El profesor Oscar Secco Ellauri fue en el Uruguay uno de los hombres destacados de su época. Político del Partido Colorado en el tiempo del liderazgo de Luis Batlle Berres, quién fue presidente de la República convirtiendo en primera dama a su esposa, la argentina Matilde Ibáñez Tálice.
Entre los altos cargos que el Prof. Secco Ellauri desempeñó, corresponde mencionar los de Ministro de Relaciones Exteriores, luego Ministro de Educación y Cultura, presidente del SODRE, diputado y también Consejero de Educación Secundaria. Dictaba los cursos de historia universal en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo, conocido por la sigla IAVA, donde aquellos alumnos que superaban el ciclo básico escolar de seis años de escuela y cuatro de liceo, irremediablemente tenían que superar dos años de preparatorios si deseaban continuar una carrera universitaria. Esa actividad docente el prof. Secco Ellauri la desarrolló permanentemente hasta muy pocos años antes de su fallecimiento acaecido en 1990. Era un personaje. Llegaba al IAVA conduciendo su automóvil sport, de dos plazas, junto a su perrito. Estacionaba el pequeño vehículo en alguna de las calles Eduardo Acevedo, Lavalleja, Tristán Narvaja y Eduardo Acevedo que circundaban el enorme edificio. Allí quedaba con su perrito dentro, hasta que retornara de brindar su clase.
Fui uno de sus alumnos en 1965. El primer día del contacto que sería anual porque su disciplina lo llevaba a cumplir sin faltar, se paró delante de la treintena de alumnos y nos sorprendió con un consejo que, en lo que a mí respecta, fue como un faro que he seguido durante toda la vida.
-“Muchachos”, nos dijo con aquella voz cascada por los años y sin citar al otro sexo como hoy se ha puesto de moda… “Muchachos, ustedes van a estudiar historia, entonces si quieren aprender les voy a brindar la primera lección. Cualquiera sea la historia que vayan a estudiar –universal, patria, de música, cine, fútbol o lo que se les antoje-, lo primero que tienen que hacer es… ¡colocarse mentalmente en el momento en que esa historia transcurre! Si no lo hacen, no van a entender nada”.
Nunca lo olvidé. Siempre apliqué su consejo. Entre otras cosas porque incluyó el fútbol en el ejemplo. Tenía motivos para hacerlo. Era un fanático aficionado que conoció y fue testigo en su juventud, de la trilogía gloriosa de Uruguay campeón mundial de 1924, 1928 y 1930.Cuarenta años después, en 1964, figuró entre los creadores del museo del fútbol uruguayo inaugurado en los espacios interiores de la tribuna Olímpica del Estadio Centenario.
La anécdota personal viene al cuento ante la comprobación del nocivo mundo actual en el que vivimos, dominado y enloquecido por las redes sociales. Enfermo cada uno sus cultores por “colgar” la noticia y el comentario, siempre apuntando a que lo que hoy está ocurriendo es único, irrepetible, sin antecedentes.
Argentina se consagró legítimamente campeón del mundo. Lionel Messi se transformó por decisión de las redes en único en toda la historia del fútbol, sensacional, sin parangón, ni puntos de contacto con el pasado. Maradona fue bajado del pedestal y ante la larga lista de títulos conseguidos por la Pulga, que Diego no pudo obtener en su trayectoria, se lo deja de lado. Use y tire. ¡Chau Maradona!
Curiosamente aquellos que procedieron de esta forma, no estribaron en lo más importante, en la cualidad superior que contribuye a redondear el mito Messi, colocándolo por encima de Diego a muchos cuerpos de distancia.
Maradona se bebió la vida a borbotones. De villa miseria Fiorito al mundo. No le quedó límite por romper, y en ancas de su excepcional capacidad futbolística pasó por encima de todas las normas elementales de vida y de conducta. Y lo peor. Hizo ostentación de sus transgresiones. Se convirtió en un mal ejemplo para miles de jóvenes en el mundo que, obnubilados por esa vida vacía y ficticia, ingresaron a un abismo sin retorno. Como Diego. Igual que Diego.
El mundo del fútbol, la FIFA, la sociedad de consumo necesitaba el encumbramiento legítimo de Lionel Messi. Sensacional jugador de fútbol fácilmente convertido en ejemplo de vida. Siendo la antítesis de Diego, proyectó y sigue haciéndolo, el curso humano apoyado en valores. En la sobriedad. Consiguió en Catar lo que le faltaba y su éxito, que es la consagración después de casi veinte años de carrera pletórica de triunfos, eleva su vida ejemplar archivando el pasado mal ejemplo que tuvo su consagración en México 1986.
¿Es Messi el mejor jugador de toda la historia del fútbol? ¿Fue Diego? ¿Lo fue Pelé? De éste último, se repite hasta el cansancio que es el único jugador que consiguió tres títulos de campeón del mundo. No. Fueron, cada uno a su turno, los mejores de su época. Y esta afirmación concluyente, es el fruto de la realidad que surge del análisis de la rica historia del fútbol. Colocar a cualquiera de ellos en el zenit inalcanzable para el resto de los demás, equivale a ser injustos con el pasado. El pasado que aún está en la memoria de quienes vivieron aquellos tiempos del ayer y siguen entre nosotros. El pasado que está en los libros, en los diarios y en algunas filmaciones antiguas de escasa riqueza técnica pero que muestran la realidad de aquel fútbol del que ya no queda espectadores sobrevivientes.
Alfredo Di Stefano, el Charro José Manuel Moreno, Pedro Rocha, Juan Alberto Schiaffino, Nolo Ferreira y Héctor Scarone –por citar a algunos crack del ayer-, cada uno en su momento de esplendor fueron, también, los mejores del mundo. A propósito del último mencionado –desconocido para todos los mortales actuales, salvo un puñado de historiadores-, y para demostrar que en cada época siempre se reconoció el valor de los grandes, vale la pena transcribir la mini biografía que se escribió en el Dizionario del Calcio de La Gazzeta dello Sport editado para la Biblioteca Universale Rizzoli en abril de 1990 previo a la Copa del Mundo de Italia.
“SCARONE Héctor. Uruguay. Apodado el Mago por la genialidad con la que jugaba en el campo. En los años veinte fue sin duda alguna la primera estrella en el firmamento mundial del fútbol, contribuyendo a los sucesos de Uruguay de 1924, 1928 y 1930. En 1931-32 jugó en el Inter al lado de Giuseppe Meazza, quién ha dicho que Scarone era el jugador más grande que había visto. Zamora definió a Scarone como el símbolo del fútbol. Jugó una temporada en Nápoles en 1932-1933”.
A propósito de Héctor Scarone, agregando a José Nasazzi, Pedro Cea, José Leandro Andrade, Pedro Petrone y Santos Urdinarán, debe quedar constancia que los seis obtuvieron tres veces el título de campeón en el campeonato del mundo de fútbol de 1924 (París), 1928 (Ámsterdam) y la copa del mundo de 1930 (Montevideo). Lo afirmado, lamentablemente con la documentación concluyente que existe, derriba lo que tanto se ha repetido en los últimos días relacionado con Pelé a quién se atribuye ser “el único triple campeón del mundo”. Defectos de estos tiempos que corren donde cada uno de los seres vivos quieren ser testigos de algo… ¡que no tenga antecedentes! Error de vivir apurado, sin mirar hacia atrás.