La fuerza interior de los campeones mundiales

El aporte de los futbolistas nacidos fuera de Montevideo a los títulos mundiales de Uruguay no solo fue importante: fue decisivo.

En cada una de las cuatro conquistas mundialistas de la Celeste siempre hubo jugadores del interior del país. Cero falta y sobresaliente.

Iniciando este recorrido, el primero que aparece en la marquesina es el salteño José Leandro Andrade, el más aclamado a nivel mundial de toda esta lista, siendo considerado por los expertos como uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos desde que iluminara con su juego los campos europeos por primera vez en 1924.

Si bien comenzó actuando como entreala derecho en el combinado, pasaría a la posteridad como un excepcional half derecho, posición original en la que se inició a nivel de clubes.

Andrade: pose de crack.

Alto (1,80 metros), ágil, elástico, elegante, técnicamente dotado, también destacaba por su espíritu inquebrantable, su posicionamiento defensivo y su derroche físico.

Había nacido en Salto el 1º de octubre de 1901, concretamente en el barrio “La Cachimba”. Su padre se llamaba José Ignacio. En los datos filiatorios de su hijo aparece como “oriental”, pero teóricamente era brasileño, aunque no existen documentos fehacientes que respalden esta última aseveración. Su madre era argentina. Siendo muy joven, se trasladó a Montevideo.

Dedicado al deporte, en el fútbol grande comenzó defendiendo a Misiones (1921-1922), recalando en Reformes en 1923, pero por poco tiempo, ya que ese mismo año se incorporó a Bella Vista.

Como futbolista “papal” fue campeón de América en 1923 y un titular indiscutido en el torneo mundial de fútbol de los Juegos Olímpicos de 1924, efectuados en Colombes. Disputó todos y cada uno de los partidos, fue figura, conquistó el máximo lauro junto a sus compañeros y se convirtió en la sensación también fuera de las canchas por su llamativo y pintoresco carácter. Fue incluido en el “Equipo Ideal” del certamen y lo apodaron “La Maravilla Negra”, consagrándolo rápidamente como uno de los mejores jugadores del mundo.

Uruguay campeón del mundo 1924: donde todo comenzó.

Repitió la conquista mundial en Ámsterdam en 1928, aunque se hizo desear un poco ya que, habiendo sido convocado, decidió renunciar aduciendo problemas físicos. Uruguay partió rumbo a Europa y, retractándose de su decisión original, Andrade viajó después, sumándose a la delegación en la escala de Río de Janeiro.

En 1928 fue igualmente decisivo, en un torneo en el que destacó más por su capacidad atlética y sus dotes defensivos.

Andrade también fue pieza clave en 1928.

En la Copa del Mundo de 1930 celebrada en nuestro país, y con su fama en el punto máximo, volvió a ser un líder futbolístico: nuevamente actuó en todos los encuentros rindiendo a gran nivel y fue también seleccionado en el “Equipo Ideal” del certamen. En 1928 y 1930 ya era jugador de Nacional.

Al día de hoy es, junto a José Nasazzi, Santos Urdinarán, Héctor Scarone, Pedro Petrone y Pedro Cea, uno de los seis orientales tricampeones del mundo.

1930. Uruguay tricampeón del mundo. Andrade, también.

Andrade no fue el único futbolista del interior en 1924, ya que estuvo acompañado por Zoilo Saldombide, wing izquierdo nacido en Santa Lucía, Canelones, el 26 de octubre de 1903.

En 1924 pertenecía al Montevideo Wanderers. Si bien no llegó a disputar partidos en el certamen (fue suplente de Ángel Romano), sí vio acción en la gira previa por España, donde se presentó ante Celta de Vigo (4-1; hizo un gol), Athletic Club de Bilbao (dos veces: 2-1 y 2-0) y Deportivo La Coruña (3-2).

Saldombide volvió a ser integrante de un plantel mundialista en 1930, ahora como futbolista de Nacional. En dicho torneo tampoco contó con minutos, pero igualmente fue campeón, sumando un total de dos lauros.

Saldombide: hincado, en el extremo derecho de la imagen. Bicampeón.

En Ámsterdam 1928, el duraznense Juan Píriz cumplió un papel muy importante en el partido ante Alemania (4-1) y en la segunda final ante Argentina (2-1), la que le dio el segundo título mundial a los orientales.

Juan Píriz, Álvaro Gestido y Héctor Scarone. ¡Nuevamente campeones!

El mediocampista del Universal nació el 17 de mayo de 1902 en Durazno. Ante los teutones actuó como half-back derecho y ante los albicelestes como centre-half, siendo pieza clave del equipo en ambos cotejos. En el primer duelo jugó por Andrade y, en el segundo, por Lorenzo Fernández. Su derroche físico y de entusiasmo fueron encomiables.

El brazo derecho elevado de Píriz presagia un nuevo título.

Capítulo especial para Reneé Borjas, el centre-forward de Wanderers que fue integrante del plantel de 1928.

“Tito” era de Minas (Lavalleja), lugar en el que había nacido el 15 de enero de 1898.

Si bien ya se había consagrado campeón de América en Chile en 1926, viajó a Ámsterdam como suplente de Petrone, aunque una enfermedad del ariete de Nacional le abrió la puerta a la titularidad en el encuentro inicial ante Holanda. Uruguay se impuso 2-0 y Borjas, que era un atacante de buen toque de balón, jugó bien.

