Por Atilio Garrido
Esta nota fue escrita el 7 de abril del presente año 2022. Formaba parte de un capítulo de la colección “150 años de fútbol” titulado “El fútbol del futuro”, que apareció en fascículo con el diario El País. Hechos posteriores que derivaron en la reducción de la propuesta determinó que el artículo no se publicara. Entendí que el mismo recobra actualidad en las horas previas del comienzo de la Copa del Mundo de Qatar 2022.
La expansión de Europa en el mundo comenzó en el siglo XIV con la conquista de territorios en África. Españoles, portugueses, árabes, otomanos y Boers llegaron al continente negro. Especie de cabeza de puente que luego utilizarán Inglaterra, Francia e Italia con idénticos intereses de conquista, colonización y explotación comercial de la raza negra a través de la esclavitud. Creados los Estados Unidos en 1787, los barcos negreros cruzaban los mares con su cargamento humano para ser vendido en América del Norte, Central y del Sur. Surgieron las revoluciones independentistas que llevaron de la mano a los movimientos abolicionistas de la esclavitud. Haití fue la segunda posesión en independizarse. El movimiento libertario desarrollado por negros y mulatos culminó con el exterminio o la expulsión del hombre blanco. Considerada la primera república negra del mundo surgió en su seno una elite política gobernante. Constantin Henriquez, nacido en ese ámbito en 1893 fue enviado por su padre a estudiar medicina en Francia. Estando en boga en aquellos tiempos la educación integral que incluía la actividad deportiva, el joven haitiano practicaba el salto con garrocha y jugaba al rugby. Integrando el equipo de Francia en ésta última disciplina en los Juegos de 1900 desarrollados en ese país, es reconocido como el primer atleta negro en consagrarse campeón olímpico.
La participación testimonial del haitiano en los dos partidos frente a Reino Unido y Alemania que incluyó la competencia, fue ampliamente superada por el uruguayo José Leandro Andrade. Con un porte físico excepcional, alto y eximio jugador de fútbol además de artista bailando el tango, asombró primero a los españoles durante siete partidos de los nueve disputados, en los que integró el equipo durante la gira previa. Luego cautivó a los parisinos en las siguientes cinco victorias obtenidas por Uruguay en el campeonato mundial de fútbol organizado por la FIFA, que se llevó a cabo en el marco de los Juegos Olímpicos de París en 1924. Los celestes obtuvieron el título venciendo en irrepetible actuación a Yugoeslavia (7:0), Estados Unidos (3:0), Francia (5:1), Holanda (2:1) y Suiza (3:0). Los franceses definieron perfectamente a ese excepcional jugador negro enfundado en la camiseta celeste: la merveille noire. La maravilla negra que asombró a los franceses en los estadios con la belleza de su juego caracterizado por la tijera que practicaba lanzándose por el césped a los pies del adversario quitándole la pelota. Y durante las noches los deslumbró en los cabarets de Montmartre con los plásticos quiebres de cintura bailando “le tangó”.
Uruguay primero en la historia
La inmensa popularidad que rodeó a José Leandro Andrade en París con amplia repercusión en Europa, representaba un enorme mérito de nuestro pequeño gran país de aquel entonces. Abolida en el Uruguay la esclavitud, al masificarse la práctica del fútbol como deporte popular en la segunda y tercera década del siglo XX, no extrañaba que los negros Juan Delgado, Isabelino Gradín y Antonio Ascunzi, compartieran los precarios camarines de entonces con figuras de las clase alta y de rancia estirpe con Jorge Germán Pacheco -capitán del equipo uruguayo de 1912, sobrino del presidente de la República, José Batlle y Ordóñez, y descendiente de una de las familias patricias del país. La investigación que llevó a cabo el historiador Eduardo Gutiérrez Cortinas (1), le permitió determinar en 1908 “el primer futbolista negro de Primera División en el arco del Intrépido: Federico Arrieta”, en el torneo montevideano organizado por la Liga Uruguaya de Football.
Esta habitual y positiva aceptación pacífica de la integración social de blancos y negros, que por intermedio del fútbol y el atletismo se producía en Montevideo, no se registraba en el resto de los países del mundo. En Buenos Aires casi no existe población negra autóctona al extremo que uno solo adquirió fugaz trascendencia en el equipo de Argentina campeón de América en 1925. Se llamaba Alejandro de los Santos jugador de Huracán de Parque de los Patricios.
