El desenvolvimiento de la vida de Buenos Aires y Montevideo mantiene desde la fundación de ambas ciudades una estrecha relación en todos los ámbitos de la sociedad. El football no estuvo alejado de esa realidad. En el curso de la segunda división del fútbol argentino iniciada en 1919, y a raíz de las competencias con la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), en noviembre de 1922 la asamblea de clubes de primera división desafilió a dos instituciones. En la noche del día siguiente, el 15, nació la Federación Uruguaya de Football (FUF). La división en las dos orillas platenses coincidió con un proceso llevado adelante por dirigentes europeos, tendiente a sacar a la FIFA del estado de lactancia en que la habían colocado los ingleses desde que tomaron el contralor del organismo en 1906.
En 1918 al finalizar la primera guerra mundial la FIFA caminaba hacia su desaparición. Su presidente, el inglés Daniell Woolfall, había fallecido. Durante la conflagración el organismo mantuvo un hilo de vida merced a la acción holandés Carl Hirschman en contacto con el puñado de asociaciones afiliadas. A tal grado llegó la situación que en las pocas veces que en los diarios de la época se referían al organismo, la mencionaban como “la Federación de Ámsterdam”. En medio de ese panorama Hirschman organizó una votación por correo para elegir al nuevo presidente. El 1.º de marzo de 1921 asumió el francés Jules Rimet la conducción de la FIFA. Méritos le sobraban. Fundador en 1919 de la Federación Francesa de Fútbol también fue miembro de la Unión de Sociétes Francaises de Sports Athletiques (USFSA) la que, hasta ese año, incluía al fútbol. Precisamente representando a esta institución, Rimet debutó en la FIFA en el congreso de 1914 realizado en Cristiania. Además en su país era considerado héroe de guerra.
La primera actividad oficial que desarrolló Rimet representando al fútbol fue la participación entre el 2 y el 7 de junio de 1921 en las reuniones del Comité Olímpico Internacional en Lausana. Allí se adjudicó la sede la VIII Olimpíada en 1924 a París.
Con esta escenografía a su frente, Rimet y contando con el muy importante aporte del secretario general de la Federación Francesa de Fútbol, Henry Delaunay, procedieron a la tarea de organizar el fútbol en la VIII Olimpiáda. “Salvo el rugby y los deportes hípicos, cada deporte erigió a su federación internacional como poder supremo y a la asociación rectora de la disciplina en Francia como poder delegado. En fútbol la FIFA fue el máximo poder, con Rimet presidente (…) mientras que la Federación Francesa actuó como poder ejecutor también presidida por Rimet. La comisión técnica de fútbol, pura emanación de la Federación Francesa, tuvo a su cargo toda la organización: la redacción del reglamento, el establecimiento del calendario, la propaganda y la calificación del certamen como Torneo Mundial de fútbol”.[1]
Luego de cumplida esa importante etapa Rimet convocó al congreso a las reuniones de los días 21 y 22 de mayo de 1923 en Ginebra, para considerar lo relacionado con el Torneo Mundial dentro de las Olimpiadas mundiales, denominación que se utilizó para señalar que en los próximos Juegos del año venidero, se consagrarían los campeones mundiales de cada deporte. Oficialmente desde el citado encuentro de 1914 en Cristiania (actual Oslo), transcurrieron nueve años sin actividad oficial de la FIFA. A partir del encuentro programado en Ginebra, Rimet, Hirschman, Seeldrayers y Delaunay proyectaban el organismo “hacia la dimensión mundial”.[2]
El fútbol uruguayo dividido en AUF y en la novel FUF no estaba afiliado a la FIFA, cuyo estatuto aceptaba como miembro a un solo organismo rector en cada país. En cambio, en la otra orilla platense la Asociación Argentina de Football (AAF) no sólo disponía de ese requisito desde 1912 sino que, además, el presidente de la república, Marcelo T. de Alvear, anteriormente embajador de su país en Francia, distinguido como miembro COI por el Barón Pierre de Coubertin, se disponía a enviar a París una nutrida delegación deportiva incluyendo al seleccionado de la AAF. Precisamente la AUF enterada por la colega asociación argentina de sus intenciones, con el ánimo de seguir los pasos advirtió que carecía de legitimidad para ello al no estar afiliada a la FIFA y que, además, la oportunidad para gestionarla era en el congreso a reunirse en Ginebra cuya fecha la tenía encima.
