Fernando Morena y Waldemar Victorino son dos grandes referentes de la historia del fútbol uruguayo.
Uno con Peñarol, el otro con Nacional.
Goleadores empedernidos, aunque con distinta forma de jugar, conquistaron los máximos trofeos con sus clubes: además de diversos títulos locales, la Copa Libertadores y la Intercontinental.
En el caso de “Nando”, también es el máximo goleador de la historia aurinegra, institución a la que defendió entre 1973 y 1979, 19181 y 1984 y 1986. Para más datos: su gol al Cobreloa de Chile le dio a los mirasoles la final continental en 1982.
Victorino jugó menos años en Nacional (1979-1982), pero fue igualmente decisivo ya que también logró ser campeón uruguayo (1980), goleador del certamen local (1979) y campeón de América y del mundo con los tantos de la victoria ante Inter de Porto Alegre de Brasil (1980) y Nottingham Forrest de Inglaterra (jugada en 1981), respectivamente.
Lo que quizá muchos no recuerden es que ambos alcanzaron a jugar juntos en la Selección Uruguaya y, más allá de lo esperado, no lucieron particularmente en el apartado goleador.
Igualmente, aquí hay que hacer una aclaración: para el momento que lo hicieron, años 1976 y 1977, Morena ya era toda una figura del fútbol sudamericano y Waldemar estaba emergiendo como un delantero veloz, oportunista y letal a pesar de tener ambos la misma edad, ya que nacieron en 1952.
Sucede que mientas el “Potrillo” debutó en River Plate en 1969 y realizó una etapa completa de formación como futbolista, Victorino se inició en 1969 en Cerro, para abandonar rápidamente la práctica activa del deporte y retornar en 1974 a Progreso. Curiosamente, tras una brillante temporada, en 1975 fue transferido al mismo River, donde su tarea dio réditos inmediatos y, para 1976, ya era el otro gran “9” de este país, más allá de que el ariete aurinegro seguía siendo la máxima estrella.
Por ejemplo, en aquel Campeonato Uruguayo de 1976, Morena, para variar, fue el máximo scorer con 18 tantos, seguido de Waldemar con 14.
Por lo tanto, se trataba de dos delanteros a los que había que aprovechar a como diera lugar en la Selección Uruguaya y así lo entendió todo el ambiente futbolístico de este país, incluido inicialmente el entrenador José María Rodríguez y, posteriormente, Juan Eduardo Hohberg, contratado este último con el objetivo de clasificar a los tetracampeones del mundo a la Copa de Argentina 1978, cuyas Eliminatorias se iban a disputar a comienzos de 1977.
Decididos a prepararse de la mejor manera, los celestes, que a decir verdad venían precedidos de malos antecedentes en cuanto a resultados, comenzaron a disputar una serie de exigentes amistosos.
Así, la primera vez que coincidieron los temibles atacantes fue el 6 de junio de 1976 en juego ante Argentina en el Centenario correspondiente a la Copa del Atlántico, que representó el estreno absoluto de Victorino con la Celeste.
Pero aquel día todo salió mal: los futuros campeones del mundo golearon a los celestes 3-0 con anotaciones de Mario Kempes, Leopoldo Luque y René Houseman.
Morena actuó los 90´ mientras que Victorino ingresó en el transcurso del match por José Hermes Moreira.
“Chema” Rodríguez, quien había solicitado la realización de una gira por Europa a modo de preparación que nunca llegó a cristalizar y agobiado por los malos resultados de aquel año (dos derrotas ante Argentina, dos ante Brasil y un empate y una caída ante Paraguay), renunció al cargo.
Ya sin el “Ejecutivo de Oro” y si bien se habló de buscar un entrenador extranjero, esto, para variar, no prosperó y la responsabilidad recayó finalmente en Hohberg (el DT que había llevado a los orientales al cuarto puesto en México 1970), acompañado del Prof. Alberto Langlade, también presente en la Copa del Mundo azteca.
El “Verdugo” comenzó a afianzar el plan recambio, ya que, en una era de renovación generacional, comenzó a darle cabida a varios juveniles y campeones y subcampeones sudamericanos como Rodolfo Rodríguez, Alfredo de los Santos, Rafael Villazán, Darío Pereyra, Juan Ramón Carrasco y Juan Vicente Morales, entre otros.
Estos futbolistas, más algunos ya consagrados como el propio Morena, Julio César Jiménez, Walter Olivera y el emergente Victorino, quien venía destacándose notablemente en todas las prácticas del combinado, invitaban a pensar que aquellos duros años entre 1974 y comienzos de 1976 pasarían a ser historia.
A Hohberg no le dieron Europa, pero, en cambio, sí una gira por el Pacífico entre el 6 y 20 de octubre y un amistoso ante los incaicos el 24 de noviembre en el Centenario.
El 6 de octubre, entonces, la Celeste, actuando en buena forma, cosechó un empate sin goles en Santiago ante Chile por la Copa Pinto Durán con Morena siempre capitán, pero con Victorino mirando todo el cotejo desde el banco.