La situación en Brasil tuvo otro ribete más drástico. Arribado el fútbol en los años finales del siglo XIX a San Pablo y Río, su práctica precaria, así como la organización por intermedio de la clase alta británica y alemana, comenzó recién en los años iniciales del milenio siguiente prohibiéndose la participación de los negros. Surgió en ese tiempo un mulato hijo de un acaudalado alemán y una negra lavandera descendiente de esclavos, Arthur Friedenreich, a quien se impedía jugar al fútbol por el color de piel. De ojos verdes el joven no encontró mejor solución que maquillar su cara, manos y muslos con polvo de arroz, transformándose en blanco durante los noventa minutos de juego. Superada la dificultad hizo historia en el fútbol brasileño por la cantidad de goles marcados –aún en entredicho por la precariedad de la información de aquel tiempo- y, además, resultó decisivo para que Brasil obtuviera jugando de local la Copa América de 1919 y 1922.
El segundo negro famoso en la historia del fútbol de Brasil comenzó su carrera siendo muy joven en Peñarol. Leónidas da Silva, “el hombre de goma” estuvo en la cancha de Pocitos durante la temporada de 1933 incorporado a los aurinegros. Al año siguiente marcó el único gol de Brasil en el mundial de Italia, el también único partido que jugó. Perdió 3:1 frente a España.
Brasil en 1958 la conquista de la Copa del Mundo en Suecia con Pelé en la selección de Brasil cambió la historia. Gracias a aquel negrito de 17 años Brasil inició un largo reinado en América del Sur que se extiende hasta nuestros días, desplazando a Uruguay y Argentina dominadores del fútbol mundial desde 1905 hasta 1954.
En la Copa del Mundo de 1930 el ala derecha del ataque de Perú exhibió al veloz puntero Víctor Lavalle y al espigado insider Alejandro Villanueva, apodado manguera. Los dos tuvieron a mal traer a la defensa uruguaya en la inauguración del Estadio Centenario. Cuatro años después ambos negros deslumbraron a Europa en los Juegos Olímpicos de Berlín, ocasión en la que Perú fue despojado del título de campeón por decisión de la FIFA y el Comité Olímpico.
Los negros en el atletismo
En esos Juegos de 1936 apareció Jesse Owens el segundo negro en conquistar la presea dorada en los 100 metros llanos. Cuatro años antes en Los Ángeles el primer moreno en la historia en ganar la prueba madre del atletismo fue Eddie Tolan. Aunque ambos atletas negros corrieron la prueba en el tiempo récord de 10”3 décimas, Tolan no es recordado por el mérito de ser el primer negro en ganar la medalla de oro. Cayó en el olvido. En cambio, Owens quedó en la historia por la derrota que le infligió en la prueba de salto largo a Carl Ludwig Long delante de Hitler, presente en la pista aguardando el triunfo del típico representante de la raza aria, alto, rubio, de ojos celestes, que no podía ser superado por un negro.
Con el triunfo de Tolan comenzó a establecerse el impresionante dominio de los atletas negros en los 100 metros llanos en la historia de los Juegos. Desde 1932 hasta los últimos Juegos Olímpicos de 2021 en Tokio, se disputaron 21 carreras de esa distancia, correspondiendo en dieciséis ocasiones el triunfo de los negros, con un agregado aplastante. En Moscú 1980 ganó Alan Wells, hombre blanco que corrió bajo la bandera olímpica ya que su país, el Reino Unido, se sumó al boicot que decretó Estados Unidos.
Aquel negro histórico que perdió ante Nacional
Europa y principalmente los británicos dieron la espalda a los deportistas negros en tiempos donde el racismo ejercía una fuerte impronta. Nacido en 1900, de madre británica y padre nacido en Jamaica, Jack Leslie heredó una piel alejada del negro retinto, aunque de tonalidad emparentada con el café con leche. Jugó al fútbol en el Barking Town, club de la periférica South Essex League. Incorporado al Plymouth Argyle de la tercera división, en 1925 fue citado para el plantel de la selección inglesa que enfrentaría a Irlanda. Cuando se presentó a practicar, advertido el entrenador del color de piel eliminó a Leslie del grupo.
Pasó mucha agua debajo del puente de la historia hasta llegar la década setenta del milenio pasado. La grieta producida por el arribo de inmigrantes negros a Inglaterra llegó a las plataformas electorales. “Vota laborista… si quieres un negro en el vecindario”, fue una de las consignas del partido conservador. Contra viento y marea en la temporada 1977-78 el West Bromwich Albion generó una enorme polémica al contar con tres jugadores negros en el equipo titular: Cyrille Regis, Brendon Batson y Laurie Cunnigham. Este último, hijo de un jockey de Jamaica, en enero de 1979 fue transferido por la cifra entonces récord de 950.000 libras esterlinas al Real Madrid.