Sin tiempo para enviar un delegado, dos días antes del comienzo de las reuniones el presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, Dr. José María Reyes Lerena, con autorización del Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, Dr. Pedro Manini Ríos, envió a Suiza el siguiente telegrama: “Montevideo, 19 de mayo de 1923. A Ministro Buero. Berna. Asociación Football solicítale represéntela Congreso internacional reúnese veinte veintiuno Ginebra solicitando afiliación definitiva Uruguaya. Reyes”.
El Dr. Enrique Buero no tenía afición por el fútbol. Ministro Plenipotenciario de Uruguay en Suiza, el telegrama lo introdujo en un mundo que no conocía. El de la FIFA. Culminado el congreso el Dr. Buero informó por telex y luego por carta al Ministro Manini y al presidente Reyes Delgado, que logró la afiliación de Uruguay a la FIFA; que recibió la propuesta de cuatro Federaciones de España para que la selección de Uruguay realizara una gira por ese país y sugirió que con lo recaudado en ella “se podría satisfacer parte de los gastos que demandara el envío de nuestros jugadores a Europa a efecto de tomar parte en las Olimpiadas Mundiales. No trepido en afirmar a V.E. que una victoria del equipo uruguayo en las Olimpiadas de 1924 tendría una gran repercusión en el mundo sportivo al que hoy en día están vinculados todos los políticos y hombres dirigentes de estas viejas sociedades”.[3]
Entre el 28 de octubre y el 2 de diciembre de 1923 se disputó la Copa América en el Parque Central de Montevideo. El nuevo presidente de la Asociación, Dr. Atilio Narancio, lideró la tarea de la Comisión de Selección para armar un nuevo equipo al no poder contar con los prestigiosos jugadores de los clubes de la Federación. En torno a dos atacantes ya consagrados -el veterano Angel Romano de 30 años y el joven Héctor Scarone de sus 24-, aparecieron figuras que construirían la base de un equipo que asombraría al mundo. Pedro Petrone de 19 años, un cañonero impresionante. El Vasco Cea, estratega y concertador de juego y, ambos con 21 años, Andrés Mazali atleta completo, con un dedo menos en su mano izquierda, y José Leandro Andrade quien sobresalía por su calidad y piel morena. Otro muchacho de 22 años, mirada fiera, irresistible autoridad natural, potente y dúctil a la vez, jugaba de full-back o centre-forward. Era José Nasazzi.
La conquista de la Copa América abrió una impresionante serie de 17 partidos todos ganados. A las tres victorias al hilo frente a Paraguay, Brasil y Argentina, se agregaron los nueve triunfos logrados en España ante selecciones regionales de Vigo, Bilbao, San Sebastián, La Coruña y Madrid. El 10 de abril de 1924 cuando los celestes debutaron venciendo 3:0 al Celta de Vigo reforzado con jugadores de Pontevedra y La Coruña, Uruguay se convirtió en el primer país de Latinoamérica en jugar al fútbol en Europa.
El Dr. Buero esperó en París a la delegación encabezada por Casto Martínez Laguarda y Asdrúbal Casas. Los delegados uruguayos participaron en el Congreso de la FIFA realizado en L’Auto de la plaza de la Concordia, presidido por Rimet, y los jugadores compatriotas asombraron al mundo en la cancha: 7 a 0 Yugoeslavia, 3 a 0 a Estados Unidos, 5 a 1 a Francia, el dueño de casa candidato a ganar el título, 2 a 1 a Holanda y 3 a 0 a Suiza en la final. Uruguay campeón del mundo. Después de ver subir la bandera a lo más alto del mástil, la delegación completa agradeció los aplausos de la multitud. Había nacido la vuelta olímpica.
La Copa América de 1926 en se disputó Chile. Con la base de Colombes, el seleccionador único, Héctor R. Gómez, sumó la fortaleza de Héctor El Manco Castro con 22 años, Lorenzo El Gallego Fernández con 26 y el veterano René Borjas orillando la treintena. El título de campeón invicto con 17 goles en cuatro partidos y sólo dos en contra inspiraron al poeta isabelino Omar Odriozola. Construyó las Dianas de Nuñoa en alusión a la comuna de Santiago donde se disputaron los partidos. Pepino y los Patos Cabreros la cantaron en los carnavales de 1927. El pueblo la popularizó con sus dos primeros versos. Uruguayos campeones de América y del Mundo.
