La importancia de los jugadores de raza negra en nuestro fútbol ha sido determinante para la obtención de resultados exitosos, tanto a nivel de clubes como de la selección uruguaya.
Específicamente en Nacional, el vínculo se remonta a los albores del juego en nuestro país.
El “cisma” de 1911, que culminó con el triunfo de la corriente interna que colocó al Dr. José María Delgado como Presidente, culminó un proceso ya iniciado de apertura institucional.
Con el transcurso del tiempo, la institución debió soportar el estigma de ser calificada de elitista, cuando las prácticas que de una forma u otra segregaban a determinados sectores sociales, eran en esa época muy frecuentes.
Habría que situarse en el contexto que se analiza para concluir que, al contrario de lo que muchas veces se ha dicho, Nacional fue un pionero desde el punto de vista de la admisión de asociados y deportistas sin distinciones.
A fines del siglo XIX, las manifestaciones deportivas cobran un auge significativo en el viejo continente, siendo las colectividades acomodadas de esa procedencia las que comienzan a difundirlas en territorio americano.
Concebidas dichas prácticas como una forma, entre otras tantas, de trasladar la vida social de sus países de origen a su lugar de residencia, fueron inicialmente círculos cerrados, que no aceptaban la incorporación de elementos criollos. Menos posibilidades tenía el negro de participar en tales actividades, relegado socialmente por su pasado de esclavo y objeto de una discriminación racial que imperaba en toda la sociedad.
Para aquellos habitantes de los viejos conventillos del Bajo y la costa montevideana, el Carnaval era su acontecimiento social más relevante. Los miembros de cada “nación” -por su procedencia-, tenían su toque característico, evocando sus orígenes a través del ritmo del candombe, mixtura originada en nuestras tierras.
En 1900 nació la comparsa Esclavos de Nyanza, de origen Bantú, en la esquina de Isla de Flores y Salto, corazón del Barrio Palermo. Fue la primera en incorporar a sus filas inmigrantes españoles e italianos.
Otra forma de integración de estos grupos sociales más humildes fue el deporte callejero, también practicado en los inmensos descampados que había en Montevideo.
Para tener acceso a las ligas organizadas y a sus instituciones, tendrían que esperar todavía un tiempo.
El fútbol se impuso por la sencillez de los recursos para practicarlo, o quizás por su inexplicable belleza y emoción.
Deportes netamente británicos como el remo, el cricket, el rugby, u otros como la esgrima, el tiro y actividades gimnásticas bajo techo, mostraban la barrera de los elementos necesarios para su práctica y el costo de la cuota social.
Al Club Peñarol llegan en 1915 Isabelino Gradin y en 1916 Juan Delgado. Este último, procedente de Central y con un pasaje por Boca Juniors, venía para sustituir en el centro de la línea media a John Harley, cuyo retiro se vislumbraba.
Llegó a compartir equipo con el escocés, jugando algunos partidos de lateral izquierdo.
Como ya expresamos, el Club Nacional de Football eliminó todo tipo de discriminación en sus filas mucho antes: en 1911, en base a la lucha encabezada por el Dr. José María Delgado y M. Rovira Urioste.
El jugador de color que ostenta la calidad de pionero en el futbol de Primera Division fue arquero del Intrepido en 1908: Federico Arrieta.
En Nacional jugaron en 1911 Antonio Ascunzi y en 1911 y 1912 José María Viamont.
Este último no pudo lograr la titularidad en el equipo que sería campeón en 1912, y pasó a River Plate F.C., en el cual alternó en 1913 y 1914, consagrándose bicampeón uruguayo.
Viamont debutó el 3 de setiembre de 1911 ante el Libertad. Jugó siempre de puntero derecho. Incluso llegó a enfrentar al CURCC, con derrota 2 a 1 el 19 de abril de 1912.
El caso de Ascunzi es especial: campeón de Reservas en 1910, Nacional lo colocó como centrodelantero en Primera Division exclusivamente contra el Bristol, el 20 de agosto de 1911 y el 10 de diciembre de 1911.
Justamente en ese club se habían enrolado todos los “disidentes” de Nacional, de notoria posición discriminatoria. La inclusión de Ascunzi fue todo un mensaje, que no lo captó el que no quiso hacerlo.
La llegada de la “Maravilla Negra”, José Leandro Andrade, se demoró más de lo previsto.
