Julio es el mes oficial de la gloria celeste

Uruguay es la nación con más gloria per cápita del mundo en términos futbolísticos. Un fenómeno difícil de entender para el resto del mundo en lo que concierne a que se puedan recordar tantos triunfos y en tan pocos días como sucede en el mes de julio.

“¡Uruguayos campeones de América y del Mundo!”. Expresión bien nuestra que despierta  en la memoria la letra escrita por Omar Odriozola y popularizada por los Patos Cabreros en el carnaval de 1927. Todavía restaban muchos triunfos deportivos por  venir y el fútbol ya se había consolidado como un hacedor fundamental en el proceso de construcción de la identidad nacional. Para la mayoría de los uruguayos este deporte es una cosa mucho más seria que un simple juego para divertirse o un promotor de la actividad física. Es un auténtica usina de pautas culturales que ocupa un lugar de privilegio en el imaginario colectivo y que puede llegar a condicionar el estado de humor nacional en función de un resultado. Campeonatos de América, preseas doradas olímpicas y copas mundiales fueron obtenidos en más de una oportunidad por diferentes compatriotas que vistieron la gloriosa casaca  en el momento histórico que les correspondió. Lleno está el calendario de efemérides triunfales y muchas de ellas coinciden en el mes de julio. Una hoja del almanaque que fue teñida de celeste por el extenso palmarés de la camiseta color cielo.

El personaje seleccionado como símbolo del torneo fue inspirado en la figura de Carlos Gardel.

12 de julio de 1987. Campeones en Argentina como la primera vez.

La asociación del fútbol de aquel país  volvía a organizar el máximo torneo continental después de casi 3 décadas y recibía a los participantes en su calidad de vigente campeón del mundo. La CONMEBOL había reestructurado nuevamente el torneo para esa edición retornando su disputa a una sede fija y otorgando el beneficio al último campeón de ingresar directamente en semifinales. Nuestra selección dispuso de ese privilegio e inició más tarde su participación como defensor del título obtenido en 1983. El camino indicado por el fixture y el desarrollo de las acciones del torneo determinaron  que los celestes debutaran contra los locales. El premio de ingresar directo en instancias semifinales parecía convertirse de forma instantánea en un castigo deliberado contra el combinado dirigido por Fleitas. El equipo base de México 86 liderado por Diego Maradona recibió a nuestra selección en un estadio repleto de aficionados aquel 9 de julio. Todo estaba listo para que la independencia argentina se festejara con un resonante triunfo futbolístico tal cual se estilaba a principios del SXX. Aquel encuentro era muy especial porque representaba una revancha  de la frustrante eliminación acaecida frente a los albicelestes un año antes en suelo azteca. Así lo asumieron aquellos jugadores que no dejaron pasar esta oportunidad que el fútbol y la vida les daban aquel día. El viejo latiguillo “ataca Argentina, gol de Uruguay” volvió a replicarse en la cancha de River cuando Alzamendi – que conocía a la perfección ese campo de juego- corrió aquella pelota larga y la colocó rastrera junto al palo derecho de Luis Islas. Uruguay anotaba otro triunfo categórico en la estadística clásica del Río de la Plata.  Tres días después, se disputó la final contra Chile en una cancha monumentalmente vacía. El fuerte equipo trasandino había despachado de su camino con total desparpajo a varios equipos destacándose su goleada a Brasil.  Pablo Bengoechea anotó el único tanto de esa final y el  grito de ¡Uruguay Campeón! retumbó bien  fuerte en la vecina orilla.

Poster oficial da Taca Jules Rimet.

16 de julio de 1950. Maracanazo. ¡Fecha Nacional de la tristeza brasileña!

Es reconocida como la máxima proeza futbolística de la historia por propios y extraños. Las incidencias mismas del dramático partido y las condiciones generales en las que se disputó el mítico match  le otorgaron ribetes épicos al impactante triunfo. Maracaná era el estadio más grande del mundo y 200 mil almas asistieron para  ver al seleccionado local alzar  la Copa Jules Rimet. Tan solo un empate era necesario y nadie pensaba que se pudiera dar un resultado contrario en Río de Janeiro. Uruguay integró el grupo 4 tan solo con Bolivia- ya que los otros participantes no asistieron- y con un lapidario 8 a 0 aseguró su pase al cuadrangular final. En esa segunda fase del torneo empató en 2 tantos con España y obtuvo un agónico triunfo frente a Suecia por 3 a 2. Por su lado, Brasil se había impuesto con autoridad a los dos equipos europeos y solo le restaba un punto para concretar el primer título mundial del equipo blanco por ese entonces. Nunca fuimos  favoritos en la historia y ese día mucho menos. El tesorero de la delegación desapareció horas antes y otro dirigente afirmó que “somos Gardel si no nos hacen más de 3”. El equipo capitaneado por Obdulio Varela respondió entrando a la cancha bajo la máxima “los de afuera son de palo”. No era época ni de televisión ni de internet. La entrañable voz de Carlos Solé perpetuó como patrimonio inmaterial los goles convertidos por Schiaffino y Chiggia a través de su particular relato. El 16 de julio fue una jornada de duelo nacional en Brasil y fiesta nacional por estos pagos. Una vez más, Uruguay era el mejor del mundo.

