Defendió a la celeste en el Mundial de Suiza de 1954 y en dos campeonatos sudamericanos. Figura de primer nivel de nuestro fútbol durante 15 años.
Un centre-half del viejo estilo con temperamento y técnica. Con un funcionamiento casi perfecto, lo cual le valió el apodo que lo acompañó toda la vida: “Martinica” en una deformación de “maquinita”.
Vivir en las cercanías del barrio “Las Acacias”, frente a la sede del Oriental, lo llevó a comenzar su carrera futbolística en ese club. Tras jugar en la “Extra” y la “Intermedia”, en 1949 lo compró Danubio en 200 pesos.
En el club de la Curva de Maroñas, lo recibió Hugo Bagnulo quien lo colocó como “back” izquierdo, haciendo pareja con Alejandro Morales, en un amistoso contra Basañez. Pasó la prueba y poco después, debutó oficialmente frente a Cerro.
Con solo 22 años de edad ya integraba la zaga titular de la franja, pero el destino le tenía marcado una nueva ubicación en la cancha. Tuvo que suplantar a un fenómeno como el “Pibe de Oro” Ernesto Lazzatti, cuando éste se retiró. Y… se convirtió en su mejor alumno. Desde aquel momento, jamás abandonó la posición de volante central, jugó al lado de “monstruos” como Romerito y “Cumba” Burgueño sin desentonar nunca.
Bagnulo le aconsejó que además de su natural juego estilizado, le agregara “pierna fuerte”. Esto cambió para bien su forma de jugar, sin dejar de tratar bien la pelota, adquirió presencia ganadora en el mediocampo, justamente donde debe imponerse “respeto”.
De cuna humilde, “Martinica” compartió -casi siempre- trabajo y fútbol en los tiempos que muy pocos profesionales ganaban lo suficiente para subsistir únicamente con el deporte. Se hizo un nombre sin rendirse y en una época en que, en el mismo puesto, abundaban los “cracks” de verdad como Obdulio Varela, Lorenzo Barreto, Omar Ferreira, el “barriga” Suárez, etc. Además, lidió con rivales de la talla del “Verdugo” Hohberg y “Pepe” Schiaffino.
En 1952, las destacadas actuaciones de Carballo despertaron el interés de Peñarol y Nacional para sumarlo a sus filas, finalmente y tras arduas negociaciones, los tricolores lo adquirieron en 47.129,50 pesos, transformándose en el “histórico” primer futbolista transferido por Danubio.
En el club de los “Céspedes”, jugó siete temporadas a gran nivel, ganando cuatro campeonatos uruguayos. Sus destacadas virtudes, también le permitieron defender a la selección uruguaya en los campeonatos sudamericanos de 1953 (Perú) y 1955 (Chile), además, fue mundialista en Suiza 1954, donde debió suplantar –nada menos- que al “negro jefe” Obdulio Varela en el denominado “partido del siglo” frente a los húngaros.
Agradecido de dos dirigentes, de su pasaje por Danubio a Hugo Forno (presidente histórico danubiano) y en Nacional para Santiago Brum Carbajal (presidente tricolor).
Futbolísticamente el reconocimiento para Lazzatti, Romerito, Burgueño, el “Manco” Castro, Ondino Viera y Héctor Scarone, quienes como compañeros o técnicos le ayudaron y enseñaron muchas cosas para moldear su carrera.
Casi desembarca en el club Sevilla de España, pero su pase se frustró a último momento. Cerrando su trayectoria jugó en Sud América y La Luz, para finalizar, aunque en la “Reserva” en Danubio con 34 años de edad.
Lamentablemente, Néstor Carballo falleció en un accidente de trabajo en la represa de “Salto Grande” en la década del ochenta.
Un grande que está en la historia de Danubio, Nacional y la selección uruguaya.