Si la modalidad de convocar futbolistas que actúan en el exterior del país hubiese estado permitida y expandida desde los inicios del fútbol, seguramente Uruguay, con Alcides Ghiggia (AS Roma), Walter Gómez (River Plate, AFA) y José “Loncha” García (Bologna), hubiese alcanzado la final de la Copa del Mundo de Suiza 1954 y hubiese clasificado sin ningún inconveniente a Suecia 1958 con los mismos Ghiggia y Walter Gómez (Palermo) más Juan Alberto Schiaffino (AC Milán), Julio César Abbadie (Genoa) y José Emilio Santamaría (Real Madrid), prometiendo, además, una buena participación.
En Chile 1962, más allá del «Pardo» Abbadie, faltó Julio César Benítez, defensor central, aunque un polifuncional en toda la regla, del FC Barcelona, club en el que brillaba.
En Inglaterra 1966, en tanto, además de con el mismo Benítez, se hubiese contado con un Luis Cubilla (River Plate, AFA) en estado de gracia, brindándole el arma letal faltante en el ataque al combinado de Ondino Viera y, en 1970, se hubiesen importado los goles que tanto hacían falta con la presencia de Héctor “Lito” Silva (Palmeiras).
Sin embargo, nada de eso sucedió. Y no por un exclusivo deseo propio: dicha práctica (solamente podían ser convocados a los seleccionados aquellos futbolistas que actuaran efectivamente en el país de origen) no estuvo habilitada sino hasta 1958, pero los casos en Suecia fueron contados con los dedos de una mano (quitando el caso de los británicos, por supuesto): Raymond Kopa (Francia) jugaba en el Real Madrid de España, el local Nils Liedholm en el Milan de Italia, y John Charles (Gales) en la Juventus, también de Italia.
Algo similar, pero siempre con europeos, ocurrió en 1962, 1966 y 1970, pero en todos esos casos, la Celeste solo optó por actuar con valores del medio local.
Esta práctica de los «repatriados»* comenzó a expandirse en el resto del planeta después del Mundial de México 1970 y debido a que la realidad del fútbol lo ameritaba: un día sí y otro también, los mejores exponentes de nuestro continente, por ejemplo, por cuestiones económicas y deportivas, abandonaban sus países en gran cantidad, mermando el poderío de los combinados, que ya no toleraban más la situación.
Con muchos cracks allende las fronteras, se optó por comenzar a convocar a los mejores exponentes que no actuaban en casa.
Como aquella era la realidad que imperaría de ahí en más, y previendo lo que sería la Copa de Alemania 1974, la Asociación Uruguaya de Fútbol dio vía libre a dicha práctica, que ahora incluiría las negociaciones con los clubes de origen para lograr las cesiones, pero con el aval de la FIFA.
El inicio de esta aventura no pudo ser mejor que la Copa Independencia de Brasil de 1972, torneo que conmemoraba los 150 años de la Declaratoria norteña.
Si bien amistoso, el certamen fue de alcance mundial, con 18 selecciones nacionales participantes más dos combinados especiales (uno de África y otro de la CONCACAF), primero en una serie clasificatoria y, luego, en fases decisivas.
Uruguay, a la par de Brasil, la Unión Soviética, Escocia y Checoslovaquia, ingresó directamente a la fase de grupos, en este caso incorporándose a la zona B junto a Portugal, Argentina y los muchachos de Lenin.
Los dueños de casa compitieron en el Grupo A con Yugoslavia, los escoceses y los checos.
Atrás habían quedado selecciones como Francia e Irlanda de Europa, los equipos africanos y centroamericanos, el resto de los países sudamericanos e Irán, de Asia.
El evento, disputado en 12 ciudades brasileñas, había dado comienzo el 11 de junio, pero la Celeste recién debutaría el 29 del mismo mes en San Pablo.
Para la también conocida popularmente como “Minicopa”, la AUF designó a Washington Ecthamendi, a la sazón entrenador de Nacional, como conductor.
Para el prestigioso evento, se concertó una serie de amistosos previos en Europa, pero con elementos del medio local.