Afiche del primer campeonato sudamericano. El éxito de la primera edición instaló de forma inmediata el interés del público en general. .

17 de julio de 1916. Primeros Campeones Sudamericanos

Argentina celebraba el centenario de la declaración de su independencia y en el marco de los festejos se incluyó un campeonato de fútbol internacional con las naciones vecinas. Buenos Aires vivía un auténtico clima festivo y la novel competición despertaba el interés de todos los porteños. Aquel originario cuadrangular disputado por Argentina, Brasil, Chile y Uruguay era el germen fundacional del torneo de selecciones más viejo del mundo y replicado posteriormente con el pasaje de los años en los 5 continentes. El campeonato se disputó en un formato de todos contra todos y el partido inaugural fue disputado entre orientales y chilenos. Los celestes se impusieron por 4 a 0 y el primer gol del partido y de la historia de la competición fue anotado por José Piendibene a los 44 minutos de juego. Luego del encuentro, se produjo la recordada anécdota del delegado chileno cuando fue a reclamar los puntos porque Uruguay había incluido “profesionales africanos” en referencia a Isabelino Gradín y Juan Delgado. Para la última jornada, había quedado reservado el verdadero clásico sudamericano por ser  el partido de mayor rivalidad. Todavía no había “pica” con Brasil y la atención de toda la afición se concentraba en torno a ambos rivales del Río de la Plata. Uruguay había obtenido dos victorias mientras que Argentina cosechaba un triunfo frente a Chile y un empate con los norteños. El último partido del calendario estaba fijado para el 16 de julio pero una multitud saturó las instalaciones del estadio de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires.  Las autoridades  suspendieron el partido y algunos espectadores manifestaron su ira incendiando las tribunas del lugar. El encuentro se trasladó a la cancha de Racing para el día siguiente y culminó en empate sin goles. Esto determinó que la celeste comenzará a transitar el camino de la gloria asumiendo el título de aguafiesta oficial. Los argentinos continuaron festejando los hechos del Congreso de Tucumán pero no pudieron honrar a San Martín ganando la copa.

El Torito Pepe fue la mascota del torneo. Luego de 28 años, Uruguay volvía a ser sede del torneo continental.

 23 de julio de 1995. La copa de nuevo en casa

Era un momento especial para nuestra selección tras quedar eliminada del mundial de Estados Unidos 94 por las profundas desavenencias entre todos los actores de nuestro balompié. Varios jugadores de reconocida trayectoria retornaban al combinado nacional dirigido por “El Pichón” Núñez para cumplir con la premisa histórica de que “si se  juega en casa, se gana”. El torneo presentaba como principal novedad para nuestro macrocefálico fútbol que la mayoría de los encuentros se jugarían en el interior del país.  Esto determinó una inversión histórica en infraestructura para remodelar el Campus de Maldonado, el Estadio Atilio Paiva Olivera de Rivera y el Parque Artigas de Paysandú. El torneo fue una verdadera fiesta y la final se disputó el  23 de julio en el Estadio Centenario Uruguayos y  brasileños volvieron a encontrarse en una instancia definitoria con dos realidades diametralmente opuestas. La Verdeamarelha  llegaba como campeona del mundo con varios jugadores consagrados como tales en su plantel. Por su parte, la Celeste tenía la obligación de disimular los magros resultados obtenidos en esa década desde sus inicios. Estos antecedentes previos de cada uno de los combinados quedaron reducidos a la mínima expresión y la final tuvo una paridad absoluta de principio a fin. El primer tiempo culminó con ventaja para los visitantes y Pablo Bengoechea empató en la segunda parte con un soberbio tiro libre que dejó anclado a Taffarel en el área chica de la Colombes. El riverense volvía a ser un protagonista fundamental en una final de América tal cual había sucedido en Buenos Aires 8 años atrás.  La igualdad en el marcador se sostuvo y se debió acudir a la definición por penales. Uruguay acertó los 5 tiros y Fernando Alvez contuvo la ejecución de Tulio, quien días antes, había marcado un gol con la mano para eliminar a Argentina de la competición. Este triunfo confirmó la supremacía oriental como locales  frente a nuestros clásicos adversarios y  tuvo el valor adicional de ser la única vuelta del fútbol uruguayo a nivel internacional en la sombría década de los años 90.

Ganar la copa en Argentina, una tradición bien uruguaya.

24 de julio de 2011. Los más campeones de América.

