Un año, ocho meses y siete días pasaron para que Uruguay volviera a jugar de forma oficial un partido tras la obtención del título mundial en Brasil en 1950.
No vamos a repasar en este artículo las razones que llevaron a ello, pero sí hablaremos acerca de lo que fue la vuelta a las canchas del tetracampeón del mundo.
El torneo al que concurrió la Celeste fue el Campeonato Panamericano de 1952, que vivía su primera edición.
¿De qué se trataba dicho certamen (no confundir con el Torneo de Fútbol de los Juegos Panamericanos)? Fue la consecución de un sueño que durante un lustro pregonó la Confederación Panamericana de Fútbol (CPF), una entidad nacida en 1946 y que abarcaba a la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL), la Confederación Norteamericana de Fútbol (NAFC) y la Confederación Centroamericana y del Caribe de Fútbol (CCCF).
El ideal era uno solo: agrupar a todos los países americanos y disputar un torneo con los mejores representantes de cada una de las confederaciones, una especie de macro torneo continental.
Costó mucho trabajo llegar a 1952 y repetir los certámenes en 1956 y 1960. Para colmo, en 1961 se produjo el desbande y aquello fue el triste final de la CPF.
Existió un formato de clasificación que permitía llegar al torneo a los respectivos campeones de cada confederación y a los otros tres mejores clasificados de la CONMEBOL, que se decidían por orden de posición de la última Copa América.
Sin embargo, hubo invitaciones rechazadas. Los campeones de la NAFC (México, 1949) y la CCCF (Panamá, 1951), así como el anfitrión (Chile-sin importar su clasificación anterior-) y el campeón de América (Brasil, 1949), estaban adentro de forma lógica. Perú, como tercero de América (1949), también.
Sin embargo, para que se incluyera al campeón del mundo Uruguay-de forma “legal”- hubo que esperar a que no participaran ni Paraguay ni Bolivia, segundo y cuarto de la Copa América 1949.
En condiciones normales, ni Chile (5º) ni la Celeste (6º) hubiesen estado incluidos, pero, claro está, los nuestros eran los vigentes campeones del mundo por lo que su lugar, de una u otra forma, estaba prácticamente asegurado.
Así las cosas, aceptada la invitación, Uruguay comenzó lentamente a trabajar en febrero de 1952 con vistas a la designación del plantel definitivo para un torneo que se extendería del 16 de marzo al 20 de abril en Santiago de Chile.
La base del plantel, igualmente, seguía siendo la misma de 1950, con la excepción de Eusebio Ramón Tejera, que se encontraba jugando en Colombia, cuando todavía no se permitían los “repatriados” en los seleccionados.
A mediados de marzo, y luego de algunas prácticas que no terminaron de conformar, se designó el plantel de 22 futbolistas que tuvo una baja de peso: Juan Alberto Schiaffino (Peñarol).
En primera instancia, “Pepe” comenzó a entrenar con sus compañeros, pero tuvo que abandonar el grupo cuando le confirmaron la fecha de casamiento para el 14 de abril, momentos en que se estaría en plena disputa del certamen. Efectivamente, terminaría contrayendo enlace aquel día con Angélica Bozzo, su novia de toda la vida.
Con Tejera (Cúcuta-COL) sin su lugar, como ya fuera mencionado, otro de los campeones del mundo que tampoco dijo presente fue William Martínez (Rampla Juniors). Aníbal Paz ya no contaba al ser suplente en Nacional, Rodolfo Pini (Rampla Juniors) vivía sus dos últimos años de carrera, Washington Ortuño (Peñarol) venía de sufrir una dolorosa lesión que lo haría abandonar el fútbol, mientras que Carlos Romero (Danubio), Juan Burgueño (Danubio), Luis Rijo (Central) y Ruben Morán (Cerro), el wing izquierdo de Maracaná, quedaron excluidos por decisión técnica.