Con la misma base del equipo que acumulaba un lustro de éxitos, en 1928 al llegar la cita mundialista en Ámsterdam en el marco de la IX Olimpiada, el fútbol uruguayo nuevamente unido realizó otra campaña excepcional. Ganó en serie 2:0 a Holanda; 4:1 a Alemania; 3:2 a Italia y disputó dos finales con Argentina reteniendo el título de mejor del mundo.
El Dr. Buero, Félix Polleri, José Usera Bermúdez y Arturo Macció representaron a Uruguay en el congreso de la FIFA en Ámsterdam. Dos decisiones adquirieron destaque. El Dr. Enrique Buero fue designado vicepresidente de la FIFA. El primer ciudadano no europeo en acceder a ese cargo. “La intercontinentalidad iba tomando forma. Hirschman sugirió que hubiera un vicepresidente por continente. El representante de Uruguay, el embajador Buero, ya había reclamado un puesto para América Latina”.[4] La segunda, aprobó la propuesta de Francia para que en 1930 la FIFA organizara el torneo al margen de los Juegos Olímpicos disputándose a partir de entonces la copa del mundo.
José Usera Bermúdez, delegado de Uruguay en Ámsterdam, junto con Roberto Espil el 18 de febrero de 1929 presentó en la reunión del Club Nacional de Fútbol un proyecto “pugnando porque sea Montevideo la sede campeonato mundial de 1930”. En seis hojas mecanografiadas los autores señalaron que el torneo se realizaría “en ocasión de celebrarse el primer centenario del Uruguay” y “como distinción a los dos veces campeones mundiales”.[5] El Consejo Superior de la AUF lo aprobó iniciando los contactos con el gobierno presidido por el Dr. Juan Carlos Campisteguy.
Usera Bermúdez, ansioso y ejecutivo como lo era, envió el 5 de marzo una carta adjuntando el proyecto al Dr. Buero radicado en Bruselas. Veintidós días después del viaje en barco llegó la misiva a su poder. La leyó y respondió. Poco después, al no tener más noticias, el 20 de abril de 1929 remitió un correo postal al Dr. Jude, presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, comentándole que “el amigo Usera me impuso del proyecto de elegir a Montevideo como sede del Campeonato Mundial. No hay tiempo hábil para muñequear las respectivas federaciones regionales. Creo que ello es una utopía”. Sin embargo, más allá de su sinceridad, exhibió su disposición para la lucha. Por eso agregó: “si insisten en el proyecto trataría de sacarlo a flote”.
Cuando la carta venía en camino a Montevideo por barco, un telegrama enviado por el Ministro de Relaciones Exteriores, Rufino Domínguez, le encomendó la misión de lograr la sede del mundial para Montevideo. El texto culminaba con un deseo: “Esperamos de Vd. victoria aspiración pueblo y gobierno uruguayo”. La Asociación dispuso el viaje de Héctor R. Gómez a Barcelona, sede del congreso, para sumar sus esfuerzos. El 15 de mayo el Poder Legislativo votó los fondos necesarios para organizar el torneo.
Dos días después en el Congreso de la FIFA reunido el viernes 17 y el sábado 18 de mayo de 1929 resultó decisiva la exposición Dr. Adrián Beccar Varela, delegado de Argentina. Su discurso preciso y eficiente sumó voluntades otorgándose por aclamación de presentes la sede del campeonato mundial de 1930 a Uruguay, después que Italia y España retiraran su aspiración. Desafiante El País tituló, “¡Ahora el Stadium!” Y agregó: “Ahora, pronto, rápidamente, patrióticamente, a construir el Stadium que merece el Campeonato y necesita el país”.[6]
A comienzos de octubre de 1929 un deportista uruguayo que retornó de Europa donde vivió mucho años, anunció a El País que “no me extrañaría que Europa no interviniese” en el mundial. La incredulidad que generó la noticia sumó días después otra duda: “Parece que Alemania no participará del Campeonato del Mundo”. Y el 17 de octubre “una noticia decepcionante para nuestro fútbol” opinó El País al confirmar el adelanto. Tres días después otro impacto: “El football español estará ausente del Torneo Mundial”. Hungría, Checoeslovaquía e Italia también informaron que no viajarán a Montevideo. El 17 de noviembre El País publicó otro anuncio pesimista. “Francia no vendrá al Campeonato del Mundo… ¿Y Rimet?”, se preguntó el matutino. Al abrirse el año 1930 Francia, España, Suecia, Noruega y Bélgica confirmaban su ausencia. También Inglaterra y Alemania sumándose Polonia y Suiza.
