Un episodio cuyo estudio no ha sido profundizado en la historia del fútbol uruguayo escrita hasta el presente, relacionado con la popularización de este deporte en Montevideo, se produjo en 1895 en la Universidad Mayor de la República. El Dr. Alfredo Vásquez Acevedo ganó las elecciones realizadas para liderar el claustro, ratificadas por el presidente de la República, Juan Idiarte Borda. Volvió al rectorado que anteriormente desempeñó durante trece años entre 1880-82 y 1884-1893. Retornó con nuevos bríos reformistas impulsado por la expansión en que se encontraba el positivismo del británico de Herbert Spencer, movimiento de idea que apoyó y adoptó.
“Luego de participar activamente con José Pedro Varela en la reforma de la educación primaria, en la década del setenta encara con el mismo espíritu la reforma de la enseñanza secundaria que en esa época dependía de la Universidad.[…] Convencido de las bondades de la evolución y educación integral, fue el introductor en el ámbito universitario de la educación física. Esto a su juicio resultaba importante para el desarrollo corporal y mental del joven, para la formación de su personalidad y tenía gran trascendencia para la formación del espíritu y carácter de un pueblo”.[1]
Esta decisión incluyó crear un club de football association integrado por estudiantes orientales destinado a competir directamente con los anglosajones. La tarea no resultó fácil. Las ideas generaron una gran polémica entre los pensadores de la época que se viabilizó a través de las páginas de la prensa, involucrando a la clase política por ser el autor de las mismas -el Dr. Vásquez Acevedo-, un connotado dirigente del Partido Nacional. Trabajosamente las impulsó superando el comité de obstáculos que siempre se forma en nuestro país, en contra de la introducción de cambios profundos en cualquier actividad.
El Dr. Vázquez Acevedo tenía un enemigo de fuste: José Batlle y Ordóñez. Doce años menor que el rector, quién se encaminaba a convertirse en figura de primer orden en la historia del país y conducir sus destinos. Contaba con 39 años de vida. En marzo de 1867 fundó el diario El Día, único medio de aquel tiempo sin radio, televisión, internet, redes sociales, sin… nada más que el diario para conectarse con la gente que sabía leer, mayoritariamente integrada por la clase alta y aristocrática a la que él también pertenecía. Con mucha baquía para construir poder y con la idea fija de ser presidente de la República, le rechinaba aquel Uruguay entregado al capital británico en cuyas manos se encontraban todos los servicios y la producción del país.
1895: Batlle y Ordóñez concurre al football association
Quienes hemos estado alguna vez allegados a la vida política sabemos que, aunque existen excepciones, normalmente para quienes aspiran a lucir en su pecho la banda presidencial, nada de lo que ocurre en el país le es ajeno. Permanentemente buscan ampliar las fronteras de su conocimiento. Enemigo de los británicos, Batlle y Ordóñez tiene que haberse preguntado, ¿qué es eso que el rector quiere introducir en la Universidad? ¿Cautivará a los jóvenes?
Hasta ese momento el football association en Montevideo no contaba con amplia difusión. Lo venían practicando un grupo de ingleses en el Montevideo Cricket Club, fundado el 18/07/861, institución decana del deporte en Uruguay, manteniendo aún actividad permanente. Otro núcleo similar lo jugaba en el Rowing Club (creado el 08/05/1874) al impulso de Frank Chevallier Boutell. Luego surgió Albion FC (iniciado el 01/06/1891) a cuyo frente Henry Lichtenberger, buscó ser una respuesta de “criollos”, hijos de ingleses que se rebelaban contra el exclusivismo de los mayores, en los dos clubes anteriormente citados.
Por su parte, la mayor empresa privada del país, el ferrocarril, resolvió que el personal de jerarquía de la misma, formara el Central Uruguay Railway Cricket Club (CURCC). Nació el 28 de setiembre de 1891en la villa Peñarol, en las “afueras” de Montevideo, distante doce quilómetros de campo deshabitado. La reunión se llevó a cabo en las oficinas de la gerencia, con redacción de acta oficial.
