El lunes 19 de junio de 1899 los diarios capitalinos dedicaron espacio abundante a las informaciones de lo ocurrido en la cancha del 3.º de cazadores. El Siglo dio cuenta que “los dos bandos se dividieron de la siguiente forma. Club Football Universitario (sic) Cordero; Blalfs Balrs, S. Sayago, J. Gianeto y M. Romero; Forwards- C.Carve, Nin, S. Puppo, E. Caprario y S. Acevedo. El club Defensa estaba representado por los jóvenes Rouchs, Storace, Thode, Seré, Evia, Shaw, Nebel, Zubillaga, Otero y Milhas”. Llamó la atención que, según la crónica, los equipos se integraron con diez jugadores y que, en el caso del representativo de la Universidad no figuraron Daglio y Prat, los dos capitanes anunciados en el folleto publicitario de invitación que distribuyó el Dr. Vásquez Acevedo, en calidad de titulares.
La Tribuna Popular aludió en el cierre de la nota al “discurso del Dr. Vásquez Acevedo” informando que “fué muy aplaudido y los estudiantes vivaron a la Universidad, al rector, el decano de preparatorios y al catedrático de gimnástica”.
El Día, en esa época diario vespertino de Batlle y Ordóñez, destinó un breve artículo con muy poca referencia al enfrentamiento futbolístico. En cambio, de su lectura surge el contenido político de quien escribe con amplio conocimiento de causa sobre la realidad que emana de cada episodio. Sin firma de autor la nota llevó por título el de“FOOTBALL / En el Universitario” a una columna con el texto siguiente:
“Fue inaugurado ayer con la asistencia de las autoridades universitarias el campo de football establecido provisoriamente en el polígono del 3º de Cazadores. El rector Vázquez leyó un discurso haciendo notar las ventajas del método moderno de educación que se inaugura. Al terminar los concurrentes vivaron al rector, al doctor Williman decano de preparatorios, al señor San Juan catedrático de gimnasia y a los jefes del 3º de cazadores. Enseguida comenzó la lucha jugando como se ha anunciado ya la sección Uruguaya del Universitario contra el primero del Defensa compuesto en su mayor parte de estudiantes también. El triunfo correspondió a Universitario por un tanto contra nada. Se ha estrenado pues con el mejor resultado.
El señor rector tuvo razón en su discurso. Se imponía el cambio de la enseñanza gimnástica adaptándola a las necesidades modernas de la materia. Los viejos sistemas, maldito el resultado provechoso que daban, y ejecutados como eran los ejercicios con todo desgano, sin la menor atracción por los estudiantes que los miraban más bien como imposición reglamentaria, que como beneficio propio, amenazaban dar resultados contraproducentes. La cancha de pelota inaugurada el año pasado y la de fooball recientemente, prometen el éxito más alagueño. Los estudiantes las utilizan con verdadero ardor y agregando a esto la superioridad del nuevo sistema menos regular pero más higiénico que el antiguo, se puede calcular todos los provechos que reportará a los muchachos”.
El contenido de la crónica puede atribuirse al propio Manini Ríos por algunos detalles que es necesario señalar. No se escribió el nombre y tampoco el segundo apellido del rector. Se lo menciona sólo como Vázquez en claro desprecio de su figura. Se especifica que “leyó un discurso”, hecho que en aquel tiempo podía tomarse como desdoroso en una figura pública de notoria militancia en el Partido Nacional. Destacó a varios destinatarios de los vítores haciendo compartir esa muestra de afecto hacia el rector con Claudio Williman, ciudadano de primera línea del batllismo quien en 1907 asumirá en un interregno la presidencia de la República, hasta el retorno de Batlle y Ordóñez de Europa para asumir por segunda vez el cargo. No menciona la presencia de una autoridad de gobierno como lo era el ministro de Fomento, Dr. Carlos María de Pena, que asistió al partido. Finalmente señaló que los jugadores que defendieron al Universitario integran “la sección Uruguaya” y se encargó de no dejar pasar por alto que la mayoría de los rivales también eran “estudiantes”, en una clara reafirmación de que la entidad impulsada por el rector no los aglutinaba a todos.
20/08/1899: Los intelectuales atacan al fútbol
Transitando los últimos meses de su rectorado, a la luz de los acontecimientos acaecidos corresponde reconocer al Dr. Vásquez Acevedo un mérito que seguramente ni buscó y tampoco pensó que su prédica generaría. Logró que el conocimiento del fútbol trascendiera a la intelectualidad montevideana generándose la primera refriega de la historia “entre la pluma y la pelota”.[1] El enfrentamiento tendrá amplia repercusión por la personalidad de los protagonistas. Con 24 años de edad Julio Herrera y Reissig[2] eligió nada menos que el editorial del primer número de La Revista, cuya dirección ejerció en un emprendimiento solventado económicamente por su padre.
