Schiaffino y Nordahl: “Borrachos”, pero con goles

Schiaffino se sube a la moto. Nordahl la arranca. Salen los cracks.

31 de diciembre de 1954.
Milán.
Hotel de concentración del primer equipo.

La sala de recepción presentaba un movimiento inusual para la fecha debido a que allí estaba parando la delegación milanista que, un día después, viajaría rumbo a Turín para enfrentar el domingo 2 de enero de 1955 a la Juventus en un duelo clave, ya que los bianconeros se encontraban segundos en la tabla, a apenas tres unidades (18) de los rossoneri (21), líderes absolutos del certamen de la Serie A.

La idea de los dirigentes del AC Milán era esperar hasta las 00:00 horas del 1º para brindar moderadamente con el plantel y, luego sí, todos a dormir porque había que levantarse temprano al día siguiente.

“Pepe” en Milan: Un ídolo.

Sin embargo, la preocupación dirigencial comenzó a hacer carne cuando se dieron cuenta que sus dos principales estrellas, nuestro Juan Alberto Schiaffino-llegado hacia menos de seis meses- y el sueco Gunnar Nordahl-un goleador de excelencia, máximo scorer de la historia de la entidad con 210 tantos-, no se encontraban en el hotel.

No estaban en sus habitaciones, no estaban en el hall, no estaban con sus compañeros… ¿Dónde estaban los cracks? ¿Dónde se encontraban el primer (Nordahl, 9) y segundo máximo goleador del campeonato (Schiaffino, 8) hasta el momento y, por destrozo, los mejores futbolistas del torneo?

El sueco Nordahl: goleador, capitán, referente… y bromista.

Ellos eran la carta del triunfo, la base del equipo que debía disputar el clásico ante la poderosa “Juve” por la fecha 14ª, un encuentro que podía poner proa definitiva rumbo a un título que no se obtenía desde hacía ya cuatro temporadas.

Las dudas se transformaron en terror cuando vieron ingresar por la puerta principal a los dos jugadores en un aparente estado etílico.

Llegaron abrazados, hablando en sus respectivos idiomas mezclando palabras inconexas en italiano, tropezando contra todo lo que encontraban, bamboleándose, dándose contra la pared, contentos primero y enojados un minuto después…

Los dirigentes se tomaron la cabeza y ordenaron a los guardias de seguridad impedir el ingreso de cualquier persona ajena al hotel. Claro: sabían que cualquier cosa que saliera de allí llegaría rápidamente a la primera plana de los periódicos y sería un escándalo nacional, minando las chances del título. Tenían razones: los fotógrafos generalmente rondaban las zonas donde tenían conocimiento de que se iban a alojar los plantes de los clubes poderosos.

El AC Milán se jugaba el campeonato en aquella temporada… que, igualmente, acabaría ganando.

Rápidamente, funcionarios de la institución fueron a contener a los futbolistas, pero estos los esquivaban, continuando con su accionar. Querían llevarlos a sus habitaciones para “desintoxicarlos”, pero no podían.

Los compañeros corrieron en su auxilio, pero “Pepe” y Nordahl no podían hacer contacto visual con nadie.

El responsable de la delegación comenzó a hablar con sus compañeros: había que pensar la sanción que, aún minando las chances deportivas, debía ser ejemplar y, a su vez, evitar que todo se filtrara a la prensa. Pero, ¿y si habían estado en bares de “mala muerte” y los habían visto? ¿Y si los habían “cazado” actuando de forma inapropiada para un futbolista profesional de la mejor liga de Europa?

El húngaro Bela Guttmann (DT), todo un conocido para los uruguayos, vio la escena, dejó una copa y se tomó su calva cabeza.

Schiaffino, capitán y de visita en el Centenario.

Cuando todos iban detrás de los huidizos jugadores, estos se pusieron en el centro de la escena y comenzaron a reír a carcajadas, pero carcajadas que despertaron a todo el hotel.

Los demás, rodeándolos en círculo, pensaron que ya todo estaba perdido hasta que se dieron cuenta que todo había sido una broma perfectamente ejecutada, craneada horas antes por los cracks, conocedores de su rol dentro del equipo. Aquel fue su “regalo” de año nuevo.

Dirigentes, funcionarios y compañeros tardaron un minuto en caer en la cuenta de que habían sido totalmente burlados por sus colegas, pero, al instante, comenzaron a reír de igual forma, aliviados.

Nordahl trabó amistad con el uruguayo, lo que quedó patente con esta anécdota.

Guttmann se sentó en un sillón y respiró aliviado. Los dirigentes tuvieron reacciones encontradas, pero, finalmente, aceptaron haber sido engañados y, para cerrar el tema, lo celebraron… ¡dándole la champaña que quisiera a todo su plantel!

Insólito, pero más valía que bebieran controlados a que volvieran a burlarlos de la forma en que lo habían hecho el uruguayo y el sueco.

Al final, el domingo el Milan derrotó 4-3 como visitante a la Juventus aunque, curiosamente, Schiaffino y Nordahl no marcaron un solo gol ni tuvieron un juego particularmente brillante, quizá como un castigo del dios Baco por haber invocado su nombre en vano 48 horas antes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.