Este preámbulo sirve para comprender e interpretar la actitud que adoptó Batlle y Ordóñez en aquel tiempo. Movió su curiosidad la actitud de los jóvenes ingleses de vientre, algunos de los cuales eran orientales, formando un club de football asociación. También que el club del ferrocarril, inicialmente creado para la práctica del cricket, se dedicara al football association, encendió otra luz de intriga. Y el cartón lleno fue el anuncio del rector Dr. Vázquez Acevedo quien al asumir en 1995 el rectorado, comenzó a bregar en procura del Universitario FC.
José Batlle y Ordóñez, frente a esta realidad que desconocía, resolvió en 1895 comprobarla con sus propios ojos. El episodio recién se conoció después de la consagración de Uruguay campeón del mundo en la VIII Olimpiada disputada en 1924 en Paris. Hubo entonces en el periodismo deportivo un sentimiento de culpa sobre el pasado reciente que se pretendió saldar con extensas publicaciones referidas al pasado.
Carlos Sturzenegger[2] quien además de ser un deportista completo y luego dirigente de altos quilates, recordó en ese momento de euforia colectiva por el título mundial logrado, los comienzos del football association en Montevideo cuando apenas un puñado de curiosos se arrimaba a las canchas a observar el juego de los ingleses locos. En una carta enviada a El Día, publicada cuatro días después de los tres goles a Suiza en el último partido del torneo disputado en Colombes el lunes 9 de junio de 1924, Sturzenegger recordó que: “Lográbamos poco a poco atraer la atención de diez o doce personas que venían a vernos jugar. Entre esas pocas personas figuraban cuatro hombres de primera fila, que nos alentaban con su presencia y nos estimulaban con su palabra. Eran don José Batlle y Ordóñez, doctor Pablo de María, doctor Mariano Ferreira y el general Eduardo Vázquez”. A raíz de la actitud narrada y de las expresiones festivas que se desparramaban en el país proponiendo todo tipo de reconocimientos a los jugadores campeones del mundo, Sturzenegger cerró la carta proponiendo que los cuatro “bien merecen este homenaje por alentarnos con su presencia y estimularnos con su palabra”.
Seis días después de la misiva publicada en El Día en un extenso reportaje aparecido en la revista Mundo Uruguayo, magazine semanal que al igual que el periódico también pertenecía a José Batlle y Ordóñez, el 19 de junio de 1924 dedicada íntegramente a la cobertura del triunfo uruguayo en Colombes, recordó lo mismo: “En aquellos primeros matches se tenía siempre muy pocos espectadores. Recuerdo –nos dice el señor Lichtenberger trasladándose a aquella época- que eran infaltables, entre la escasa concurrencia, que se congregaba en nuestra cancha, el señor José Batlle y Ordóñez, don Mariano Ferreira y el General Eduardo Vázquez”.
Aquella zona de Montevideo en 1891
El escenario donde Albion FC disputaba los partidos se ubicó en la zona inicialmente conocida como Punta Brava, por la topografía marítima que provocaba encallamiento y naufragio de los barcos. Con un faro que guiaba a los navegantes desde 1876, el lugar donde Albion FC demarcó su cancha, sin tribunas, ni postes que llevaban los días de partidos se denominada en aquel tiempo barrio Castro Urdiales, sobre el camino a Punta Carretas. Ubicado en actual calle José Ellauri esquina con la también actual Solano García, que aquel tiempo no existía, el terreno elegido quedó lindero con el llamado “campo de maniobras del Ejército”. Allí se detenía el tranvía para que descendieran los aficionados que concurrían al Hipódromo del Este, existente desde el 14 de marzo de 1881. En ese mismo lugar donde los muchachos de Albion FC pateaban la vejiga inflada en el juego de “los ingleses locos”, se construyó 20 años después la actual existente iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, lindera con la casa del historiador Juan Pivel Devoto.