No sin discusiones, la Comisión de Selección integrada por los dirigentes Pedro Buscio Caballero, Francisco del Campo, Juan Jacobo, Ricardo Lombardo y el entrenador Juan López determinó que el lugar de Paz fuera ocupado por Luis Radiche (River Plate), mientras que los otros nueve elementos “ajenos” a Maracaná fueron José Emilio Santamaría (Nacional), Omar Ferreira (Sud América), Ubire Durán (Nacional), Washington Loureiro (River Plate), Javier Ambrois (Nacional), Ramón Ferrés (Defensor), Nelson Cancela (Cerro), Osvaldo Balseiro (Defensor) y Julio César Abbadie (Peñarol), el gran nombre que comenzaba a sonar en nuestro fútbol.
Plantel de Uruguay
Arqueros
Roque Máspoli (Peñarol)
Luis Radiche (River Plate)
Backs
Matías González (Cerro)
José Emilio Santamaría (Nacional)
Héctor Vilches (Cerro)
Mediocampistas
Juan Carlos González (Peñarol)
Schubert Gambetta (Nacional)
Obdulio Varela (Peñarol)
Omar Ferreira (Sud América)
Víctor Rodríguez Andrade (Central)
Ubire Durán (Nacional)
Delanteros
Washington Loureiro (River Plate)
Alcides Ghiggia (Peñarol)
Julio César Britos (Peñarol)
Julio Pérez (Nacional)
Javier Ambrois (Nacional)
Oscar Míguez (Peñarol)
Nelson Cancela (Cerro)
Ernesto Vidal (Peñarol)
Julio César Abbadie (Peñarol)
Osvaldo Balseiro (Defensor)
Ramón Ferrés (Defensor)
Entrenador: Juan López
Preparador Físico: Romeo Vázquez
Médico: Pedro Pedemonte
Kinesiólogos: Juan Kirchberg y Carlos Abate
¿Qué opinaba la prensa local?
Era cauta, pero con tendencia a la negatividad.
“No nos convence la preparación del team, ni tampoco nos convence su actual alineación. En lo que respecta a la preparación del conjunto, este señala en forma visible la falta de tiempo para haberle preparado adecuadamente, sin haber podido el preparador físico actuar con la debida eficiencia. Es así que vemos a varios jugadores excedidos de peso, entre ellos Máspoli, Obdulio Varela, Míguez y Gambetta. Tenemos, además, a todos los componentes del plantel faltos de velocidad. (…) Además, no ha convencido la formación dada hasta el presente al elenco titular, especialmente en lo que atañe al sector izquierdo de la defensa. (…) Se trata, pues, de una delegación mal preparada por falta de tiempo para ello, y además de una delantera donde falta un hombre coordinador, que trate de sacar provecho con inteligencia y tranquilidad de las condiciones de los demás compañeros. Creemos que deba producirse una amplia reacción en los jugadores en pleno desarrollo del Campeonato, pues de lo contrario pobre habrá de ser la producción del elenco celeste en esta justa internacional”.
El Bien Público, 18/3/1952
Mientras Uruguay se alistaba para viajar a Chile, el torneo había dado comienzo el 16 de marzo con una goleada del dueño de casa ante Panamá (6-1).
El 23 de marzo, sí, se produjo el debut de los orientales, que vencieron a México por 3-1.
Juan López alineó a Roque Máspoli; Matías González, Schubert Gambetta (52´ Héctor Vilches); Víctor Rodríguez Andrade, Obdulio Varela, Ubire Durán; Alcides Gigghia, Julio Pérez (60´ Javier Ambrois), Oscar Míguez, Julio César Abbadie y Ernesto Vidal.
El referee fue el inglés William Crawford.
Los charrúas ganaron con justicia, pero no sin susto, ya que el tercer tanto, obra del “Pardo” Abbadie a centro de Ghiggia, recién llegó sobre el final (88´). Es más: el encuentro llegó a estar empatado 1-1 hasta que Míguez, tras otro pase del “Ñato”, desniveló a los 40´ del primer tiempo. El primer tanto celeste, a los 26´, había sido en contra.
En resumen: estreno intenso, pero sin orden ni brillantez de parte de los nuestros. No fue el debut esperado por la cátedra, aunque la prensa uruguaya algo había vislumbrado.