El 20 de agosto de 1899, en la apertura de la publicación que reunía a los escritores más destacados de la época “Herrera desliza un inequívoco ataque a la oficialización del fútbol, al que percibía como un peligroso enemigo para la difusión de las letras”.[3] Textualmente, la presentación de la nueva publicación, llevó por título el de “PROGRAMANDO” y su texto fue el siguiente:
“Vamos a explicar el motivo de la aparición de esta revista, que desde hoy ingresa en el concierto del periodismo uruguayo, enviando un afectuoso saludo a sus connacionales de la prensa, y a todos sus lectores.
Es sabido que el espíritu literario sufre actualmente una honda desmoralización, y que escasea, o más bien dicho no existe, la propaganda exclusivamente literaria o científica, haciéndose sentir la falta de una publicación que reuniendo en si esos dos géneros, venga a sacudir a los intelectuales del letargo en que se hallan, citándolos para el noble torneo en que merece el lauro, no la astucia política, ni el mercantilismo de la actividad común, puestas al servicio del interés personal o de la pasión baladí, sinó (sic), por lo contrario, el vigor cerebral, que como lo ha dicho de Vigny tiene alas de mármol, y el heroísmo del que siente y del que piensa que es en donde verdaderamente se refleja la vida superior de los pueblos, el alma de toda civilización y de toda cultura y la forma, ya imponente o artística del ideal Humano.
La ausencia en absoluto de una publicación de éste género, perjudica, sobre todo a la actual generación, que se ve privada de manifestar, ampliamente y en forma que trascienda, sus más elevadas aspiraciones, exhibiendo en el esfuerzo, de su intelectualidad, el noble fruto de sus cavilaciones y de sus estudios reflejando su refinamiento y sus cualidades, descubriendo esa estética íntima que necesita de la pluma o de la palabra, para presentarse en público, y, en fin, ostentando, con justo orgullo, la potencia de su pensamiento y el rumbo moral hacia donde dirigirá sus pasos, en lo futuro. ‘Comunicar es aprender’, ha dicho Spencer, y también se puede repetir con el filósofo, que, la inactividad y el silencio solo habitan en el desierto. Y que verdad es también aquello del poeta: ¡Oh silencio, hermano del egoísmo! De cualquier modo, tristeza dá (sic) el decirlo, que, á medida que aumenta y se desarrollan en nuestro país, con fecundidad de pez o de pólipos, los figurines automáticos de la moda, con tendencia al feminismo, los vagos trasnochadores que rumian imbécilmente el tiempo, los que hacen la guardia en las puertas de los cafés, durante tres cuartas partes del día, como inmóviles cariátides de carne, los pequeños declamadores y los políticos de oficio, disminuye la afición por las cosas serias, que requieren altruismo y desinterés, durmiéndonos, insensiblemente, en brazos de la más indigna frivolidad, alejándonos del Arte, de lo que puede crear el espíritu o la vitalidad mental, y en conclusión, de todo aquello que, desde luego, no rinde culto al más bajo utilitarismo, ó (sic) al más vulgar de los placeres. ¿Asistimos á (sic) un entierro ó (sic) á (sic) un bautizo? diría Larra.
¿A qué se debe esta apatía, esta pereza ignominiosa, esta dejadez turca que ata todas las iniciativas, que cloroformiza el ánimo intelectual, que extiende, por decirlo así, sobre la fría almohada de la indiferencia los brazos paralizados, que roba sus energías al vino de la adolescencia, que cierra el libro como una pieza que no hace falta, ejerciendo sobre el espíritu de nuestros hombres, en virtud del más triste contagio, la caridad del opio?
Es así, que, la Literatura, que es por lo que se mide la civilización de los pueblos, según lo expresa axiomáticamente Lamartine, ó (sic), de otro modo, la medida de la grandeza, como lo afirma Taine, es entre nosotros ó, (sic) bien un feto que está por nacer, ó, (sic) un pantano que se pudre en la más vergonzosa estagnación, sin que una sola corriente trate de darle vida y sin que sea posible asegurar que, en tiempo no lejano, llegue á (sic) ser considerada como el más ridículo de los mitos.