Dos meses antes, el 29 de noviembre de 1978, Vivian (Viv) Anderson, negro retinto también hijo de jamaiquinos, fue citado por el técnico Ron Greenwood a defender la selección de Inglaterra frente a Checoslovaquia. Resultó tan grande el impacto que “la reina me envió un telegrama, al igual que Elton Jhon, por el acontecimiento”, declaró el futbolista a la BBC radio Nothingam. Todos los titulares de los diarios ingleses de aquel día destacaron el episodio. ¡Por primera vez un negro lucía la blanca camiseta de la selección inglesa! Viv Anderson a fuerza de férrea voluntad había logrado adueñarse de la plaza de marcador lateral derecho del Nottingham Forest. Época de racismo, en cada ocasión que el club jugaba de visitante, las entonces también violentas hinchadas inglesas –los famosos hooligans-, le destinaban gritos hostiles, insultos y subían de tono cuando le arrojaban bananas a la cancha. Conocí a Viv Anderson en Tokio. Tenía músculos hasta en los dedos. El 11 de febrero de 1981 tuvo que rendirse frente al uruguayo Julio César Morales. Naciónal venció 1:0 al Nottingham consagrándose campeón del mundo en el primer partido de la histórica Copa Intercontinental disputado en Japón. Transcurridas varias décadas algunos historiadores británicos sostienen que Paul Reaney, zaguero del Leed United, en 1968 defendió a la selección inglesa ingresando como suplente ante Bulgaria. Sin embargo, al igual que Jack Leslie, se trataba de un mestizo de los que abundaban, considerados como “blancos” en las plantillas de los clubes.
Portugal pionero en Europa
En cambio, definitivamente, no pueden existir dudas si se afirma que en el fútbol de Europa corresponde a Benfica de Portugal el mérito de recorrer el camino del futuro, convirtiéndose en el primer país en incorporar jugadores negros africanos pertenecientes a las colonias de África Oriental que ese país conquistó y dominó desde 1505. El negro Mario Esteves Coluna nacido en la isla de Mozambique perteneciente a Portugal desde 1507, se incorporó en 1954 al más popular club de Lisboa. Sus grandes actuaciones llevaron a repetir la experiencia en setiembre de 1961, en Montevideo y frente a Peñarol en la segunda final de la Copa Intercontinental. Esa noche con 19 años debutó Eusebio da Silva Ferreira en el Estadio Centenario, en el tercer partido final que entonces clasificaba al club campeón del mundo. También nacido en Mozambique, junto con Coluna llevaron a Benfica a la conquista en dos ocasiones de la copa de clubes campeones de Europa y la única gran actuación, de la selección de Portugal, en la historia del fútbol mundial en 1966.
Este acercamiento de Portugal al continente africano originó que en junio de 1956 el congreso de la FIFA se celebrara en Lisboa. En esa instancia Egipto, Sudán, Etiopía y Sudáfrica acordaron crear la Confederación Africana de Fútbol (CAF). Dos años antes, el 8 de mayo de 1954, en ocasión de los segundos Juegos Asiáticos celebrados en Manila, doce países de ese continente crearon la Confederación Asiática de Fútbol (CAF). En junio de ese mismo año, un día antes del comienzo del torneo mundial de Suiza y en ese país, se fundaba la Unión Europea de Fotball Association (UEFA). En América del Sur la CONMEBOL tenía 38 años de antigüedad, 22 ediciones disputadas de la Copa América y hasta ese momento en Uruguay y Argentina se practicaba el mejor fútbol del mundo, al extremo que los celestes ostentaban ese título por cuarta vez en calidad de invicto, resignando esa invencibilidad precisamente en ese mundial helvético, en épico partido semifinal frente a Hungría. Tres jugadores negros participaron de las cuatro estrellas mundiales obtenidas por Uruguay. El mencionado José Leandro Andrade, su sobrino Víctor Rodríguez Andrade y Juan Burgueño. Los primeros campeones del mundo de la historia de la FIFA en obtener esa consagración.
El 8 de junio de 1957 en Jartum, Sudán, se disputó la primera Copa Africana de Naciones. Tiempos de la vigencia del apartheid institucionalizado desde 1948 hasta 1990, Sudáfrica resultó descalificada por su pretensión de utilizar solamente jugadores de raza blanca. Prácticamente en paralelo, con la iniciación de los movimientos independentistas en el continente negro, el torneo que fue creciendo cada dos años con la participación de más países africanos. Futbolísticamente también se inició una aventura emocionante de crecimiento gradual, similar a la experimentada por las naciones de Asia, Oceanía y América Central, excepción hecha de México que inició en 1930 su actividad internacional en Montevideo.
