En mayor o menor medida, los uruguayos saben que varios futbolistas nacidos en el extranjero defendieron a la Celeste a través de los años. Y con mucho suceso.
Aquellos que nacieron en Argentina son los que se llevan el primer puesto, no solo por la cantidad sino también por el éxito obtenido.
Imposible es, entonces, no recordar a Marcelino Pérez (1933-1935, campeón de América 1935), Atilio García (1945), Juan Eduardo Hohberg (1954-1959, mundialista en 1954, además de entrenador en la Copa del Mundo de 1970), Juan José Rodríguez (1962), Gustavo Matosas (1987-1992, campeón de América 1987) y Fernando Muslera (2009-actualidad, campeón de América 2011 y tres veces mundialista).
También los hubo británicos (William Leslie Poole, John Harley, Leonard Crossley), italianos (Ernesto Vidal, campeón del mundo 1950), brasileños (Luis Matoso-Feitiço-, Matías Aguirregaray), ecuatorianos (Alberto Spencer), peruanos (Juan Joya) y hasta uno al que no se le ha podido comprobar fehacientemente su nacionalidad como Robert “Sidney” Buck (¿inglés o alemán?).
Sin embargo, por cuestiones lógicas, las nacionalidades no sorprenden de la forma en que sí lo hace la de Ladislao Brazionis, un portentoso back izquierdo nacido en Lituania el 23 de julio de 1929.
Por aquel entonces, Lituania, que perteneció al Imperio Ruso desde 1795 a 1918, disfrutaba de un relativo período de paz luego de haber estado sometida a la ocupación alemana (1915-1918) en la Primera Guerra Mundial, de haberse enfrentado a los bolcheviques entre 1918 y 1920 y de haberle plantado cara a Polonia en un nuevo conflicto bélico que, igualmente, se saldó con la pérdida de las regiones de Vilnius y Suwalki a manos del enemigo, con el que rompieron definitivamente relaciones.
De todas formas, la vida en el inflamado país báltico, que en invierno nunca supera temperaturas bajo cero y en verano no alcanza los 20º, continuó siendo dura y muchos de sus ciudadanos decidieron emigrar a otras tierras en busca de una mejor calidad de vida.
De acuerdo a su población de 2.5 millones de habitantes, proporcionalmente no fueron pocos los lituanos que arribaron al Uruguay: 10.000.
Una de esas familias fue la Brazionis, que se instaló allá por 1931 en el Cerro de Montevideo. La realidad comenzó, entonces, a cambiar.
Los que se asentaron fueron papá, mamá y dos hermanos, uno de ellos un pequeñito de apenas dos años, al que rápidamente le interesó la pelota.
Desde muy chico, Ladislao sintió pasión por el fútbol y, así, llegó a Rampla Juniors, el club del barrio. Hizo toda la escalera de las divisiones menores con suceso.
Rápidamente, comenzó a destacarse como un rudo back izquierdo. Alto, fornido (90 kilogramos de peso), de enorme potencia, temperamento y pocas pulgas, en 1950 debutó en la Primera División de los “Picapiedras” donde, hasta 1958, continuaría siendo un pilar fundamental del equipo.
En ese lapso, conformó una zaga central impasable junto a William Martínez (1951-1954) y obtuvo dos prestigiosos torneos oficiales como la Copa Competencia (1955) y el Torneo Cuadrangular (1953).
Curiosamente, entre 1953 y 1958 también fue compañero de Vladas Douksas, uruguayo de padres lituanos, uno más que actuó con suceso con la casaquilla celeste.
La sobriedad y seguridad del juego de Ladislao le valieron el llamado para integrar el seleccionado uruguayo en 1956. La Celeste se preparaba nada menos que para disputar la Copa América en Montevideo.
Y no hablamos de cualquier selección: se trataba de la más prestigiosa, la que en los últimos seis años había conquistado una Copa del Mundo en 1950 y obtenido un cuarto puesto en otra justa planetaria en 1954.
A pesar de su falta de grandes condiciones técnicas, a Brazionis se le destacaba un empuje y una entrega a prueba de balas. No había cosa menos agradable que tener que enfrentarlo dentro de una cancha. Claro, sucedía que, a veces, se pasaba un poco de revoluciones y su intensidad llegaba a puntos elevados… para desgracia de los contrarios.
En primera instancia, Ladislao partía como suplente, siendo su excompañero William Martínez, ya en Peñarol, y Roberto Leopardi, de Nacional, los elegidos para cubrir la zaga central.
La Celeste debutó el 21 de enero en el Centenario ante Paraguay y venció de forma clara: 4-2.
Brazionis sustituyó a Leopardi, lesionado en la rodilla, a los 73´.
Una semana después, el 28 de enero, se registró la segunda victoria (Perú 2-0) y, en esta ocasión, la lesión de Leopardi le abrió las puertas de la titularidad al lituano, que reeditó la vieja zaga central de Rampla junto a William Martínez.
No hay mucho que decir del encuentro: Uruguay fue superior y Brazionis actuó bien. Sucede que como el partido se puso rocoso, el hombre dejó su sello. Era difícil ganarle de guapo.
“Los uruguayos no son jugadores de fútbol, ¡son luchadores!”, se quejaron amargamente los peruanos tras la derrota.
La prensa oriental salió en defensa de sus muchachos.
