 triunfaba de local con su “combinado”! La historia posterior dirá que en ésta jornada, bajo la conducción de un joven que ahora tenía treinta años, el fútbol uruguayo iniciaba una trayectoria que lo llevará a establecer la supremacía mundial en el período comprendido entre 1924 y 1930. Curiosa y justamente, quienes advirtieron este futuro fueron los hermanos argentinos.
“Los variados factores –incluso la superioridad-, que intervienen en el football, tratándose de matches internacionales con cuadros de Sud América, ha estado siempre de nuestra parte, y en forma tal, que el triunfo salvo muy raras excepciones, nos ha sonreído en encuentros tras encuentros, hasta llegar á clasificarnos como los campeones sud americanos de football. Como mejor triunfo es el Campeonato del Centenario, cuyo final marcó una de las derrotas más ruidosas del team uruguayo.
Con esta serie no interrumpida de triunfos, llegó á creerse como una verdad innegable, que los argentinos no admitían rivales en el popular deporte, de manera que la noticia del triunfo de los uruguayos por la Copa Lipton disputada ayer en Montevideo, cayó como una bomba en nuestros círculos deportivos. Por nuestro hall desfiló un numerosísimo público que comentaba el resultado inscripto en una de las pizarras.[12] La noticia sorprendió, tanto más cuando que se había aceptado como excelente el cuadro combinado argentino que nos representaría en la vecina orilla.
Desde su institución, los uruguayos hasta ayer registraban sólo un empate por la Copa Lipton, el de 1908, y también allá en Montevideo. La victoria del team uruguayo, á nuestro juicio, es una consecuencia lógica de la evolución que ha comenzado á notarse en el football de ambos países, evolución opuesta completamente: mientras los nuestros permanecen estacionarios –nadie compara ya el football de hoy con el de hace cuatro ó cinco años-, los uruguayos progresan, y si hasta la fecha han sucumbido como siempre frente á los nuestros, no es porque la superioridad de éstos sea tan marcada, sino que, -casi diríamos sugestionados- descienden al field casi con la convicción de ser vencidos. Pero, para nuestra guardia, es necesario decir que si una vez han quebrantado ese estado de cosas que los hacía inferiores, en lo sucesivo sus bríos serán doblemente valiosos hasta darnos rudos trabajos si queremos mantener nuestro prestigio”.[13]
Como queda registrado en el extenso pero necesario artículo, este partido, este día y este triunfo, no es fue uno más para Uruguay como país. Se transformó en un mojón que dividió los caminos del fútbol en el Río de la Plata. Esa jornada, en la cancha de Belvedere, se estrenó el celeste en la camiseta del “combinado”. Cual si fuera un talismán, sus jugadores enfundados en el color del cielo conquistaron el anhelado triunfo con el que soñaba Héctor R. Gómez. Hombre de preclara inteligencia el presidente advirtió que la victoria conseguida encerraba un enorme valor simbólico. ¿Qué hizo entonces? En épocas de muy precaria actividad fotográfica debido a las dificultades que imponía captar una imagen en un trozo de vidrio, recurrió a un profesional a quién introdujo en los pequeños vestuarios. Allí agrupó a los once jugadores que llegaban sudorosos desde la cancha, algunos de ellos con rostros desencajados. Gómez posó de pie junto a ellos. Así la imagen que ilustra esta nota se convirtió en un ícono. Recién vio la luz cincuenta años después, al conmemorar El Día esa fecha ilustrando una nota evocativa de Luis Schiappapietra.
Hoy han transcurrido 110 años del acontecimiento. El transcurso de la historia construyó su obra. Adoptada por el fútbol como su emblema, trasladado a todos los deportes que se practican en el país, evadió ese cauce en ancas de las grandes victorias. Y la celeste pasó a identificarse con la patria. Ya nada sería igual desde aquel lunes 15 de agosto de 1910 en el fútbol del Río de la Plata. Tampoco en el de mundo…
[1] “REUNIÓN DE LA LIGA. La elección de presidente”. La Tribuna Popular, Montevideo, 20/09/1907.
[2] “El Político”. El Diario, Montevideo, 24/06/1931.
[3] “FOTBALL. Los teams Internacional y Combinados”. La Tribuna Popular. 15/10/1907.
[4] Borocotó, Fioravanti, Félix Daniel Frascara y otros. Historia del fútbol argentino. Buenos Aires. Editorial Eiffel, 1955:21.
[5] “FOOTBALL”. La Tribuna Popular, Montevideo, 30/05/1910.
[6] “FOOTBALL. La Copa Lipton”. La Tribuna Popular, 15/08/1910.
[7] “El combinado designado”. La Tribuna Popular. Montevideo. 09/08/1910.
[8] “EL GRAN MATCH DE HOY. Uruguayos y argentinos”. La Tribuna Popular. Montevideo. 15/08/1910.
[9] “FOOTBALL. La Copa Lipton (De nuestro enviado especial)”. La Nación. Buenos Aires. 16/08/1910.
[10] Ídem.
[11] Ibídem.
[12] Época donde los diarios eran la única fuente de información, resultaba habitual que en cada redacción se escribieran en pizarrones colocados en la vereda para ser leídas por los transeúntes, las noticias más importantes de cada día.
[13] “La victoria uruguaya”. La Argentina. Buenos Aires, 16/08/1910.