Sudamericano Sub 20 1981: La Celeste cantó «7» bien arriba

Los campeones. Arriba, de izquierda a derecha: Santiago Ostolaza, Nelson Gutiérrez, Javier Zeoli, Carlos Melían, José Batista y Carlos Vázquez. Abajo, en el mismo orden: Adolfo Barán, Javier López Báez, Jorge da Silva, Enzo Francescoli y Jorge Villazán.

El 8 de marzo de 1981, los muchachos celestes tocaron el cielo con las manos desde la altura de Quito. La selección uruguaya sub-20 conquistó su séptimo título de campeón sudamericano en diez eventos disputados, luego de vencer de forma contundente a su similar argentino por 5 a 1 en el último partido.

AQUELLOS MESES DE GLORIA Y EL SUEÑO JUVENIL

El verano de 1981 puede considerarse como una verdadera temporada alta en el palmarés del fútbol uruguayo. Un período de ocho meses determinado por épicos triunfos que elevaron la temperatura de la afición local con una notable consecución de éxitos. 

Se inició en agosto de 1980 con el retorno de Nacional a la cumbre de América conquistando la Copa Libertadores. Continuó el 10 de enero de 1981: Uruguay campeón de campeones del mundo en el Estadio Centenario al levantar la Copa de Oro. Un certamen inédito cuyo lauro ostenta de forma exclusiva la gloriosa celeste. Un mes después, el 11 de febrero, Nacional conquistó por segunda vez la Copa Intercontinental tras vencer al poderoso Nottingham Forest inglés en Tokio. El fútbol uruguayo retomaba su lugar de privilegio en la cúspide del balompié mundial con tres victorias sobresalientes en 117 días. 

Simultáneamente, un grupo de muchachos seguían con atención estos acontecimientos desde Ecuador mientras se preparaban para sumar otra presea dorada a la enorme colección de triunfos orientales. 

La selección juvenil había partido de forma temprana a la tierra dividida en dos hemisferios para obtener el cuarto Torneo Sudamericano Sub 20 de forma consecutiva. Los gurises venían honrando la rica tradición de nuestro fútbol tras conseguir los torneos continentales de 1954 (Venezuela), 1958 (Chile), 1964 (Colombia), 1975 (Chile), 1977 (Venezuela) y 1979 (Uruguay). El fútbol juvenil celeste predominaba con absoluta autoridad en un continente formador de cracks de pura cepa y la generación de 1981 pretendía estar a la altura de las circunstancias.

El grupo definitivo de 18 jugadores estuvo conformado por Jorge Ananía (Fénix), Gustavo Ancheta (Miramar Misiones), Adolfo Barán (Rentistas), José Batista (Cerro), Carlos Berrueta (Danubio), César Calero (Wanderers de Santa Lucía), Jorge Da Silva (Defensor), Enzo Francescolli (Wanderers), Nelson Gutiérrez (Peñarol), EduardoLinaris (RiverPlate), Javier López Baez (RiverPLate), Carlos Melián (Wanderers), Alexis Noble (Peñarol), Santiago Ostolaza (Bella Vista),  Pedro Pedrucci (Progreso), Carlos Vázquez (Bella Vista), Jorge Villazán (Nacional) y Javier Zeoli (Danubio) y fue conducido técnicamente por el Profesor Aníbal Gutiérrez Ponce y su ayudante Héctor Salvá. 

El entrenador asumió el honorable desafío fundamentando la necesidad de aclimatar a sus pupilos a las características atmosféricas de Quito, dada su altitud de 2800 metros sobre el nivel del mar. Los dirigentes asociacionistas dieron lugar al planteo formalizado y la delegación viajó con antelación para cumplir con ese cometido y poder así, alcanzar un mejor rendimiento deportivo.

La delegación completa posa en Ecuador.

UNA GUERRA LIMÍTROFE POSTERGA EL SUDAMERICANO

El plantel comenzó a desarrollar el plan de trabajo con absoluta normalidad pero un suceso inesperado alteró la planificación. Un diferendo territorial entre Ecuador y Perú elevó la tensión en la frontera y se produjo la denominada Guerra de Paquisha en la Provincia limítrofe de Zamora Chinchipe. La amenaza de acciones bélicas entre ambos países alteró de forma significativa la vida cotidiana en esos días y el comité organizador decidió retrasar el inicio de la competencia. Las diferencias entre ambas naciones se lograron canalizar por la vía diplomática pero las reyertas acontecidas en Paquisha generaron alrededor de 50 víctimas entre fallecidos y heridos. Inmersos en ese inestable contexto político y social se encontraban los jóvenes futbolistas compatriotas. 