¿En dónde están esas energías, ese carácter de resolución y de aventura, que pone de manifiesto la joven y ardiente actividad de una sana asociación, la nerviosa electricidad de la inteligencia, como la llama Saint-Beuve, el grado potencial de un organismo vigoroso que se lanza á la lucha por que ama la gloria, que diría Chataubriand?
Nada de eso se ve, ni se oye. ¿Será que duerme, ó (sic) que, realmente pasa por el invierno de la decadencia, nuestra actual generación, sin que nada la conmueve en su sueño de esterilidad? ¿Durante esa larga postración de anemia reumática, cada vez más alarmante por lo que se asemeja a cierto poeta árabe, quien decía que las manos las había hecho Allah para servir el hatchis y el licor, durante el día, y el pensamiento para gozar de la pereza á (sic) la sombra de las palmas?
Fuere lo que fuere, y sin que pretendamos hacer nada grande, sino modestamente satisfacer una sentida necesidad, pues, son escasísimos los méritos de esta Dirección, lo confesamos, con sinceridad y sin vano alarde, que nos lanzamos á (sic) la lucha, tan esperanzados en el triunfo de nuestra propaganda, como desnudos de toda pretensión que no sea la de llevar un humilde ladrillo á (sic) la obra recién comenzada de nuestro florecimiento literario. Y decimos esto por que (sic) nos acompañan, en la labor de tonificación intelectual, á (sic) que nos referimos, los cerebros más sobresalientes y de más renombre en nuestro país, tanto en literatura como en ciencias, y muchos de aquellos jóvenes que se ha destacado en el grupo universitarios por su clara inteligencias y su poco común preparación, como se puede juzgar por las firmas que adornan este primer número, y por las que irán apareciendo en los sucesivos, y, entre las cuales irán intercaladas algunas de las de más brillo y reputación en el mundo literario de América.
No es esta, lo sabemos, una situación propicia al fomento de las letras ni al despertar de los ingenios, porque la atmósfera que se respira está rarificada por los detritos de la política y cargada de ese desánimo pesado que entorpece la marcha de cualquier iniciativa culta; ese desánimo de tormenta que pesa sobre los hombros como una carga invisible, y que ha llegado, por decirlo así, á (sic) formar parte constitutiva de nuestra naturaleza tímida y rutinaria. Muy al contrario, desde los tiempos de nuestra independencia, hasta la fecha, no ha habido publicación de índole semejante menos favorecida por las circunstancias y el medio ambiente, siendo así, que, entre tanta anomalía, nos ha costado decidirnos á (sic) entrar en el palenque, atemorizados por el run-run de los pesimistas y flemáticos que calculan el fuego de los volcanes con una barra de hielo, y por eso, hoy mismo, en medio de los insólitos temores que nos asaltan, tenemos que decirnos como el héroe legendario, ¡Tiemblas, osamenta, pero te llevaré al combate!
Fuera de esto, la vocación hace mucho, y no es sino el propio destino, como lo ha dicho Stuart-Mill; sirviéndonos en este caso, de vanguardia exploradora en el tortuoso sendero de la aventura.
Es por eso que, Figueroa, Berro, Ferreira y Artigas, Juan Carlos Gómez, Magariños Cervantes, Bustamante, Joanicó, Carlos María Ramírez, Herrera y Obes, Bauzá, Melian Lafinur, Acevedo Díaz, Herrero y Espinosa, Duvimioso Terra, Justino J. de Aréchaga, Agustín de Vedia, Roxlo, Bernadez, Maciel, Fernández y Medina, y, últimamente José Enrique Rodó, Pérez Petit y los dos hermanos Martínez Vigil, fundaron, en timpos n tan infelices como los que corren, periódicos más ó (sic) menos literarios, por lo que vieron la luz pública: ‘La Revista del Plata’, ‘La Bandera Radical’, ‘Anales del Ateneo’, ‘Revista de Literatura y Ciencia Sociales’, ‘La Cruzada’ y tantos otros impresos de indiscutible valer, verdaderos heraldos de nuestra cultura en el extranjero (sic); primeramente cuando el clarín de Figueroa llamaba á (sic) los ingenios del Parnaso heroico del patriotismo; más tarde, cuando Rafael Muñoz, burilador mordaz de la frase castiza y pura, esgrimía el cáustico de Larra y plantaba elegantemente el ají cumbarí en los campos de las letras nacionales, y, por último, cuando Zorilla de San Martín en el arco de Tabaré la flecha de oro que debía atravesar el Atlántico. Nos referimos á (sic) su poesía, que filosa al mismo tiempo que llora, que emana zumo de nuestros bosques vírgenes y vuela con los temblores de la perdiz de nuestras cuchillas la poesía pictórica, dulce, melancólica y profunda, que exhibe las decoraciones de la Patria, que solloza ante los miembros de bronce de una raza muerta, que vaga con los murciélagos de nuestros estíos y desgarra las entrañas azules del espíritu humano para mostrarnos el amor lúgubre.