El 30 de marzo y ante 40 mil espectadores, la Celeste se recuperó y goleó 5-2 a Perú, que venía de arrollar a Panamá 7-1.
Los orientales hicieron algunos cambios: Radiche fue el arquero, Vilches ingresó por el lesionado Gambetta y Ferreira jugó por Ubire Durán.
El team: Luis Radiche; Matías González, Héctor Vilches; Víctor Rodríguez Andrade (Juan Carlos González), Obdulio Varela (Osvaldo Balseiro), Omar Ferreira; Alcides Gigghia, Julio César Abbadie, Oscar Míguez, Julio Pérez y Ernesto Vidal.
Crawford fue nuevamente el juez.
El equipo, que con más competencia encima comenzaba a hacer gala de su categoría, llegó al gol por intermedio de Vidal (2´), Míguez (12´-penal-, 32´ y 87´) y Julio Pérez (69´). En el primer tiempo, el arquero peruano, Walter Ormeño, le detuvo un penal al “Cotorra” Míguez.
La nota negativa fue la luxación de hombro de Obdulio, que debió ser sustituido a los 10´ por Balseiro. Es que se trató de un encuentro duro, áspero porque los incaicos emplearon un juego excesivamente brusco los 90´. Tan es así que, por una acción durísima contra Julio Pérez, Luis Calderón fue expulsado a los 15´.
El “Patrullero” Vidal y “Pataloca” Pérez fueron las figuras uruguayas.
Con viento en la camiseta, el 6 de abril llegó la previsible goleada a Panamá: 6-1.
Sin Obdulio, lesionado, López mantuvo el sistema de rotación de jugadores en un torneo cuyos cotejos se disputaban cada muy pocos días.
Uruguay alineó a Roque Máspoli; Matías González, Héctor Vilches (José Emilio Santamaría); Víctor Rodríguez Andrade, Osvaldo Balserio, Ubire Durán; Alcides Ghiggia (Julio César Britos), Javier Ambrois, Oscar Míguez, Julio César Abbadie (Washington Loureiro) y Ernesto Vidal.
El árbitro fue el inglés Walter Manning.
Los goles de un match sin mucho que analizar y que encumbraba a los orientales fueron de Abbadie (3), Britos, Loureiro y Félix Tejada, en contra.
El mismo día de ese partido, hizo su debut la escuadra brasileña con un inexpresivo 2-0 a México. La goleada de 5-0 a Panamá no pudo hacer olvidar el increíble 0-0 que Perú les sacó a los norteños, dejando el torneo muy a la mano para los charrúas.
Así las cosas, el 13 de abril, uruguayos y chilenos, ambos con puntaje perfecto tras tres juegos, disputarían la primera petit final del certamen.
La creencia era que los nuestros debían imponerse, pero todo salió mal desde el principio…
A los 5´ ya estaban abajo 1-0. A los 20´, Obdulio Varela sin haberse recuperado de la lesión, debió salir sustituido por Balseiro. La salida del “Negro Jefe” perjudicó el andar celeste, el equipo nunca se pudo acomodar, siguió jugando mal y de forma por demás individualista y sucumbiendo ante un team trasandino que actuó ordenado, defendió bien y fue efectivo.
Para colmo de males, a los 40´ se fue expulsado el “Pardo” Abbadie junto al local Víctor Roldán y ahí sí, poco más se pudo esperar teniendo en cuenta que el delantero aurinegro era de los pocos que estaban respondiendo.
Nunca pudo encausar el encuentro el once de Juan López en el complemento. Le faltó todo: fútbol y empuje. Sobre el final, Chile-escuadra poco técnica, pero trabajadora- convirtió el segundo y aquello fue un golpe tan inesperado como duro, que dejaba con pocas chances de título a los charrúas.
Así actuó Uruguay ante Chile en la derrota de 2-0, con arbitraje de Charles Dean, otro inglés.