Pedro Manini Ríos, Batlle y Ordóñez y El Día
Es necesario aclarar que a la Universidad asistían en convivencia los alumnos de la enseñanza secundaria –también conocida como preparatorios-, y los universitarios que seguían las carreras de derecho y matemáticas, con la particularidad de que siendo muy jóvenes los alumnos accedían primero al bachillerato y luego al doctorado. Uno de ellos sobresalía por la elevada capacidad intelectual que lo despegaba de sus contemporáneos. Pedro Manini Ríos[3] era el mejor de su generación cursando la carrera de abogacía. Desarrollando el curso de bachillerato inició su labor periodística en calidad de redactor de El Estudiante, periódico que representaba la tendencia liberal de la juventud de entonces, y paralelamente se encargó de la sección “Los jóvenes” de la inolvidable revista Rojo y Blanco, dirigida por Samuel Blixen.
Al conocerse en 1895 las reformas que Vázquez Acevedo anunció que introduciría en la Universidad, “Manini era uno de los que impugnaba el nuevo plan de estudios de la Universidad, aunque compartía la introducción de los ejercicios físicos”.[4] Convencido de las bondades del deporte como indispensable complemento cultural en el desarrollo del intelecto en un cuerpo vital y saludable, el joven no sólo se destacó por la práctica activa del football association. Estudiando la evolución de este deporte producida en Inglaterra, comprendió la utilidad social y política que alcanzaría en el futuro de aquel Uruguay que él también tenía pensado conducir –algún día-, desde la presidencia de la República.
Sus valores destacados que lo colocaron en la primera fila desde la escuela primaria dirigida por Aurelia Viera y el ciclo de Secundaria donde le era frecuente la clasificación de sobresaliente, así como su oposición a la reforma universitaria, exceptuando la introducción del football association-, despertaron el interés de José Batlle y Ordóñez por ese muchacho cuya inteligencia lo despegaba de los demás. Nacido el 21 de setiembre de 1879, con dieciséis años Don Pepe lo integró al selecto grupo de prestigiosas figuras y extensa trayectoria que rodeaban a don Pepe y cuyas opiniones escuchaba. Una fotografía de esa época, donde resultaba poco usual captar una imagen fuera del estudio por los requisitos técnicos exigidos, lo muestra al jovencito Manini junto al líder rodeado de las altas figuras del Partido Colorado. Además, simultáneamente Batlle y Ordóñez encomendó al codirector de El Día, Antonio Bachini, la incorporación de Manini Ríos a la redacción política del matutino batllista, donde logrará destacarse a pesar de su corta edad. Al año siguiente participó en la guerra civil de 1897 formando parte de la oficialista Guardia Nacional con el cargo de sargento.
Juegos Olímpicos del Centenario
En Montevideo el impulso reformista en la Universidad llevado adelante por Vásquez Acevedo, en lo que atañe a la creación del Universitario Football Club, generará una polémica entre los intelectuales y protagonistas políticos, que se analizará en la próxima nota.
En cambio, en Buenos Aires el desarrollo y el avance del fútbol encontrará un decidido apoyo en la clase política gobernante, que lo utilizará como medio de promoción. Advertidos de la creciente popularidad que conquistaba el fútbol, en 1906 el gobierno argentino avanzó en su apoyo. El Ministerio de Justicia e Instrucción Pública puso en juego las medallas de oro del Gran Premio de Honor para ser disputadas en un partido anual en Buenos Aires, entre los combinados de ambos países.
En el final de su mandato, el entonces presidente de Argentina, José Figueroa Alcorta, festejó con toda pompa el centenario de la Revolución de Mayo de 1810. El conductor del gobierno de Chile, Pedro Montt, asistió en barco con 400 personas (políticos, dirigentes deportivos y atletas). El presidente de Uruguay, Claudio Williman, designó la delegación oficial que asistiría a los actos y encargó a la Liga de fútbol la representación en el torneo. Como era costumbre, Héctor R. Gómez presidió la Comisión de Team, incluyendo a León Peyrou, quien estaba fuera de la Liga. Los clubes designaron a Américo Pedragoza y Conrado Pelfort. El conflicto originado entre Argentina y Brasil por las disputas de supremacía naval y diplomática originó la ausencia de los brasileños.
