A él se le debe la existencia de Danubio. Porque fue el iniciador y auténtico caudillo de los pibes fundadores. Por ello, al reconstruirse el Acta de Fundación se le reconoció con justicia como Presidente de la simbólica Asamblea constitutiva del Club.
Mantuvo el Amor por Danubio imperturbable y puro durante toda su vida, como el que con seguridad sintió cuando con sus hermanos y otros niños lo fundaron. El orgullo para con el barrio y el club se le notaba a simple vista, es que jamás pensó en la magnitud que iba a alcanzar aquel cuadrito de barrio, formado por escolares en los recreos de la Escuela República de Nicaragua. Sin dudas, tampoco debe haber imaginado que él se había transformado en el iniciador fundamental de un sentimiento llamado Danubio y que con el tiempo nuclearía a miles de uruguayos. Quiso a Danubio como a un hijo y le dedicó su vida.
A comienzos de la década del treinta, los niños no tenían muchas diversiones posibles y más aún si se trataba de una zona pobre, lo que quedaba era hacerse de una pelota de goma o fabricar una con medias, trapos y papel de diario y darle duro hasta que el anochecer. Era así que en todos los barrios se formaban equipos y se jugaba al fútbol durante todo el día.
Miguel, que tenía “dotes de líder” según palabras de su hermano Juan, tenía la idea fija de fundar un equipo de fútbol y fue así que un día, reunió a sus amigos y decidieron formar su cuadrito propio.
Con su empuje y entusiasmo fue “metiendo” a toda la familia en el proyecto, así fue que su casa en la calle Chayos número 50 fue la primera sede, mamá
Doña María quien le puso el nombre al novel club y hasta quien cosió las primeras camisetas, Penka su hermana, la encargada de lavarlas, su tío, Jorge Mincheff, el primer asesor técnico que tuvieron, mientras, Juan y Apóstol, sus hermanos y él “con los cortos” corrían por los barrios tras la pelota.
Miguel no se quedó solamente con el papel de futbolista, sino que se encargó de todo, manejaba las escasas finanzas con que contaban, controlaba y guardaba las camisetas. Pero además era quien organizaba los partidos, elegía las canchas y uno de los que daba el visto bueno para aceptar si se incorporaba un nuevo jugador. En las ligas de barrio, además de jugar,
muchas veces hizo de delegado.
Como jugador defendió los albinegros colores en varias ligas barriales, coronándose vicecampeón en los torneos de la Liga Parque Rodó en el año
1936, y de la Liga Cordón en 1938. Fue además Campeón en dos oportunidades, en 1939 en el famoso torneo del Barrio Olímpico, a la postre fundamental para aumentar el empuje hacia la AUF, y en 1940 de la Liga Unión.
Por los torneos de la Asociación Uruguaya de Fútbol, en 1941 alcanzó a jugar en la divisional Extra y pese a ser considerado como un buen futbolista, entendió que sería más útil como dirigente, y casi enseguida del retiro asumió como vocal.
Durante toda su vida estuvo junto al equipo que fundó, siendo muchas veces benefactor generoso, jamás se apartó, aunque en diferentes períodos no formara parte de los cuerpos directrices, asimismo ocupó los cargos más altos del club.
En 1978 fue Vicepresidente acompañando a Nelson Ciapessoni, cuando Danubio jugó por primera vez en su historia la Copa Libertadores de América.
Mientras que en el período 1979-1980, alcanzó la presidencia, teniendo como compañero de fórmula a Eliseo Rivero.
Bajo su mandato, Danubio, en la faz deportiva alcanzó en 1979, el Subcampeonato en el torneo “República”, campeonato integracionista en el que participaron selecciones del interior del país. A su vez se reacondicionó el Parque Hugo Forno y el estadio Jardines del Hipódromo, lográndose incluso, a través de la Intendencia Municipal de Montevideo la repavimentación de las calles circundantes.
A fines de 1982 dejó físicamente este mundo, pero vivirá siempre en el recuerdo de los danubianos porque inevitablemente se lo asociará con Danubio, porque fue el iniciador y caudillo de aquellos pibes los fundadores.