Roque Máspoli; Matías González, Héctor Vilches; Juan Carlos González, Obdulio Varela (Osvaldo Balseiro), Omar Ferreira (Víctor Rodríguez Andrade); Alcides Ghiggia, Julio Pérez (Javier Ambrois), Oscar Míguez, Julio César Abbadie y Ernesto Vidal.
Para seguir aspirando a lo máximo, la Celeste debía imponerse en su último duelo a Brasil, en el que sería el primero de incontables encuentros que los norteños venderían como “La revancha de Maracaná”, un título tan ampuloso como carente de sustento.
Es que, imaginemos, si la herida sigue abierta más de 70 años después, lo que debe haber sido jugar ante quienes silenciaron un país un año y medio después del desastre. La sangre, aún fresca, estaba en el ojo.
Y esto no es solo una forma de decir: en aquel plantel brasileño, todavía estaban varios sobrevivientes del reciente Mundial como Castilho (arquero suplente), Bigode, Nilton Santos, Ely, Bauer, Friaça Ademir y Baltazar. A todos ellos se les sumaba un jovencito que sería una de las grandes leyendas del fútbol de aquel país: Waldir Pereira, “Didí”.
Eso sí, Barbosa, el arquero, el principal sindicado por la derrota en Maracaná, ya era un recuerdo en el Scratch.
El partido también era una petit final para Brasil, ya que tenía que vencer para luego jugarse el título con Chile en la última jornada.
El 16 de abril, Juan López, sin Obdulio ni Gambetta, lesionados, puso en cancha a Roque Máspoli; Matías González, Héctor Vilches; Víctor Rodríguez, Ubire Durán, Omar Ferreira; Alcides Ghiggia, Julio Pérez (Washington Loureiro), Oscar Míguez, Julio César Abbadie (Nelson Cancela) y Ernesto Vidal (Ramón Ferrés).
El técnico brasileño, “Zezé” Moreira, quien años después dirigiría a Nacional, alineó a Castilho; Djalma Santos, Pinheiro (Gérson); Nilton Santos, Brandãozinho, Ely; Friaça (Bauer), Didí, Ademir, Baltazar (Pinga) y Rodrigues.
Todavía reponiéndose del golpe de 1950, Brasil, aunque cueste creerlo, jugaba de una forma más defensiva bajo el impulso de “Zezé”. En resumen: priorizaba el cero en su arco antes que marcar docenas de goles en el contrario.
Pero Uruguay, deshilachado, volvió a jugar mal y Brasil, todo lo contrario. Lo superó en todas las líneas con un sistema trabajado, con individualidades brillantes y con un estado físico superior. Lo de los charrúas fue luchar, sobre todo con una puntual, pero potente reacción anímica en el inicio del complemento, aunque sin responder desde el punto de vista futbolístico.
El primer tiempo fue 2-0 para Brasil. Descontó Míguez a los 55´, pero los norteños hicieron dos más a los 71´ y 85´. Para el final, llegó el descuento de Cancela, de penal (90´).
Faltando media hora, el inglés Godfrey Sunderland expulsó a Ely y Míguez.
Brasil, que terminaría siendo campeón después de vencer 3-0 a Chile y que aún seguía vistiendo de blanco como en Maracaná (cambiaría recién en las Eliminatorias y en amistosos previos al Mundial de Suiza, todo en 1954, al color amarillo), disputó el cotejo como si fuera una final. Lo vivió como su “revancha”, por más que de aquello no hubiera nada. Hizo todo lo que tenía que hacer y, además, se mostró agresivo en su juego, en general viviéndolo como una guerra.
Uruguay llegó muy tocado a este partido, sin figuras clave, con un rendimiento en caída, sin un sistema de juego aceitado y después de una derrota sorpresiva ante Chile. No alcanzaron las individualidades.
Con un tercer puesto finalizó la actuación de la Celeste en el Campeonato Panamericano de 1952, torneo que empezó bien, pero terminó muy mal.
La vuelta de los campeones del mundo después de más de un año y medio no había sido la adecuada, pero las cosas mejorarían más temprano que tarde.
AUTOR: PABLO VEROLI