Negociaciones internacionales[7] es el título del muy particular libro que escribió en 1932 el entonces vicepresidente de la FIFA, Dr. Enrique Buero, reproduciendo textualmente, sin comentarios, los telegramas y cartas que documentan las gestiones que llevó a cabo en nombre del gobierno uruguayo y de la Asociación Uruguaya de Fútbol con el objetivo de lograr la participación en la copa del mundo de algunos países de Europa. De su lectura surge la cronología siguiente.
El 8 de marzo de 1930, al llegar el Dr. Buero a Trieste donde se reunían las federaciones de fútbol de Europa Central e Italia, los diarios de este país anunciaban que “Uruguay desistió de organizar el campeonato del mundo sustituyéndolo por uno panamericano”.[8] Buero desmintió la noticia. Reunido en París el 10 de marzo con Jules Rimet, el presidente de la FIFA propuso “cambiar el sistema de organización de la Copa del Mundo, haciendo dos grandes divisiones geográficas: la América y Europa. Disputarse en cada uno de los dos Continentes los partidos de selección, y oponer en Montevideo, a los 2 finalistas europeos con los 2 finalistas americanos, siendo el ganador el titular de la Copa del Mundo”.[9] La Asociación Uruguaya comunicó a Buero que el planteo de Rimet “es inaceptable”.
El 13 de abril de 1930 el Dr. Buero asistió en La Haya, en representación del gobierno uruguayo, a la conferencia de codificación del Derecho Internacional. Allí mantuvo una entrevista con el Ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica, Paul Hymans. Explicó la situación, lamentó la ausencia de Bélgica del mundial de Uruguay y solicitó su intervención para modificar la misma. Buero calificó como “decisiva”[10] la intervención del gobierno belga, mientras realizaba durante dos semanas en Bruselas reuniones con periodistas y miembros de la Unión Real Belga de Fútbol, además de publicar notas en los diarios. El 27 de abril la asamblea de las Federaciones deportivas de Bélgica por 1.170 votos a favor y tres en contra decidió enviar a Uruguay el mejor equipo representativo. Faltaban 78 días para comenzar el torneo.
Enterado de la participación de Bélgica otorgando mundialidad al torneo que se llevaría a cabo en Uruguay, el 14 de mayo de 1930 Rimet escribió una carta a Buero “considerando terminadas sus gestiones para lograr la participación en el Campeonato de toda esperanza con respecto a una posible intervención de un equipo francés”, expresándole también que aceptaba el ofrecimiento que se le había formulado para viajar a Montevideo. Al día siguiente desde Bruselas luego de leer la epístola, Buero respondió con firmeza inspirado en no defraudar al gobierno uruguayo y convencido que la gota de agua horada la piedra. En perfecta escritura francesa le adelantó a Rimet que viajaba a París anunciándole que se entrevistaría con el subsecretario de Estado en el Gabinete Francés. “Espero tener la oportunidad de hablar con usted acerca de la conveniencia de un enfoque personal que propongo hacer con el Sr. Pathe, con vistas a la participación de un equipo francés. Sigo pensando que Francia no puede mantenerse alejada de Montevideo”.
El 19 de mayo de 1930 –cuando faltaban menos de dos meses para el comienzo del mundial-, el Dr. Buero se entrevistó con el Subsecretario de Estado en el Gabinete Francés, Messié Pathé. Integrante de la famosa empresa de cine creada en 1896, el alto funcionario del gobierno comprendió inmediatamente el planteo. “Por la historia pasada Francia no puede estar ausente en Montevideo”. La aprobación fue inmediata. La confirmación de Bélgica y Francia permitió al Dr. Buero cerrar las “dificultosas negociaciones” entabladas por carta con Rumania y Yuegoeslavia desde febrero. La discusión siempre fue económica debiendo ceder Uruguay a sus altos reclamos, para completar la presencia de cuatro países de Europa que otorgaron característica mundial al torneo aunque, al cumplir un siglo de su fundación, la FIFA expresara que “La primera Copa del Mundo, organizada en Uruguay, fue solo un éxito a medias por la ausencia de las principales selecciones europeas”.[11] La transcripta afirmación omitió la constancia de la realidad. Los resultados de la cancha indicaban que desde 1924 el mejor fútbol del mundo se jugaba en el Río de la Plata, aspecto ratificado por partida doble en 1928 con dos finales que asombraron a Europa por la calidad del juego exhibido por Uruguay y Argentina.
