El domingo 9 de junio de 2024 se conmemora el centenario de la que, sin duda alguna, fue la más grande, gloriosa e irrepetible campaña realizada por el equipo de la Asociación Uruguaya de Football en toda su historia, hasta nuestros días.
Seguramente, algunos jóvenes o viejos que se inclinen sobre estas notas, esgrimirán la hazaña del Maracanazo, colocándolo como el mayor éxito de la celeste, al ganar un partido que parecía imposible frente al dueño de casa que corría con todo el viento a favor. El argumento se diluye al señalar un dato de la realidad. Los uruguayos de 1924 también vencieron al dueño de casa, Francia, con 60.000 personas en las tribunas, alentando a los galos en busca de eliminar a los celestes en el partido de cuartos de final. De todos modos, debe agregarse, que aquellas cuatro conquistas logradas por Uruguay entre 1924 y 1950, son irrepetibles. Aunque pueda parecer una temeridad semejante afirmación, en los tiempos que corren y en el futuro, será imposible que la selección uruguaya de fútbol conquiste nuevamente el título mundial en fútbol. ¿En que se sustenta tamaña afirmación?
La explosión tecnológica, tal vez solo comparable en sus efectos sobre la realidad mundial, con el impacto que produjo la Revolución Industrial que impulsó la Reina Victoria desde la mitad del siglo XIX, ha sido la madre de la globalización que ha parido la naciente centuria.
Sus efectos son tremendos y devastadores porque parten de la premisa nociva de hacer más fuertes a los poderosos y no solo más débiles a los pequeños, sino llevarlos, a éstos, a su desaparición. La mesa está servida para los jugadores que puedan sentarse a ella con fichas grandes. Esto ocurre a todos los niveles y en todas las manifestaciones en que se expresa una sociedad. Cultura y deporte son vehículos más que importantes, trascendentes, para el desarrollo de la colonización que impone el mundo global.
¿Cómo se puede reaccionar? ¿De qué manera los países de fichas escasas pueden defenderse o intentar pelear contra esta realidad? Aunque es difícil tener éxito, la única forma posible para no ser borrados del mapa, es manteniendo latentes y difundiendo las grandes hazañas futbolísticas del pasado. Nuestra pequeña nación cuenta para ello con armas que son indestructibles. El Uruguay ha sido precursor, pionero y constructor de las grandes manifestaciones populares que hoy explotan, en su exclusivo y propio beneficio, los países grandes dueños de la globalización.
Centrándonos en la gesta de 1924. Existe una realidad, un hecho histórico que, en aquel momento, los diarios de Uruguay difundieron con grandes titulares, reiterándolo a partir de entonces con la finalidad de afirmar el episodio, por la gran trascendencia del mismo.
Uruguay logró con el viaje a España, un título, una distinción imperecedera y que debería convertirse en una bandera, en un guion, que se tendría que repetir permanentemente. Más todavía. Tendría que estar colocado como el primer título que aparece en el sitio web de la AUF, y también estar escrito en las hojas oficiales de la Asociación. Debería repetirse constantemente, un logro que ningún otro país de nuestro continente puede exhibir.
Uruguay primero en la historia
Ese día del almanaque, 9 de junio, es la gran fecha patria del fútbol uruguayo. No solo porque en la final del campeonato mundial de Fútbol en la VIII Olimpiada de Colombes, Uruguay logró el título, su primera estrella mundial, al vencer a Suiza 3:0. ¡Hay mucho más que eso! En esa fecha culminó lo que fue la primera presentación de un equipo de fútbol de toda América Latina en campos de Europa. ¡Nunca antes habían intentado desafiar el largo viaje transoceánico en barco, clubes o combinados de Argentina, por entonces el gran rival de los uruguayos, en tiempos en que los brasileños eran modestos aprendices del fútbol rioplatense! Ese día Uruguay se consagró Campeón del Mundo. Ese día el viejo mundo descubrió una forma nueva de jugar y entender el football.
Años después, la Confederación Sudamericana resolvió que cada 9 de junio sería celebrado como el Día del Fútbol Sudamericano. Y así se conmemoró durante algunos años, hasta que llegó la globalización y nuestros dirigentes que eran líderes en el continente y el mundo porque sobresalían por su galanura, inteligencia y don de gentes, dejaron de ser tales y se sumaron como simples plebeyos a la música que tocan los más grandes llevando agua exclusivamente para su molino.
Editorial del diario El Plata despidiendo a la delegación
El vespertino fundado por el Dr. Juan Andrés Ramírez, despidió a la delegación de Uruguay, titulando una página entera de fotografías e información, con el hecho más importante de la historia que se concretaba con el inicio del viaje.
La página cuya fotografía ilustra la página, destinó un impecable editorial, que aparece debajo del título donde se cortó la referida imagen. “LA EMBAJADA SIMPÁTICA”. Textualmente se reproduce a continuación por el enorme valor del mismo.
“Lista ya está la delegación de footballers uruguayos que dentro de poco hará incursión por los campos sportivos del viejo continente. Por primera vez en la historia del deporte suramericano (sic), se dará el caso en que un núcleo de players de estas jóvenes tierras tomen toda la responsabilidad de la aventura de sostener cotejos y comparaciones dentro de lugares donde se nos conoce por lijeras (sic) referencias, por informaciones poco precisas, que no alcanzan ni con mucho menos para brindarnos la personalidad sportiva ganada a través de una labor prestigiosa de treinta años.