Lejos de sus hogares y de sus afectos y repartiendo la atención entre la pelota y las noticias que iban surgiendo sobre el posible estallido del conflicto armado. El técnico Gutiérrez Ponce, conocedor amplio de Ecuador por haber desempeñado anteriormente la función en varios clubes e inclusive en la selección local (1977), visualizó como primordial contener a los chiquilines y su liderazgo no solo se redujo a estrictas orientaciones futbolísticas. Los entrenamientos diarios fueron alternados con actividades recreativas y culturales permitieron descontracturar el ambiente de la concentración. Igualmente, los días pasaban, el fútbol demoraba en comenzar y la prolongada convivencia conspiró para que se suscitara un conflicto entre el entrenador Gutiérrez Ponce y el presidente de la delegación celeste. Este suceso, que no pasó a mayores, determinó que se incorporara a la comitiva otro actor fundamental fuera de la cancha.

Finalmente, la décima edición del Campeonato Sudamericano Juvenil se puso en marcha y Uruguay debutó frente a Bolivia el 15 de febrero. El match fue sumamente parejo y culminó en empate 1 a 1. El rendimiento futbolístico de los defensores del título no fue el esperado dadas las expectativas originadas por el alto nivel técnico del plantel. 

El Dr. Hernán Navascués, histórico dirigente del Club Nacional de Football y de la Asociación Uruguaya de Fútbol, siguió las instancias de aquel encuentro inaugural desde Montevideo. “Yo comienzo viendo el partido con Bolivia. Lejos estaba de imaginar que dos días después, estaría rumbo a Ecuador. Uruguay empata ese partido y la actuación no convenció. Se consideró que ese episodio, entre el presidente de la delegación y el Sr Gutiérrez Ponce, había incidido”. Es por ello que desde la AUF “se consideró que debía ir otra persona a los efectos de mediar en la situación. Así fue como termino llegando a Quito”, recordó Navascués. El delegado tricolor ante la AUF viajó de forma inmediata para cumplir con la misión asignada y sumarse al trabajo de la delegación celeste. “Cuando llegué, los periodistas Ariel Delbono y Jorge Savia me dijeron que el clima era tenso. Yo tenía que facilitar el trabajo de Gutiérrez Ponce porque del mismo dependía el éxito de la selección.” A su vez, y al otro día de que arribó el novel delegado, se cayó ante Paraguay por 2 a 1. “Uruguay estaba casi eliminado”, sentenció Navascués.

Cuatro que, con los años, fueron figuras en América y el mundo: Villazán, Francescoli, Da Silva y Gutiérrez.

FRENTE AL DUEÑO DE CASA GANAR O RETORNAR

La situación era compleja. Uruguay había cosechado tan solo un punto en dos partidos y debía enfrentar a la selección local con su enfervorizado público. Navascués analizó la situación y consideró que debía interceder al respecto. “Yo tuve una charla con los jugadores porque con los jóvenes es más fácil hablar que con los formados. Ellos eran más sensibles a escuchar las opiniones y les dije que no estuvieran tan preocupados en el partido por el goal average. Porque Bolivia no le había ganado a Colombia y la experiencia decía que Bolivia iba a empezar a sentir la influencia de tener que empezar a competir por el primer puesto. Le iba a cambiar totalmente la mentalidad a los jugadores.” Aquellas palabras pronunciadas con el propósito de brindar un consejo culminaron siendo premonitorias. Bolivianos y colombianos empataron en el partido de primera hora y Uruguay “tenía que preocuparse por ganar, pero no por la diferencia de goles como estaban hablando los jugadores. Fui al vestuario y les dije: ´Tranquilos. ¡Vamos a jugar!´”.

Uruguay venció 2 a 1 al representativo ecuatoriano con goles de Francescoli y Noble. El delegado celebró la primera victoria uruguaya en el certamen desde la tribuna e identificó con exactitud los factores claves de aquel encuentro. “Empieza a surgir la figura de Francescoli a lo cual se agregó la incorporación de Nelson Gutiérrez en la zaga y también un cambio táctico que hizo Gutiérrez Ponce al poner a Barán en lugar de Noble. Lo cierto es que Uruguay se encaminó y empezó una carrera imparable”, señaló el dirigente. La victoria frente a Ecuador fue un momento de quiebre en el proceso de aquella gesta. Los celestes sumaron dos unidades y una profunda infusión de confianza en sus superlativas capacidades. En la última jornada dela fase de grupos, Uruguay goleó a Colombia por 4 a 1 y el seleccionado culminó clasificando a la ronda final como ganador del Grupo A.