Consagrado en París, en los JJOO de 1924, volvió al país arrastrando una fama por su juego y por su personalidad muy especial, que lo acompañaría por el resto de su vida.
Dispuesto a pasar a Nacional, acompañó la gira de 1925 con gran suceso.
El Laudo Serrato que puso fin al cisma de nuestro fútbol, determinó que en 1926 debería jugar en Bella Vista.
Recién en 1927 se hizo oficialmente jugador tricolor y como representante de la institución paseó su señorío por los campos de Norte y Centro América y se consagró Campeón Mundial en 1928 y 1930.
Un conflicto del plantel con la C.D. en 1930 lo llevó a retirarse de la institución.
Tuvo un breve pasaje por el fútbol argentino y en 1932 jugó en Peñarol, ya en el ocaso.
Curiosamente, Andrade se había iniciado en las inferiores aurinegras, de donde sería marginado en 1918 por problemas con dirigentes.
Luego vendría su etapa en Misiones y la más conocida en Bella Vista, junto a Nasazzi y los Melogno, entre otros.
Una anécdota poco conocida es la que relata el intento del club tricolor por incorporar a sus filas al mítico Isabelino Gradín.
Éste había sido separado de los planteles aurinegros y pese a su solicitud de reconsideración de la decisión, debió dejar el club en 1921, en plena posesión de sus facultades físicas.
En 1922 funda el Olimpia que milita en la Liga Nacional y gana todos los torneos del año en esa
liga “paralela”, que cobijaba jugadores que deseaban pasar de un club a otro en la AUF y no obtenían el consentimiento respectivo.
En 1923 pide pase para Nacional y arma un “revuelo” tremendo en el Olimpia, que luego de sendas Asambleas termina haciendo desistir al moreno de su solicitud (cosa que estaba permitida), lo reincorpora a sus filas y culmina por voluntad de sus socios expulsando al Presidente !!!
La carrera del famoso atleta y futbolista se prolongaría hasta 1929.
En el amateurismo, visten también la casaca de Nacional el Campeón en Amsterdam 1928 Juan Píriz, el Campeón en Montevideo 1930 Conduelo Píriz y Concepción Martínez.
Ya en el profesionalismo, la incorporación del notable zaguero brasileño Domingos Da Guía marca el comienzo de una lista interminable, que supo tener hasta tres goleros de raza negra integrando la misma : el brasileño “Velhudo”en 1954 y Jacinto Callero, Campeón Uruguayo 1966 y de América 1967 y el actual titular, el panameño Luis Mejía.
Puntero izquierdo encarador, a veces número 10,
118 goles, 11 de ellos clásicos.
Agregamos algunos nombres de la era profesional :
Fausto Dos Santos, Avelino Cadilla, Luis A. Pérez Luz, Blas Bas, General Viana, G. Escalada, J. Rodríguez Caraballo, R. González, J. Rodríguez Andrade, E. Baeza, E. Álvarez, Jaburú, Maurilio Alvez, Tabaré Suárez, J. Dely, J.C. Dely, J. Wanchope, W. Núñez, P. Álvarez, R. Silva, A. Silva, M. Núñez, O.J. Morales, M. Regueiro, R. Morales, A. Benoit, P. Webo, D. Meneses, E. Borges, A. Meneses, E. Esquivel, R. Suárez, S. Fernández, G. Varela, Jorge Da Costa, Damián Rodríguez, D. Vera, S. García, A. Rolin, Pablo Caballero, P. Munhoz, Ribair Rodríguez, H. Silveira.
Nos ha dado mucho gusto escribir esta nota, pues ambas ramas de nuestra familia se afincaron en el Barrio Sur desde los años veinte del pasado siglo, así que sabemos de lo que hablamos.
Como dice mi amigo Jaime: “Sur y Palermo, rivales y hermanos”.
Hoy que los toques han cambiado y los “cortes” transformaron el arte del tambor, evocamos el insuperable sonido ancestral y cadencioso de las Lonjas de Cuareim.
Dedico estas líneas a los morenos del Sur y Palermo, que dieron vida a las “batallas” Yacumenza – Tacuarí de la vieja Liga y a las llamadas “locales” de Navidad, Año Nuevo y Reyes, cuando el candombe no era tan “snob”.