En África hasta el presente se llevan disputadas 33 ediciones del torneo continental. Egipto ganó 7, Camerún 5, Ghana 4, Nigeria 3, Costa de Marfil, Argelia y RD Congo obtuvieron 2 y en una ocasión se clasificaron campeones Zambia, Túnez, Sudan, Senegal, Marruecos, Etiopía y Congo. Analizar la estadística deja de manifiesto la preeminencia de los futbolistas de África negra acentuada a partir de 2012, triunfando en cinco torneos de las seis ediciones últimas disputadas.
Los negros campeones olímpicos y mundiales
El crecimiento paulatino y a su vez sostenido del fútbol de África negra hizo eclosión a nivel mundial en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996. Nigeria se consagró campeón en la final venciendo a la Argentina 3:2, luego de derrotar a México y Brasil. Dos años después en el torneo mundial de Francia esos mismos nigerianos asombraron en el grupo eliminando a España, fracasando en la segunda fase al perder 4:1 frente a Dinamarca. Sin embargo en esta competencia siete africanos se consagraron campeones del mundo, seis de ellos negros retintos. Por primera vez en la historia el fútbol asistió en 1998 a la consagración de un equipo multirracial que nada tenía que ver con la Francia tradicional. Con el título “El factor negro”, escribió Jorge Valdano en El País de Madrid el 14 de julio el siguiente balance: “África no logra dar el golpe definitivo, pero la influencia de lo negro crece. La final fue la más negra de la historia. Miren lo que es Francia: Zidame, Argelia; Djorkaeff y Boghossian, Armenia; Thuram, Henry y Dioméde, Guadalupe; Lizarazu y Deschamps, País Vasco francés; Desailly, Ghana; Vieira, Senegal; Lama, Guyana; Trezeguet, Argentina; Candela, Italia”. El mismo día y en el mismo periódico, José Luis Barbería afirmó: “La conjunción victoriosa de los tres colores de la piel de la selección francesa: el blanco europeo, el negro africano o antillés y el moreno magrebí, parece haber obrado de antídoto contra el racismo y la xenofobia rampantes. Ayer, casi todos los periódicos aludían a la ‘lección de unidad’ ofrecida por el ‘Argelino Zidane’, el bretón Guivarch’h’, el originario de Guadalupe Thuram, el ‘pirenaico Barthez’, el ‘canaco Karembeu’, el ‘vasco Lizarazu’, el ‘africano Desailly’, ‘el armenio Djorkaeef…’ Francia es multirracial y así quedará, indicaba el diario conservador Le Figaro. Parece que en estos momentos de proclamación de la ‘Francia multiplural’, el Gobierno de Lionel Jospin tiene más margen de maniobra para encarar el problema de los 60.000 inmigrantes clandestinos amenazados de expulsión”.
Dos años después, en los Juegos Olímpicos de Sidney el fútbol negro de África cerraba el mejor cuatrienio futbolístico de su historia. Camerún logró retener el título de campeón para el continente derrotando en la final a España, luego de vencer en el camino a Chile, Brasil y Kuwait, empatando en la serie clasificatoria con Estados Unidos y Kuwait.
La velocidad y el futuro
Juan Alberto Schiaffino escaló al olimpo del fútbol mundial reservado para unos pocos. Cuando abandonó el fútbol exhibió una gran capacidad analítica de su tiempo y del futuro. Mantuve con él una relación bastante estrecha en una etapa de su existencia. Hablando apasionadamente del fútbol, siempre proyectaba la visión los años venideros basándose en el pasado.
“En todos los tiempos desequilibran los jugadores veloces –explicaba con atención-. ¿Sabe por qué? Porque la velocidad es innata, no puede adquirirse. Un ser humano es veloz o no, desde que nace. En el futuro cuando los muchachos vayan a probarse para comenzar la trayectoria en las divisiones juveniles, el primer examen será hacerlos correr 100 metros y controlarlos con el cronómetro. Si corren por encima de 11 segundos 5 décimas no puede seguir la carrera de futbolista. Con la técnica es diferente. La técnica también es innata. Se trae o no desde la cuna, pero… en cierto modo se puede adquirir y mejorar con la práctica. Con mucha práctica”.
