“Periodista, literato, político y jurisconsulto, ejerció la abogacía, tras doctorarse en Jurisprudencia (1857) fue diputado y senador. Varias veces auto exiliado en Buenos Aires, estuvo entre los ciudadanos desterrados en la célebre barca “Puig”. Su pluma de periodista político corrió apasionada y ágil en la prensa diaria, al servicio de posiciones legalistas o levantamientos destinados a recuperar las libertades. Desempeñó papel relevante en la salida de la dictadura de Máximo Santos, lo que le reportó prestigio, y también negoció la paz de 1897”.[1]
En 1882 con su retorno al rectorado, se marcó un punto de vuelta al pasado, llevado adelante en medio de una gran agitación.
“Con él se instaló el espiritualismo filosófico en los primeros planos universitarios, para ofrecer fuerte oposición al gobierno nacional, dispuesto por otra parte a recortar la autonomía. En 1884, a poco de su reelección para un nuevo período, hizo crisis el enfrentamiento con el poder político, y se le destituyó junto con varios catedráticos, mientras otros dimitían”.[2]
Suprimir el latín e incluir el inglés…
En 1884 las relaciones entre el rector de la Universidad, Dr. José Pedro Ramírez y el doctor Alfredo Vásquez Acevedo, quien desempeñaba el cargo de Fiscal de lo civil, no eran las mejores. Al tensarse los encuentros y el choque de posiciones, el Dr. Ramírez exigió al Ministro de Justicia, Juan Lindolfo Cuestas, a cuya órbita había pasado en enero de 1884 el expediente con propuestas para introducir en la Universidad, requiriendo el pronunciamiento que el Fiscal se expidiera. Un año más tarde, en julio de 1884, luego de una nota del Rector José Pedro Ramírez solicitando un pronunciamiento sobre el tema, el Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Juan Lindolfo Cuestas, se molestó con el Dr. Vásquez Acevedo por su incumplimiento, generándose un conflicto entre ambos, que hará eclosión años después.
Conminado por Cuestas, Ministro de Justicia a responder, el Dr. Vásquez Acevedo se expidió por carta del 4 de agosto de 1884, en un documento donde reveló el profundo conocimiento del tema, estudiando el proyecto íntegramente con verdadero sentido pedagógico. Se manifestó partidario de su aprobación con algunas modificaciones que propuso y que respondían a arraigadas convicciones en la materia. Comenzó por referirse a las dos nuevas asignaturas que se incluía en el plan vigente de los estudios preparatorios: el latín y literatura latina y general. Creía que la introducción de esta última asignatura era muy acertada pero no pensaba lo mismo respecto al latín porque, “no tiene hoy utilidad ninguna para el bachillerato”. En la actualidad, “no se habla ni se escribe en latín, y los mismos libros de literatura y de ciencias que fueron escritos en ese idioma, están hoy traducidos al español y al francés”. Opinaba Vásquez Acevedo que el latín debía suprimirse como materia obligatoria manteniéndosela como facultativa. Proponía que en lugar del latín se introdujera en los estudios del bachillerato, el inglés que “es hoy de mucha utilidad dado el rol importante que desempeñan en el mundo científico, las naciones de habla inglesa, Gran Bretaña y Estados Unidos”.
El ofrecimiento del Gral. Máximo Santos
En 1884 el Uruguay asistía a un duro enfrentamiento entre el Poder Ejecutivo a cuyo frente se encontraba el presidente de la república, Gral. Máximo Santos, y la Universidad.
“En términos generales, la presidencia de Santos, formalmente constitucional pero volcado hacia formas autoritarias. A pesar de su notoria adhesión partidista al coloradismo, basando también su poder en el ejército, respetó las reformas del Cnel. Lorenzo Latorre, muchas de las cuales extendió y consolidó. (…) Continuó la tarea de la enseñanza y extendió la reforma de la Universidad a través de Vásquez Acevedo, destacado intelectual de opinión blanca, que fue designado por Santos, profundizando la importante reforma iniciada en su primer rectorado entre 1880 y 1882. Creó la enseñanza secundaria como sección universitaria separada, y se impulsó la autonomía”.[3]
Alfredo Vásquez Acevedo en sus memorias autobiográficas se refirió al ofrecimiento del Gral. Máximo Santos, después de destituir al rector Dr. José Pedro Ramírez.
