Jugaba como bailando candombe, con ese grado de gracia y frescura. Idolatrado por quienes lo disfrutaron, está en la historia grande del fútbol uruguayo por pertenecer al plantel celeste que consiguiera el inigualado “Maracanazo”.
Una infancia difícil en el barrio Buceo, donde la única distracción posible lo comenzó a formar como jugador. En una época donde en Montevideo pululaban los “baldíos”, allí comenzó a jugar al fútbol dándole duro durante todo el día a la de goma o la de trapo. Debió alternar su pasión con el trabajo de vocear diarios en la esquina de Larrañaga y Ramón Anador, para ayudar a parar la olla.
“Con el ejemplo de mis hermanos Alfredo y Américo que tallaron lindo en las canchas, me crié en los potreros del Buceo, escapándole a los rezongos de los viejos por las zapatillas rotas”, recordaba Burgueño.
Sus comienzos en varios equipos del barrio y de allí a “El Chivero” que militaba en la divisional Extra de la AUF. Fue el primer paso para llegar a jugar en la “A”, porque le hablaron para ir a practicar a Sud América y como era de esperar quedó enganchado para jugar en una “tercera de lujo” como él la definiera y en la que jugaban nada menos que Ghiggia y Míguez, posteriores grandes amigos que le diera el fútbol. Con los “naranjitas”, estuvo tres años, desde allí llegó en 1946, por primera vez al “combinado uruguayo” como se decía en aquella época. En esa oportunidad obtuvo la Copa Río Branco, teniendo como compañeros a varios cracks: Paz, Tejera, Gambetta, Clavarés y Castro.
Gracias a esa primera experiencia internacional fue transferido al fútbol de la vecina orilla, pasando a militar en Atlanta, alcanzando a jugar con el afamado Adolfo Pedernera. Si bien descolló con los bohemios de Villa Crespo, la nostalgia lo devolvió a Montevideo y afortunadamente a Danubio.
“Hablar de Danubio, de ese capítulo inolvidable de mi vida deportiva, es como aludir a una etapa que jamás podré olvidar”, reflexionaba Burgueño.
Sin saberlo, su pase al club de la franja negra significaría la etapa más sobresaliente de su exitosa carrera futbolística. A partir de 1948 la cancha del Parque Forno se vio inundada por los quiebres de cintura de este magistral moreno. Desde su ingreso al club se pudo apreciar que era el lugar ideal para desarrollar su fútbol.
Sus notables actuaciones decidieron a Juan López a convocarlo para el Mundial de 1950, siendo junto a Romerito los representantes danubianos en el plantel que se consagró Campeón del Mundo.
Una lesión en una de sus rodillas lo alejó del Mundial de Suiza, cuando unánimemente se pensaba tenía bien ganado un lugar en la delantera celeste. Se perdió el Campeonato del Mundo pero tuvo algo de consuelo pues con Danubio logró una de sus mayores satisfacciones deportivas, el título de Vice Campeón Uruguayo 1954, que por esos tiempos era verdaderamente hazañoso. “Maceiras, Morales y Díaz; Rivera, Lazzatti y Sagastume; Auscarriaga, Romero, Burgueño, Bentancor y Olivera. Era un cuadrazo, donde era un lujo tallar, y que le dio grandes satisfacciones a su vibrante hinchada. Con toda esa muchachada de la franja negra viví una etapa inolvidable de mi vida deportiva…” rememoraba Juan.
En 1955 participó de la exitosa gira que el conjunto de la Curva de Maroñas hizo por Centroamérica y México, que duró casi tres meses.
Cuando hablaba de Danubio, se le notaba una emoción a flor de piel, es que había cosechado grandes amigos, único rédito del fútbol para aquella época.
Un tipo modesto, humilde sin darle importancia a su notable protagonismo dentro de las canchas, prefería hablar de los demás. Se enorgullecía de haber podido jugar junto a Ernesto Lazzatti, resaltaba los valores humanos de Hugo Bagnulo, primer entrenador que tuvo en el franjeado y no olvidaba las extraordinarias condiciones futbolísticas del “Chueco” Romero y además entrañable amigo.
Por su categoría, Juan fue emparentado con la mística de los Gradín, de José Leandro Andrade y del “escobero” Delgado.
El Cumba siempre fue callado, que cuando movía sus labios era para una salida ingeniosa, esas que se aprenden en la “Universidad de la calle”.
Su vida estuvo también signada por el candombe, que como buen negro llevaba en el alma, sus ágiles piernas bailaron en: Los Congos Humildes, Los Nyanzas, Los Cubanos y Añoranzas Negras, entre otros conjuntos.
Anécdota
Concurrió al mundial de Brasil como suplente de Schiaffino y luego del debut frente a los bolivianos, el próximo rival era el fuerte seleccionado español. En una de las prácticas uruguayas, un grupo de periodistas hispanos no perdieron detalle del accionar de los celestes. Cuentan que esa tarde, “Cumba” realizó las cosas más inverosímiles, provocando el asombro entre aquellos periodistas, exclamando uno de ellos: “Mira no quiero ni pensar que ocurrirá con ese moreno endiablado frente a nosotros. Rompe todos los esquemas y es imposible marcarlo. Yo no me animo a calificarlo de simple jugador de fútbol…” A lo que le contestaron: “pero hermano… si ese moreno es el suplente”, casi perplejo el español gritó: “Dios me asista, si ese negro es el suplente como será el titular”.
Trayectoria
“El Chivero (1943) Sud América (1944 -1946), Atlanta de Argentina (1947) Danubio (1948 -1955), Miramar (1957), Peñarol (1958-1960) Selección Durazno (1961).
Fuente: Suplemento Glorias Deportivas de EL DIARIO