El fútbol resultó la atracción más importante de los Juegos Olímpicos del Centenario, así denominadas las distintas competencias físicas que se llevaron a con el objetivo de conmemorar la simbólica fecha.
El barón Antonio De Marchi, yerno del prestigioso político argentino Julio Argentino Rocca, haciendo uso de su poder, logró que la organización de los citados Juegos la llevara a cabo la Sociedad Sportiva Argentina que él presidía, manteniendo el pensamiento de dominar el fútbol de aquel país. Diseñó una particular competencia con las selecciones de Argentina, Chile, Uruguay, un equipo de jugadores británicos de los clubes de Buenos Aires, el poderoso Alumni de la Primera División local y la selección de la Liga Rosarina. El certamen contó con un curioso reglamento: el campeón sería aquel país con mejor puntaje luego de computar –exclusivamente– los resultados de los encuentros que Argentina, Chile y Uruguay contenderían entre sí.
El combinado de Chile surgió de un acuerdo –especie de tregua– entre las dos asociaciones existentes. Organizaron una particular competencia para elegir a los futbolistas, con participación de selecciones de Talca, y de las ciudades del sur, Santiago y Valparaíso. La delegación de fútbol, presidida por Horacio Cooper, de Valparaíso, viajó en el Ferrocarril Trasandino, inaugurado el 5 de abril de 1910, en el marco de los festejos del centenario. Después de 21 años de trabajos, las vías unieron las ciudades de Los Andes con Mendoza. Con el progreso de las comunicaciones, América del Sur comenzaba a “achicarse”. El fútbol, agradecido. Cruzar la cordillera andina en tren desde Santiago a Buenos Aires insumió 52 horas. Por primera vez en la historia, Chile se sumaba a la “competencia internacional”. La actividad futbolística se desarrolló entre el 27 de mayo y el 12 de junio.
El título de campeón del torneo de fútbol en los Juegos Olímpicos del Centenario se definió, como no podía ser de otra manera en aquel tiempo, entre las selecciones de Argentina y Uruguay. Desde Montevideo viajaron 1.500 aficionados en el vapor de la carrera Río de la Plata. Argentina ganó 4:1 con comodidad. Aunque no fue un torneo en el sentido ortodoxo, el certamen abrió las puertas al futuro. Nació en Argentina y se popularizó el concepto de “campeonato sudamericano”, que se utilizó en el télex y que a modo de prefacio se había puesto en marcha.
El despacho cablegráfico que calificó de “campeonato sudamericano” al particular certamen de 1910 salió desde Buenos Aires al mundo a las “10 y 55 p. m.”, según la publicación de los diarios. ¡Seis horas y quince minutos después de finalizado “el encuentro más importante del año”, como lo calificó el diario bonaerense Nación, el mundo conoció el resultado del partido y el ganador del certamen!
[1] Augusto Durán Martínez. “La enseñanza universitaria y el Partido Nacional”. La revista blanca. Montevideo. Segunda época. Setiembre 2002:81.
[2] En 1911 publicó lo que puede catalogarse como el primer libro destinado al fútbol en Uruguay. Leyes que lo rigen y modo de jugarlo.
[3] Pedro Manini Ríos (21/09/1879 – 04/07/1958). Nacido en el hogar de una familia terrateniente y aristocrática, sobresalió en la abogacía, el periodismo y la política. Diputado, Senador, Ministro de Relaciones Exteriores, batllista de la primera hora, director de El Día, se escindió del sector en 1913 al no compartir la propuesta de Batlle y Ordóñez a favor del Poder Ejecutivo Colegiado. Fundó La Mañana (1917) y El Diario (1923).
[4] Pablo Rocca. Literatura y fútbol en el Uruguay (1899/1990). La polémica, el encuentro. Montevideo: Ediciones Arca, 1991:12.