La Comisión de Selección presidida por el Dr. Atilio Narancio trabajó desde comienzo de 1930 integrada por Horacio Baqué, Asdrúbal Casas, Héctor Verdesio y el Dr. Juan Carlos Campisteguy, hijo del presidente de la República. Un mes antes del comienzo del torneo nominaron al Prof. Alberto Supicci encargado de la preparación atlética, concentrándose todo el plantel en el Prado, en el local aún existente en el parque Saroldi.
El sábado 5 de julio en el Conte Verde arribaron Francia, Bélgica, Rumania y los dos dirigentes de la FIFA que asistieron al torneo: Jules Rimet y el ingeniero húngaro Maurice Fisher. El francés fue sometido a una experiencia única: tomó mate amargo. Esa misma noche la Copa del Mundo entró por la puerta de la Asociación Uruguaya de Fútbol en la Avda. 18 de Julio. Rimet se la entregó al Dr. Raúl Jude. Nadie más verá el trofeo hasta el mundial de 1934.
A dos días del comienzo del mundial el Arq. Scasso informó que la cancha no se podía usar y que el ángulo de las tribunas Colombes y América no estaba terminado. Esa noche se dispuso la utilización del Parque Central y el estadio de los Pocitos, fijándose el 18 de julio, día del centenario de la Jura de la Constitución, para inaugurar el estadio con el debut de Uruguay frente a Perú.
Una multitud impresionante se agolpó en las inmediaciones del coloso de cemento. Las instalaciones repletas, el desfile inaugural y un triunfo apretadísimo de los celestes con gol de Héctor Castro a los 60 minutos en complicidad con el golero incaico Pardón, quien no pudo retener la pelota introduciéndola en el arco de la Colombes. ¡Histórico primer gol en el Estadio! Otra multitud concurrió el 21 de julio. La Comisión de Selección realizó cuatro cambios. Entró Mascheroni en la zaga y Pablo Dorado, Héctor Scarone y Juan Pelegrin Anselmo sustituyeron a Urdinarán, Héctor Castro y Pedro Petrone. Ingresaba al equipo la calidad del Mago Scarone y del Napoleón del fútbol, que así apodaban a Anselmo. El 4 a 0 contundente ante Rumania fue el prólogo de la media docena de goles frente a Yugoeslavia en la semifinal, a pesar que los europeos se pusieron en ventaja a los cuatro minutos.
La expectativa por el clásico del fútbol rioplatense donde nuevamente, como en Ámsterdam, estaría en juego el título mundial, desbordó todas las previsiones. Una sola radio en el mundo -el SODRE con el relato de Emilio Elena-, trasmitió el partido para ser captado por los receptores cuya venta aumentó en Montevideo por la publicidad que los vendedores de los mismos realizaron a través de los diarios. Pablo Dorado a los 12 minutos abrió el tanteador para Uruguay. Carlos Peucelle empató el partido a los 20 y Guillermo Stábile puso en ganancia a los argentinos a los 37. En la segunda etapa Pedro Cea igualó el partido a los 57 minutos y Santos Iriarte a los 68 con un gran remate desde fuera del área colocó en ganancia a los uruguayos. Cuando el partido moría el Manco Castro con golpe de cabeza selló el 4 a 2 definitivo.
Los uruguayos festejaron saludando la bandera que subió al mástil de la Torre de los Homenajes. La copa del mundo que estaba en poder de la Asociación del 5 de julio, no se entregó en la cancha. En la vuelta olímpica se observa que los jugadores portaron otro trofeo. Las investigaciones realizadas hasta la actualidad no han podido descifrar lo ocurrido.
“¡Otra vez somos campeones del mundo!” tituló El Diario. El País eligió tres páginas para recordar Colombes, Ámsterdam y Montevideo. En Buenos Aires, Crítica recurrió a los errores del juez para justificar la caída. El árbitro, Jhon Langenus en su libro Silbando por el mundo, afirmó: “Los dirigentes de Argentina prometieron la victoria pero no habían cumplido. Se daban cuenta que el resultado era justo pero no querían asumirlo. No eran ellos los culpables. La culpa de la derrota la tenían otros. La policía era culpable, los soldados eran culpables, el público era culpable, y finalmente, como siempre yo, el árbitro, era culpable”.