Embajada espiritual y afectuosa es la que envía la Asociación Uruguaya de Football á la Madre Patria. Irán allá unidos en fuerte has, en emotiva y gallarda comunión de ideales y esperanzas los representantes jóvenes y viriles de estas tierras a la que España puso su enseña otrora en virtud de la visión de sus conquistadores. Diplomáticos sencillos, portavoces de la virilidad de nuestra raza, pasearán nuestros colores nacionales, ganando así para el país la notoriedad y la estima que pocas veces se afianza dentro de los congresos celebrados expresamente para que los hombres llegados de distintas latitudes hablen de paz y confraternidad.
Corresponde al Uruguay el alto honor de ser el primer país de la América del Sur que u el Atlántico para asistir a los torneos preparados por sus mayores. Recibido desde hace tiempo el espaldarazo, lograda ya la mayoría de edad dentro de la vida deportiva, conquistadas con oro de buena ley credenciales que sólo dicen de prestigio y bizarría, justificar la excursión hacia otros horizontes de los que llegaron para volver con sorpresas y desilusiones los representantes del football europeo. A esta altura, frente á las líneas de comparación brindadas en distintas oportunidades, no puede calificarse el viaje de ingenua aventura ó de ridícula pretensión.
No es de lógica ni criterio decir en vísperas de la partida cosas absolutas. Nuestro team, como consecuencia del desmembramiento provocado por la escisión irá á Europa sin poder constituir un exponente fiel y genuino del progreso alcanzado por el sport popular. Los ingentes gastos que exigirá la permanencia del equipo por el viejo mundo impondrán algunos sacrificios que a su tiempo pueden restar vitalidad y cohesión al cuadro. Nos referimos al exuberante programa que deberán cumplir nuestros campeones antes de llegar a las Olimpiadas Universales. Con mayor capacidad económica posiblemente habríamos concurrido primero a París para intervenir seriamente y en buenas condiciones dentro del campeonato mundial y liquidado éste, salvada la chance, nos hubiéramos dirigido allí donde nos brindaran hospitalidad.
Pero… ha tenido que comenzarse por la cola. Los uruguayos irán a la capital de Francia después batirse contra distintas entidades en su propio terreno y con todos los privilegios que gozan los dueños de casa. Si la victoria les sonríe, si la disciplina se mantiene, si la voluntad y el entusiasmo logra el milagro de hacer de todos uno, entonces habrá llegado el instante de inclinarse reverentemente ante todo un prodigio y creer que en las Olimpiadas puede repetirse el suceso del pasado concurso de la Copa América.[1]
Nunca como en este momento pueden sentirse con mayor peso las consecuencias del cisma que ha dividido al football, ni nunca puede sentirse tan en hondo la carencia de situación financiera, que exije (sic) todo un sacrificio moral y físico para ganar dignamente nuestra inscripción en las Olimpiadas…
Entre tanto confiemos en la buena fortuna de nuestros representantes, y preparémonos para entusiasmarnos sanamente, si a pesar de todos los obstáculos y desventajas, los uruguayos son lo suficientemente fuertes y capaces, para salir de los campos extraños á paso marcial y recto de vendedores…
Celebremos desde ya el éxito diplomático de sus gestiones, las vinculaciones que contarán con sus marchas y con sus incursiones, los afectos y lasos que soldarán en el momento de la partida y despreocupémonos de los guarismos favorables que pueda señalarse en el balance de nuestros adversarios.
Hagamos absorción de todas las incidencias buenas o malas que puedan sellar la actuación de nuestros campeones y recordemos en el instante en que la quimera hasta ayer es hoy realidad, que el football uruguayo conquista el más grande triunfo a renglón seguido de largar amarras el ‘Desirade’. No de otra manera puede calificarse el suceso, en este país de imposibles y dificultades, la preparación de esa escuadra de footballers, que por primera vez se adelantan en alguna cosa a sus vecinos limítrofes.
Por vanidad, por orgullo y por sentimiento es de puro patriotismo la embajada que parte el próximo sábado rumbo a España debe merecer la simpatía y la adhesión espiritual de todos aquellos que en distintos órdenes prestigian y son factores de progreso para el deporte popular.
Constituye una obligación para todos los que no saben mirar con indiferencia los triunfos propios, estimular y alentar a los campeones uruguayos que llegarán a Europa para mostrar su sencilla personalidad, para destacar rasgos y hasta para rectificar algunas leyendas que ha ganado alas a favor de la distancia.
EL PLATA formula buenos votos para que la simpática embajada deportiva triunfe en el arduo propósito que se encomienda, recordándole, eso sí, que vencidos o vencedores, debe mantenerse todas las aristas prestigiosas que han dado características al football uruguayo. ¡Buen viaje y feliz regreso!”
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[1] En el mes de diciembre de 1923 se disputó en el Parque Central de Montevideo la VII Copa América. Uruguay logró por cuarta vez el título de campeón, venciendo a Paraguay, Brasil y Argentina.