“Tito” Borjas en acción: un delantero que nunca defraudó con la Celeste.

Volvería nada menos que en la finalísima ante Argentina, donde una acción suya posibilitó a Scarone marcar el gol del campeonato y uno de los dos tantos más importantes de la historia del fútbol uruguayo. El imperecedero “Tuya, Héctor”.

Así pasó…

“Scarone está jugando á la espera de los rechazos. Veo por momentos que ese paciente trabajo, sacrificando el lucimiento personal en beneficio de una victoria que tendrá resonancia extraordinaria, va á dar sus frutos. Y así ocurre. Llega un centro de Figueroa, que Borjas con la cabeza pone á los pies de Scarone, que se halla atrás, casi sobre la línea del penal. La pelota no alcanza á picar, y cuando el público quiere seguir la jugada, ya está en la red. Ha sido un goal extraordinario, de una prontitud en su preparación que nadie descubrió”.

El País, Montevideo, 14 de junio de 1933.


“No puedo nunca [sic] de recordar bien lo que sentí cuando quedé prisionero en los brazos de mis compañeros. Lo que más recordaba era que el primero que me habló fue Borjas, y creo que me decía, gritando: `Yo te dije que era tuya, Héctor… Era para vos…´. Sentí que me golpeaban en la cabeza, que me agarraban por los pelos. Eran mis compañeros que no sabían cómo expresar su alegría en aquel momento que ya nos pareció decisivo. La multitud rugía”.

Palabra de Scarone, publicada en Acción, Montevideo, 15 de diciembre de 1967.
Borjas: de Lavalleja al mundo.

La Copa del Mundo de 1930 fue récord en cuanto a participación de futbolistas nacidos fuera de la capital uruguaya: a los nombres de Andrade y Saldombide, debemos sumarle cuatro más.

En primera instancia, el de Victoriano Santos Iriarte, el “Canario”, nacido en Canelones el 2 de noviembre de 1902 y que pertenecía al Racing Club de Montevideo.

Iriarte, decisivo.

Wing izquierdo titular durante todo el certamen, fue discutido al principio por su juego un poco embarullado, pero a base de una entrega y despliegue fenomenales y, sobre todo, a su juego impredecible y a sus furibundos taponazos, les ganó a todos.

El “Canario” no se guardaba nada.

Jugó los cuatro partidos del torneo y marcó dos goles: el primero ante Yugoslavia en la semifinal (6-1) y, el más importante, el tercero ante Argentina en la final (4-2), a los 68´. Este fue un verdadero golazo, ¡un zapatazo a distancia tal que hasta le valió la felicitación de parte de su propio marcador albiceleste!

Juan Botasso (ARG) hizo lo humanamente posible, pero el tiro de Iriarte era imparable.

En el plantel mundialista, aunque sin minutos en cancha, también estuvieron el salteño Miguel Ángel Melogno (13/2/1904; half izquierdo de Bella Vista) y otro duraznense: Conduelo Píriz (9/10/1904; entreala izquierdo de Nacional), hermano de Juan, el campeón mundial de 1928.

Por último, el entrenador oriental (a cargo de la preparación física) fue Alberto Suppici, nacido en Colonia del Sacramento el 20 de noviembre de 1898.

Suppici era un profesor de Educación Física que tenía una vasta trayectoria, aunque mayoritariamente en su departamento, donde llevaba trabajados 11 de sus 15 años de carrera.

Finalmente, en la Copa del Mundo de Brasil 1950 hubo tres jugadores del interior uruguayo.

El más relevante fue Matías González, nacido en Artigas el 6 de agosto de 1925 y perteneciente a Cerro.

Maracaná explota. Brasil ataca. Víctor Rodríguez Andrade se tira al piso. Matías González llega al encuentro del balón. De fondo, observa Eusebio Ramón Tejera.

Back derecho, fue una de las grandes revelaciones de la competencia. Disputó todos los encuentros siendo pieza clave en cada uno de ellos, destacando su labor excepcional ante Brasil (2-1), donde se ganó para siempre el apodo de “León de Maracaná”.

Matías: “León de Maracaná”.

Alabado por propios y extraños, fue nominado como el mejor central derecho de la Copa del Mundo, integrando todos los “Equipo Ideal” que fueron elaborados por los expertos sudamericanos y europeos.

Arriba, al lado de Roque Máspoli y Schubert Gambetta y antes de Brasil, Matías sonríe con la confianza plena en una nueva gesta uruguaya. No le erró.

Juan Carlos González, nacido en Colonia del Sacramento el 22 de agosto de 1924, era futbolista de Peñarol y cumplió dos buenas presentaciones como half derecho en el máximo certamen.

Actuó ante Bolivia (8-0) y España (2-2), estando a la altura.

Finalmente, quien integró el plantel, pero no sumó minutos fue un histórico de Nacional: Rodolfo Pini, hombre de Fray Bentos, Río Negro, nacido el 17 de diciembre de 1916. Se desempeñaba como centre-half.

Y aquí finaliza un recorrido que habla a las claras de que el fútbol uruguayo siempre necesitó de todos sus compatriotas para ser campeón. En definitiva, de aquí o de allá, todos somos uno cuando de la Celeste se trata.

AUTOR: PABLO VEROLI

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