“Mi primera intención fue rechazar el ofrecimiento, temerario del efecto que mi aceptación podría producir en la opinión de las gentes que se dejan llevar por las impresiones del momento. La destitución del Dr. Ramírez había sido considerada por algunos como un atentado, existía mucha excitación en cierta parte de la opinión, y necesariamente esta tendría que influir en la apreciación de mi conducta. Opté, sin embargo, por la aceptación del Rectorado. Me halagaba sobremanera la idea de levantar la Universidad a un nivel digno y grande, de operar en ella una completa transformación, organizándola en las mejores y más amplias condiciones. Pensé que nadie podía atribuirme un interés mezquino desde que yo estaba desempeñando un puesto bien remunerado, independiente y seguro, -la Fiscalía de lo Civil-; pensé asimismo, después de examinar los antecedentes del conflicto Universitario, que se habían llenado los requisitos legales para la separación de las autoridades de la Universidad, y que en realidad no podía decirse que ese conflicto había sido inmotivado ni que el Gobierno había carecido de fundamento para resolverlo de la manera en que lo había resuelto, pues era notorio que el Dr. Aréchaga, causante de él, hacía política y política violenta en su clase de Derecho Constitucional, por más que del sumario levantado por el Rector no hubiera ello resultado probado; y pensé, por último, en que tratándose como se trataba de un instituto de enseñanza, mi concurso no importaba ni directa ni indirectamente una aprobación de la marcha política del Gobierno.
Resolví, en consecuencia, aceptar el Rectorado bajo las siguientes condiciones que expuse al General Santos en mi segunda conferencia: Primera, que se me proporcionarían los medios necesarios para trasladar la Universidad a un local aparente, sacándola dl edificio ruinoso, casi miserable en que se hallaba; segunda, que se me asignaría la suma necesaria para reponer el mobiliario y adquirir gabinetes de física, química, historia natural de que carecía en absoluto la Universidad; tercera, que se elevaría a las Cámaras y se recomendaría la sanción del proyecto de ley orgánica de la institución que yo había formulado en mi primer Rectorado, con las modificaciones que creyera debe introducir, y cuarta, que en el desempeño del Rectorado gozaría de la más completa independencia”.[4]
El Gral. Santos admitió las condiciones e inmediatamente, al asumir en 1884 por segunda vez el rectorado, el Dr. Vázquez Acevedo se preocupó prioritariamente, por mejorar las condiciones edilicias donde los estudiantes concurren a las clases.
El Dr. Vásquez Acevedo y el segundo rectorado
“Cada día se hace más palpitante la necesidad de dotar a nuestra adelantada Universidad de un edificio especial que consulte todas las exigencias de la buena enseñanza universitaria, por las condiciones verdaderamente pobres del edificio en que ella se da. El temor me ha asaltado siempre, cuando he tenido noticias de que la Universidad había sido o debía ser visitada por personajes extranjeros. Por otra parte, en una ciudad como Montevideo, que posee tantos y tan hermosos edificios destinados a cosas menos necesarias, es injustificado que la Universidad, es decir, la Escuela de donde salen sus ilustraciones más distinguidas, siga ocupando un verdadero palacio, como todos los países cultos, apropiado a sus altos e importantes fines”.[5]
La Universidad adquirió un local en la calle Uruguay entre Convención y Río Branco, instalándose la Facultad de Derecho. También refaccionó la primigenia locación ampliando la vieja casa de ejercicios de los jesuitas, destinando el local a la Facultad de Medicina.
Apoyado en las escrituras del inglés Heber Spencer –naturalista, filósofo, sociólogo y antropólogo-, quién desarrolló una concepción omnímoda de la evolución como el desarrollo progresivo del mundo físico, los organismos biológicos, la mente y la cultura humana en las sociedades, sostuvo y defendió la tesis de “la supervivencia” del más apto.
Estudioso de la sociedad británica, los escritos de sus pensadores y los métodos de enseñanza que los británicos desarrollaron en sus colegios exclusivos para ellos, Vásquez Acevedo se sumó a la propuesta del británico Thomas Arnold. Pedagogo humanista e historiador inglés, relacionada con la importancia de la educación completa, dando gran importancia a la práctica, por parte de los alumnos, de la educación física y los deportes. Apoyando ese pensamiento durante el largo rectorado introdujo la educación física en el gimnasio, utilizando aparatos, plintos y escaleras de madera.
Estudioso de la sociedad británica, los escritos de sus pensadores y los métodos de enseñanza que los británicos desarrollaron en sus colegios exclusivos para ellos, Vásquez Acevedo se sumó a la propuesta del británico Thomas Arnold. Pedagogo humanista e historiador inglés, relacionada con la importancia de la educación completa, dando gran importancia a la práctica, por parte de los alumnos, de la educación física y los deportes. Apoyando ese pensamiento durante el largo rectorado introdujo la educación física en el gimnasio, utilizando aparatos, plintos y escaleras de madera.
[1] < https://udelar.edu.uy/portal/institucional/rectores-anteriores/>.
[2] Idem.
[3] Lincoln R. Maiztegui Casas. Orientales. Una historia política del Uruguay. 2. De 1865 a 1938. Montevideo, editorial Planeta. 2004. Pag.54
[4] Alfredo Vásquez Acevedo en sus memorias autobiográficas