La falta de gol en el seleccionado era llamativa hasta ahí: en todo ese 1976 y hasta el duelo ante los trasandinos, en siete cotejos, los orientales apenas si habían anotado cinco tantos.
La situación no cambió el 12 de octubre ante Perú en Lima, pero aquí fue cuando Hohberg tomó la decisión de, al menos, hacer coexistir a Morena y Victorino dentro de una cancha. Si bien ambos centrodelanteros, el entrenador ante la imposibilidad de convertir, quitó del campo a Rodolfo Enrique Rodríguez (45´) e improvisó de wing izquierdo a Waldemar, para hacerle compañía a “Nando” y a José María Muniz, que actuaba de puntero derecho.
Tampoco hubo goles y se registró otro 0-0.
La táctica oriental debió modificarse un tanto ese día ya que, al ingresar Waldemar, el scorer de Peñarol debió retrasarse unos metros.
“El Diario” dijo del “Potrillo”: “Apareció en una posición desusada, arrancando junto a sus volantes. Ello le impidió llegar con asiduidad, pero lo hizo en varias oportunidades, creando pánico a las últimas líneas finales”.
Victorino, por su parte, “actuó en buen nivel, dotando de mucha mayor peligrosidad a la ofensiva”.
A pesar del cero, Hohberg siguió apostando por la sociedad de los goleadores y, pronto, le daría alegrías.
El 15 de octubre, en un siempre difícil Campón de Bogotá, luchando ante el calor, la humedad y la altura, la Celeste logró un sensacional triunfo ante el dueño de casa por 2-1, después de comenzar perdiendo 1-0 (Antonio Ríos, 44´).
Victorino, que jugó todo el match como puntero izquierdo, a los 79´ y Rodolfo Enrique Rodríguez, quien ingresó a los 55´ por Muniz, dieron vuelta el marcador para un éxito resonante y que daba alas a la ilusión.
“El empate se produjo a los 79´. Roux se fue por su costado y envió por alto al área, la defensa colombiana falló (ya lo había hecho en una oportunidad anterior) y Victorino la impulsó de cabeza a las redes. Solo dos minutos después Rodolfo Enrique Rodríguez convirtió el segundo: Escobar desvió al corner un remate del defensorista, que cuando vino el tiro de esquina también de cabeza desniveló el tanteador”, señaló “El Diario”, quien anotó: “Morena pasó desapercibido. Le marcaron con dos y hasta tres hombres y no intentó nada para zafar a la estricta vigilancia a que le sometieron. Victorino tuvo un flojo comienzo, siendo fácil presa para sus marcadores. Pero fue superándose a medida que corrieron los minutos y terminó jugando muy bien, obligando a que los defensas rivales le cometieran reiterados fouls”.
Morena, que volvió a jugar un poco más retrasado en el campo, fue sustituido a los 80´ por Lorenzo Unanue.
El último duelo en la gira por el Pacífico fue ante Ecuador en el Olímpico Atahualpa de Quito el día 20, también en condiciones similares al amistoso en Bogotá.
Ante casi 50. 000 espectadores, Uruguay volvió a dar la cara y empató 2-2 después de ir en ganancia hasta casi el final del encuentro.
Victorino, ahora titular, pero como wing derecho, señaló los dos goles celestes (21´-pase de Darío Pereyra- y 66´-de cabeza-) y fue el jugador del partido. Morena también disputó los 90´ y fue quien, de cabeza, dio la asistencia para el segundo tanto.
Parecía, por fin, que la dupla de centroatacantes no solo podía coexistir sino que daba resultados, con un Morena menos goleador, pero más jugador y un Victorino encargado de romper las mallas a pesar de sacrificarse por las puntas.
Los nuestros no jugaron bien, pero se sacó un buen punto.
“(…) el déficit se sustituyó en parte por el gran trabajo de Victorino, rotando en todo el frente de ataque y mostrándose inteligente y resuelto para invadir profundamente. Le faltó acompañamiento. Pero con él puede estar la piedra fundamental de un avance profundo y goleador, no bien levante algo Fernando y se consiga el tercer hombre que los acompañe”, describió “El Diario”, a través de su enviado especial a la gira, Elbio Nadales.
La prensa uruguaya destacó a Rodolfo Rodríguez (el arquero) y a Waldemar como las figuras charrúas de la gira.
La experiencia fue buena en general.
Morena aseguró sentirse cómodo jugando con el “9” de River: “Cuando juega Muniz, uno de nosotros va a la izquierda; cuando juega Rodolfo Enrique Rodríguez, los tres entramos por todos lados”.
Siempre ante el mismo periódico, Victorino se mostró feliz por sus “primeros tres goles en la Selección Uruguaya”, añadiendo que con el “Potrillo” se sintió “muy cómodo”, aduciendo que el scorer “habla bien en la cancha, arrastra marcas, distrae, hace pesar su fama indiscutida” y que su experiencia le “fue muy útil”.
Sin embargo, Perú volvió a frenar a los nuestros el 24 de noviembre en el Centenario: fue 0-0.