“Estamos de acuerdo en que el partido fue áspero, pero quien fue el que inició el juguete. No por cierto los uruguayos, que salvo esa modalidad de `trancar´ fuerte pero a la pelota aun soportando toda la fuerza del impacto lanzado por el rival contra el lado opuesto de ella y que no es en ninguna manera ilícito ni desleal, no hicieron otra cosa hasta que los incaicos cambiaron de táctica. Recién cuando estos comenzaron con las `cortitas´ hubo alguno que se encontró con Brazionis en su camino y voló por los aires”.
El Bien Público, 4/2/1956
La Celeste siguió su marcha de campeón el 6 de febrero, cuando se impuso, siempre en el Centenario, 2-1 a Chile. El back lituano continuó en el equipo titular con un rendimiento sólido.
El torneo se estaba volviendo demasiado rudo: el fútbol pasaba a un segundo plano debido al concierto de “hombría” que brindaban los seis equipos en cada fecha.
El 10 de febrero, Uruguay cedió su primer punto al igualar sin goles ante un Brasil que, aunque cueste creerlo, aplicó una táctica defensiva. Todavía más: Martínez y Brazionis-siempre con su juego recio- casi ni tuvieron trabajo, pero el dueño de casa falló en ofensiva.
El último partido del torneo fue, como pasaba casi siempre, Uruguay-Argentina y, como casi siempre, fue una final. Los celestes (7 puntos) hasta con un empate serían campeones mientras que a los albicelestes (6 puntos) solo les servía la victoria.
Así, el 15 de febrero, siempre en el Centenario y bajo arbitraje del paraguayo Cayetano de Nicola, casi 80.000 espectadores vieron en acción por los orientales a Maceiras ; Martínez, Brazionis; Rodríguez Andrade, Carranza, Miramontes; Borges, Ambrois, Míguez, Escalada y Roque.
Por Argentina, otro cuadrazo: Musimessi; Dellacha, Vairo; Lombardo, Mouriño, Gutiérrez; Pentrelli, Sívori, Grillo, Labruna y Zárate.
Los charrúas ganaron 1-0 con golazo de Javier Ambrois a los 24´ y se consagraron, finalmente, campeones en su propia casa como marca la historia.
Brazionis, junto a William, fue protagonista del duelo, imponiéndose y marcando con alma y vida, anulando nada menos que a Enrique Omar Sívori. Claro, también dejando su impronta aguerrida. Por eso, pasó a ser el enemigo número 1 de los argentinos, que se quejaron amargamente por su juego rudo.
La Prensa se sacó las ganas con nuestro lituano: “(…) el equipo local, abiertamente empeñado en neutralizar la labor de la delantera argentina, no dudó en recurrir a toda suerte de arbitrios sobre todo la acción duramente recia para contenerlos. En este aspecto negativo resaltaron las intervenciones del zaguero Brazionis que contó con ello con la pasividad del árbitro. (…) Las reiteradas `faltas´ de Brazionis originaron también incidencias y conatos de agresión que determinaron una serie de interrupciones del juego (…)”.
“Injusto triunfo uruguayo. Aplastante dominio argentino. Deslució el match la actitud antideportiva de los celestes”, tituló el diario Democracia. “El referee no hizo absolutamente nada para evitar el juego brusco”, añadió.
El Laborista dijo: “La brusquedad de los uruguayos fue factor importante de su triunfo. Uruguay cometió 38 fouls contra 15 de los argentinos”.
“Todas excusas. Juego de hombres. Teníamos que ser campeones”, respondieron los orientales.
El sobrio back dijo lo suyo, entrevistado muchos años después por Franklin Morales en su libro «Fútbol: Reportajes» (1968):
«(…) El problema del partido con los argentinos no fue tal. Nosotros fuimos con la preocupación de no dejarles jugar la pelota. Tenían adelante grandes jugadores, Pentrelli, Labruna, Grillo, Sívori… El único roce mío fue con Labruna. Empezó llamándome `mocoso´ para aquí y para allá… Yo le aseguré que la cosa iba a ser cuando terminara el partido: lo iba a sacar en andas del estadio. Eso fue todo. Lo demás es puro cuento… Mi físico fue más bien un enemigo cuando jugaba. (…) Ni antes ni después tuve problemas serios con ningún jugador, ni jamás lesioné a nadie».
Ladislao Brazionis.
Curiosamente, los cinco encuentros por la Copa América 1956 fueron los únicos que Ladislao jugó por la Celeste. Solo dos años después, y con apenas 29 abriles, colgó definitivamente los «tarros» y siguió dedicado al trabajo, aquel que varió entre canillita, empleado de una barraca y, finalmente, estibador, y que nunca abandonó ni siquiera siendo futbolista profesional.
Ya nada más importaba, el back que vino del frío para ser campeón, lo había logrado.
AUTOR: PABLO VEROLI
Excelente fragmento de la historia del fútbol . Soy sobrinonieto de Wiliam Martínez y atesoro muchos recuerdos que mi padre me a pasado . Me gustaría saber si hay algún artículo de el o necesitan informacion extra fútbol ya que anécdotas tengo muchas ..saludos
Hola, Alejandro. Muchas gracias por tus palabras. Vamos a preparar para más adelante un artículo de William. Ya tenemos tu correo electrónico. Prometemos contactarnos contigo para que nos cuentes más sobre uno de nuestros mejores backs de la historia. Saludos y gracias por tu predisposición! AHIFU.
Gracias por su respuesta . Tengo diarios .artículos y a mi papá que lo acompaño infinidad de veces a la cancha y a las concentraciones .