En la misma noche de la final, el 30 de julio de 1930, Jules Rimet escribió la siguiente carta al Dr. Raúl, conductor de la Asociación Uruguaya de Fútbol.
“Mi querido presidente. El torneo por la Copa del Mundo termina en apoteosis. Mi pensamiento, en esa hora, evocó la bella jornada de 1924, en Colombes, totalmente semejante a la que acabamos de vivir, y donde por primera vez, el equipo de Uruguay fué campeón del Mundo. Como hoy, un sol inesperado dominó la fiesta en el momento en que la bandera de la República Oriental fue izada a la cumbre del mástil olímpico, en medio de los aplausos de una muchedumbre igualmente alegre y entusiasta. La continuación del éxito ha hecho de la historia de vuestro equipo nacional, una verdadera epopeya; ella os autoriza a grabar en vuestros emblemas, los tres nombres: Colombes, Ámsterdam y Montevideo, como se llevan sobre la bandera los nombres de las grandes victorias. Pero, se trata aquí de torneos pacíficos, cuyo carácter y significación son fijados por el símbolo del apretón de manos que cambian los capitanes antes de la justa amistosa, leal y proba, a la cual van a entregarse los dos equipos. Ya jugado el match, la amistad subsiste entre quienes no son ni vencedores ni vencidos, sino camaradas unidos por un amor común al deporte y al juego leal. Quiera Vd. recibir, mi querido Presidente, con mis felicitaciones, la certidumbre de mi consideración muy simpática. Firmado: Jules Rimet. Presidente de la F.I.F.A.”[12]
Mientras transcurren los años que llevan al centenario de las tres conquistas, la realidad indica que Uruguay obtuvo esa gloria especialmente por sus dirigentes y jugadores que expresaban y fueron el símbolo de un país optimista y confiando en sus propias fuerzas, que creía en el valor del trabajo y del esfuerzo personal. Sólo así pudo concebirse la construcción del Stadium en nueve meses. Sólo así el gobierno destinó enormes sumas de dinero para que el campeonato llevara el sello de mundial. Colombes, Ámsterdam, Montevideo tienen el dulce sabor de las memorias queridas que se convierten en historia gratificante, pilares de un pasado de protagonistas de primera línea y, a su vez, trampolín que impulsa a pensar en grande de cara al porvenir.
[1] Pierre Arrighi. Los Juegos Olímpicos nunca fueron amateurs. Francia. Pág. 207.
[2] Definición de Pierre Lanfranchi, Christane Eisenberg,Tony Mason, Alfred Wahl. FIFA 1904-2004 Un siglo de fútbol.Pág. 66
[3] Enrique Buero. Negociaciones Internacionales. La organización de la Copa del Mundo (1930). Bruselas. 1932: 11.
[4] Pierre Lanfranchi, Christane Eisenberg,Tony Mason, Alfred Wahl. FIFA 1904-2004 Un siglo de fútbol.Pág. 68.
[5] Acta No. 287 del 18 de febrero de 1928. Páginas 301 y 302 del libro de actas.
[6] Con la finalidad de informarse sobre todo lo relacionado con la construcción del Estadio Centenario, sugerimos el excelente artículo del Cr. Juan J. Melos en el siguiente dominio: https://www.auf.org.uy/se-cumplen-hoy-90-anos-de-un-coloso-de-cemento-el-estadio-centenario/
[7] Imprimado en marzo de 1932 en la imprenta Puvrez. 59, avenue Fonsny, el libro tuvo amplia difusión en su momento siendo enviado a la FIFA, a los integrantes del Comité Ejecutivo y a la AUF. Varios ejemplares se destinaron al Museo del Fútbol cuando surgió la idea de su organización.
[8] Enrique Buero. Negociaciones internacionales / Organización de la Copa del Mundo. Bruselas 1932: 131.
[9] Enrique Buero. Negociaciones internacionales / Organización de la Copa del Mundo. Bruselas 1932: 136.
[10] Ibídem, pag. 141
[11] Pierre Lanfranchi, Christane Eisenberg,Tony Mason, Alfred Wahl. FIFA 1904-2004 Un siglo de fútbol.Pág. 73.
[12] Carta de Jules Rimet al Dr. Raúl Jude publicada textualmente en todos los diarios de Montevideo. La transcripción en este caso corresponde al ejemplar del matutino La Mañana del 2 de agosto de 1930.
AUTOR: ATILIO GARRIDO