La inolvidable actuación en Sudáfrica se complementó con la obtención de la última Copa América en 2011. Al igual que lo sucedido en 1987, el partido contra Argentina fue clave para la consagración. El destino llevó de la mano al fixture para que aquel encuentro se desarrollara el 16 de julio en un nuevo aniversario del legendario Maracanazo. Los albicelestes tenían un excelente equipo comandado en la cancha por Messi pero los malos resultados en la fase de grupos determinaron el cruce con Uruguay por cuartos de final en la ciudad de Santa Fe. El “Ruso” Pérez convirtió su primer y último gol con la selección a pocos minutos de iniciado el encuentro y no culminó el primer tiempo por ser expulsado. Higuaín ya había convertido el empate y los embates ofensivos argentinos contra la valla uruguaya eran constantes. Uruguay soportó con hidalguía la igualdad hasta el minuto 120 y se debió recurrir a la definición por penales. Muslera atajó con un gran gesto técnico el remate de Tevez y los ejecutantes celestes acertaron los 5 remates. Una vez más, se repetía la historia de arruinar la fiesta prevista por el organizador de la competencia. Uruguay avanzó derecho hacia el título con dos victorias contundentes frente a Perú por 2 a 0 y sobre Paraguay por 3 a 0. La final disputada en el centenarizado Monumental de Núñez fue un acontecimiento excepcional en lo que refiere a la superioridad de un equipo uruguayo frente a su rival. El resultado registrado ante los guaraníes evidenció el momento de apogeo deportivo del proceso dirigido por “El maestro” Óscar W. Tabárez. Desde ese día, Uruguay es la selección más laureada del continente al conquistar por decimoquinta vez el tradicional certamen americano.

Afiche de la primer copa del mundo. Esta imagen fue una de los principales elementos de propaganda del novel torneo.

            30 de julio de 1930. Tricampeones del Mundo.

Uruguay deslumbró en su pasaje olímpico por Europa en 1924 y 1928. Así lo citaron varias publicaciones de la época que detallaron con exactitud las características del  exquisito fútbol desplegado por el combinado oriental. La FIFA quería organizar un torneo de alcance mundial independiente de la competición olímpica y que concentrara exclusivamente la actividad futbolística. El programa de los festejos por el primer  Centenario de la Jura de la Constitución de 1830 estaba en confección y las autoridades del momento propusieron mostrarle al mundo entero la capacidad de este pequeño país para concretar grandes metas. Uruguay apostó fuerte cuando presentó su candidatura y prometió erigir un estadio de hormigón inédito destinado para la competición futbolística. El proyecto arquitectónico, el acompañamiento económico del estado uruguayo para afrontar los gastos de organización y los triunfos olímpicos y mundiales de 1924 y 1928 fueron determinantes para  que Jules Rimet anunciara en el Congreso de Barcelona de 1929 que la primera copa del mundo se disputaría en Montevideo. A la cita concurrieron  9 selecciones americanas y tan solo 4 europeas debido al boicot ejercido por varias federaciones de ese continente tras la polémica determinación de la FIFA. Otros, como los jugadores del equipo nacional de Egipto, quisieron participar pero no pudieron hacerlo por perder la combinación del transporte marítimo en Italia. Los primeros partidos se llevaron a cabo en el Parque Central y en la cancha de Peñarol en Pocitos por las demoras producidas en el secado del cemento en el coloso a estrenar. Uruguay y Argentina eran los grandes favoritos y tan solo un  hecho extraordinario impediría que se repitiera la final de Amsterdam. Ambos se impusieron en sus grupos y le anotaron media docena de goles a sus rivales en las semifinales. En aquella fría tarde del 30 de julio hasta las aguas del Río de la Plata quedaron paralizadas por 90 minutos. El match fue sumamente disputado y el primer tiempo terminó con victoria visitante por 2 a 1. Pero en la segunda parte del juego, los capitaneados por José Nasazzi sacaron a relucir  su carácter y sobretodo, su  buen juego, para imponerse  por 4 a 2. Una vez más,  el pequeño país  ubicado al sur de la América del Sur  se consagraba por tercera vez como el mejor del mundo.

La segunda presea dorada panamericana fue obtenida en los juegos desarrollados en Canadá.

La yapa: el oro panamericano el 26 de julio de 2015

Otro éxito que también se conmemora en el glorioso mes de julio es la conquista de la medalla de oro de los Juegos Panamericanos de 2015. La selección uruguaya compitió en el torneo de fútbol masculino junto a otros 7 representativos nacionales de la categoría sub 22 y se impuso en la final contra México por 1 a 0. Braian Lozano convirtió el único gol en aquel mediodía canadiense cuando ejecutó de forma soberbia un tiro libre sancionado cerca del área a los 9´ de juego. Pero sin lugar a dudas, el partido que más recuerda la afición de esa competición fue el que se disputó contra Brasil por la instancia semifinal. Los jóvenes celestes dieron vuelta el resultado . una vez más contra los norteños- sobre el final de la contienda con goles de Schetino y Santos a los 86´ y 87´ respectivamente. Más allá de las diferencias notorias entre la trascendencia de este torneo y una copa del mundo, la resonada victoria uruguaya sobre los clásicos rivales brasileños fue el mejor homenaje que se le pudo retribuir a Alcides Chiggia a pocos días de ocurrido su deceso. La presea dorada obtenida en Hamilton fue la segunda de esta colección para el seleccionado nacional y representa uno de los principales logros deportivos del proceso  Tabárez junto a la conducción técnica de Fabián Coito. Los primeros lauros panamericanos en fútbol masculino fueron conquistados en 1983 cuando el propio “Maestro” estaba conduciendo al equipo del otro lado de la línea de cal.

Federico Maritán

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