Nuestra literatura ha tenido distintas fases en las diversas épocas en que ha vivido; en la primera, ha sido una literatura propagandística con nervio bélico y apasionado y por lo tanto una literatura ligera y volátil como un fuego fatuo; más tarde fue (sic) una literatura político-histórica, con tendencia romántica, lo cual nos hace pensar en una literatura bohemia, caprichosa, desaliñada y un tanto libre, y por último, se fue vistiendo con el frac de la elegancia moderna, urbanizándose en la observancia de las reglas, haciéndose seria y galante y, en fin, ciudadanizándose en la gran patria intelectual de donde nos ha venido y nos viene toda corriente civilizadora.
Pero, de todos modos y en cualquier época, los literatos han sido considerados y estimulados honrosamente y, aquellos tiempos, no lejanos, en que los triunfos del orador y del poeta llenaban de aplausos las salas en que se verificaban los certámenes, forman raro contraste con estos días de enervamiento y frivolidad, en que no existen centros literarios, y en que se fundan footballs, presenciándose, al revés del triunfo de la cabeza, el triunfo de los pies, y, mientras el Ateneo, no es, en realidad, sino un bello cadáver de arquitectura, que luce su robusta mole frente á la estatua de la Libertad.
Pero, dejando de lado este asunto á (sic) un lado y siguiendo con nuestra publicación, debemos hacer constar, siendo como será una de las condiciones que le dará mayor realce, que el material que en ella se inserte debe ser inédito, no obstante, que, la Dirección se reserva el derecho de salirse de esta regla en favor de alguna producción de especialísimo mérito, que considere de sumo interés darle publicidad. Por lo demás, y dado el carácter de esta revista, se admitirán toda clase de trabajos literarios y científicos, aunque refiriéndonos á (sic) esto último se dé (sic) preferencia á (sic) todo aquello que tenga parentesco con la filosofía y el derecho, y por lo tanto que se halle más en relación con las ciencias sociales, sin que por eso nos circunscribamos á (sic) ningún ramo definitivo, como lo hacemos constar para que no haya duda respecto á (sic) la índole de esta publicación.
De ese modo creemos que prestará un verdadero servicio á (sic) la juventud Universitaria, no estando demás advertir que excluiremos de sus columnas, no ya todo asunto que tenga sus raíces en el personalismo y los odios y rivalidades de secta, sinó (sic) también toda cuestión política ó (sic) religiosa, porque una triste experiencia nos habla de esas polémicas inútiles que agrian los ánimos, produciendo divisiones y desgastes personales, despellejando susceptibilidades, fatigando cerebros, y envenenando el brillo de las armas, con que combaten tan rudamente, con las diatribas más incultas, obteniéndose, á (sic) fin de cuentas, de este proselitismo, en lucha, tan parcial como ilógico, el más literario de los resultados, puesto que la literatura es moral por naturaleza y no debe en manera alguna hacerse cómplice de las pasiones humanas. Toda propaganda intelectual, debe pues, extender su brazo á (sic) la concordia y engalanarse con un ramo de olivo, tratando de unificar todas las tendencias, y conciliar los diversos caracteres, haciendo suyo aquello de Virgilio:’ama y está en paz’. [4]
Después de lo que antecede, solo nos resta solicitar el concurso de todas las intelectualidades del país en favor del conocimiento de ‘La Revista’, y para que al fin de la fatigosa jornada que laespera, pueda repetir, con el gran Libertador del Norte: He sembrado, ese es mi mérito.
[1] Pablo Rocca. Literatura y fútbol en el Uruguay (1899/1990). Montevideo: Editorial Arca, 1991:13.
[2] Julio Herrera y Reissig (Montevideo, 09/01/1875 – 18/03/1910). Lideró la vanguardia literaria moderna a fines del siglo XIX a partir de la publicación del poema “Miraje” en 1898. Reunía a sus colegas en el ático de la mansión familiar llamada Torre de los Panoramas –existente en la actualidad en la esquina de las calles Reconquista e Ituzaingó- para discutir sobre literatura.
[3] Pablo Rocca, ob. cit,:10.
[4] Julio Herreira y Reissig. “Programando”. La revista. n.° 1, 20/08/1899:2-5.