El Campeonato Uruguayo de 1948 fue particular por varias razones.
En primer lugar porque, debido a la huelga de futbolistas que se decretó en el mes de octubre, el mismo quedó trunco, habiéndose disputado apenas 10 de las 18 fechas correspondientes.
No hubo un campeón de ese torneo, pese a que Nacional, el líder hasta ese momento, fue declarado “primero e invicto”, pero de ahí a que la Asociación Uruguaya de Fútbol lo reconociera como campeón, hubo una distancia.
Precisamente, en ese año 1948, los tricolores acumulaban un decenio de supremacía casi absoluta en el medio local. Venían de conquistar el primer “Quinquenio de Oro” (1939-1943) y, a esas alturas, buscaban a toda costa un nuevo tricampeonato tras los éxitos de 1946 y 1947.
Los albos vivían su mejor período histórico en cuanto a resultados en continuado y a la supremacía clásica sobre su histórico adversario, Peñarol. Aquella era que ya cumplía 10 años se basó en la presencia de jugadores clave que pasarían a la historia, en su mayoría, como eternas leyendas del club: Aníbal Paz, Raúl Pini, Eusebio Tejera, Schubert Gambetta, Rodolfo Pini, Luis A. Luz, General Viana, Eugenio Galvalisi, Luis Ernesto Castro, Aníbal Ciocca, el capitán Roberto Porta, José “Miseria” García, Bibiano Zapirain, Walter Gómez y, sobre todo, Atilio García, máximo goleador clásico con 35 tantos y el mayor anotador y símbolo de la historia de Nacional.
Peñarol, tras una más que positiva década del treinta (cinco cetros locales por tres de los parquenses), buscaba quebrar la hegemonía de su oponente, algo que le venía costando demasiado pese a haber contado en todos los años cuarenta con una pléyade de futbolistas notables como Roque Máspoli, Obdulio Varela, Pedro “Mulero” Lago, Segundo Villadóniga, Severino Varela, Adelaido Camití, José A. Vázquez, Álvaro Gestido, Oscar Chirimini, José María Minella, Raúl “Toto” Schiaffino, Flavio Pereyra Natero y Nicolás Falero, entre otros.
De todas formas, sí es cierto que los aurinegros habían paliado el déficit de forma momentánea con un bicampeonato en los años 1944 y 1945.
Sin embargo, aquel trunco 1948 todavía formaría parte de la gran década nacionalófila porque, más allá de liderar el torneo local, el equipo se había quedado con el Torneo Competencia.
Pero, lentamente, todos los astros comenzaron a alinearse para, un año después, dar a luz a uno de los dos mejores Peñarol de la historia, ese que, en 1949, arrasaría con todo lo que se iba a poner a su frente en base a un juego tan espectacular como matador, en un equipo que, como lo fue Nacional en 1924, 1928 y 1930, sería la base del campeón mundial de 1950.
En 1948, los mirasoles ya contaban en sus filas con Máspoli, Obdulio, Juan Carlos González, Washington Ortuño, Julio César Britos, Ernesto Vidal, Juan Alberto Schiaffino y tres recién llegados que terminarían de dar forma al imparable equipo que se avecinaba: Alcides Edgardo Ghiggia (21 años), José Eduardo Hohberg (21 años) y Oscar Omar Míguez (20 años).
Este último no solo es uno de los grandes centrodelanteros de la historia, sino que se trata de uno de los mejores jugadores que han pisado tierras uruguayas. Porque no solo era un goleador (y ¡qué goleador!), sino que era un talento brutal, un dominador de todos los conceptos del juego y con una técnica tal que le hacía resolver las jugadas de la forma más inverosímil y efectiva a la vez. Los goles de taco, de rabona o de chilena eran cosa de todos los días para “el Omar”.
En ese 1948, el juvenil Míguez, proveniente de Sud América, comenzó a dar muestras de su genialidad. Desplegó su repertorio de crack junto a otro inigualable mago como “Pepe” Schiaffino, junto al excepcional Obdulio y junto al veloz e incisivo “Patrullero” Vidal, a la espera del ensamble definitivo junto al “Verdugo” Hohberg y al “Ñato” Ghiggia.