LA VUELTA OLÍMPICA EN EL EXTERIOR

La fase final consistió en un cuadrangular organizado en base al formato de todos contra todos. Los celestes debieron trasladarse a Guayaquil para enfrentar a Brasil el 1º de marzo. Los gurises sacaron a relucir la chapa de candidato y superaron a la verdeamarela por 2 a 1 con anotaciones de Francescoli y Da Silva. El “Polilla” empezaba así su actuación desnivelante en el cuadrangular final convirtiendo goles en los 3 partidos correspondientes a esta etapa del torneo. Uruguay retornó a Quito para volver a cruzarse con Bolivia el día 5 de marzo. El equipo del altiplano reafirmó su buena condición técnica, obteniéndose un ajustado resultado de 2 a 1 con goles de Da Silva y Villazán. Por su parte, Brasil goleaba a Argentina 4 a 0 y los botijas quedaban en lo más alto de la tabla. Restaban tan solo 90 minutos para emitir el grito sagrado: “¡Uruguay nomá´!”.

El fixture reservó para la última fecha el clásico rioplatense. El encuentro se jugó el domingo 8 de marzo al mediodía y se vio por televisión en nuestro país. Uruguay había disputado casi todos sus partidos en Quito mientras que Argentina trepaba los casi 3 mil metros de altura para jugar ese decisivo encuentro. 

“Debo señalar lo que dijo Gutiérrez Ponce en la charla técnica (…) ´Había que ahogar a Argentina desde el inicio porque la parte más difícil son los primeros minutos´. Gutiérrez Ponce tenía una gran experiencia por su actuación en el Ecuador sobre lo que era jugar en la altura”, reveló Navascués sobre lo conversado en aquel camerino previo a la gran gesta.

Zeoli (Ananía), Vázquez, Gutiérrez, Ostolaza, Melián; López Báez, Batista, Francescoli; Villazán, Da Silva (Berrueta) y Barán fueron los once elegidos para salir a la cancha. 

Del lado adversario, Ruggeri, Burruchaga, Martino y Tapia eran algunas de las figuras destacadas. En más de un siglo de enfrentamientos entre argentinos y uruguayos, en las diferentes categorías de selecciones como a nivel de clubes, son escasos los antecedentes en los cuales se le anotaron 5 goles a un equipo de la vecina orilla. 

Uruguay requería sumar solo un punto en la tabla para consagrarse campeón pero los gurises no especularon con el empate. La supremacía física ante la notable adaptación a la altura, el alto volumen futbolístico desplegado y, principalmente, el deseo de ser campeón, fueron factores fundamentales para el registro de una goleada histórica. 

El primer tiempo culminó con el triunfo parcial por 1 a 0 con el gol que marcó Jorge Da Silva tras el tendal de rivales que dejó Villazán en el suelo. En el segundo tiempo, Uruguay arrolló a su eterno rival observándose una de las mayores diferencias futbolísticas sucedidas en un campo de juego entre ambos combinados. Da Silva convirtió su segundo gol, Francescoli anotó el tercero de tiro libre y Barán y Villazán hicieron los dos últimos goles celestes ingresando solos con la pelota frente a la vacía meta argentina. 

El referee pitó el final del encuentro y se desató la algarabía uruguaya. Los chiquilines habían obtenido el séptimo título en la historia de los diez campeonatos sudamericanos y se prestaban a dar la séptima vuelta olímpica. La hegemonía de la celeste juvenil en América del Sur era absoluta. 

“UNA CONSTELACIÓN DE FIGURAS”

Así define Navascués al plantel uruguayo. El destacado dirigente posee una amplia experiencia como representante de diferentes delegaciones deportivas y es testigo directo de los últimos 70 años del fútbol uruguayo. Su incursión repentina como delegado de aquella selección representó su primera gran representación futbolística en el exterior. 

Don Hernán conserva en su memoria gratos recuerdos pero también aclara que hubo momentos de tensión en el desarrollo de la competencia. Uno de ellos fue el que se experimentó en el partido ante Colombia en el cierre de la fase de grupos. El público local esperaba una victoria cafetera sobre los charrúas para que su selección conservara la chance de clasificar a la ronda final. 