La Celeste, entre mayo y junio, viajó al Viejo Continente para caer ante España (0-2) y Alemania Democrática (0-1), igualar ante los mismos germanos y vencer a Noruega (1-0). En tanto, también se mecharon juegos ante clubes como el Stade de Rennes de Francia (4-0), Anderlecht de Bélgica (1-0) y Feyenoord de Países Bajos (0-0), siempre en condición de visitantes.
Con varios jugadores fuera de fronteras (más de 100 transferidos desde comienzos de 1970) y con algunos hombres lesionados, el “Pulpa” confeccionó la lista definitiva y decretó que el lateral izquierdo Ricardo Elbio Pavoni, de Independiente (AFA), sería el único “repatriado” para aquel torneo, transformándose en el primero de la historia de nuestro país.
Curiosamente, apenas Uruguay y la República de Irlanda contaron con “repatriados” para el mencionado certamen. A Pavoni se le sumó el mediocampista Noel Campbell, del Fortuna de Colonia alemán. Los demás seleccionados solo afrontaron la competencia con sus locales, aclarando el tema de los representantes de CONCACAF y África.
El “Chivo” no era nuevo en esto de actuar por el combinado: hasta que defendió a Defensor en 1964, había sumado seis partidos oficiales con la enseña tetracampeona del mundo, habiendo debutado en 1962, aunque no había tomado parte de ningún campeonato oficial.
Nacido en Montevideo el 8 de julio de 1943, debutó con los “tuertos” en 1961 ganándose rápidamente fama de guapo, ganador, duro marcador, de gran disparo y hasta goleador, demostrando también todas esas cualidades en Independiente, donde actuó desde 1965 hasta 1976, transformándose no solo en uno de los que más partidos jugó con los “Rojos” (501-es el extranjero que más veces lució dicha enseña-, con 65 tantos señalados) en su historia sino en uno de los máximos ganadores de la institución de Avellaneda (12 éxitos, el foráneo con más galardones en los “Diablos”).
Para cuando fue convocado a la «Minicopa», ya sumaba dos Copas Libertadores y tres títulos de Liga en su haber (alcanzaría tres Libertadores más-logrando el hito de ser el player que más trofeos continentales obtuvo en un solo club-, además de una Intercontinental y tres Copas Interamericana).
Genio y figura en Independiente, retornó a la Celeste en su mejor momento.
A él se le añadieron, por decisión de Etchamendi, los siguientes futbolistas:
Luis Aguerre (Huracán Buceo)
Lorenzo Carrabs (Danubio)
Alberto Carrasco (Sud América)
Baudilio Jáuregui (Defensor; el back recién pasaría a River de AFA en 1973; hay fuentes erróneas que lo dan ya en los “Millonarios” en 1972)
Francisco Campo (Liverpool)
Luis Ubiña (Nacional)
Juan Pedro Ascery (Danubio)
Juan Masnik (Nacional)
Juan Carlos Blanco (Nacional)
Mario González (Peñarol)
Agapito Rivero (Liverpool)
Julio Montero Castillo (Nacional)
Alberto Cardaccio (Danubio)
Ildo Maneiro (Nacional)
Víctor Espárrago (Nacional)
Luis Montero (Bella Vista)
Julio César Jiménez (Peñarol)
Luis Villalba (Peñarol)
Ruben Romeo Corbo (Peñarol)
Francisco Bertocchi (Liverpool)
Ángel Ferreira (Huracán Buceo)
Fernando Morena (River Plate)
Pierino Lattuada (Liverpool)
¿La gran ausencia? Luis Cubilla (Nacional), claro, pudiendo sumarse la de Julio César Morales, también tricolor.
Pavoni venía a ocupar el puesto que había ostentado Juan Martín Mugica en el equipo charrúa hasta 1971. Después de alternar la titularidad en Nacional a fines de aquel año, el notable lateral zurdo fue transferido al Lille francés.