Pues bien, además del juego, Míguez comenzó a dejar bien claro que su idilio con el arco de enfrente era cosa seria: en 10 partidos, la mandó a guardar en ocho ocasiones, siendo Cerro (3), Wanderers (2), Danubio (2) y River sus víctimas.
Aquello le valió consagrarse como máximo anotador del torneo trunco. Un año después, y ahora sí con la “Escuadrilla de la muerte” a pleno, repitió el plato, pero con 20 tantos.
Sin embargo, hay un hecho que la historia no digamos que no cuenta, sino que olvida y es que, en 1948, no hubo un solo goleador del Campeonato Uruguayo. No. De hecho, el “Cotorra” estuvo acompañado en la cima, pero cuesta encontrar ese nombre dentro de los diarios, libros o páginas de Internet.
Y ese nombre es el de otro implacable y letal goleador del fútbol uruguayo, pero que, amén de no tener la brillantez de Míguez, tampoco pudo pasar a la historia en Nacional o Peñarol, donde todo resuena el triple.
De todas formas, es una leyenda de ese gran club que es Rampla Juniors: hablamos del argentino Manuel Loza.
Si 1948 fue un año en que se estaba cocinando el gran Peñarol que llegaría, también lo fue en cierta medida para los ramplenses que, con la base de un equipo sensacional, pelearían siempre arriba en el torneo local entre 1949 y 1954 y conquistarían el Torneo Competencia de 1950 y el Torneo Cuadrangular de 1953.
Loza fue el centrodelantero de un cuadro que, además de su invalorable presencia, tuvo en ese lapso de años a Nelson Ghietti y Pedro “Perico” Rodríguez en la valla; a William Martínez y Felipe Carrizo en la zona de backs; a Luis A. Sabatel, Ubire Durán y José Luján en el mediocampo; y a Washington Puente, Alberto Kulys, Ángel Techera, Ramón “Bordadora” Cantou (crack excepcional) y Donald Peláez en ofensiva.
En ese Campeonato Uruguayo de 1948, Rampla tuvo una actuación que, a todas luces, debía ser perfectible, ya que, cuando llegó el parate obligado, marchaba cuarto con 10 unidades (las mismas que Liverpool) producto de cuatro victorias, dos empates y cuatro derrotas.
Igualmente, aquel año marcó para el recuerdo la goleada 3-0 ante Cerro, otros dos 3-0 ante Wanderers y Central y un 4-3 también ante los “bohemios”.
Y, faltaba más, Loza se despachó de lo lindo en las redes rivales: a Cerro le marcó todos los goles de la tarde en el clásico, a Liverpool le anotó un doblete en la caída 4-3, a Danubio le hizo uno en un 3-3, y también anotó uno ante Central (3-0) y Defensor (1-1).
En total, ocho goles en la misma cantidad de presencias.
Por lo tanto, en aquel certamen, además de Míguez, hubo otro goleador y fue Loza, un delantero potente, aguerrido, de fulminante pegada-era el encargado de rematar los penales de su equipo- e implacable de cara al arco adversario, que, por si le faltara algo, también llegó a ser goleador del Torneo Competencia de 1950 y, por si quedaran dudas es, al día de hoy, el máximo artillero histórico del “Clásico de la Villa” con 10 tantos (ocho por el Uruguayo y dos por el Competencia).
Defendería a los “picapiedras” hasta 1954, siempre con el gol como sello distintivo.
Desde aquí, el reconocimiento a la memoria de un gran delantero y de una de las máximas figuras históricas de Rampla que supo brillar en una época dorada del fútbol uruguayo.
Salud, Manuel.
Los historiadores, investigadores y periodistas debemos anotar, de ahora en más y para siempre en el cuaderno de apuntes: “No olvidar, Míguez Y Loza goleadores del Campeonato Uruguayo 1948″.