Al solicitarse al Dr. Navascués, a varios años de la conquista, su análisis sobre las causas que llevaron a obtener el séptimo campeonato juvenil sobre diez disputados, el dirigente fue contundente con su respuesta. 

“Uruguay fue con una constelación de figuras muy importante que fueron trascendentes en el fútbol uruguayo y mundial”. E incorpora otro elemento primordial a su entender al especificar “que los jugadores estaban unidos entre ellos, no había problemas”. Asimismo, resalta “la gran ascendencia y el sentido común de Santiago Ostolaza, capitán del equipo, quien era muy respetado. Después, había personas con gran sentido del humor para hacer bromas. Uno de ellos, y principalmente conmigo, era Gutiérrez. Recuerdo la calidez de Batista, la afabilidad de Villazán, con el cual tuve desde el principio una convivencia muy grande. Por todos ellos, tengo un cariño muy especial porque fue mi primera gran experiencia en una delegación de fútbol.” Navascués continuó su vínculo con la mayoría de aquellos chiquilines, que ya colgaron sus botines hace rato, compartiendo diferentes instancias a nivel deportivo y personal.

Los primeros festejos por el logro deportivo se desarrollaron en Quito y a los tres días arribó la delegación a Carrasco en horas de la noche. Una vez más, los hinchas salían a las calles para manifestar su agradecimiento a un nuevo grupo de jóvenes jugadores que reproducían la sana costumbre de ser campeones. El verano transcurría su epílogo y el pueblo futbolero disfrutaba, lo que sería luego de cuatro décadas, una de las temporadas más gloriosas de nuestro galardonado fútbol uruguayo.

Los vencedores reciben su homenaje en el Centenario.

PARTIDOS

15 de febrero. Uruguay 1 – Bolivia 1 (Carlos Berrueta).

20 de febrero. Uruguay 1 – Paraguay 2 (Gustavo Ancheta).

22 de febrero. Uruguay 2 – Ecuador 1 (Enzo Francescoli y Alexis Noble)

25 de febrero. Uruguay 4 – Colombia 1 (Enzo Francescoli x 2, Alexis Noble y José Batista).

Posiciones Grupo A: Uruguay 5 (+3), Bolivia 5 (+1), Ecuador 4, Paraguay 4, Colombia 2.

Ronda final.

1 de marzo. Uruguay 2 – Brasil 1 (Jorge Da Silva y Enzo Francescoli).

5 de marzo. Uruguay 2 – Bolivia 1 (Jorge Da Silva y Jorge Villazán).

8 de marzo. Uruguay 5 – Argentina 1 (Jorge Da Silva x 2, Enzo Francescoli, Adolfo Barán y Jorge Villazán).

Posiciones finales. URUGUAY 6, Brasil 3, Argentina 2, Bolivia 1.

Perú no compitió debido al conflicto limítrofe con Ecuador.

Uruguay, Brasil y Argentina clasificaron al campeonato mundial de la categoría que se disputaría en Australia.

Goleadores: Enzo Francescoli – Uruguay – y Lela – Brasil – (5)

Goleador de Uruguay: Enzo Francescoli (5)

Resumen estadístico: PJ: 7, PG: 5, PE: 1, PP: 1, GF: 17, GC: 8

11 puntos de 14 posibles

Plantel – Club – PJ (Goles)

Jorge Ananía – Fénix – 1 (-1)

Gustavo Ancheta – Miramar Misiones – 2 (1)

Adolfo Barán – Rentistas – 4 (1)

José Batista – Cerro – 7 (1)

Carlos Berrueta – Danubio – 5 (1)

César Calero – Wanderers Santa Lucía – 1 (0)

Jorge Da Silva – Defensor – 7 (4)

Enzo Francéscoli – Wanderers – 7 (5)

Nelson Daniel Gutiérrez – Peñarol – 7 (0)

Eduardo Linaris – River Plate – 4 (0)

Javier López Báez – River Plate – 7 (0)

Carlos Melián – Wanderers – 6 (0)

Alexis Noble – Peñarol – 5 (2)

Santiago Ostolaza  – Bella Vista – 6 (0)

Pedro Pedrucci – Progreso – 3 (0)

Carlos Vázquez – Bella Vista – 5 (0)

Jorge Villazán – Nacional – 7 (2)

Javier Zeoli – Danubio – 7 (-7)

DT: Prof. Aníbal Gutiérrez Ponce

(VIDEO: AUFTV)

AUTOR: FEDERICO MARITÁN

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