Un episodio registrado en 1884 deja en evidencia la importancia que tenía la colectividad británica en el Uruguay, derivada de la expansión de la revolución industrial por todo el orbe, desarrollando los grandes adelantos que influyeron en la vida de las sociedades. El cementerio británico se construyó a fines del siglo XVIII en dos manzanas en la calle 18 de julio donde se encontraba el ejido, que determinaba el final de Montevideo antiguo. Con el paso de las décadas y la evolución expansiva de Montevideo fuera de la puerta de la ciudadela, llevó a que el camposanto quedara integrada a ella.
Una ley de 1884 impulsada por el presidente de la República, Gral. Máximo Santos, autorizó la expropiación de esas dos manzanas destinandas al palacio municipal. Simultáneamente, otra ley autorizó la expropiación de cuatro cuadras de terreno en el Buceo con destino al nuevo cementerio Británico. La traslación de los restos se hizo efectivo tres años después.[1]
Vásquez Acevedo y las reformas de 1885
Al encabezar el desarrollo de la Universidad de cara al futuro, durante el primer año en ejercicio del rectorado, dedicó Vásquez Acevedo sus mejores esfuerzos en la redacción de un amplio y extenso plan de reorganización universitaria que, marcará el sendero hacia el futuro. Se rescatan para estas crónicas, las modificaciones más notorias que se pusieron en práctica:
“1.º La dirección de la Universidad estará a cargo de un Rector que elegirá el Poder Ejecutivo de una terna votada por la Sala de Doctores. El rector gozará del sueldo que asigne la ley de presupuesto. La superintendencia de la Universidad estará a cargo de un Consejo compuesto por el Rector, los decanos de Enseñanza Secundaria y Facultades y de un número igual de miembros elegidos por la sala de Doctores. El Consejo estará facultado para formar los reglamentos generales de enseñanzas con aprobación del Poder Ejecutivo, sancionar los programas, prescribir los métodos de enseñanza y nombrar catedráticos con aprobación del Poder Ejecutivo.
2.º Los sueldos del profesorado son acumulables a los de cualquier otro empleo. Las rentas de la Universidad se destinarán exclusivamente al pago de los servicios de examinadores, preparadores, sustitutos y compra de libros, aparatos e instrumentos de enseñanza.
3.º Enseñanza secundaria y superior es libre en todo el territorio de la República el establecimiento y funcionamiento de instituciones de enseñanzas, sin perjuicio de la intervención del Estado al solo objeto de impedir que se contraríen las prescripciones de la higiene o los principios y dogmas de la Constitución y de las leyes. Es obligación del Estado sostener a su costa los establecimientos de enseñanza secundaria y superior que fueren necesarios.
4.º La enseñanza superior tiene por objeto habilitar para el ejercicio de las profesiones científicas. Comprenderá por lo menos la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. La Facultad de Medicina y ramas anexas. Para ingresar a cualquiera de ellas se requiere diploma de Bachiller”.
Edificio para la Universidad
Con las cuatro anteriores propuestas del Dr. Vásquez Acevedo transcriptas en su totalidad, se iniciaba un extenso documento que comprendía todas las mejoras a instroducir en la Universidad. No sólo en lo referente a los planes de estudios.
“También se ocupó el doctor Vásquez Acevedo de la construcción de un edificio, donde pudieran funcionar ampliamente todos los cursos universitarios. Pidió y obtuvo, con ese objeto, la compra de media manzana de terreno entre las calles Soriano, Canelones y Cuareim. El precio pactado, de $ 22 la vara, fue anticipado por el Banco Nacional y para reembolsar ese precio y abordar la consrucción del edificio pidió el Poder Ejecutivo a la Asamblea General autorización para contratar un présamo hipotecario de $ 400.000”.
El Dr. Vásquez Acevedo explicitó sus pensamientos, los que pueden concentrarse en apenas una frase del documento publicado en los Anales Históricos del Uruguay de Eduardo Acevedo.
“En adelante será posible dar a la enseñanza universitaria todo el desenvolvimiento que reclaman las crecientes aspiraciones de la juventud en el sentido de aprender y profundizar sus conocimientos”.
El historiador Eduardo Acevedo, en la monumental obra de cinco tomos, que llevó adelante relacionada con el tránsito de nuestro país desde sus orígenes, sentenció lo siguiente, con relación al transcurso de esta segunda etapa del Dr. Vásquez Acevedo, que se extendió desde 1884 a 1889:
“Rechazó el Dr. Vásquez Acevedo la tendencia de la época de los estudios enciclopédicos que atiborraban a los jóvenes de conocimientos para adoptar los métodos modernos que ya se aplicaban en los países desarrollados, menos teóricos e intelectualistas y con una mayor orientación práctica. Convencido además de las bondades de una educación integral, fue el introductor en el ámbito universitario de una educación integral, fue el introductor en el ámbito universitario de la educación física. Esto a su juicio resultaba importante para el desarrollo corporal y mental del joven, para la formación de su personalidad moral y tenía gran trascendencia para la formación del espíritu y carácter del pueblo”.
Introducción de la gimnasia y ejercicios físicos
“Vásquez Acevedo se ocupa también con gran impulso de la enseñanza Secundaria ya que en esa época dependía de la Universidad. Luego de participar con José Pedro Varela en la reforma de la educación primaria en la década del setenta, encara con el mismo espíritu la reforma de la enseñanza media junto con la Universidad. Convencido, además, de las bondades de una educación integral, fue el introductor en 1895 en el ámbito universitario de la educación física”.[2]
Domingo Prat, nacido el 27 de setiembre de 1882, era uno de los jóvenes que cursaba los estudios de medicina en la Facultad instalada en la calle Cerrito. Sesenta y un años después, en una publicación de su autoría, de noventa y cuatro páginas, brindó información completa sobre la “educación física” que en 1895 puso en marcha el rector Vásquez Acevedo.
“La educación física que realizábamos en el gimnasio oficial instalado en la misma calle Piedras, comprendía la gimnasia con pesas, paralelas, mazas y escaleras”.
[1] Eduardo Acevedo. Análisis histórico del Uruguay. Tomo IV. Montevideo. Casa Barreiro y Ramos. 1934.
[2]ARDAO María Julio. Ob.cit. pág. 81.