Apoyado en esa reflexión de Schiaffino a mi juicio exacta, no sólo se explica la afirmación de Valdano de que “la influencia de lo negro crece”, también puede afirmarse que “el futuro del fútbol es de los negros”. El sustento del vaticinio se apoya en la capacidad atlética y física que poseen, que los lleva a desarrollar mayor velocidad que los blancos. El dominio casi exclusivo del triunfo en los 100 metros llanos de los negros desde hace 57 años, así como también el hecho de que 78 atletas que lograron correr los 100 metros en menos de diez segundos son negros y sólo un mestizo y un blanco –el francés Christophe Lemaitre- lograron esa distinción, ha sido motivo de estudios científicos en procura de encontrar una explicación. También de la edición de varios libros que procurar desentrañar el misterio. Uno de ellos titulado ¿Por qué los blancos corren menos rápido? se refiere a la trayectoria del atleta francés Christophe Lemaitre, campeón europeo de 100, 200 y la posta 4×100, quién no pudo llegar al oro olímpico reservado para los negros. Este autor descarta las diferencias físicas que existen y apela exclusivamente a la genética. Hizo hincapié en el llamado “gen del sprint”, el ACTN3 (Alpha-actinin-3), que favorecería la explosión de las fibras musculares.
El genetista Jean-René Lacour afirma que la relación tronco-piernas de los negros es de 50/50, sus extremidades son muy livianas y los tobillos más chicos. Miden entre 22,5 y 23 centímetros mientras que el de los italianos, por ejemplo, es de 26 centímetros. También sostienen que el ancho del fémur es menor, aspectos que favorecería la explosión de las fibras musculares.
Y ahora… el futuro
El dirigente de Peñarol Armando Barrán, empresario automotor propietario de Lamas & Garrone, convenció a Washington Cataldi de traer jugadores africanos a Peñarol. Le dijo que ahí estaba el futuro del fútbol. En consecuencia en 1980 los aurinegros presentaron al puntero derecho ghanés Jhon Yawson quién no desentonó, y al poco tiempo también se sumaron los mediocampistas sudafricanos Shaka Ngcobo y Ace Knomo. El furor explotó con el siglo XXI. En el 2000 llegó con 17 años Pierre Webo, nacido en Camerún, para jugar en Tacuarembó. Sus condiciones que lo transformarán en el mejor africano de los muchos que a partir de entonces se incorporaron a clubes uruguayos, le permitió descollar luego en Nacional. Viajó a España donde jugó en Osasuna, Leganés y Mallorca y también la selección de su país, finalizando su carrera en Turquía.
La pequeñez de nuestro mercado futbolístico determinó que Uruguay quedara fuera del negocio armado por los empresarios con los futbolistas africanos. Europa se tiñó de negro, realidad que fácilmente se constata observando por televisión los partidos de la liga inglesa, francesa, holandesa, belga e, inclusive, alemana. La última final de la Copa Africana enfrentó a los egipcios de raza camita, con tez casi blanca, frente a los negros de Senegal. Aunque definido el título por penales, resultó manifiesta la diferencia entre Senegal que se movilizaba a velocidad de rayo, aunque el título se definió a su favor por ejecución de penales. De los treinta jugadores que integraron el plantel de Senegal sólo tres suplentes militan en clubes de su país. Los demás integran los principales equipos de Inglaterra, Francia, Italia, Alemania y Grecia.
El mundial próximo de Catar es la siguiente meta del fútbol de África negra, camino que a ese nivel inició en Alemania 1974. Nunca pudieron llegar a estar entre los cuatro semifinalistas. En Sudáfrica 2010 todas las fuerzas de la FIFA, del continente negro y del país organizador se alinearon detrás de Ghana, con la esperanza de alcanzar ese objetivo histórico. Imposible olvidar aquel 2 de junio de 2010 en el estadio Soccer City de Johannesburgo, cuando el error premeditado del árbitro portugués Olegario Benquerenca al cobrar un foul inexistente, totalmente inexistente como lo demostró la televisación, generando en el último minuto del alargue el centro cuyo desenlace todos conocemos. Penal, expulsión de Luis Suárez, fracaso del africano Asamoah Gyan en el minuto 120’. Fin del alargue. Penales y… ¡Abreu la picó! El pequeño Uruguay, el David del fútbol sudamericano hizo nuevamente de las suyas. ¡Le ganó a todo el continente africano que soñaba con clasificar por primera vez en la historia entre los cuatro semifinalistas de la Copa del Mundo!
¿Alcanzará África ese anhelado e histórico lugar en Catar? ¿Llegará a las semifinales de la Copa del Mundo de la FIFA? ¿Logrará el título de campeón?
La respuesta es imposible. Pero… cómo afirmó Valdano en 1998, “la influencia de lo negro crece”. Y de ellos será el fútbol del futuro, agregó hoy yo.
(1) “Los negros en el fútbol uruguayo”. 100 años de fútbol. Fascículo 10. Montevideo.05/02/1970:226.