Morena, de “9”, y Victorino, de “11”, jugaron los 90´, pero no hubo caso, el festejo no llegó.
Lo importante, en todo caso, fueron las conclusiones positivas: Uruguay, con Hohberg al mando, no solo no había perdido ningún partido en su gira ni en los amistosos, sino que había encontrado el gol con la fórmula Victorino-Morena, más allá del último cero ante los incaicos.
Ahora sí: las Eliminatorias rumbo a Argentina 1978 eran el principal objetivo.
La Celeste siguió en calidad de invicto a comienzos de 1977, con sendos empates a uno ante Ecuador en casa (jugó Morena-hizo el gol-, pero no Victorino) y Paraguay en Asunción (jugó Morena, pero no Victorino) y sendos festejos ante los mismos guaraníes en casa (2-1, Morena titular, no jugó Victorino) y ante Chile 3-0 (jugó Morena-marcó un tanto-, Victorino ingresó en el complemento por Lady Nitder Pizzani para actuar como wing derecho).
Como puede apreciarse, Hohberg, de cara a la venidera actividad oficial, cambió su postura y prefirió quitar a Waldemar y no improvisarlo como wing, para colocar “especialistas”. Esto también significaba colocar a Morena fijo en el área, donde más rendía.
De poco y nada le sirvió: el 9 de febrero, la Celeste apenas logró un empate a uno ante Venezuela en Caracas en el debut de las Eliminatorias (gol de Washington Olivera, que fue buena figura) y se complicó de entrada, en un grupo en el que jugaba, además de estos seleccionados, el combinado de Bolivia.
Obligado a vencer en la altura de La Paz el 27 de febrero, Hohberg, ahora sí, ensayos previos mediante, se decidió a poner toda la carne en el asador en el primer partido de carácter oficial y el más importante que iban a disputar juntos Morena-viviendo un buen momento goleador- y Victorino, quien ni siquiera había entrado un segundo ante la “Vinotinto”.
Se precisaba la victoria y, para ello, se necesitaban goles.
Rodolfo Rodríguez; Sergio Ramírez, Alfredo de los Santos, Francisco Salomón, Juan Vicente Morales; Juan Ramón Carrasco (61′ Lorenzo Unanue), Pedro Graffigna Darío Pereyra; Waldemar Victorino Fernando Morena y Washington Olivera (61´ Miguel Caillava), fueron los celestes.
La caída 1-0 con anotación de Porfirio Jiménez a los 48´ dejó “groggy” a los orientales: de forma sorpresiva y después de 20 años, Uruguay estaba a punto de quedar afuera de una Copa del Mundo (esto se confirmaría poco después con el esperable triunfo de los del altiplano, en casa, ante Venezuela).
“Esta vez, la altura no fue factor decisivo, simplemente se jugó mal”, añadió el citado medio de prensa que agregó: “la oncena celeste con graves fallas”.
En efecto, apenas el arquero Rodríguez, Pereyra y Graffigna rindieron de acuerdo a lo esperado.
“Victorino se esforzó, pero sin acierto. Gravitó escasamente en el área boliviana, se mostró impreciso, enredado, sin tino para culminar. Morena no pudo con la vigilancia del stopper Rimazza y del líbero Lima, entre quienes naufragó casi constantemente. Contrariamente a como lo venía haciendo en los últimos partidos de práctica, no intentó zafar mediante una constante movilidad”, cerró “El Diario”.
La eliminación impactó a todo nivel: se fue Hohberg entre dolorosas acusaciones de que los periodistas “le armaban el equipo”, el combinado siguió perdiendo prestigio, la renovación generacional generó dudas y Morena fue señalado.
“Nando” marchó jugar a Europa en 1979, mismo año en que Victorino arribó a Nacional y, de esa forma, se adueñó de la camiseta 9 de la Selección, con la que siguió rindiendo a muy buen nivel, siendo decisivo en la obtención de la Copa de Oro de 1980 (máximo scorer y anotaciones en todos los partidos, incluido un decisivo gol en la final ante Brasil).
Con 33 partidos y 15 tantos entre 1976 y 1981, igualmente no pudo cumplir el sueño de disputar una Copa del Mundo al quedar eliminada la Celeste en las Eliminatorias rumbo a España 1982.
Con su venta a Italia en 1982, ahora la 9 oriental volvía a quedar en manos de Morena, quien en 1983 cerraría su etapa en el combinado con la obtención de la Copa América.
En total, entre 1971 y 1983, el ariete mirasol jugó 53 encuentros y marcó 22 goles con la malla tetracampeona del mundo.
En definitiva, la experiencia en conjunto de Victorino y Morena en la Selección Uruguaya fue breve, comenzó bien y terminó muy mal.
Igualmente, quedó demostrado que cuando actuaban de forma separada y como centrodelanteros exclusivos, su nivel aumentaba exponencialmente y que la experiencia a la par fue más una necesidad que una idea aceitada y previamente analizada.
AUTOR: PABLO VEROLI