Tampoco fueron llamados por Ecthamendi para esta ocasión por diversas razones, los siguientes jugadores: Atilio Ancheta (Gremio), Ladislao Mazurkiewicz (Atlético Mineiro), Pablo Forlán (San Pablo) y Pedro Rocha (San Pablo), todos figuras consulares de sus equipos en Brasil. Otros hombres de relieve como Julio César Cortés y Dagoberto Fontes, se encontraban en México.
Ya en la tierra de la samba, la experiencia fue muy mala, con “Chivo” y todo.
El 29 de junio, la URSS, un eterno “papá” futbolsítico de la Celeste, vengó-un poquito- la derrota de los cuartos de final en México dos años atrás, y se impuso en el debut del Grupo B 1-0 a los nuestros.
Fue ante 10.000 personas en el Morumbí.
Carrasco; Blanco, Jauregui, Masnik, Pavoni (lució el número 16 en todo el campeonato); Maneiro, Montero Castillo, Espárrago; Jiménez (Morena), Villalba (Bertochi) y Lattuada, fue el equipo del “Pulpa”.
Arbitró el israelí Abraham Klein.
Vladimir Onishenko, a los 60´, fue el autor del tanto.
Pavoni dio la razón a sus valedores cuando marcó, de cabeza, el único gol de los orientales en el certamen en el empate a uno ante Portugal por la segunda fecha (2 de julio en el Maracaná ante 50.000 almas), que eliminó de todas formas a la Celeste.
Carrasco; Ubiña, Jauregui, Masnik, Pavoni; Maneiro (Cardaccio), Montero Castillo, Espárrago; Lattuada, Villalba y Morena (Corbo), el once.
Juez: Rudolf Scheurer (Suiza).
Para cerrar un magro torneo, los celestes cayeron el 6 de julio 1-0 ante Argentina en el clásico rioplatense celebrado en Porto Alegre.
Uruguay: Carrasco; Ubiña, Jauregui, Masnik, Pavoni; Cardaccio (Maneiro), Montero Castillo, Espárrago; Lattuada, Bertocchi y Morena, los charrúas.
Dirigió Edwin Keith Walker (Inglaterra).
Como un guiño del destino, el torneo de los 150 años de la Independencia de Brasil, sería ganado por el local ante… ¡Portugal! (1-0). Algo así como una segunda independencia.
Del plantel celeste, Ferreira se iría de forma inmediata a México para jugar en el Atlas de Guadalajara y, a principios de 1973, Jauregui marcharía a River argentino. Y en ese año continuaría el éxodo abrumador, marchando entre ellos prácticamente todos los campeones autóctonos de América y del mundo de Nacional de 1971 (Ángel Brunel, Blanco, Espárrago, Montero Castillo, Maneiro y Morales), que se sumaban al desmantelamiento de 1971 (Ancheta) y 1972 (Mugica).
La Selección continuaría después de eso acudiendo a futbolistas del medio local y con ellos clasificó al Mundial de Alemania, pero los “repatriados”, cada vez más y mejores, se incorporarían para dicho certamen.
En total, serían ocho y nuevamente liderados por Pavoni (Independiente): Mazurkiewicz (Atlético Mineiro), Jauregui (River Plate, AFA), Forlán y Rocha (San Pablo), Espárrago (Sevilla), Montero Castillo (Granada) y Héctor Santos (Alianza Lima).
Roberto Porta, el DT, también pudo haber convocado a Ancheta (Gremio), Blanco (Zaragoza), Maneiro (Olympique de Lyon) o J. C. Morales (Austria Viena).
El campeonato del mundo alemán continuó la línea de la «Minicopa» y fue un fiasco: tres partidos, ninguna victoria, un empate y dos derrotas.
La Celeste recibió seis tantos y convirtió apenas uno. Como si fuera una cruel broma de los dioses, ese gol, como en el certamen brasileño, también lo marcó… Pavoni, el “repatriado” original. El «repatriado» caso 0.
*El término hace referencia, de acuerdo a la RAE, a «devolver algo o a alguien a su patria». La acepción se haría popular en los años ochenta y noventa y, en algunos casos, llegó a ser empleado de forma peyorativa.
AUTOR: PABLO VEROLI